Salmo 2
Salmo 2
Este salmo es muy conocido de los estudiantes del N.T. en virtud de su relevancia en cuanto a Cristo. Sin embargo, el pasaje era un salmo real del A.T., y por ello, fue usado por los reyes de la dinastía davídica. (Otros salmos reales son 18, 20–21, 45, 72, 89, 101, 110, 132, 144.) Su contenido describe la celebración que se hacía durante la coronación a pesar de la oposición de la gente rebelde de los territorios aledaños. En una palabra, el salmista exhorta a las naciones paganas a que abandonen sus planes contrarios al Señor y su rey ungido y se sometan a la autoridad del Hijo, a quien Dios ha ordenado que reine sobre las naciones con vara de hierro. (Como se indica en Hch. 4:25, Sal. 2 fue escrito por David.)
Hay un contraste interesante entre los dos primeros salmos. El Salmo 1 es personal y se enfoca en la ley, en tanto que el Salmo 2 es nacional y se enfoca en la profecía. En el Salmo 1 vemos a Cristo el Hombre Perfecto; en el Salmo 2 Él es el Rey de reyes. El Salmo 1 se refiere a la bendición del judío (aunque sin duda se aplica al cristiano de hoy), mientras que el Salmo 2 presenta el juicio de las naciones gentiles. Ambos salmos usan la palabra perecer (1.6 la aplica a cada pecador; 2.12 a las naciones rebeldes) y ambos salmos usan la palabra meditar (traducida «pensar» en 2.1). Tenemos la clase correcta de meditación en 1.2 y la incorrecta en 2.1. Los doce versículos del Salmo 2 pueden dividirse en cuatro secciones de cuatro versículos cada una y en cada sección podemos oír una voz diferente.
I. La voz de las naciones (2.1–3)
Esta es una voz de rebelión; la palabra «amotinarse» quiere decir «reunirse tumultuosamente». Son los gentiles lo que están en la mira («gentes» y «pueblos» en el versículo 1) y se rebelan contra Dios y su gobierno. Los reyes dirigen la rebelión de sus naciones y todos se resisten a Dios y a Cristo
Por supuesto, esta voz se ha oído a través de los siglos, pero se oye con más fuerza en estos últimos días. Como nunca antes hay una voz unida de rebelión contra el gobierno de Dios y de Cristo. ¿Qué quieren las naciones? ¡Libertad del gobierno de Dios! «Rompamos sus ligaduras».
Por supuesto, esta voz se ha oído a través de los siglos, pero se oye con más fuerza en estos últimos días. Como nunca antes hay una voz unida de rebelión contra el gobierno de Dios y de Cristo. ¿Qué quieren las naciones? ¡Libertad del gobierno de Dios! «Rompamos sus ligaduras».
De acuerdo a Génesis 10.5 Dios dividió a los pueblos gentiles en tierras y naciones; véanse también Hechos 17.26 y Deuteronomio 32.8. La historia nos muestra que las naciones gentiles han rechazado al pueblo de Dios (Israel), la Palabra de Dios y al Cristo de Dios. Las naciones no quieren someterse al gobierno de Dios. Como el orgulloso Nabucodonosor, quieren salirse con la suya y rehúsan admitir que Dios rige los asuntos de los hombres. Véase Daniel 4.28–37. Esta rebelión gentil se hizo más feroz con el establecimiento de la Iglesia (Hch 4.23–30). Pero en los últimos días tendrá su completo cumplimiento conforme los «reyes de la tierra» se unan para luchar contra Dios (véanse Ap 1.5; 6.15; 16.12–16; 17.2; 18; 19.11–21).
Por supuesto, esta voz se ha oído a través de los siglos, pero se oye con más fuerza en estos últimos días. Como nunca antes hay una voz unida de rebelión contra el gobierno de Dios y de Cristo. ¿Qué quieren las naciones? ¡Libertad del gobierno de Dios! «Rompamos sus ligaduras».
