(C) Una verdadera amistad

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David y Jonatán

Saúl tiene un historial de altibajos. Por un lado, rescató valientemente la ciudad de Jabes de los amonitas y demostró al principio gran dominio en el uso de su poder real (1 Samuel 11). No obstante, poco tiempo después, comenzó a tratar a Dios el Señor como si consistiera en un talismán y a su palabra como si fuera el equivalente de una bola mágica o astrológica de lo que debía hacer, y no como algo que es necesario reverenciar y obedecer antes que todo lo demás (1 Samuel 13). Ya en el capítulo 14, lo único que le impide matar a su hijo Jonatán—a causa de una promesa que nunca se debió haber hecho ni haber cumplido (comparar con la meditación del 28 de julio)— fue la intervención de sus propios hombres. Aquí en 1 Samuel 15, varios rasgos de carácter aseguran que Saúl no iba a encabezar una dinastía. Otro rey lo reemplazará.

(1) A pesar de recibir instrucciones específicas del Señor sobre los amalecitas, Saúl y su ejército no destruyeron las mejores ovejas y ganado, ni incluso a Agag, rey de Amalec, tal vez como una especie de trofeo. Peor aún, Saúl luego le mintió a Samuel acerca de esto, como si pudiera engañar a Dios. Esa mentira nos revela que, ya en este momento, Saúl pensaba sin tener presente a un Dios omnisciente; estaba pensando como un mero político, pagano o secular.

(2) Samuel entendió que la raíz del problema estaba en el cambio de la percepción que Saúl tenía de sí mismo (15:17): en cierto momento, había sido pequeño a sus propios ojos y difícilmente se imaginaba como rey. Ahora está dispuesto a mentirle al profeta de Dios y no arrepentirse jamás de verdad.

(3) Saúl cambió su estrategia y afirmó que había preservado las mejores ovejas y el ganado, pero para ofrecerle un gran sacrificio al Señor. Basta un poco de simulación religiosa para engañar a algunas personas, pero no a Samuel. “¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice?”, le preguntó. “El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros. La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría” (15:22–23). Estos recordatorios deberían ser sagrados en el ámbito evangélico moderno.

(4) De manera que Saúl ofrece un arrepentimiento formal, pero dice como excusa que le tenía miedo al pueblo. Sencillamente, no asume su propia responsabilidad y esto lo ve Samuel con toda claridad (15:24–26).

(5) Saúl intenta de nuevo arrepentirse formalmente; pero una vez más se revela su corazón al demostrar que considera más importante ser honrado por los ancianos de Israel que por el Dios de Israel (15:30–31). Cuando la opinión humana significa más para nosotros que la de Dios, estamos perdidos.

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