Sermón sin título
INTRODUCCIÓN
Hace algunos años, prediqué una serie de mensajes acerca de la epístola que nos ocupa en los cultos de un instituto bíblico. Al llegar al capítulo siete, les advertí que lo que iban a escuchar era difícil e inquietante. Después de mi exposición, muchos alumnos se acercaron para hablar conmigo, entre ellos varios matrimonios, que afirmaron: “Ya es tarde para nosotros. ¿Por qué no supimos esto antes de casarnos?”
Algunos solteros me agradecieron la enseñanza y siguieron su camino, pero unas señoritas no me hablaron durante varios días. Seguramente el apóstol Pablo recibió reacciones parecidas al enviar esta carta. Su contenido no es fácil de asimilar, pero es el consejo divino para nuestra vida.
PROPOSITO DEL MATRIMONIO
7:1–9
Al analizar la enseñanza de este pasaje, nos damos cuenta de la gran diferencia que existía entre la gente que formaba el grupo de lectores de la epístola, así como la diversidad de circunstancias que los rodeaban. No es de extrañar que cada quien interpretara el mensaje desde su perspectiva personel.
Sería fácil presentar estas verdades desapasionadamente, sin sentir compasion por quienes las leen. Sin embargo, tenemos que reconocer que nos dirigimos a personas reales, en cuyas venas corre sangre. Muchos están sufriendo por las circunstancias difíciles en que viven, y no sería correcto aumentar su dolor. Por lo tanto, trataremos de presentar los principios básicos señalados en este pasaje y dejar que el Espíritu Santo decida en qué manera puede aplicarlos a su vida.
Al hablar del propósito del matrimonio, el autor demuestra que este fue instituido para satisfacer las necesidades del cónyuge, afirma que es cosa seria y que normalmente requeire mucho esfuerzo. Cuando alguien se casa, empieza la lucha más difícil de toda la vida.
En primer lugar, porque es para siempre (Mateo 19:3–12). En los tiempos del Nuevo Testamento el divorcio era aceptado en Israel por muchos motivos, según los distintos problemas matirmoniales y ofensas de parte de la esposa, pero al venir Jesucristo, lo prohibió terminantemente. Al escuchar su enseñanza, los apóstoles respondieron que si así era, sería mejor no casarse (Mateo 19:10). El Señor les contestó que tenían razón pero que, no todas las personas son capaces de vivir solteras toda la vida sin sufrir las tentaciones del pecado y estebleció el mismo propósito para el matrimonio que Pablo repite en 1 Corintios 7.
Al casarse, usted ya no es dueño de sí mismo, sino que voluntariamente sujeta el control de su vida a su pareja (7:3–5). Esta realidad es igualmente cierta tanto para el varón como para la mujer. Los casados pertenecen a su compañero y deben someter su cuerpo al deseo y dominio de él. Pablo indica que esta sumisión es una entrega continua. “Pague lo que deba. Cumpla su obligación para con la otra persona”.
Este requisito no es condicional. Ambos tienen el deber de hacer su parte y sufragar las necesidades del otro, no importa si él cumple o no. En realidad, esta exigencia se presenta en sentido general, no solamente con referencia al sexo. Sin embargo, el pasaje definitivamente incluye la vida sexual de los esposos. Por lo tanto, Pablo concluye diciendo que de ser posible, es mejor no casarse.
Al dar ese paso, debe procurar el bienestar del otro (7:26, 28). Sus intereses cambian, su mayor preocupación pasa a ser su familia, que en tiempos difíciles, puede llegar a ser una carga pesada porque al venir las aflicciones, una cosa es que usted tenga que sufrir carencias y otra que sus allegados también lo hagan. Si falta comida, siempre sufrimos más porque afecta a nuestros seres queridos. Los casados tienen que dedicarse a luchar por sus dependientes, mientras que los solteros no tienen esa responsabilidad. Por eso, Pablo sugiere qu no se casen si pueden evitarlo.
Al casarse, la obra de Dios tiene que tomar segundo lugar (7:32–35) porque la primera prioridad es agradar al cónyuge. Esta verdad no quiere decir que la persona soltera sea más espiritual, sino que la relación marital afecta el ministerio que se pudiera realizar. Por eso, el apostol quire que estemos “sin congoja”, ni impediamentos para adelantar la obra.
También advierte en pasaje que hay un alto precio que debemos pagar si deseamos desposarnos: sacrificar nuestro derecho a la independencia, ceder el control de las decisiones personales y, limitar nuestra liberated de servir a Cristo. En resumen, reconoce los beneficios de estar unido a otro, pero también admite que hay un costo que pagar por ese privilegio. Si alguien no está dispuesto a ella, es preferible que no se case. Si piensa hacerlo, sepa que existe esta condición. Así que la conclusión apostólica es que lo mejor es quedarse soltero si es posible.