El Corazón del Hombre y el Amor de Dios Santificador
Vamos a revisar cuál es el estado natural del corazón del hombre, y cómo el Amor de Dios lo Renueva
INTRODUCCIÓN
1. LA CONDICIÓN NATURAL DEL CORAZÓN DEL HOMBRE
Hacer siempre el mal:
Es Engañoso y Perverso:
Contamina al hombre:
Está lleno de mal y de insensatez toda la vida:
EL AMOR DE DIOS QUE NOS SANTIFICA, APARTA:
Santificación por medio del Espíritu Santo:
El Amor de Dios es derramado por el Espíritu Santo:
El Amor de Dios Manifiesta Santidad sobre nosotros:
CONCLUSIÓN:
Era domingo por la noche y se reunía un grupo en una iglesia de la comunidad. Después que cantaron los himnos, el pastor de la iglesia se dirigió al grupo y presentó a un predicador invitado; se trataba de uno de sus amigos de la infancia, ya entrado en años. Mientras todos lo seguían con la mirada, el predicador ocupó el púlpito y comenzó a contar esta historia:
«Un hombre junto con su hijo y un amigo de su hijo estaban navegando en un velero a lo largo de la costa del Pacífico, cuando una tormenta les impidió volver a tierra firme. Las olas se encresparon a tal grado que el padre, a pesar de ser un marinero de experiencia, no pudo mantener a flote la embarcación, y las aguas del océano arrastraron a los tres. (Al decir esto, el predicador se detuvo un momento y miró a dos adolescentes que por primera vez desde que comenzó la plática estaban mostrando interés y continuó narrando):
»El padre consiguió agarrar una cuerda, mientras flotaba en una tabla. Pero luego tuvo que tomar la decisión más terrible de su vida: Escoger a cuál de los dos muchachos tirarle el otro extremo de la soga. Tuvo sólo escasos segundos para decidirse. El padre sabía que su hijo era un buen cristiano, y también sabía que el amigo de su hijo no lo era. La agonía de la decisión era mucho mayor que los embates de las olas. Miró en dirección a su hijo y le gritó:
–“¡TE AMO, HIJO MÍO!”
Y tiró la soga al amigo de su hijo.
En el tiempo que le tomó al amigo nadar hasta el velero volcado en campana, su hijo desapareció bajo los fuertes oleajes en la oscuridad de la noche. Jamás lograron encontrar su cuerpo».
Los dos adolescentes escuchaban con suma atención, atentos a las próximas palabras del predicador invitado.
»El padre –continuó el anciano– «sabía que su hijo pasaría la eternidad con Cristo, y no podía soportar el hecho de que el amigo de su hijo no estuviera preparado para encontrarse con Dios. Por eso sacrificó a su propio hijo. ¡Cuán grande es el amor de Dios que le impulsó a hacer lo mismo por nosotros!».
Dicho esto, el predicador volvió a sentarse, y hubo un tenso silencio.
Pocos minutos después de concluida la reunión, los dos adolescentes se encontraron con el anciano. Uno de ellos le dijo cortésmente:
–«Fue una historia muy bonita, pero a mí me cuesta trabajo creer que ese padre haya sacrificado la vida de su hijo con la ilusión de que el otro muchacho algún día decidiera seguir a Cristo».
–«Tienes toda la razón, le contestó el anciano mientras miraba su Biblia gastada por el uso.»
Y mientras sonreía, miró fijamente a los dos jóvenes y prosiguió:
–Pero esa historia me ayuda a comprender lo difícil que debió haber sido para Dios entregar a su Hijo por mí. A mí también me costaría trabajo creerlo si no fuera porque el amigo de ese hijo era yo».