Sermón sin título (2)
Introducción
Hoy tenemos el privilegio de abrir nuestras Biblias al capítulo 19 de Apocalipsis; y veremos el gran texto que nos detalla el regreso del Señor Jesucristo. Apocalipsis 19:11–16; quiero leerles este texto, un texto poderoso que quiero que ustedes tengan en mente.
Comenzando en el versículo 11, Juan recibe esta gran visión durante el exilio que estaba sufriendo en la isla de Patmos por predicar el Evangelio. Y él dice: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino Él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y Su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, Le seguían en caballos blancos. De Su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y Él las regirá con vara de hierro; y Él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en Su vestidura y en Su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”.
Aquí está la gran presentación de la visión de la Segunda Venida del Señor Jesucristo. Ahora, para mostrarles lo importante que son estas páginas de las Escrituras, un total de 1527 pasajes del Antiguo Testamento se refieren a la Segunda Venida del Señor Jesucristo. Hay aproximadamente 8000 versículos en el Nuevo Testamento; y 330 de ellos, es decir, 1 de cada 25 versículos se refiere directamente la Segunda Venida de Jesucristo. De hecho, junto con el tema de la fe, ningún otro tema es mencionado más a menudo que el regreso de Cristo. Por cada vez que se menciona la Primera Venida de Cristo, la Segunda Venida es mencionada ocho veces. Y el Señor mismo se refiere a Su Venida 21 veces; y más de 50 veces somos exhortados a estar listos para ese gran evento. Es un tema principal a lo largo de las páginas de la Escritura.
Claramente, debido al testimonio bíblico tan abundante, podemos tener la certeza de que Jesús vendrá nuevamente. La promesa de Dios lo requiere. Dios, quien no puede mentir, prometió que el Mesías vendría y qué establecería un Reino; y ese trono estaría en Jerusalén y desde él gobernaría al mundo. Dios prometió que Él establecería a Su Rey en Su monte santo, Salmo 2; que el gobierno estaría sobre Sus hombros, Isaías 9; que Él reinaría y gobernaría. Daniel 7 describe Su llegada, al igual que Zacarías 14 y otros pasajes del Antiguo Testamento. Y aún el Nuevo Testamento repite esa promesa. Es repetida para nosotros en el Evangelio de Mateo, en el Sermón del Monte de los Olivos y también en el Evangelio de Lucas.
Entonces, la promesa de Dios requiere el regreso de Cristo. Segundo, las afirmaciones de Jesús lo demandan. Jesús mismo dijo que Él se iría y regresaría en Juan 14. Y nuevamente, en Mateo 24:25, Él describe Su propia venida, la venida del Hijo del hombre en el cielo.
Aún más, la garantía del Espíritu Santo la demanda. El Espíritu Santo fue ciertamente quien inspiró a los autores del Nuevo Testamento a escribir la promesa del regreso de Cristo. Y es el Espíritu Santo en nosotros quien es la garantía o el anticipo de ese gran evento que está por venir. La palabra arrabon se utiliza para describir al Espíritu Santo, Él es llamado la garantía del Espíritu. Arrabon puede ser traducida como “anillo de compromiso”. Él es la promesa que garantiza la boda entre la novia—la Iglesia—y el novio—el Señor Jesucristo.
Y entonces, la promesa de Dios demanda el retorno de Cristo, las afirmaciones de Jesús demandan Su regreso, la garantía del Espíritu demanda que Él regrese. Y aún fuera de la Trinidad misma, el plan para la Iglesia demanda Su regreso. Dios ha establecido el plan para Su iglesia. De hecho, está desplegado con mayor claridad en Hechos 15, donde la Escritura nos dice claramente que el Señor tiene un propósito maravilloso para Su iglesia. Se despliega a partir de los versículos 6–9: “Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: ‘Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones’ ”. Y entonces Dios estableció su Iglesia, constituida por judíos y gentiles. Más abajo, en los versículos 15–18: “Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: ‘Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado Mi nombre, dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos’ ”.
