Una fe Verdadera.
Introducción
Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.
Aquellos que creen en Jesús.
Aquellos en los que Jesús no cree.
Aquellos en los que Jesús si cree.
Aquellos que creen en Jesús.
En este contexto existe incertidumbre en lo que respecta a lo genuino del compromiso de la multitud con Jesús de Nazaret como el Mesías. Otro ejemplo de este uso superficial del término “creer” se encuentra en Juan 8:31–59 y Hechos 8:13, 18–24. La verdadera fe bíblica es más que una respuesta emotiva, debe continuar con un proceso de discipulado (Mt 13:20–22, 31–32).
Al observar las señales que hacía indica la base de su fe en Jesús. Las señales de Jesús servían para convencerles que de veras él era el Mesías, pero sin una entrega personal a él como Señor de su vida. Una traducción que capta esta idea sería: “muchos creían mientras observaban las señales”, indicando que su fe duraba mientras que seguían las señales. Tal clase de fe sería apenas un comienzo, por cierto no para ser despreciada, mejor que nada (ver 6:26; 4:45, 48), pero faltando el elemento de entrega y compromiso (20:29)
Aquellos en los que Jesús no cree.
A pesar de las aparentes muestras de fe en Él que muchos ofrecían, Jesús, que penetraba en lo íntimo del corazón, no los tenía por verdaderos creyentes, de quienes pudiera fiarse como seguidores de Su causa. Eran como el segundo terreno de la parábola del sembrador, que se entusiasmaban de pronto, pero, por carecer de verdadera raíz de fe, le habrían abandonado como los discípulos de 6:66.
Aquellos en los que Jesús si cree. Vs 25.
Aparentemente estos creyentes superficiales eran atraídos por Jesús y sus milagros (2:11; 7:31). El propósito de ellos era afirmar la persona y obra de Jesús. Sin embargo, es importante destacar que su fe en la poderosa obra de Jesús nunca fue suficiente, se requiere de la fe que persevera (4:38; 20:29). El objeto de fe deber ser Jesús (20:30–31). Los milagros no son por sí mismos una señal de Dios (Mt 24:24; Ap 13:13; 16:14; 19:20). Las obras de Cristo fueron para ayudar a la gente a tener fe en Él (2:23; 6:14; 7:31; 10:42); muchas veces las personas miraban las señales pero se rehusaban creerle. (6:27)