Construyendo Juntos
¡De Rodillas! Nehemías 1.1-11a
Una mirada a la Historia
¿Ahora qué?
Sin embargo, tratándose del pueblo de Dios, la mejor posición desde la cual se debe guiar a otros es precisamente de rodillas. El líder espiritual auténtico no se mueve, ni aún para realizar lo que sabe que Dios quiere que haga, hasta no haber pasado tiempo conversando con su Señor acerca de la tarea a realizarse, ide rodillas!
Así es el caso de Nehemías, uno de los grandes personajes del Antiguo Testamento. Su historia empieza aproximadamente trece años después del regreso de los judíos a la tierra de Israel que fue dirigido por Esdras (458 a.C.). Hacía casi 92 años que habían vuelto a Jerusalén del exilio. El templo ya se había reconstruido y el pueblo había experimentado un avivamiento espiritual bajo la dirección de Esdras, pero los muros de la ciudad estaban derruidos. Por lo tanto, estaban indefensos porque la mayoría del pueblo vivía en las afueras de la ciudad, sin protección para sus casas y familias.
Durante esa época, el rey Artajerjes, hijo de Jerjes, gobernaba sobre el gran imperio persa. Jerjes se conoce en la Biblia como Asuero, y se menciona en el libro de Ester. Así que Artajerjes debe haber conocido a esa heroína y posiblemente por influencia de ella elevó a Esdras y Nehemías a posiciones de influencia en su reino.
Nehemías, el personaje principal de esta historia, era copero real de Artajerjes en ese tiempo. Este oficio siempre se asignaba a una persona de mucha confianza porque era quien probaba el vino que el rey iba a tomar para asegurarse de que no estuviera envenenado. Debido a que compartían el mismo riesgo, existía entre ambos cierta unidad y dependencia mutuas.
El relato se inicia diciendo que una delegación de israelitas llegó desde Jerusalén para saludar a Nehemías entre quienes estaba su hermano carnal Hanani, pues querían informarle de las condiciones imperantes en la ciudad y su muralla. Este reporte motivó a Nehemías a hacer algo a favor de la ciudad de sus padres.
Autor y Fecha
Encontramos dos clases de material en el libro. Una buena parte da evidencia de que fue escrita por Nehemías. La prueba más contundente de esta afirmación está en el uso de los pronombres personales de primera persona (1:1–7:5; 12:27–43; 13:4–31). Otras porciones del libro son parecidas al estilo de Esdras, o de los documentos que usó para escribir sus otros relatos (7:6–12:26; 12:44–13:3).
Los dos tipos de material han servido para fundamentar dos opiniones contrarias entre los eruditos conservadores en cuanto a quién es el autor de este documento histórico. Algunos creen que fue Nehemías, que quería narrar su propia experiencia y que después unió su relato con otros escritos, semejantes a los que utilizó Esdras. Otros piensan que fue este último quien escribió el libro basándose en los materiales disponibles, incluyendo porciones de las memorias de Nehemías.
Debido a que no encontramos entre los escritos de Esdras referencias a otras personas que emplean el pronombre personal de primera persona, el primer punto de vista parece más probable. Aunque Esdras y Nehemías aparecían como un solo libro en las primeras versiones hebreas del Antiguo Testamento, es probable que esto se haya debido a que ambos estaban relacionados por ser contemporáneos y por contener un mensaje común, independientemente de quién haya sido el autor.
Los eventos relatados en este libro ocurrieron entre 444 a.C., cuando Nehemías se preparaba para dirigir el tercer regreso a Jerusalén, y 425 a.C. cuando retornó a la tierra con otra misión. Esta última fecha probablemente identifica el año en que el libro se terminó.
Marco Histórico
Aunque queda mucho por conocer acerca de los eventos de aquélla época, Esdras 4:6–23 nos da suficiente base para estar seguros de algunos hechos. Parece que cerca del principio del reinado de Artajerjes (464 a.C.), hubo un intento por parte de los judíos de reconstruir la muralla alrededor de Jerusalén. Aunque no se encuentra evidencia de que hubiera habido oposición por parte de Jerjes, es probable que su hijo Artajerjes haya escuchado a los consejeros de su padre en el sentido de no permitir la reconstrucción sabiendo que se trataba de un pueblo que tenía una larga historia de rebeliones. Sin embargo, según Esdras 4:21, parece que Artajerjes dejó abierta la posibilidad de permitirlo en fecha posterior.