Dios tiene un plan; y es un plan que involucra Su regreso y el establecimiento de Su Reino glorioso. Y nosotros sabemos que esa promesa está especificada para nosotros no solo en el libro de Hechos sino también en el libro de Apocalipsis, tal como veremos en el capítulo 20. Entonces, el plan de Dios para la Iglesia demanda el regreso de Cristo; después de todo, Él tiene que regresar y tomar a la Iglesia para ser Su novia, casarse con la Iglesia. La promesa de la Cena de las Bodas del Cordero, la cual hemos visto anteriormente en este capítulo, involucra a la Iglesia. Él debe regresar para eso.
Y entonces, el plan de Dios para las naciones lo demanda. Él regresará a juzgar a las naciones, dice Mateo 25; también Joel 3 lo dice. Él regresará, Él juzgará a las naciones, establecerá Su reino y gobernará las naciones. El plan de Dios para Israel demanda que Jesús regrese porque el Reino, después de todo, fue prometido en primer lugar a Israel. Ellos tendrán un Mesías; y en última instancia, ellos entrarán al Reino del Mesías. Todo Israel, eventualmente, dice Romanos 11, será salvo. Los huesos secos serán revividos, nos dice Ezequiel; y vendrá un tiempo en el que Israel creerá, cuando miren a Aquel a quien ellos han traspasado, tal como lo expresa Zacarías; y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por Él como quien se aflige por el primogénito; y entrarán a Su Reino.
Entonces, el plan para la Iglesia, el plan para las naciones, el plan para Israel demanda que Cristo regrese. Pueden mirarlo desde otro punto de vista también, la humillación de Cristo demanda que Él regrese. La primera vez que Él vino fue burlado, fue odiado, fue despreciado y fue humillado. Y eso requiere que Él regrese con la gloria que se merece, con el respeto y el honor y la adoración de se le deberían dar. Aún más, la exaltación de Satanás demanda que Cristo regrese. Satanás, quien es el usurpador, necesita ser derrocado, el que es el príncipe temporal de este mundo, el dios de este mundo, debe ser sacado de su trono; y los herederos legítimos deben ser ubicados en ese trono. La cabeza de la serpiente, que fue magullada en la Cruz, necesita ser finalmente cortada; y él necesita conocer la ejecución que Dios ha planeado para él.
Entonces, las promesas de Dios, las afirmaciones de Jesús, la garantía del Espíritu Santo, el plan para la Iglesia, para las naciones, para Israel, la humillación de Cristo, la exaltación temporal de Satanás, todas esas cosas demandan el retorno de Cristo y el establecimiento de Su reino. Y finalmente, esto nos lleva directamente a la maravilla de todo este pasaje, la expectativa de los santos lo demanda. Nosotros somos aquellos que aman Su aparición, de acuerdo a 2 Timoteo 4. Nosotros somos aquellos que esperan Su venida. Esta es la esperanza cristiana, el regreso del Señor Jesucristo. Y pueden ver a los santos no solo en el Nuevo Testamento, sino a lo largo del Antiguo Testamento, anhelando y anticipando la llegada del Mesías para establecer Su Reino. Entonces, para cumplir con Su promesa, para cumplir con Su propia Palabra, el Señor Jesucristo debe venir. Para que se cumpla la garantía del Espíritu Santo, Él debe venir. Para que Dios instituya Su plan para la Iglesia, para los gentiles y para Israel, Él debe venir. Y para cumplir con la anticipación de los santos, Él debe venir. Y Él vendrá. Y vemos la llegada de Cristo descrita y demostrada en la majestuosidad de las palabras que les acabo de leer en el capítulo 19.
