La mente de Cristo.
La Mente de Cristo
Resumen: Capitulo 1
I. Los dos mensajes que Pablo predicaba (2.1–8)
A. El evangelio.
Cuando Pablo vino a Corinto fue debido a lo que parecía ser una derrota en Atenas (Hch 17.32–34), donde les habló a los filósofos griegos pero ganó a pocos. Esta experiencia, encima de su convicción de que solamente el sencillo evangelio es el poder de Dios, guió a Pablo a ministrar en Corinto con temor y temblor. No usó palabras persuasivas (seductoras) de orador o filósofo; simplemente predicó en el poder del Espíritu. Anhelaba que los creyentes pusieran su fe en Dios y no en la gente. Es triste cuando los pastores o los evangelistas hacen convertidos para sí mismos y no le enseñan a la gente a andar sólo con Cristo. Qué triste es cuando los cristianos tienen que apoyarse en otros creyentes y nunca aprenden a caminar por sí mismos. En el capítulo 3 Pablo llama «niños en Cristo» a estos creyentes (v.1–4).
B. El misterio.
Pero Pablo no se detenía con una simple declaración del evangelio, importante como era. También enseñaba una profunda sabiduría de Dios a los que eran más maduros en la fe. Triste como suena, ¡había muy pocos de estos en Corinto! Estas personas tenían sus ojos en los líderes humanos, se comparaban a hombres y no crecían en la Palabra. En la iglesia local es necesario que el pastor y los maestros declaren el evangelio a los perdidos, pero también es importante que enseñen la sabiduría de Dios a quienes están madurando en la fe. Es imposible edificar una iglesia fuerte predicando el evangelio solo; también tiene que haber la enseñanza del plan y del «misterio» de Dios. (Un misterio es una verdad oculta en las edades pasadas, pero revelada por el Espíritu a quienes pertenecen a la familia de Dios. Es un «secreto de familia», conocido solamente por sus miembros, no los extraños.) Por supuesto, el misterio que Pablo enseñó en Corinto era el programa de Dios para la edad presente, según queda bosquejado en Efesios 2–3: que el judío y el gentil son «uno en Cristo» por la fe y constituyen un solo cuerpo que es la Iglesia. Este misterio, o sabiduría oculta de Dios, nunca lo pudieron conocer los «príncipes de este siglo», porque se comprende únicamente mediante la acción del Espíritu. Muchos cristianos profesantes ¡en realidad no comprenden el propósito de Dios para esta edad! Es por eso que nuestras iglesias todavía están atiborradas con «antigüedades» del AT que no pertenecen a esta edad.
En los capítulos 1 y 2 Pablo ha contrastado la sabiduría de este mundo con la sabiduría de Dios:
Sabiduría de este mundo
Sabiduría de Dios
1. Sabiduría de palabras (1.17; 2.4)
1. Sabiduría de poder, no sólo de palabras (2.4–5)
2. Palabras de hombre (2.4)
2. Palabras del Espíritu (2.13)
3. Espíritu del mundo (2.12)
3. El Espíritu de Dios (2.12)
4. Locura para Dios (1.20)
4. Locura para los hombres (2.14)
5. El filósofo (1.20)
5. El predicador (1.31; 2.4)
6. Ignorancia (1.21)
6. Conocimiento de Dios (2.12)
7. Conduce a condenación (1.18)
7. Conduce a la gloria (1.18; 2.7)
A. El evangelio.
Cuando Pablo vino a Corinto fue debido a lo que parecía ser una derrota en Atenas (Hch 17.32–34), donde les habló a los filósofos griegos pero ganó a pocos. Esta experiencia, encima de su convicción de que solamente el sencillo evangelio es el poder de Dios, guió a Pablo a ministrar en Corinto con temor y temblor. No usó palabras persuasivas (seductoras) de orador o filósofo; simplemente predicó en el poder del Espíritu. Anhelaba que los creyentes pusieran su fe en Dios y no en la gente. Es triste cuando los pastores o los evangelistas hacen convertidos para sí mismos y no le enseñan a la gente a andar sólo con Cristo. Qué triste es cuando los cristianos tienen que apoyarse en otros creyentes y nunca aprenden a caminar por sí mismos. En el capítulo 3 Pablo llama «niños en Cristo» a estos creyentes (v.1–4).
III. Las dos clases de personas en el mundo de hoy (2.14–16)
B. El misterio.
Pero Pablo no se detenía con una simple declaración del evangelio, importante como era. También enseñaba una profunda sabiduría de Dios a los que eran más maduros en la fe. Triste como suena, ¡había muy pocos de estos en Corinto! Estas personas tenían sus ojos en los líderes humanos, se comparaban a hombres y no crecían en la Palabra. En la iglesia local es necesario que el pastor y los maestros declaren el evangelio a los perdidos, pero también es importante que enseñen la sabiduría de Dios a quienes están madurando en la fe. Es imposible edificar una iglesia fuerte predicando el evangelio solo; también tiene que haber la enseñanza del plan y del «misterio» de Dios. (Un misterio es una verdad oculta en las edades pasadas, pero revelada por el Espíritu a quienes pertenecen a la familia de Dios. Es un «secreto de familia», conocido solamente por sus miembros, no los extraños.) Por supuesto, el misterio que Pablo enseñó en Corinto era el programa de Dios para la edad presente, según queda bosquejado en Efesios 2–3: que el judío y el gentil son «uno en Cristo» por la fe y constituyen un solo cuerpo que es la Iglesia. Este misterio, o sabiduría oculta de Dios, nunca lo pudieron conocer los «príncipes de este siglo», porque se comprende únicamente mediante la acción del Espíritu. Muchos cristianos profesantes ¡en realidad no comprenden el propósito de Dios para esta edad! Es por eso que nuestras iglesias todavía están atiborradas con «antigüedades» del AT que no pertenecen a esta edad.
En los capítulos 1 y 2 Pablo ha contrastado la sabiduría de este mundo con la sabiduría de Dios:
Sabiduría de este mundo
Sabiduría de Dios
1. Sabiduría de palabras (1.17; 2.4)
1. Sabiduría de poder, no sólo de palabras (2.4–5)
2. Palabras de hombre (2.4)
2. Palabras del Espíritu (2.13)
3. Espíritu del mundo (2.12)
3. El Espíritu de Dios (2.12)
4. Locura para Dios (1.20)
4. Locura para los hombres (2.14)
5. El filósofo (1.20)
5. El predicador (1.31; 2.4)
6. Ignorancia (1.21)
6. Conocimiento de Dios (2.12)
7. Conduce a condenación (1.18)
7. Conduce a la gloria (1.18; 2.7)
A. El hombre natural.
Este es el inconverso, el que pertenece al mundo y está contento allí. No puede recibir las cosas del Espíritu (la Palabra) porque no tiene discernimiento espiritual; no tiene el Espíritu morando en su entendimiento ni en su cuerpo. A decir verdad, ¡las cosas del Espíritu le parecen locura! Pablo afirma en 1.23 que los griegos pensaban que el evangelio era locura. Los griegos eran grandes filósofos, pero su filosofía no podía explicar a un Dios que murió en una cruz o, en el mismo sentido, un Dios que tan siquiera se preocupe por la gente. Sus dioses no estaban interesados en los problemas de los mortales y la actitud griega hacia el cuerpo del hombre era tal que no podían concebir a Dios viniendo en carne humana.
B. El hombre espiritual.
Este es el creyente controlado por el Espíritu. (En el próximo capítulo Pablo analizará al cristiano controlado por la carne, el hombre carnal.) El hombre espiritual es un hombre de discernimiento y es capaz de juzgar y evaluar las cosas con la perspectiva de Dios. Esto es verdadera sabiduría. La gente del mundo tiene mucho conocimiento, pero le falta sabiduría espiritual. Podemos parafrasear el versículo 15 y decir: «La persona espiritual comprende las cosas del Espíritu y tiene sabiduría, pero la persona del mundo no puede entender a la persona espiritual». Para el incrédulo ¡somos un acertijo!
La persona espiritual tiene la mente de Cristo (véase Flp 2). Esto quiere decir que el Espíritu, a través de la Palabra, ayuda al creyente a pensar como Jesús piensa. Es algo asombroso decir que ¡los seres humanos poseen la misma mente de Dios! A través de los años los cristianos espirituales han predicho cosas que la gente del mundo pensó que jamás podrían pasar, pero que en efecto sucedieron. El santo de mente espiritual comprende más acerca de los asuntos de este mundo a partir de su Biblia que los líderes del mundo comprenden a partir de su perspectiva humana.
En estos dos capítulos Pablo ha enfatizado el mensaje del evangelio y advierte que no debemos mezclarlo con sabiduría o filosofía humana. En los próximos dos capítulos se referirá al ministerio del evangelio y mostrará que debemos apartar nuestros ojos de la gente y fijarlos sólo en Cristo.
A. El espíritu de este mundo (2.12).
Satanás es sin duda el espíritu que energiza el mundo de hoy (Ef 2.1–3). Les ha dado a los perdidos la «sabiduría» que infla sus egos y ciega sus entendimientos; les ha alejado de las verdades sencillas de la Palabra de Dios. Los grandes centros de educación de hoy no quieren la Biblia; rechazan la deidad de Cristo y la necesidad de salvación por medio de la cruz. Esta ignorancia llevó a los hombres a crucificar a Cristo y los hombres (incluso los hombres de «estudio») le han estado crucificando desde entonces.
B. El Espíritu de Dios.
Nunca debemos olvidar que el Espíritu Santo es el que nos enseña las cosas de Dios. En el versículo 9 Pablo se refiere a Isaías 64.4 y afirma que Dios ha preparado cosas maravillosas para sus hijos, aquí y ahora.
¡Dios ha preparado estas cosas para nosotros hoy! ¿Cómo Dios nos las revela? Por medio de su Espíritu (v. 10). Así como el espíritu del hombre comprende lo que los demás nunca sabrán, así el Espíritu de Dios comprende la mente de Dios y nos revela estas verdades por medio de la Palabra. Dios quiere que sus hijos estén en el conocimiento y no en la oscuridad. Es por eso que nos ha dado la Palabra de Dios y el Espíritu para enseñarnos.
Nótese que el Espíritu nos enseña con palabras (v. 13). Aquí tenemos la inspiración verbal de la Biblia: las mismas palabras que el Espíritu da. «Acomodando lo espiritual a lo espiritual» (v. 13) también puede traducirse «combinando las cosas espirituales con palabras espirituales» o «explicando cosas espirituales a personas espirituales». En cualquier caso, se expresa con claridad de que la Biblia es la Palabra de Dios que da el Espíritu de Dios. O bien confiamos en la Palabra de Dios, que el Espíritu de Dios enseña, o en las palabras de los hombres.
III. Las dos clases de personas en el mundo de hoy (2.14–16)