Los Hijos de Dios y el amor al mundo

Introducción

En esta parte de la carta que hoy estudiaremos el apóstol Juan cierra aparentemente una sección, y comienza otra que está dirigida para sus “hijitos”. Juan lo usa como nombre cariñoso para los cristianos siguiendo el ejemplo de Jesús. (Hijito, niñito: ; ; ; ; ; ; ; ).[1] Para nosotros una expresión similar sería la de “hijo”: “hijo ve a la tienda”; “hijos vamos a comer”. No necesariamente esto se emplea para el hijo de sangre, sino para alguien que se le tiene afecto y cariño.

Para nosotros una expresión similar sería la de “hijo”: “hijo ve a la tienda”; “hijos vamos a comer”. No necesariamente esto se emplea para el hijo de sangre, sino para alguien que se le tiene afecto y cariño.

Juan comienza de una manera abrupta hablando sobre el origen y contenido de su mensaje, sin embargo, comienza también evidenciando a aquellos que dicen estar en luz y conocer a Dios, pero son mentirosos ya que su manera de vivir los delata y no correspondía en nada a alguien que conoce a Dios, a tal grado que osaban decir que no tenían pecado.

Mientras que ahora esta sección es más una advertencia a esos “hijitos”. Juan habla de manera poética en los versos 12 y 13

Veamos los hijitos. En la forma de referirse a sus lectores como hijitos, hay una evidente progresión de experiencias. Sus pecados habían sido perdonados por el Señor () y habían llegado a conocerle en forma íntima ().

[1] Tuggy, A. E. (2003). Lexico griego-español del Nuevo Testamento (p. 928). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.