Ahora, quiero dividir estos versículos en tres partes: El regreso del Conquistador, los ejércitos del Conquistador y el gobierno del Conquistador. El regreso, los ejércitos y el gobierno. Sin embargo, antes de que profundicemos en el texto, quiero hablarles un poco acerca del contexto. Es por eso que quiero que vayan en sus Biblias al libro de Isaías. En Isaías 11 tenemos un texto de la Escritura, que les mencioné la última vez, y es importante que lo comprendan porque establece el contexto para esta visión. Recuerden ahora, en Isaías 11:1, “saldrá una vara del tronco de Isaí”, que se refiere al Mesías, “viniendo del linaje de Isaí”, a través de David quien era hijo de Isaí. “Y reposará sobre Él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos” (versículos 2–3). En otras palabras, no juzgará de manera superficial. “Sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de Su boca, y con el espíritu de Sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de Sus lomos, y la fidelidad ceñidor de Su cintura” (versículos 4–5). Y aquí tienen la promesa del Mesías y Su Reino.
Vayan ahora a Isaías 63; y encontrarán otro texto de la Escritura que en cierto modo es paralelo con la visión que tiene Juan. Isaías 63:1: “¿Quién es este que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿Este hermoso en Su vestido, que marcha en la grandeza de Su poder?” Obviamente es el Mesías, este es el fragmento mesiánico de la profecía de Isaías. “Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar”. Ese es quien viene. Ese es quien viene con vestidos de color, literalmente en hebreo, carmesí, el color rojo de la sangre. Versículo 2: “¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como del que ha pisado en lagar?” Como si fuera el jugo rojo de las uvas. ¿Por qué? “He pisado Yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó Mis vestidos, y manché todas Mis ropas. Porque el día de la venganza está en Mi corazón, y el año de Mis redimidos ha llegado. Miré, y no había quien ayudara, y Me maravillé que no hubiera quien sustentase; y Me salvó mi brazo, y Me sostuvo Mi ira. Y con Mi ira hollé los pueblos, y los embriagué en Mi furor, y derramé en tierra su sangre” (versículos 3–6). Imágenes muy vívidas, ¿no es cierto?
La sangre salpicada, la llegada del Mesías, Él mismo pisoteando con Su ira. Esas dos escenas en Isaías 11 e Isaías 63 tienen algunos paralelos con la visión de aquí, en Apocalipsis 19, y solo quería que prestaran atención a esos textos debido a las expresiones comunes que encontramos en ellos y que también veremos en Apocalipsis.
Introducción
Hoy tenemos el privilegio de abrir nuestras Biblias al capítulo 19 de Apocalipsis; y veremos el gran texto que nos detalla el regreso del Señor Jesucristo. Apocalipsis 19:11–16; quiero leerles este texto, un texto poderoso que quiero que ustedes tengan en mente.
Comenzando en el versículo 11, Juan recibe esta gran visión durante el exilio que estaba sufriendo en la isla de Patmos por predicar el Evangelio. Y él dice: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino Él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y Su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, Le seguían en caballos blancos. De Su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y Él las regirá con vara de hierro; y Él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en Su vestidura y en Su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”.
Aquí está la gran presentación de la visión de la Segunda Venida del Señor Jesucristo. Ahora, para mostrarles lo importante que son estas páginas de las Escrituras, un total de 1527 pasajes del Antiguo Testamento se refieren a la Segunda Venida del Señor Jesucristo. Hay aproximadamente 8000 versículos en el Nuevo Testamento; y 330 de ellos, es decir, 1 de cada 25 versículos se refiere directamente la Segunda Venida de Jesucristo. De hecho, junto con el tema de la fe, ningún otro tema es mencionado más a menudo que el regreso de Cristo. Por cada vez que se menciona la Primera Venida de Cristo, la Segunda Venida es mencionada ocho veces. Y el Señor mismo se refiere a Su Venida 21 veces; y más de 50 veces somos exhortados a estar listos para ese gran evento. Es un tema principal a lo largo de las páginas de la Escritura.
