¿Tanto te enojas por tu calabacera?
Introducción
1. DISGUSTO DE JONÁS (4:1–5)
a. Enojo de Jonás (4:1)
4:1. Jonás rechazó y repudió la bondad de Dios hacia los ninivitas. Con esa actitud ejemplificó a la nación de Israel. El interés egoísta de Jonás fue un recordatorio para los judíos de su desinterés en la voluntad y misericordia divinas. Pero hace un gran contraste entre la compasión de Dios (3:10) y el disgusto de Jonás, y entre el arrepentimiento del Señor de su ira (3:9–10) y la ira del profeta. Su disgusto (se enojó lit. es “se calentó”) con Dios porque perdonó a Nínive procedía de un fervor patriótico desequilibrado. Es probable que Jonás supiera por medio de Amós y Oseas que Asiria sería el destructor de Israel. La actitud veleidosa de Jonás hacia el trato de Dios para con él es marcadamente abrupta y voluble (desobediencia, cap. 1; acción de gracias, cap. 2; obediencia, cap. 3; desagrado, cap. 4).
b. Oración de Jonás (4:2–3)
4:2. El profeta estaba enojado y disgustado por lo que reprendió a su Señor diciendo en esencia: “Sabía … que tú eres Dios clemente y piadoso y ¡mira ahora lo que sucedió!” Jonás admitió que había huido a Tarsis porque no quería que los ninivitas se libraran del castigo (él quería ser librado de la calamidad, 2:2, 7, pero no quería que los ninivitas se salvaran). Los ninivitas estuvieron más dispuestos a aceptar la gracia de Dios que Jonás. El profeta había sido objeto de la compasión de Dios pero no tenía compasión de la gente de Nínive.
Jonás sabía que Dios estaba dispuesto a perdonar, pero no quería que sus enemigos lo supieran. Su amenaza de destrucción (3:4) podría revertirse si los oyentes se volvían a su Dios perdonador.
El profeta tenía una comprensión clara del carácter de Dios, lo cual es evidente por su cita casi textual de Éxodo 34:6. De hecho, las palabras de Jonás acerca del Altísimo son casi idénticas a la descripción divina de Joel (Jl. 2:13; también cf. Neh. 9:17; Sal. 103:9; 145:8). Dios es clemente (i.e., anhela y favorece a otros) y piadoso (tierno en su afecto), tardo en enojarse (no se deleita en castigar al impío; cf. 2 P. 3:9) y de grande misericordia (ḥeseḏ, “amor leal, o fidelidad a un pacto”). Los salmistas hablaron con frecuencia de que Dios está lleno de “gracia” y que es “compasivo”, a pesar de que algunas veces esos adjetivos aparecen en diferente orden (Sal. 86:15; 103:8; 111:4; 112:4; 145:8). Jonás también dijo que el Señor se arrepiente de hacer el mal a los hombres. El profeta temía que todos los atributos divinos beneficiaran a los ninivitas odiosos y crueles—¡y así sucedió!
4:3. La angustia de Jonás respecto a lo que Dios hizo lo llevó a pedirle que le quitara la vida (cf. Jon. 4:8 y Elías en 1 R. 19:4). Anteriormente había orado pidiendo vivir (Jon. 2:2). Quizá ahora se avergonzaba de que no se cumpliera su amenaza. El hecho de que Dios se apiadara y no destruyera la ciudad, hizo que Jonás se desilusionara tanto emocionalmente, que perdió toda razón de vivir. Dios estaba preocupado por la ciudad (4:11), pero Jonás no.
c. La acción de Jonás (4:4–5)
4:4–5. Jonás sabía que Dios es tardo para la ira (v. 2), pero de todos modos deseaba que ejecutara su juicio con prontitud. Sin embargo, el Señor no quería airarse contra su profeta, así que quiso razonar con él. Le preguntó a su resentido mensajero si su enojo estaba justificado (cf. v. 9). La interrogación implicaba una respuesta negativa: Jonás no tenía derecho a enojarse tanto. Una persona nunca debe cuestionar con enojo lo que Dios hace, aun cuando difiera de lo que se espera o desea.
Jonás estaba tan indignado que no respondió al Señor. Lo que hizo fue salir de la ciudad y construir una enramada rústica, quizás con ramas de árbol y se sentó (cf. el rey que se sentó en la ceniza, 3:6) debajo de ella (cf. Elías debajo de un enebro, 1 R. 19:4). Es evidente que desde allí Jonás podía ver bien la ciudad. No se puede entender por qué esperaba ver qué acontecería en la ciudad. Quizá sentía que Dios respondería a su ruego y castigaría a la ciudad de todas maneras. Jonás no podía imaginarse que el Señor no ejecutara su juicio sobre la gente que lo merecía, así que se empeñó en esperar hasta que Nínive fuera destruida. Pero estaba equivocado y su actitud fue inmadura. Es obvio que había olvidado que él mismo merecía la muerte por su desobediencia, pero que Dios lo había salvado (cap. 2).
