(re)definiendo
INTRODUCCIÓN
Además de las riña mencionadas por hacer valer sus derechos, había otro problema basado en el mismo error, que consistía en que querían gozar de absoluta libertad en el uso del cuerpo. La iglesia aparentemente había sido afectada por las actitudes locales acerca de esto y aspiraban a tener la autonomía de utilizarlo como les viniera en gana.
La sociedad en que vivían se caracterizaba por el paganismo y todo tipo de prostitución y algunos hermanos querían vivir como ellos, pensando que las restricciones legalistas que dictaban la abstinencia sexual estaban fuera de moda y decían: “¡Nosotros somos superiores, hemos sido liberados de estas antiguas tradiciones!”
Los cristianos auténticos constantemente tenían que combatir esta influencia y muchos empezaban a decaer en su firmeza. Se cuestionaban acerca del mejor uso del sexo y del cuerpo en general. Algunos insistían en que tenían suficiente libertad de decisión, sin importar el amor genuino y sus consecuencias en sus relaciones con otros.
También en la actualidad presenciamos una absoluta liberación sexual, la cual nos afecta a todos, aun los que estamos dentro del pueblo de Dios. Se ha popularizado el dicho: “¡Si te gusta, hazlo!” Satanás nos seduce con la idea de que podemos gozar de nuestro libre albedrío, pero oculta la verdad de que ese estilo de vida nos esclaviza.
A pesar de los riesgos del SIDA y otros azotes semejantes, la liberación sexual sigue a todo vapor. Un informe de prensa reciente indica que en una encuesta hecha entre mil universitarios estadounidenses, el sesenta por ciento dijo que no estaban dispuestos a abandonar sus prácticas sexuales libres, sin importar la amenaza del SIDA.
En la iglesia evangélica también existe la lucha contra la inmoralidad. Se hizo una investigación entre señoritas evangèlicas de ocho distintas agrupaciones y se descubrió que antes de llegar a los 18 años de edad, el 43 por ciento ya había tenido relaciones sexuales. No crea que esta tendencia sólo se da en grupos no cristianos. Aunque parezca que es más reducida en su ambiente, inexorablemente sigue su camino ascendente en todo el mundo.
Pablo muestra que el asunto básico gira alrededor de la pregunta: “¿Para qué estamos viviendo?” ¿Vivimos para satisfacernos a nosotros mismos? O, ¿para glorificar al Señor? ¿Cómo afecta a nuestra vida diaria el hecho de que el Señor nos ha librado de la esclavitud del pecado?
1. d que tiene pensado para ti.
1. Dos contrapuestos re-definidos
El cuerpo es para el Señor
El cuerpo es para el Señor
El cuerpo es para el Señor
El Señor es para el cuerpo
2. LA EDUCACIÓN Y LA LIBERTAD
El Señor resucitará nuestros cuerpos
“Los alimentos son para el estómago y el estómago para los alimentos”
3. NO TODO ME CONVIENE
“Todas las cosas me son lícitas” (Los Contrapuestos)
PREGUNTAS DEL CRISTIANO SOBRE SU CONDUCTA (6:12)
1. Lo que quiero hacer, ¿es lícito? ¿lo admiten las leyes y las buenas costumbres?
2. Además, ¿es conveniente para el reino de Dios, el prójimo y yo mismo?
3. ¿Soy yo quien lo decide o me estoy dejando dominar?
4. ¿Con ello glorifico a Dios? (20b)
2. Dos indicaciones para la vida
4. EL DISCERNIMIENTO DE LA CREACIÓN: NUESTRO CUERPO
1) La ley del amor
2) La ley de libertad
Relación entre ambas leyes (l. amor y l. libertad)
3. Dos motivos bíblicos para vivir en libertad
5. PECADO EN EL CUERPO Y FUERA DEL CUERPO
1) El peligro de la esclavitud
6. NUESTRA ACTITUD CRISTIANA
2) La maravilla de la libertad
EL CUERPO DEL CREYENTE (6:19–20)
1. Lo ha dado Dios (19b).
2. Debemos cuidarlo y mantenerlo puro.
3. Debemos glorificar a Dios con él (20b).
4. Debe estar lleno del Espíritu Santo que habita en él.
NO SOMOS NUESTROS (6:20)
1. Porque Dios nos creó.
2. Porque Cristo nos compró.
3. Porque nuestro cuerpo y espíritu son para su gloria.
Conclusión y Aplicación
DOS PREGUNTAS PARA QUE REFLEXIONEMOS
1. ¿De qué cosas no pecaminosas me privo porque considero que “no me convienen”? ¿Por qué no me convienen?
2. ¿Cómo estoy usando mi cuerpo? ¿Para qué lo estoy usando? ¿A qué lo expongo? ¿Cómo honro a Dios con mi cuerpo?
3. Lea Ro. 6:5–14 y compárelo con nuestro texto. ¿Qué nueva luz adquiere sobre el texto de 1 Co. 6:11–20?