Claramente, debido al testimonio bíblico tan abundante, podemos tener la certeza de que Jesús vendrá nuevamente. La promesa de Dios lo requiere. Dios, quien no puede mentir, prometió que el Mesías vendría y qué establecería un Reino; y ese trono estaría en Jerusalén y desde él gobernaría al mundo. Dios prometió que Él establecería a Su Rey en Su monte santo, Salmo 2; que el gobierno estaría sobre Sus hombros, Isaías 9; que Él reinaría y gobernaría. Daniel 7 describe Su llegada, al igual que Zacarías 14 y otros pasajes del Antiguo Testamento. Y aún el Nuevo Testamento repite esa promesa. Es repetida para nosotros en el Evangelio de Mateo, en el Sermón del Monte de los Olivos y también en el Evangelio de Lucas.
Entonces, la promesa de Dios requiere el regreso de Cristo. Segundo, las afirmaciones de Jesús lo demandan. Jesús mismo dijo que Él se iría y regresaría en Juan 14. Y nuevamente, en Mateo 24:25, Él describe Su propia venida, la venida del Hijo del hombre en el cielo.
Aún más, la garantía del Espíritu Santo la demanda. El Espíritu Santo fue ciertamente quien inspiró a los autores del Nuevo Testamento a escribir la promesa del regreso de Cristo. Y es el Espíritu Santo en nosotros quien es la garantía o el anticipo de ese gran evento que está por venir. La palabra arrabon se utiliza para describir al Espíritu Santo, Él es llamado la garantía del Espíritu. Arrabon puede ser traducida como “anillo de compromiso”. Él es la promesa que garantiza la boda entre la novia—la Iglesia—y el novio—el Señor Jesucristo.
Y entonces, la promesa de Dios demanda el retorno de Cristo, las afirmaciones de Jesús demandan Su regreso, la garantía del Espíritu demanda que Él regrese. Y aún fuera de la Trinidad misma, el plan para la Iglesia demanda Su regreso. Dios ha establecido el plan para Su iglesia. De hecho, está desplegado con mayor claridad en Hechos 15, donde la Escritura nos dice claramente que el Señor tiene un propósito maravilloso para Su iglesia. Se despliega a partir de los versículos 6–9: “Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: ‘Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones’ ”. Y entonces Dios estableció su Iglesia, constituida por judíos y gentiles. Más abajo, en los versículos 15–18: “Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: ‘Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado Mi nombre, dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos’ ”.
Dios tiene un plan; y es un plan que involucra Su regreso y el establecimiento de Su Reino glorioso. Y nosotros sabemos que esa promesa está especificada para nosotros no solo en el libro de Hechos sino también en el libro de Apocalipsis, tal como veremos en el capítulo 20. Entonces, el plan de Dios para la Iglesia demanda el regreso de Cristo; después de todo, Él tiene que regresar y tomar a la Iglesia para ser Su novia, casarse con la Iglesia. La promesa de la Cena de las Bodas del Cordero, la cual hemos visto anteriormente en este capítulo, involucra a la Iglesia. Él debe regresar para eso.
Y entonces, el plan de Dios para las naciones lo demanda. Él regresará a juzgar a las naciones, dice Mateo 25; también Joel 3 lo dice. Él regresará, Él juzgará a las naciones, establecerá Su reino y gobernará las naciones. El plan de Dios para Israel demanda que Jesús regrese porque el Reino, después de todo, fue prometido en primer lugar a Israel. Ellos tendrán un Mesías; y en última instancia, ellos entrarán al Reino del Mesías. Todo Israel, eventualmente, dice Romanos 11, será salvo. Los huesos secos serán revividos, nos dice Ezequiel; y vendrá un tiempo en el que Israel creerá, cuando miren a Aquel a quien ellos han traspasado, tal como lo expresa Zacarías; y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por Él como quien se aflige por el primogénito; y entrarán a Su Reino.
Entonces, el plan para la Iglesia, el plan para las naciones, el plan para Israel demanda que Cristo regrese. Pueden mirarlo desde otro punto de vista también, la humillación de Cristo demanda que Él regrese. La primera vez que Él vino fue burlado, fue odiado, fue despreciado y fue humillado. Y eso requiere que Él regrese con la gloria que se merece, con el respeto y el honor y la adoración de se le deberían dar. Aún más, la exaltación de Satanás demanda que Cristo regrese. Satanás, quien es el usurpador, necesita ser derrocado, el que es el príncipe temporal de este mundo, el dios de este mundo, debe ser sacado de su trono; y los herederos legítimos deben ser ubicados en ese trono. La cabeza de la serpiente, que fue magullada en la Cruz, necesita ser finalmente cortada; y él necesita conocer la ejecución que Dios ha planeado para él.
Entonces, las promesas de Dios, las afirmaciones de Jesús, la garantía del Espíritu Santo, el plan para la Iglesia, para las naciones, para Israel, la humillación de Cristo, la exaltación temporal de Satanás, todas esas cosas demandan el retorno de Cristo y el establecimiento de Su reino. Y finalmente, esto nos lleva directamente a la maravilla de todo este pasaje, la expectativa de los santos lo demanda. Nosotros somos aquellos que aman Su aparición, de acuerdo a 2 Timoteo 4. Nosotros somos aquellos que esperan Su venida. Esta es la esperanza cristiana, el regreso del Señor Jesucristo. Y pueden ver a los santos no solo en el Nuevo Testamento, sino a lo largo del Antiguo Testamento, anhelando y anticipando la llegada del Mesías para establecer Su Reino. Entonces, para cumplir con Su promesa, para cumplir con Su propia Palabra, el Señor Jesucristo debe venir. Para que se cumpla la garantía del Espíritu Santo, Él debe venir. Para que Dios instituya Su plan para la Iglesia, para los gentiles y para Israel, Él debe venir. Y para cumplir con la anticipación de los santos, Él debe venir. Y Él vendrá. Y vemos la llegada de Cristo descrita y demostrada en la majestuosidad de las palabras que les acabo de leer en el capítulo 19.
Ahora, quiero dividir estos versículos en tres partes: El regreso del Conquistador, los ejércitos del Conquistador y el gobierno del Conquistador. El regreso, los ejércitos y el gobierno. Sin embargo, antes de que profundicemos en el texto, quiero hablarles un poco acerca del contexto. Es por eso que quiero que vayan en sus Biblias al libro de Isaías. En Isaías 11 tenemos un texto de la Escritura, que les mencioné la última vez, y es importante que lo comprendan porque establece el contexto para esta visión. Recuerden ahora, en Isaías 11:1, “saldrá una vara del tronco de Isaí”, que se refiere al Mesías, “viniendo del linaje de Isaí”, a través de David quien era hijo de Isaí. “Y reposará sobre Él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos” (versículos 2–3). En otras palabras, no juzgará de manera superficial. “Sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de Su boca, y con el espíritu de Sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de Sus lomos, y la fidelidad ceñidor de Su cintura” (versículos 4–5). Y aquí tienen la promesa del Mesías y Su Reino.
Vayan ahora a Isaías 63; y encontrarán otro texto de la Escritura que en cierto modo es paralelo con la visión que tiene Juan. Isaías 63:1: “¿Quién es este que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿Este hermoso en Su vestido, que marcha en la grandeza de Su poder?” Obviamente es el Mesías, este es el fragmento mesiánico de la profecía de Isaías. “Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar”. Ese es quien viene. Ese es quien viene con vestidos de color, literalmente en hebreo, carmesí, el color rojo de la sangre. Versículo 2: “¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como del que ha pisado en lagar?” Como si fuera el jugo rojo de las uvas. ¿Por qué? “He pisado Yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó Mis vestidos, y manché todas Mis ropas. Porque el día de la venganza está en Mi corazón, y el año de Mis redimidos ha llegado. Miré, y no había quien ayudara, y Me maravillé que no hubiera quien sustentase; y Me salvó mi brazo, y Me sostuvo Mi ira. Y con Mi ira hollé los pueblos, y los embriagué en Mi furor, y derramé en tierra su sangre” (versículos 3–6). Imágenes muy vívidas, ¿no es cierto?
La sangre salpicada, la llegada del Mesías, Él mismo pisoteando con Su ira. Esas dos escenas en Isaías 11 e Isaías 63 tienen algunos paralelos con la visión de aquí, en Apocalipsis 19, y solo quería que prestaran atención a esos textos debido a las expresiones comunes que encontramos en ellos y que también veremos en Apocalipsis.
Hoy tenemos el privilegio de abrir nuestras Biblias al capítulo 19 de Apocalipsis; y veremos el gran texto que nos detalla el regreso del Señor Jesucristo. Apocalipsis 19:11–16; quiero leerles este texto, un texto poderoso que quiero que ustedes tengan en mente.
Comenzando en el versículo 11, Juan recibe esta gran visión durante el exilio que estaba sufriendo en la isla de Patmos por predicar el Evangelio. Y él dice: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino Él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y Su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, Le seguían en caballos blancos. De Su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y Él las regirá con vara de hierro; y Él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en Su vestidura y en Su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”.
Introducción
Hoy tenemos el privilegio de abrir nuestras Biblias al capítulo 19 de Apocalipsis; y veremos el gran texto que nos detalla el regreso del Señor Jesucristo. Apocalipsis 19:11–16; quiero leerles este texto, un texto poderoso que quiero que ustedes tengan en mente.
Comenzando en el versículo 11, Juan recibe esta gran visión durante el exilio que estaba sufriendo en la isla de Patmos por predicar el Evangelio. Y él dice: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino Él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y Su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, Le seguían en caballos blancos. De Su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y Él las regirá con vara de hierro; y Él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en Su vestidura y en Su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”.
Aquí está la gran presentación de la visión de la Segunda Venida del Señor Jesucristo. Ahora, para mostrarles lo importante que son estas páginas de las Escrituras, un total de 1527 pasajes del Antiguo Testamento se refieren a la Segunda Venida del Señor Jesucristo. Hay aproximadamente 8000 versículos en el Nuevo Testamento; y 330 de ellos, es decir, 1 de cada 25 versículos se refiere directamente la Segunda Venida de Jesucristo. De hecho, junto con el tema de la fe, ningún otro tema es mencionado más a menudo que el regreso de Cristo. Por cada vez que se menciona la Primera Venida de Cristo, la Segunda Venida es mencionada ocho veces. Y el Señor mismo se refiere a Su Venida 21 veces; y más de 50 veces somos exhortados a estar listos para ese gran evento. Es un tema principal a lo largo de las páginas de la Escritura.
Claramente, debido al testimonio bíblico tan abundante, podemos tener la certeza de que Jesús vendrá nuevamente. La promesa de Dios lo requiere. Dios, quien no puede mentir, prometió que el Mesías vendría y qué establecería un Reino; y ese trono estaría en Jerusalén y desde él gobernaría al mundo. Dios prometió que Él establecería a Su Rey en Su monte santo, Salmo 2; que el gobierno estaría sobre Sus hombros, Isaías 9; que Él reinaría y gobernaría. Daniel 7 describe Su llegada, al igual que Zacarías 14 y otros pasajes del Antiguo Testamento. Y aún el Nuevo Testamento repite esa promesa. Es repetida para nosotros en el Evangelio de Mateo, en el Sermón del Monte de los Olivos y también en el Evangelio de Lucas.
