vidas cambiadas
toda persona que a tenido un verdadero encuentro con Jesús, su vida ha cambiado totalmente.
I. mujer encorvada
10Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo;* 11y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.
12Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. 13Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.
II. Bartimeo el mendigo y ciego
46Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
Penúltima parada de Jesús y sus discípulos antes de entrar en Jerusalén. En esta ocasión llegan a Jericó, ciudad milenaria, primera en ser conquistada por los israelitas, bajo el liderazgo de Josué (cf. Jos. 6)
47Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! 49Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. 50El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. 51Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. 52Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.
III. Un hombre a la puerta del Templo
1Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. 2Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.
Pedro y Juan (1) son nombrados así sólo una vez en los evangelios, cuando fueron enviados por Jesús para preparar la Pascua para el Maestro y los discípulos (Lc. 22:8). Durante la noche que siguió, ellos eran aparentemente los únicos apóstoles que estaban en la casa del sumo sacerdote cuando Jesús fue juzgado por el Sanedrín (Jn. 18:15). Pasaron una noche juntos en una prisión (4:3, 13). Constituían la pareja enviada por los apóstoles en Jerusalén a Samaría (8:14). Es evidente que ellos trabajaban en estrecha colaboración en los primeros tiempos de la iglesia.
Se nos detallan también el tiempo y el lugar del milagro. Fue en el templo, adonde Pedro y Juan habían subido juntos. Allí había bancos de peces entre los que había que echar la red del Evangelio. Bueno es subir al templo para asistir a los servicios religiosos; y todavía mejor cuando subimos juntos, pues la mejor compañía es la que se forma para adorar y alabar a Dios.
Josefo dice que tenía 25 metros de altura y 23 de ancho, hecha de bronce sumamente ornamentada con plata y oro.
El paciente en quien se operó el milagro (v. 2) era un cojo de nacimiento, caso triste, que se veía forzado a pedir limosna, ya que no podía ganarse el sustento por medio del trabajo. Lo ponían cada día a la puerta del templo. Los que están en necesidad y no pueden trabajar, no han de avergonzarse de mendigar. Una muestra de nuestra sincera devoción a Dios cuando vamos a su casa es la disposición a ser generosos con quienes pasan necesidad. ¡Lástima que, muchas veces, haya tunantes que se hacen pasar por necesitados cuando no lo están! Pero es mejor dar de comer a diez zánganos que dejar morirse de hambre a una sola abeja.
. 3Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. 4Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. 5Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. 6Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. 7
7Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; 8y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 9Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. 10Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido.