¿Quien o que me apartara del amor de Cristo?
Dudas que matan la fe.
¿Ama usted a Dios?
Así que estas son mis preguntas:
Pregunta Nº1: ¿Ama usted a Dios? En esta vida nadie ama perfectamente a Dios. Esa no es la pregunta. Todos sabemos que puede existir un amor unificador entre un esposo y una esposa, una madre, un padre, o un amigo querido sin que ese amor sea perfecto. De hecho, el amor más grande y auténtico e intenso tiene sus imperfecciones. La pregunta no tiene que ver con la perfección. La pregunta es: ¿Es Dios su tesoro? Jesús dijo: “donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón” (Lucas 12:34). Es decir: allí estará tu amor. Él estaba tratando de persuadirnos para que pusiéramos nuestro tesoro en los cielos, no en la tierra. Nos estaba exhortando a atesorar a Dios por encima de todas las cosas. Porque lo que usted atesora es lo que aprecia y ama su corazón. Por tanto la pregunta ¿Ama usted a Dios? Significa ¿Es Dios su tesoro? ¿Es Dios la realidad más valiosa de su vida?
Pregunta Nº2: ¿Ha sido usted llamado por Dios conforme a su propósito? Esto no significa: ¿Ha escuchado el evangelio? O: ¿Ha escuchado una invitación para arrepentimiento y fe? El verso 30 explica cuál es el llamado de que se habla aquí: “a los que [Dios] predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó”. Todos los llamados son justificados. Así que este llamado de Dios no es solo una invitación, sino una convocatoria poderosa y efectiva que le despierta del letargo de la ignorancia y la rebelión, y como resultado usted es capaz de ver a Jesús y someterse alegremente ante él.
¿Es Dios su tesoro?
¿Ha sido usted llamado por Dios conforme a su propósito?
Muchos consideran que el Cristo crucificado es necedad. Pero los llamados ven en él el poder y la sabiduría de Dios. Algo les ha sucedido: han sido llamados.
Imagíneselo de esta manera: antes de que ser llamado por Dios usted estaba literalmente durmiendo en su cama. Jesús llega a su cuarto. Él se posiciona en el cuarto con toda la gloria del amor de su Calvario y el poder de su Resurrección. Pero usted está dormido, de hecho está soñando. Y en el sueño (que es su vida ordinaria) ve a Jesús. En el sueño Jesús parece necedad, no es atractivo. Usted se pregunta por qué otros hacen tanto escándalo con él. En el sueño la televisión era más emocionante, la pareja era más real, el trabajo satisfacía mucho más.
Entonces el Espíritu de Dios –el Espíritu Santo- viene a la habitación donde Jesús está con toda la gloria del amor de su Calvario y el poder de su Resurrección. Y el Espíritu revolotea sobre la cabeza soñadora de usted y le llama con una voz lo suficientemente fuerte: « ¡Despierta!» Y eso le estremece. Y abre sus ojos. Y allí delante está el verdadero Jesucristo. Y su gloria es inconfundible. Y entonces comprende que (toda su vida) había estado soñando –que todos sus pensamientos acerca de la necedad, lo irreal, y la fealdad de Cristo eran puras fantasías e imágenes vacías de una mente dormida. Pero ahora el velo del letargo fue removido y la “luz del evangelio de la gloria de Cristo” fue irresistiblemente cierta. El Cristo crucificado es ahora para usted lo que realmente es: el poder y la sabiduría de Dios. Esto es lo que significa ser llamado.
Así que pregunto: ¿Ha sido llamado por Dios? ¿Es Cristo para usted el poder y la sabiduría de Dios en su muerte por los pecadores? ¿O está usted aún durmiendo en un mundo fantástico de sueños e ilusiones donde Jesús es necedad, aburrimiento y fealdad? ¿Puede usted decir honestamente en esta mañana: «El Cristo crucificado es verdadero poder y el Cristo crucificado es verdadera sabiduría»?
Ahora, si ha respondido SÍ y con honestidad a estas dos preguntas, entonces el resto de este mensaje es una gloria verdadera para usted. Y si no pudo responder: SÍ, entonces este mensaje puede ser aún más relevante, porque pudiera ocurrir que Jesús y el Espíritu Santo se acercaran a su cama por medio de él.
El Amor de Cristo
La respuesta a esa pregunta es: nada ni nadie. Mi propósito en esta mañana es recordarles y despertarles nuevamente al imperturbable amor que Cristo tiene por nosotros –por los que hemos respondido SÍ a esas dos preguntas. “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación [o algún tipo de problema o presión], o angustia [o algún tipo de dificultad o crisis], o persecución [o algún tipo de oposición o burlas], o hambre [o cualquier sufrimiento o escasez], o desnudez [o algún asalto o vergüenza], o peligro [o cualquier riesgo o amenaza], o espada [o cualquier herida o violencia, o muerte]?”. ¿Podrá alguna de estas cosas separarnos del amor de Cristo? Pablo responde: No. Por el contrario, como dice el verso 37: “Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.
No solo es imposible que seamos separados del amor que Cristo tiene para nosotros, sino que ese amor es tan poderoso a nuestro favor, que convierte cada circunstancia en triunfo.
Todo amor verdadero comienza así: Dios nos amó en Cristo y nos perdonó. Luego nos adoptó a fin de que fuéramos llamados sus hijos. Y derrochó su amor sobre nosotros en la familia. Y ahora –solo ahora, sobre esa base- dice «Imítenme»: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. ¡Y subraye esto! Ser un imitador de Dios –no como un peón que admira desde la audiencia. No como un niñito inseguro que se come con los ojos anhelando la inmensa ropa de un jugador de pelota. No como un músico principiante escuchando el CD de su maestro favorito, pero desconocido. Sino como “hijos amados”: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. El amor de Dios por nosotros en Cristo es quien dirige y habilita nuestro amor imitador de los unos por los otros. Y esto es porque amamos de la misma forma en que nuestro Padre es, eso es lo que nos hace querer ser así.
Todo comienza en el no en nosotros
debemos experimentar el amor de Cristo de forma profunda e imperturbable –el amor de Romanos 8:35: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”. Debemos estar maravillados porque el amor de Cristo nos sostiene. Que Cristo nos sostiene firmemente aferrados a su amor. Esta profunda y maravillosa verdad –que Cristo, el Hijo de Dios nos ama- debe enlazarnos y sujetarnos e inundar nuestras mentes. Debemos poner esta verdad en nuestra mente, al comienzo del día (él me ama), y a media mañana (él me ama), y luego al mediodía (él me ama), y a media tarde (él me ama) y a la hora de la cena (él me ama), y antes de dormir (él me ama).