Los cardos y las espinas –las dificultades y pruebas que hacen de su vida una vida de afán y cuidado– le fueron asignados para su bien, como una parte de la preparación necesaria, según el plan de Dios, para su elevación de la ruina y degradación que el pecado había causado. El mundo, aunque caído, no es todo tristeza y miseria. En la naturaleza misma hay mensajes de esperanza y consuelo. Hay flores en los cardos, y las espinas están cubiertas de rosas.