2. LA EXPLICACIÓN DEL SEÑOR (4:6–11)
a. Preparación de la ilustración (4:6–8)
Como Dios es lento para la ira (v. 2), trató de razonar una vez más con Jonás (cf. v. 4). Esta vez el Señor le dio una lección visual. Utilizó un objeto que Jonás apreciaba (que le producía comodidad) y lo contrastó con el objeto de su propio interés (el alma de la gente). Dios reprendió a su profeta, no a través de una tormenta, sino al exponerlo al egoísmo de sus gustos y disgustos.
4:6. El Señor preparó (cf. 1:17; 4:7–8) una calabacera para darle la sombra que su cobijo improvisado (v. 5) no podía proveerle. El Dios del mar, que preparó un pez para tragarse a Jonás, también es soberano de la tierra (cf. 1:9) y su vegetación. Aquí hay evidencia de que Dios es compasivo (4:2)—aun cuando sus siervos estén enojados o deprimidos.
La planta creció y cubrió la choza del profeta. La sombra que lo cubría con su denso follaje lo protegió de los rayos del lacerante sol del desierto. La planta (qîqāyôn) podría haber sido una planta de ricino (Ricinus communis) que crece rápidamente en climas cálidos, alcanza una altura de unos 3.5 mts. y tiene hojas muy grandes. Si se lastima el tallo, fácilmente se marchita. El hecho de que la planta creció de la noche a la mañana (cf. “al venir el alba del día siguiente”, v. 7 y el 10) demuestra que ese rápido e inusual crecimiento fue tan milagroso como el pez que Dios proveyó para Jonás. Complacido por el alivio que le dio el árbol, a pesar de que había estado tan enojado y deprimido, Jonás se alegró grandemente. Es irónico que haya estado contento por su bienestar pero no por la salvación de Nínive.
4:7–8. Muy temprano al día siguiente, Dios preparó (cf. en 1:17; 4:6) un gusano que destruyó la planta que había motivado la alegría del profeta. Al siguiente día, Dios preparó … un recio viento solano que incomodó a Jonás al punto de que se desmayaba. El refugio que él hizo no era suficiente para protegerlo del sofocante viento oriental. Es sorprendente que en el cap. 1 Dios haya intervenido con una tormenta y un gran pez; aquí actuó con un gusano y un viento asfixiante. Una vez más, el profeta estaba molesto—primero por el arrepentimiento de Nínive y después por la pérdida de la sombra de la calabacera—y exclamó: mejor sería para mí la muerte que la vida (cf. 4:3).
b. La explicación (4:9–11)
4:9. Dios preguntó a Jonás lo mismo otra vez. ¿Tanto te enojas …? (cf. v. 4) Pero aquí añadió: por la calabacera. El Padre celestial deseaba que Jonás viera el contraste entre la salvación de Nínive y la destrucción de la calabacera—el contraste entre el desinterés de Jonás por el bienestar espiritual de los ninivitas y su mortificación por su propio bienestar físico. Tanto su indiferencia (por Nínive) como su afecto (por sí mismo) eran egoístas. Jonás respondió que su enojo por la planta marchita era justificado, y que estaba tan furioso que prefería la muerte.
“La vida para Jonás [fue] una serie de sorpresas y frustraciones desconcertantes. Trató de escapar de Dios y cayó en una trampa. Luego se rindió, aceptó lo inevitable de la muerte y fue librado. Obedeció cuando se le ofreció una segunda oportunidad y tuvo éxito, pero se frustró y avergonzó. A continuación, estalló y se intensificó su frustración” (Hudson Mather, The Comic Act of the Book of Jonah, “El acto cómico del libro de Jonás”, Soundings 65. Otoño 1982, pág. 283).
4:10–11. Dios quería que Jonás comprendiera que no tenía derecho a estar enojado por Nínive o por la calabacera, porque el profeta no les había dado vida o sustentado. Tampoco era soberano sobre ellos. No tenía control alguno sobre el crecimiento o destrucción de la planta. La calabacera era temporal (en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció) y de muy poco valor. Sin embargo, Jonás sufrió por ella. Aunque el profeta no había hecho que la planta creciera, Dios sí había creado a los ninivitas. Los afectos de Jonás estaban distorsionados; se preocupaba más de una calabacera que por las vidas humanas. Le importaba más su comodidad personal que el destino espiritual de miles de personas. ¡Qué ejemplo tan desolador de la actitud de Israel en los días de Jonás!
Las palabras de Dios dirigidas a su profeta indican que Jonás no tenía derecho a enojarse. Donald E. Baker parafrasea la respuesta divina de esta manera: “Analicemos tu enojo, Jonás … Refleja tu preocupación sobre tu amada planta—pero ¿qué es lo que realmente significó para ti? Tu amor por ella no fue muy profundo, porque estuvo aquí un día y al siguiente ya no. Tu interés estuvo dictado por tu egoísmo, no por amor genuino. Nunca has tenido vocación de jardinero. Si en verdad te sientes tan mal, ¿cómo crees que se hubiera sentido el jardinero, que la plantó, la vio crecer y luego la vio marchitarse y morir? Así es como me siento respecto a Nínive, pero mucho peor. Toda esa gente, y los animales—yo los hice; los he apreciado todos estos años. Nínive me ha costado mucho esfuerzo y significa mucho para mí. Tu dolor no se compara con el mío cuando pienso en su destrucción” (Jonah and the Worm, “Jonás y el gusano”. His., Octubre 1983, pág. 12).
Posiblemente Jonás pensaba que Dios no era congruente al salvar a los asirios, pero el Señor le dijo que él era el incongruente en su pensar.
En contraste con una calabacera insignificante, la gran ciudad de Nínive era muy importante; tenía más de ciento veinte mil personas. La frase que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, podría hacer referencia a niños pequeños, en cuyo caso la población de Nínive y sus alrededores podría haber sido de 600,000 de acuerdo a algunos comentaristas. Pero otros sugieren que los 120,000 eran adultos indisciplinados y sin discernimiento, como los niños, e ilustra la condición espiritual y moral de quienes no creen en Dios. (En ese caso, la población total podría haber sido de aprox. 300,000.) La cifra de 120,000 pobladores de Nínive concuerda con la población adulta de Nimrod (Gn. 10:11–12; también conocida como Cala, suburbio de Nínive). Hay una inscripción que establece que Asurnasirpal II (883–859) invitó a 69,574 personas de Nimrod a una fiesta (Leslie C. Allen, The Books of Joel, Obadiah, Jonah and Micah, “Los libros de Joel, Abdías, Jonás y Miqueas”, pág. 234, n. 27; Daniel David Luckenbill, The annals of Sennacherib, “Los anales de Senaquerib”. Chicago: University of Chicago Press, 1924, pág. 116). Y según Donald J. Wiseman, los muros de Nínive abarcaban un área del doble de Cala (Jonah´s Niniveh, “La Nínive de Jonás”, Boletín Tyndale 30. 1979, pág. 37).
Jonás es un trágico ejemplo de la condición de Israel. Tanto el profeta como Israel eran culpables de desobediencia religiosa y desinterés. ¡Qué desventura cuando el pueblo de Dios se ocupa más de su comodidad material que de los intereses divinos para los pueblos!
En contraste, el Señor no es egoísta. Él tenía derecho a sentir piedad (hûs, “librar”; cf. Jl. 2:17) por aquella gran ciudad, en la cual mucha gente necesitaba de su gracia.
Los dos profetas menores que tratan casi exclusivamente de Nínive son Jonás y Nahum, y cada uno de ellos termina con una pregunta (cf. Nah. 3:19). La pregunta de Jonás 4:11 deja al lector un poco incómodo, pues parece que el telón cae demasiado abruptamente. No se registra la respuesta de Jonás. ¿Cómo debe interpretarse su silencio? Es muy posible que el profeta no hubiera escrito el libro a menos que hubiera aprendido la lección que Dios estaba tratando de enseñarle personalmente. Es evidente que reconoció su error y luego escribió su narración histórico-biográfica para exhortar a Israel a alejarse de su desobediencia e insensibilidad espiritual.
El libro concluye con Jonás enojado, deprimido, acalorado y casi desmayado. Se quedó analizando las palabras de Dios acerca de su falta de compasión y la profunda misericordia divina. El Señor había probado su lección al profeta: (a) Él muestra su gracia hacia todas las naciones, tanto a los gentiles como a los israelitas; (b) es soberano; (c) castiga la rebelión; y (d) desea que su pueblo le obedezca, que se despoje de la religión fingida y que no limite su amor y gracia universales.