El viaje de Esdras posiblemente fue autorizado con el fin de asegurar el control de los judíos que vivían en la región. Cuando Nehemías sintió el deseo de promover la reconstrucción de los muros de la ciudad, Artajerjes tal vez ya estaba inclinado a aceptar su petición gracias a la confianza que le tenía y a la buena labor de Esdras. No existía entonces un líder más conocido ni de más confianza que le permitiera al rey conservar el dominio sobre esa zona.
Por eso lo nombró gobernador y le dio la autoridad necesaria para que siguiera sus planes, pero también para que buscara la reconstrucción moral y política del pueblo. Así que, con esa comisión, Nehemías dirigió el tercer regreso a la tierra en 444 a.C. y después volvió a Persia por un tiempo. Es probable que su segunda visita fuera simultánea al ministerio profético de Malaquías, porque ambos tratan los mismos problemas que enfrentaba Israel.
Propósito General
En resumen, se nota que Nehemías mantuvo un equilibrio sano entre las tres cualidades que debe tener un líder espiritual:
Primero, estaba comprometido con Dios. Al observar su vida con detenimiento, podemos reconocer los rasgos que denotan un compromiso genuino con su Señor. Aunque detentaba una posición política elevada, nunca dejó de depender de Dios.
La segunda cualidad que se observa es que tenía una visión de lo que Dios quería lograr a través de su ministerio. En todo tiempo podía contestar a la pregunta: “¿Para qué estoy aquí?”
En tercer lugar, destaca su capacidad administrativa aplicada correctamente. Al estudiar su vida, podemos aprender a ser mejores administradores.
En resumen, se nota que Nehemías mantuvo un equilibrio sano entre las tres cualidades que debe tener un líder espiritual:
Primero, estaba comprometido con Dios. Al observar su vida con detenimiento, podemos reconocer los rasgos que denotan un compromiso genuino con su Señor. Aunque detentaba una posición política elevada, nunca dejó de depender de Dios.
La segunda cualidad que se observa es que tenía una visión de lo que Dios quería lograr a través de su ministerio. En todo tiempo podía contestar a la pregunta: “¿Para qué estoy aquí?”
En tercer lugar, destaca su capacidad administrativa aplicada correctamente. Al estudiar su vida, podemos aprender a ser mejores administradores.
Conozca al Cortesano
Pero, ¿qué decir acerca de Nehemías? ¿Quién era? ¿Cuándo y dónde vivió? ¿Qué hizo?
Nehemías era probablemente de la tribu de Judá (véase Nehemías 1:2; 2:3; 7:2), y hasta es posible que fuera descendiente del rey David (véanse Nehemías 1:4 y Crónicas 3:19). Se nos presenta como «hijo de Hacalías». Nada se sabe de su padre y tenemos que llegar a la conclusión de que fue tomado en cautividad cuando Jerusalén cayó en manos de los babilonios. Probablemente Nehemías naciera durante ese cautiverio y creciera hasta su hombría, rodeado de todas las influencias corruptoras del Cercano Oriente antiguo.
En el momento en que conocemos a Nehemías, está sirviendo de copero (Nehemías 1:11) en Susa, en el palacio que era residencia de invierno del rey. Como copero, disfruta de una posición única. Está en posesión de los cargos de primer ministro y maestro de ceremonias, unidos. El temor a las intrigas y la constante amenaza de morir asesinado hacían que el rey llevara una vida relativamente solitaria. Por ello, era muy natural que buscara una persona de sabiduría, discreción y capacidad. Un copero que tuviera en el corazón los intereses del monarca y se mantuviera informado de los acontecimientos de su tiempo, podía ejercer una gran influencia en el soberano. Además de la responsabilidad de probar el vino del rey, tenía también el copero la responsabilidad de custodiar los dormitorios reales.
Cuando Nehemías comienza su relato, nos cuenta la visita que le hizo su hermano Hanani: «Aconteció que en el mes de Quisleu (noviembre/diciembre), en el año veinte (de Artajerjes I, 445 a.C.), estando yo en Susa, capital de reino, que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. y me dijeron: el remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego».
La información que recibe es descorazonadora. Todos los intentos para reconstruir los muros han sido frustrados (Esdras 4:4–24). Una ciudad sin puertas ni muralla, no era una verdadera ciudad. Era un lugar indefenso, que ni siquiera podía aspirar a brindarles protección a aquellos que vivieran dentro de su perímetro. Por esto; muy pocos vivían en la capital (Nehemías 11:1).