bodas
I. La invitación a recibir al Mesías como heredero del reino es presentada bajo la semejanza de un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo.
1. El hijo es Jesús, sin duda. Obsérvese, sin embargo, que no se nombra a la esposa (comp. con Ap. 19:7–9, para notar el contraste); el énfasis se carga sobre los invitados.
2. Hay un banquete preparado primordialmente para unos determinados convidados, mas éstos no quisieron venir (v. 3). Aquí están claramente representados los judíos a quienes primeramente había de ser anunciada la palabra de Dios (Hch. 13:46).
3. Hay una nueva invitación, para hacer saber a los convidados que el banquete está ya preparado. Se ha cumplido el tiempo (3:2; 4:17; Mr. 1:15). ¡No había tiempo que perder!
II. La reacción final de los convidados:
1. Sin hacer caso de la invitación, se fue cada uno a su negocio; y hubo incluso algunos de ellos que, echando mano a los siervos, los maltrataron y mataron (vv. 4–6). Así responde la malicia humana a la suma bondad de Dios.
2. Notemos tres clases de personas, aunque todas ellas malvadas: (a) los indiferentes, como son los materialistas de todos los tiempos; (b) los que se burlan y afrentan (esto es lo indicado en el término «maltrataron»): (c) los abiertos perseguidores, que no se contentan con menos que con la muerte. Las tres clases se habían dado en tiempo de los profetas y se daban en tiempos de Jesucristo.
III. La reacción del rey:
1. Se enojó (v. 7). La ruina que se cernía sobre la nación judía está ya preparada en este enojo de Dios contra su pueblo.
2. Enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. No dice que destruyera a los que desoyeron la llamada, sino a los homicidas de sus siervos, como si Dios estuviera más celoso por las vidas de sus ministros que por la proclamación de su mensaje. La persecución de los mensajeros de Dios colma la medida del pecado y de la indignación de Dios más que ninguna otra cosa.
3. El castigo se cumplió puntualmente cuando los ejércitos romanos al mando de Tito, el hijo del emperador, sirvió a Dios de instrumento de su furor, como en otro tiempo se había servido de los ejércitos caldeos al mando del rey Nabucodonosor para causar la ruina de la nación judía, y especialmente de la capital y de su santuario.
IV. Pero los propósitos de Dios no pueden quedar frustrados. El rechazo de los judíos significó la entrada de los gentiles (vv. 8–10). Obsérvese:
1. La queja del rey: El banquete está a punto; mas los que fueron invitados no eran dignos (v. 8). Al rechazar al Mesías, los judíos se habían mostrado indignos del privilegio que tenían de ser los primeros destinatarios del Evangelio. No se debe a Dios el que los impíos perezcan, sino a sí mismos (v. Ez. 18:23; 2 P. 3:9).
2. La comisión que da a los siervos de que vayan a invitar a otros. Los de la ciudad (v. 7) habían rehusado venir. Ahora les envía a las encrucijadas de los caminos (v. 9); es decir, donde los caminos que salían de la ciudad se separaban en dos o más direcciones, aquí tiene la significación de los caminos de los gentiles, a los que antes había prohibido Jesús a los apóstoles que fuesen (10:5). El ofrecimiento del Evangelio a los gentiles fue así:
(A) De momento, sorprendente e inesperado. ¡Qué sorpresa no sería para los que marchaban por su camino, encontrarse de sopetón con una invitación para acudir a un banquete de bodas reales! Para los gentiles, el Evangelio era una verdadera novedad (¡noticias de última hora! Hch. 17:19–20) y, por tanto, no podían sospechar que tal invitación fuese para ellos.
(B) Universal e indiscriminado: Llamad a las bodas a cuantos halléis. Como si dijese: «Salid a las confluencias de todos los caminos, y rogad con gran urgencia (esta es la etimología de «invitar») a todos que vengan, a cualquiera y a todos juntos; que venga como es, que será bien recibido, sin excepción».
3. El éxito de esta segunda invitación: Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron todos los que hallaron (v. 10). Vemos:
(A) Que el objetivo del Evangelio es juntar, reunir (Jn. 10:16; 11:52) a todos los hijos de Dios dispersos, y juntarlos para que asistan a un banquete de bodas: a los privilegios de un nuevo
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
46Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.