La Consagración del soldado
4 Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.
Se dice que en cierta ocasión el Emperador Napoleón I se encontraba delante de un grupo de soldados, cuando de repente su caballo se desbocó; entonces un soldado raso se lanzó hacia el caballo, y, cogiendo el freno del caballo, pudo pronto detenerlo. Se dice que Napoleón saludó al soldado raso y le dijo: “Gracias, mi capitán”. El soldado se sorprendió al oir a Napoleón decirle “capitán”, pues él era un simple soldado raso, pero inmediatamente pensó que se encontraba delante de Napoleón, y que si él quería, podía hacerlo capitán. Así que, saludó a su Emperador y le preguntó: “¿De qué regimiento, mi Emperador?” El emperador le contestó: “De mi guardia personal.” Aquel soldado raso se presentó como capitán ante el jefe de la guardia personal de Napoleón; el oficial, viéndolo con uniforme de soldado raso, le preguntó: “¿Capitán, por órdenes de quién” — “Por órdenes de mi Emperador, Napoleón I.”
Formare parte de la armada si acepto el llamado
Formare parte de la armada si acepto el llamado
Formare parte de la armada si acepto el llamado
4 Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.
Seré efectivo si no me enredo con el mundo.
16 Porque todo lo que hay en el mundo, es decir, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
Buscare agradar a Dios
2 Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto.