la salvacion (3)
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la salvacion
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Aconteció que, mientras íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava que tenía espíritu de adivinación, la cual producía gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba diciendo:
—¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación!
Hacía esto por muchos días. Y Pablo, ya fastidiado, se dio vuelta y dijo al espíritu:
—¡Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella!
Y salió en el mismo momento.
Pero cuando sus amos vieron que se les había esfumado su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza, ante las autoridades. Al presentarlos ante los magistrados, dijeron:
—¡Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad! ¡Predican costumbres que no nos es lícito recibir ni practicar, pues somos romanos!
Entonces el pueblo se levantó a una contra ellos. Y los magistrados les despojaron de sus ropas con violencia y mandaron azotarles con varas. Después de golpearles con muchos azotes, los echaron en la cárcel y ordenaron al carcelero que los guardara con mucha seguridad. Cuando éste recibió semejante orden, los metió en el calabozo de más adentro y sujetó sus pies en el cepo.
Como a la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los presos les escuchaban. Entonces, de repente sobrevino un fuerte terremoto, de manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos. Al instante, todas las puertas se abrieron, y las cadenas de todos se soltaron. Cuando el carcelero despertó y vio abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada y estaba a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado. Pero Pablo gritó a gran voz, diciendo:
—¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí!
Entonces él pidió luz y se lanzó adentro, y se postró temblando ante Pablo y Silas. Sacándolos afuera, les dijo:
—Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
Ellos dijeron:
—Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa.
Y le hablaron la palabra del Señor a él, y a todos los que estaban en su casa. En aquella hora de la noche, los tomó consigo y les lavó las heridas de los azotes. Y él fue bautizado en seguida, con todos los suyos. Les hizo entrar en su casa, les puso la mesa y se regocijó de que con toda su casa había creído en Dios.
Cuando se hizo de día, los magistrados enviaron a los oficiales a decirle:
—Suelta a esos hombres.
El carcelero comunicó a Pablo estas palabras:
—Los magistrados han enviado orden de que seáis puestos en libertad; ahora, pues, salid e id en paz.
Pero Pablo les dijo:
—Después de azotarnos públicamente sin ser condenados, siendo nosotros ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel; y ahora, ¿nos echan fuera a escondidas? ¡Pues no! ¡Que vengan ellos mismos a sacarnos!
Los oficiales informaron de estas palabras a los magistrados, quienes tuvieron miedo al oír que eran romanos. Y fueron a ellos y les pidieron disculpas. Después de sacarlos, les rogaron que se fueran de la ciudad. Entonces, después de salir de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, les exhortaron y luego partieron.
Hechos 16.
¿como podemos alcanzar la salvación?