Un llamado a la santidad.
Dios exhorta al pueblo para sanificarse y da un promesa futura del Mesías.
I.- Un llamado de Dios a la santidad.
La santidad según la ley no se comunica tan pronto como la impureza legal. Así que las sendas hacia el pecado son múltiples; la senda para la santidad es una, y es camino de dificultoso acceso. (Grocio.) Una gota de sucidad contaminará un vaso de agua; pero muchas gotas de agua clara no purificarán la inmundicia a un vaso de agua.
Hageo trató dos grandes principios que todavía siguen vigentes en el universo. El ambiente adecuado y las buenas compañías no son suficientes para hacer el cambio que se requiere en el hombre. Algunos sociólogos afirman que con tal de mejorar su ambiente, el individuo es capaz de cambiar automáticamente. Esta es la idea de que la santidad se puede transferir, pero Dios dice que no. El principio se nota en la siguiente ilustración: Si hay una manzana podrida en una canasta de manzanas ¿pueden las buenas comunicar su buena condición a la podrida? Por supuesto que no. Por otro lado, los sicólogos y los sociólogos tienen razón, porque inconscientemente están de acuerdo con la Biblia, cuando dicen que las malas influencias sí contaminan. Ellos no ofrecen una solución adecuada al problema principal de cómo hacer a un individuo bueno, pero sí entienden que un ambiente malo es contagioso. Regresemos a la canasta de manzanas. Las buenas no afectan a la mala, pero la mala sí puede afectar a las buenas. No obstante, esa situación se puede modificar con el plan de Dios. El evangelio es un mensaje transformador y logra lo que los sociólogos y la sicología humanista no pueden hacer. Dios transmite al individuo que acepta a Cristo como Salvador, todos los recursos para efectuar el cambio que necesita. Un famoso predicador de Inglaterra expresó la misma verdad de otra forma. Dijo que el creyente no debe sorprenderse por la explosión que causa su naturaleza que lleva tanta pólvora, cuando se acerca demasiado a las chispas del mundo. Otro comentarista decía que un padre sano no puede
Hageo trató dos grandes principios que todavía siguen vigentes en el universo. El ambiente adecuado y las buenas compañías no son suficientes para hacer el cambio que se requiere en el hombre. Algunos sociólogos afirman que con tal de mejorar su ambiente, el individuo es capaz de cambiar automáticamente. Esta es la idea de que la santidad se puede transferir, pero Dios dice que no. El principio se nota en la siguiente ilustración: Si hay una manzana podrida en una canasta de manzanas ¿pueden las buenas comunicar su buena condición a la podrida? Por supuesto que no. Por otro lado, los sicólogos y los sociólogos tienen razón, porque inconscientemente están de acuerdo con la Biblia, cuando dicen que las malas influencias sí contaminan. Ellos no ofrecen una solución adecuada al problema principal de cómo hacer a un individuo bueno, pero sí entienden que un ambiente malo es contagioso. Regresemos a la canasta de manzanas. Las buenas no afectan a la mala, pero la mala sí puede afectar a las buenas. No obstante, esa situación se puede modificar con el plan de Dios. El evangelio es un mensaje transformador y logra lo que los sociólogos y la sicología humanista no pueden hacer. Dios transmite al individuo que acepta a Cristo como Salvador, todos los recursos para efectuar el cambio que necesita. Un famoso predicador de Inglaterra expresó la misma verdad de otra forma. Dijo que el creyente no debe sorprenderse por la explosión que causa su naturaleza que lleva tanta pólvora, cuando se acerca demasiado a las chispas del mundo. Otro comentarista decía que un padre sano no puede comunicar su buena salud a su hijo enfermo, pero el hijo enfermo sí puede transmitir la enfermedad a su padre.
En resumen, las preguntas y sus respuestas sacaron a la luz que la santidad no puede pasarse de un objeto a otro o de una persona a otra. En cambio, la inmundicia sí es contagiosa.
Entonces, el propósito de las preguntas (es decir, de las ilustraciones) del capítulo 2 era hacer ver al remanente que la santidad del templo, o de las piedras del templo, o aun de la mano de obra en la reedificación del templo, no se podía transferir a la gente que estaba trabajando. El hecho de haber estado trabajando en una obra “santa” no santificaba al obrero.
¡PENSEMOS!
Es posible estar bastante activo en la obra de Dios (en Hageo, la de reedificar el templo) y aun tener las manos metidas en las cosas sagradas (como mover las antiguas piedras santificadas años atrás en días de Salomón) y todavía ser desobediente. Una buena obra puede contaminarse con un corazón desobediente y un espíritu contumaz. Los que tardaron tantos años en poner manos a la obra fueron contaminados por su demora. Los años de no hacer la prioridad de Dios dejaron su mancha en la vida. Los que trabajaban de mala gana contribuyeron más a la ruina que a la reedificación. Para disfrutar de la completa bendición de Dios, el creyente tiene que asegurarse de eliminar la contaminación tan contagiosa del pecado.
II.- Un llamado a meditar.
III.- Un llamado a mirar las promesas futuras.
El tipo de descripción usado aquí, respecto a nuestro personaje, y su relación con acontecimientos futuros, es usual en la literatura profética (comp. Zac. 6:11–13). Es evidente que no será Zorobabel, en el sentido literal, el que va a ser tomado en aquel día (v. 23). Él es presentado como una figura del Mesías prometido, el cual en su venida restaurará todas las cosas. Zorobabel recibe el título de siervo mío, como bendición especial. Pero en su sentido más amplio será el ungido de Jehovah, Cristo, quien reciba este honor (Isa. 42:1; 52:13). Este título estaba reservado para David, raíz de donde vendría el Siervo de Jehovah (1 Rey. 11:13; Jer. 33:21; Eze. 34:33). El pasaje se relaciona, por tanto, con los sucesos que habrán de tener lugar cuando Jesucristo venga por segunda vez.