(C) Sabiduría verdadera
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Algunos cristianos se preguntan por qué Salomón, si era tan sabio, se casó con tantas mujeres, acabó su reinado bastante mal y no fue leal a Dios.
La respuesta en parte tiene que ver con la diferencia entre lo que para nosotros significa sabiduría y las varias definiciones bíblicas de la misma palabra. Lo que entendemos, suele ser algo bastante genérico como “saber vivir bien y tomar decisiones sabias”. Pero, aunque la sabiduría en la Biblia puede aludir a algo amplio—como, por ejemplo saber vivir en el temor de Dios—muy a menudo se refiere a una destreza particular. Podría ser la habilidad para vivir en un mundo peligroso () o alguna capacidad técnica (). Pero una de las aptitudes a las que se puede referir la sabiduría es la administración, en especial la administración de la justicia. Y de manera concluyente, eso es lo que Salomón pide en .
Cuando responde a la generosa oferta de Dios de darle lo que pidiera, Salomón reconoce que es un mero niño y que no sabe cómo llevar a cabo sus tareas (3:7). Lo que quiere, entonces, es un corazón que discierna cómo gobernar bien al pueblo, en particular distinguir entre el bien y el mal (3:9). Dios felicita a Salomón por no pedir algo para sí mismo, ni siquiera algo vengativo (la muerte de sus enemigos, por ejemplo), sino “por discernimiento en la administración de la justicia” (3:11). Dios promete darle a Salomón exactamente lo que pidió, junto con riquezas y honor (3:12–13). El relato de las dos prostitutas que reclamaban el mismo bebé vivo y negaban que el muerto fuera suyo, y la resolución de Salomón de su caso (3:16–27), demuestran que Dios contestó la petición del rey. La nación entera percibe que Salomón tiene “sabiduría de Dios para administrar la justicia” (3:28). Ciertamente, a la mayoría de las naciones occidentales hoy día les vendría bien tener gente con dones parecidos.
Si bien Dios aplaude su decisión, esto no implica que tener esta sabiduría es todo lo que necesita Salomón para caminar siendo fiel al pacto. De hecho, aparte de la sabiduría, riqueza y honor que le concederá, Dios le dice que “Si andas por mis sendas y obedeces mis decretos y mandamientos, como lo hizo tu padre David, te daré una larga vida” (3:14). Pero cuando huele amenaza: para asegurar su frontera del sur, Salomón se casó con una princesa egipcia (3:1). Además, dado que los “lugares altos” eran populares, no los abolió, sino que participó de la adoración en ellos (3:2–4).
Dios a veces otorga dones maravillosos de sabiduría— destrezas técnicas, sociales, administrativas y judiciales, pero, a menos que también recibamos de él un corazón dispuesto a amarle verdaderamente y a obedecerle por completo, nuestro camino podría acabar de manera desastrosa.