Entonces, la promesa de Dios requiere el regreso de Cristo. Segundo, las afirmaciones de Jesús lo demandan. Jesús mismo dijo que Él se iría y regresaría en Juan 14. Y nuevamente, en Mateo 24:25, Él describe Su propia venida, la venida del Hijo del hombre en el cielo.
Aún más, la garantía del Espíritu Santo la demanda. El Espíritu Santo fue ciertamente quien inspiró a los autores del Nuevo Testamento a escribir la promesa del regreso de Cristo. Y es el Espíritu Santo en nosotros quien es la garantía o el anticipo de ese gran evento que está por venir. La palabra arrabon se utiliza para describir al Espíritu Santo, Él es llamado la garantía del Espíritu. Arrabon puede ser traducida como “anillo de compromiso”. Él es la promesa que garantiza la boda entre la novia—la Iglesia—y el novio—el Señor Jesucristo.
Y entonces, la promesa de Dios demanda el retorno de Cristo, las afirmaciones de Jesús demandan Su regreso, la garantía del Espíritu demanda que Él regrese. Y aún fuera de la Trinidad misma, el plan para la Iglesia demanda Su regreso. Dios ha establecido el plan para Su iglesia. De hecho, está desplegado con mayor claridad en Hechos 15, donde la Escritura nos dice claramente que el Señor tiene un propósito maravilloso para Su iglesia. Se despliega a partir de los versículos 6–9: “Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: ‘Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones’ ”. Y entonces Dios estableció su Iglesia, constituida por judíos y gentiles. Más abajo, en los versículos 15–18: “Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: ‘Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado Mi nombre, dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos’ ”.
Dios tiene un plan; y es un plan que involucra Su regreso y el establecimiento de Su Reino glorioso. Y nosotros sabemos que esa promesa está especificada para nosotros no solo en el libro de Hechos sino también en el libro de Apocalipsis, tal como veremos en el capítulo 20. Entonces, el plan de Dios para la Iglesia demanda el regreso de Cristo; después de todo, Él tiene que regresar y tomar a la Iglesia para ser Su novia, casarse con la Iglesia. La promesa de la Cena de las Bodas del Cordero, la cual hemos visto anteriormente en este capítulo, involucra a la Iglesia. Él debe regresar para eso.
Y entonces, el plan de Dios para las naciones lo demanda. Él regresará a juzgar a las naciones, dice Mateo 25; también Joel 3 lo dice. Él regresará, Él juzgará a las naciones, establecerá Su reino y gobernará las naciones. El plan de Dios para Israel demanda que Jesús regrese porque el Reino, después de todo, fue prometido en primer lugar a Israel. Ellos tendrán un Mesías; y en última instancia, ellos entrarán al Reino del Mesías. Todo Israel, eventualmente, dice Romanos 11, será salvo. Los huesos secos serán revividos, nos dice Ezequiel; y vendrá un tiempo en el que Israel creerá, cuando miren a Aquel a quien ellos han traspasado, tal como lo expresa Zacarías; y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por Él como quien se aflige por el primogénito; y entrarán a Su Reino.
Entonces, el plan para la Iglesia, el plan para las naciones, el plan para Israel demanda que Cristo regrese. Pueden mirarlo desde otro punto de vista también, la humillación de Cristo demanda que Él regrese. La primera vez que Él vino fue burlado, fue odiado, fue despreciado y fue humillado. Y eso requiere que Él regrese con la gloria que se merece, con el respeto y el honor y la adoración de se le deberían dar. Aún más, la exaltación de Satanás demanda que Cristo regrese. Satanás, quien es el usurpador, necesita ser derrocado, el que es el príncipe temporal de este mundo, el dios de este mundo, debe ser sacado de su trono; y los herederos legítimos deben ser ubicados en ese trono. La cabeza de la serpiente, que fue magullada en la Cruz, necesita ser finalmente cortada; y él necesita conocer la ejecución que Dios ha planeado para él.
