La Historia de un Pobre Rico
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LA HISTORIA DE UN POBRE RICO
Lucas 18:18-30
¡Cuantas personas hay que tienen abundancia de bienes materiales pero que son pobres en cuanto a las cosas del espíritu! Un hombre así, muy joven por cierto, se acercó una vez a Jesús con una inquietud en su corazón, inquietud que dio lugar a una historia muy interesante que analizaremos a continuación y de la cual podremos aprender los siguientes cinco aspectos:
1. La idea del hombre con respecto a la salvación.
2. La verdad de Dios con respecto a la salvación.
3. La dificultad del hombre con respecto a la salvación.
4. El poder de Dios con respecto a la salvación.
5. La recompensa de Dios con respecto a la salvación.
La idea del hombre con respecto a la salvación:
Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿Qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: …Los mandamientos sabes: No adulterarás; No matarás; No hurtarás; No dirás falso testimonio; Honra a tu padre y a tu madre. Él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud… Lucas 18:18-21
La pregunta del joven refleja una terrible equivocación al pensar que la salvación se puede obtener mediante la realización de buenas acciones, de algún tipo de sacrificio o por medio del esfuerzo humano. Como él, muchas personas equivocadamente se preguntan: ¿Cuántas millas tengo que recorrer para ser perdonado? ¿Cuántos latigazos tengo que recibir en mi espalda? ¿A quién tengo que ayudar? ¿Cuánto dinero tengo que ofrecer? ¿Qué ritos religiosos debo llevar a cabo? ¿Cuántos ‘Padre Nuestro’ tengo que rezar?. Sin embargo, la Biblia enseña que Cristo nos salva, no mediante obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho sino mediante su misericordia y por los méritos de su obra redentora (Tito 3:5).
Otra idea errada que podemos extraer del texto es el concepto que el joven que se acercó a Jesús, y como él muchas otras personas, tienen respecto a que sus propias vidas son realmente justas. Él, según afirma, había obedecido los mandamientos mencionados por Jesús pero la realidad es que, según el testimonio de las Escrituras, no hay hombre sobre la tierra que siempre haga el bien y nunca peque (Eclesiastés 7:20). Ahora bien, Jesús nada dice respecto a los primeros cuatro mandamientos dados a Israel por medio de Moisés, pero más adelante veremos cómo este hombre quebranta claramente el primero de ellos.
La verdad de Dios con respecto a la salvación:
“…Jesús, oyendo esto, le dijo: aún te falta una cosa: Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme…”
Lucas 18:22
No creo que podamos imaginar con suficiente claridad la expresión que apareció en el rostro del joven cuando escuchó las palabras de Jesús: vende todo lo que tienes... y sígueme. Si el Señor solo le hubiese dicho: ven y sígueme, lo mas seguro es que él lo hubiera hecho sin tardanza. Pero aquí había un requisito para ir en pos del Maestro, este hombre debía despojarse de algo, él debía soltar el amor a sus posesiones al mismo tiempo que intentaba abrazar al maestro.
En realidad, el problema no consistía en que el joven tuviera muchas posesiones, de hecho, las Escrituras nos muestran que Dios nos da cosas para que disfrutemos de ellas, pero éstas cosas no deben tomar en nuestro corazón el lugar que le corresponde solo a Él. Este hombre que según el concepto que tenía de sí mismo había guardado los mandamientos, estaba quebrantando todos los días de su vida, el primero de ellos: No tendrás dioses ajenos delante de mí (Éxodo 20:3). El punto es que no se puede amar a Dios y amar también a las riquezas; no se puede amar a Dios y amar también al mundo. Cualquier cosa que amemos más que a Dios es un dios para nosotros. Puede que los que leen este artículo no tengan problemas con el dinero y éste no sea un obstáculo para acercarse a Jesús, pero muy seguramente existen otras cosas que sí lo son. Por eso es imperativo que nos hagamos estas preguntas: ¿Qué cosas ocupan el centro de nuestro corazón? ¿Que impide que el Señor sea el centro de nuestras vidas? Lo que sea, hay que dejarlo a un lado.
La verdad sobre la salvación es ésta: sólo podemos ser salvos al venir a Jesús y rendirnos a él, pero esto implica también una renuncia a todo lo que somos, para que él sea nuestro Amo (o Señor) y Salvador.
