Los pecados de los santos

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Si bien hemos sido declarados justos y santos, y ya el pecado no nos gobierna más, no podemos decir que no tenemos pecado. Por eso nuestra dependencia constante de Dios.

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Texto:

1 Juan 1.8–10 RVR60
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

INTRODUCCIÓN:

Este es el tercer domingo que venimos hablando del pecado, y quiero repetir lo que dije el primer domingo que comenzamos a hablar de este tema.
Cada uno de nosotros fuimos creados para amar y adorar al Señor nuestro Dios.
Y en medio de esta decisión de amar a Dios se nos presentan muchos obstáculos, y uno de los mas fuertes que fue vencido por Cristo en la Cruz es el pecado.
El problema no es el pecado en sí, el problema es no amar a Dios.
Pero necesariamente debemos hacer frente a uno de los obstáculos grandes al cual nos enfrentamos a la hora de entregarle nuestro amor a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, y con toda nuestra alma.
El domingo pasado hablamos que todo se hace en contra de Dios o a favor de Dios. Jesús lo dijo bien claro...
Mateo 12.30 RVR60
El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
Pero la cuestión no es solo hacer o dejar de hacer cosas, sino para quién vivís.
La gran pregunta es esa… ¿Para quién vivís?
Y dijimos que vivimos para él, para cumplir con su voluntad y su misión en este mundo que es hacer discípulos.
Y hoy vamos a ver que si vivimos para él y para cumplir con su misión en el mundo, uno de los peores enemigos con el que nos vamos a enfrentar y va a querer detener la obra de Dios, no está fuera de nosotros, sino muy dentro e íntimamente nuestro.
Nuestro pecado, el pecado de los santos.

DESARROLLO:

1. ¿TENEMOS O NO TENEMOS PECADO?

1 Juan 1.8 RVR60
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
1 Juan 1.10 RVR60
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Antes de recibir a Cristo estábamos dominados, controlados por el pecado. Estábamos bajo el control de nuestra vieja naturaleza pecadora gobernada por Satanás.

Esta era nuestra condición, muertos espiritualmente a causa del pecado original. Eramos pecadores por naturaleza.

Pero cuando vino Cristo a nuestra vida, fuimos libres de esa esclavitud y nuestra condición y esencia cambiaron y ahora no somos más pecadores, sino santos y justos.
Si bien nuestra condición y esencia cambiaron, nuestra vieja naturaleza sigue en nosotros tratando de controlar y es ahí dónde se nos presenta una batalla sangrienta contra el pecado.
Hebreos 12.4 RVR60
Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;
Por eso la batalla más grande no está fuera de nosotros sino en nuestro interior, como decía el Apóstol Pablo:
Romanos 7.18–21 RVR60
Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.
En esta batalla, muchos cristianos se confunden y no saben quienes son, o qué son.

¿Soy pecador o santo? si soy santo ¿porque hago lo que hace un pecador?

Sin embargo, Pablo deja bien en claro en qué área de nuestra vida pasa todo esto, “en mi carne” la vieja naturaleza. El mal está en mí, pero no en la nueva persona que Dios creo, sino en la carne.

Y Pablo va a decir algo muy revelador: “ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”

Entonces en esta batalla, identificando dónde está el mal, tengo que esforzarme en matar lo que no es de Dios, lo que es pecado, lo que esta mal en mí.
Colosenses 3.5–11 RVR60
Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.
Antes yo no tenía el control de mi vida, antes no tenía poder para vencer al pecado, estaba imposibilitado totalmente para ser libre.

Ahora Cristo, no solo me hizo libre, sino que me dio el control de mi vida y el poder para vencer el pecado.

Así que no tenemos excusa para seguir bajo el dominio de la carne, el pecado y Satanás.

Entonces, ¿tenemos o no tenemos pecado?

sí tenemos pecado, pero ya no me gobierna, y cada día batallamos, por la sangre de Cristo, por su amor y misericordia, para vencerlo.

2. CONFIANDO Y CREYENDO.

1 Juan 1.9 RVR60
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

La realidad es que en esta batalla contra el pecado no siempre ganamos, muchas veces perdemos y caemos.

Y nos sentimos como lo describe el apóstol Pablo:
Romanos 7.24–25 RVR60
¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

Pero aún así, el Señor nos da la oportunidad de venir a él, en humillación y arrepentimiento para buscar el perdón de nuestro pecado.

Salmo 51.17 RVR60
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
Cuando vamos así al Señor, él no nos desecha, sino que nos perdona, nos sana, y nos levanta otra vez para seguir batallando y luchando.
Ésto es andar en el Espíritu.
Romanos 8.1–2 RVR60
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Cuando vamos a él, buscando de su Espíritu, y de su perdón, somos liberados.

3. CUIDADO CON LOS PECADOS.

Hay diferentes clases de pecados:

1 Juan 5.16 RVR60
Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida.

La practica de pecados sexuales:

1 Corintios 5.1 RVR60
De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre.
1 Corintios 5.5 RVR60
el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.

Pecados contra el cuerpo de Cristo que es la iglesia:

1 Corintios 11.28–30 NTV
Por esta razón, cada uno debería examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa. Pues, si alguno come el pan y bebe de la copa sin honrar el cuerpo de Cristo, come y bebe el juicio de Dios sobre sí mismo. Esa es la razón por la que muchos de ustedes son débiles y están enfermos y algunos incluso han muerto.
1 Corintios 3.17 NTV
Dios destruirá a cualquiera que destruya este templo. Pues el templo de Dios es santo, y ustedes son este templo.

Pecado de mentira contra el Espíritu Santo:

Hechos de los Apóstoles 5.3–5 RVR60
Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron.
También tenemos que diferenciar los pecados que son contra la santidad de Dios y los pecados que son contra la autoridad de Dios.

PECADOS CONTRA LA AUTORIDAD DE DIOS:

1º Samuel 15.11 NTV
«Lamento haber hecho a Saúl rey, porque no me ha sido leal y se ha negado a obedecer mi mandato». Al oírlo, Samuel se conmovió tanto que clamó al Señor durante toda la noche.
1º Samuel 15.13 RVR60
Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová.
1º Samuel 15.22–23 NTV
Pero Samuel respondió: —¿Qué es lo que más le agrada al Señor: tus ofrendas quemadas y sacrificios, o que obedezcas a su voz? ¡Escucha! La obediencia es mejor que el sacrificio, y la sumisión es mejor que ofrecer la grasa de carneros. La rebelión es tan pecaminosa como la hechicería, y la terquedad, tan mala como rendir culto a ídolos. Así que, por cuanto has rechazado el mandato del Señor, él te ha rechazado como rey.

PECADOS CONTRA LA SANTIDAD DE DIOS:

2º Samuel 11.26–27 RVR60
Oyendo la mujer de Urías que su marido Urías era muerto, hizo duelo por su marido. Y pasado el luto, envió David y la trajo a su casa; y fue ella su mujer, y le dio a luz un hijo. Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová.
2º Samuel 12.13–14 RVR60
Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás. Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá.

CONCLUSIÓN:

1 Juan 2.1–6 RVR60
Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.
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