Entonces, las promesas de Dios, las afirmaciones de Jesús, la garantía del Espíritu Santo, el plan para la Iglesia, para las naciones, para Israel, la humillación de Cristo, la exaltación temporal de Satanás, todas esas cosas demandan el retorno de Cristo y el establecimiento de Su reino. Y finalmente, esto nos lleva directamente a la maravilla de todo este pasaje, la expectativa de los santos lo demanda. Nosotros somos aquellos que aman Su aparición, de acuerdo a 2 Timoteo 4. Nosotros somos aquellos que esperan Su venida. Esta es la esperanza cristiana, el regreso del Señor Jesucristo. Y pueden ver a los santos no solo en el Nuevo Testamento, sino a lo largo del Antiguo Testamento, anhelando y anticipando la llegada del Mesías para establecer Su Reino. Entonces, para cumplir con Su promesa, para cumplir con Su propia Palabra, el Señor Jesucristo debe venir. Para que se cumpla la garantía del Espíritu Santo, Él debe venir. Para que Dios instituya Su plan para la Iglesia, para los gentiles y para Israel, Él debe venir. Y para cumplir con la anticipación de los santos, Él debe venir. Y Él vendrá. Y vemos la llegada de Cristo descrita y demostrada en la majestuosidad de las palabras que les acabo de leer en el capítulo 19.
Ahora, quiero dividir estos versículos en tres partes: El regreso del Conquistador, los ejércitos del Conquistador y el gobierno del Conquistador. El regreso, los ejércitos y el gobierno. Sin embargo, antes de que profundicemos en el texto, quiero hablarles un poco acerca del contexto. Es por eso que quiero que vayan en sus Biblias al libro de Isaías. En Isaías 11 tenemos un texto de la Escritura, que les mencioné la última vez, y es importante que lo comprendan porque establece el contexto para esta visión. Recuerden ahora, en Isaías 11:1, “saldrá una vara del tronco de Isaí”, que se refiere al Mesías, “viniendo del linaje de Isaí”, a través de David quien era hijo de Isaí. “Y reposará sobre Él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos” (versículos 2–3). En otras palabras, no juzgará de manera superficial. “Sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de Su boca, y con el espíritu de Sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de Sus lomos, y la fidelidad ceñidor de Su cintura” (versículos 4–5). Y aquí tienen la promesa del Mesías y Su Reino.
Vayan ahora a Isaías 63; y encontrarán otro texto de la Escritura que en cierto modo es paralelo con la visión que tiene Juan. Isaías 63:1: “¿Quién es este que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿Este hermoso en Su vestido, que marcha en la grandeza de Su poder?” Obviamente es el Mesías, este es el fragmento mesiánico de la profecía de Isaías. “Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar”. Ese es quien viene. Ese es quien viene con vestidos de color, literalmente en hebreo, carmesí, el color rojo de la sangre. Versículo 2: “¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como del que ha pisado en lagar?” Como si fuera el jugo rojo de las uvas. ¿Por qué? “He pisado Yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó Mis vestidos, y manché todas Mis ropas. Porque el día de la venganza está en Mi corazón, y el año de Mis redimidos ha llegado. Miré, y no había quien ayudara, y Me maravillé que no hubiera quien sustentase; y Me salvó mi brazo, y Me sostuvo Mi ira. Y con Mi ira hollé los pueblos, y los embriagué en Mi furor, y derramé en tierra su sangre” (versículos 3–6). Imágenes muy vívidas, ¿no es cierto?
La sangre salpicada, la llegada del Mesías, Él mismo pisoteando con Su ira. Esas dos escenas en Isaías 11 e Isaías 63 tienen algunos paralelos con la visión de aquí, en Apocalipsis 19, y solo quería que prestaran atención a esos textos debido a las expresiones comunes que encontramos en ellos y que también veremos en Apocalipsis.