La dificultad del hombre con respecto a la salvación:
“Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico. Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen [ó confían en las] riquezas! Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios…”
Lucas 18:23-25
El hombre no puede por su propia iniciativa buscar a Dios. El Señor Jesús dijo que nadie podía venir a él, si el Padre no le trajere (Juan 6:44), y también dice la Palabra que no hay quien busque a Dios (Romanos 3:11). El Padre atrajo al joven hacia el Maestro al inquietar su corazón o pudo utilizar diversas circunstancias en su vida de una manera soberana, pero al escuchar las exigencias del reino de Dios, el hombre se fue muy triste. Tenía muchísimo dinero y amaba más su riqueza que la gloria de Dios.
El hombre que pone su corazón en las cosas de este mundo ¡Cuán difícilmente entrará en el reino de Dios! El hombre que es amador de los deleites de la carne más que de Dios ¡Cuán difícilmente entrará en el reino de Dios! El hombre que ama la sabiduría de este mundo más que la sabiduría de Dios ¡Cuán difícilmente entrará en el reino de Dios! El hombre que se ama a sí mismo más de lo que ama a Dios ¡Cuán difícilmente entrará en el reino de Dios!
El poder de Dios con respecto a la salvación:
“…Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Él les dijo: lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios…”
Lucas 18:26-27
Los discípulos del Señor escucharon con mucho interés la conversación, y tan sorprendidos quedaron con lo que el Maestro había dicho, que podríamos imaginar lo que susurraban entre sí: si esas son las cosas que debemos hacer, ¿quién entonces se salvará?; Ya he intentado muchas veces dejar mis vicios y no he podido; yo no creo que pueda ser cristiano porque a mí me gustan mucho las fiestas y yo adoro mi música; eso es para gente especial que ya está destinada para ello; pero el Señor les dice: no se preocupen, lo que para ustedes es imposible, para Dios no, porque todas las cosas son posibles para Dios.
Uno podría pensar que estamos descontextualizando el relato y que lo dicho solo tiene que ver con los ricos, pero no es así. ¿Por qué los discípulos reaccionarían de la forma descrita en el pasaje si estas palabras no tenían nada que ver con ellos, considerando que ellos en su mayoría no tenían riquezas terrenales, a excepción de un cobrador de impuestos llamada Mateo que lo había dejado todo por el Señor? No tendría sentido si ellos no hubieran entendido que seguir a Jesús requería de una entrega total. Por esto afirmamos que las exigencias de Jesús realmente tiene que ver con todas las áreas de nuestra vida.
Sin embargo, hay algo que debemos entender muy bien. El Señor es quien nos llama y lo único que tenemos que hacer es aceptar ese llamado. Al arrojarnos a sus pies lo hacemos con la absoluta confianza de que él nos dará la capacidad de abandonar aquello que nos estorba. Lo que nosotros no podemos lograr por nuestra humana debilidad, Dios con toda su potencia lo hará sin duda alguna. Así que descansemos bajo estas palabras y vengamos pronto a aquel que es poderoso para socorrernos. Seamos como aquel que con su incredulidad y falta de fe dijo: Señor Creo, ayuda mi incredulidad (Marcos 9:24). Ven a Él como eres, con tus fallas, tus pecados, tus deseos malos y Él hará la obra. Todos se maravillarán viendo la obra de Dios en ti y tu estarás gozoso.
La recompensa de Dios con respecto a la salvación:
“…Entonces Pedro dijo: he aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. Y él les dijo: de cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.”
Lucas 18:28-30
El texto anterior nos muestra la recompensa para todos aquellos que aceptan la infinita gracia de Dios; con Jesús no hay pérdida sino una verdadera ganancia inconmensurable. No hay nadie que viva para Dios de balde. Para todos aquellos que prefirieron el vivir como hijos de Dios, santos y apartados del mal, hay una gran recompensa; primero la bendición de Dios sobre las obras de nuestras manos aquí en la tierra, incluso en medio de las dificultades, porque a Él le interesa nuestro bienestar presente; y luego, cuando el Señor Jesús venga de los cielos, recibiremos una corona de vida, una morada no hecha de manos, eterna en los cielos, porque a Dios le interesa mucho más nuestro bienestar eterno.
Si creemos que vamos a conseguir más en este mundo que en Dios, estamos muy equivocados, porque Dios honra abundantemente al que le honra pero al que le menosprecia lo tiene por vil (1 Samuel 2:30). La mejor decisión que podemos tomar en nuestras vidas, es la de entregarlo todo en manos de aquel que nos da en abundancia todas las cosas y que nos ama tanto que desea enriquecernos verdaderamente con sus riquezas celestiales. Vengamos al Señor Jesucristo y no repitamos la historia de este pobre rico.