II. La voz del Padre (2.4–6)
¿Cómo responde Dios a las amenazas de los hombres?
¡Se ríe! Es la voz santa de burla, porque Dios es más grande que el hombre y no tiene por qué temer los arrogantes ataques de reyezuelos. Dios no habla hoy en juicio; habla en gracia desde la cruz. Pero viene el día cuando Dios será «el que ríe último» (Sal 37.1–15; 59.1–8).
Hay también la voz de ira (v. 5). Podemos decirlo de nuevo: hoy Dios no habla en ira; habla por medio de su Hijo en gracia (Heb 1.1–2); un día, no obstante, enviará su ira sobre las naciones del mundo. La palabra «furor» significa «ira feroz». Esta es la tribulación, descrita en detalle en Apocalipsis 6–19.
Será un tiempo de terrible juicio sobre la tierra, el mar, los cielos, el mundo de la naturaleza, los pueblos y naciones. Millones de personas morirán debido a plagas y desastres enviados desde el cielo. Durante el período de la tribulación la nación de Israel será «purgada» para preparar un remanente de creyentes para el regreso de Cristo que establecerá su reino desde Jerusalén. Multitudes serán salvas durante este tiempo, pero muchos sellarán su decisión con sus vidas.
Finalmente, la voz de Dios es una voz de declaración (v. 6); Dios ha puesto («ungido») a su Rey sobre su monte santo. Este es Cristo (Is 9.6–7; Dn 7.14). Aun cuando no está todavía sentado en su trono de gloria, ni sobre el trono de David, está sentado a la diestra del Padre; ¡y su trono es tan cierto como la Palabra del Padre! Hoy Cristo es el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (Heb 6.20–7.17). Intercede por los suyos. Un día volverá en gloria y se sentará en el trono para juzgar y regir a las naciones (Mt 25.31–46).
III. La Voz del Hijo (2:7-9)
III. La voz del Hijo (2.7–9)
III. La voz del Hijo (2.7–9)
Cristo habla en estos versículos y nos dice lo que el Padre le dijo en su decreto eterno. Qué bueno saber que Dios ha decretado el cumplimiento de su plan y que el hombre no estorbará la obra de Dios. «Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy». ¿Cuándo le dijo el Padre esto al Hijo? No al nacer en el mundo, sino al salir de la tumba. Léase con cuidado Hechos 13.28–33. Cristo fue «engendrado» a partir de la tumba virgen a una vida gloriosa del poder de la resurrección. (Este versículo se cita de nuevo en Heb 1.5 y 5.5.)
Debido a su victoria sobre el pecado y la muerte, a Cristo se le ha dado una herencia; véase Hebreos 1.4–5. Usted recordará lo que el Padre dijo en el bautismo del Hijo: «Este es mi Hijo amado» (Mt 3.17). Lo repitió en la transfiguración cuando Jesús iba a enfrentar su muerte en la cruz (Mt 17.5). Jesús tiene a todas las naciones como su herencia debido a su obra fiel en la cruz.
¿Cuándo recibirá Cristo «los confines de la tierra» como posesión suya? Cuando vuelva a la tierra en poder y gloria; véase Apocalipsis 19.11–21. Hay referencias al Salmo 2.9 en Apocalipsis 12.5 y 19.15; y en Apocalipsis 2.26–29 se nos dice que los cristianos reinarán con Él. Véase también Daniel 2.42–44.
IV. La voz del Espíritu (2.10–12)
Los tres versículos finales son una apelación del Espíritu a los hijos de los hombres, para que se sometan ahora a Jesucristo. El Espíritu apela a cada aspecto de la personalidad:
A. La mente (v. 10).
«Sed prudentes[ … ] Admitid amonestación». El «consejo de malos» (Sal 1.1) los ha descarriado. La sabiduría del mundo es necedad para Dios (1 Co 1.18–31). Nuestro mundo se jacta de su conocimiento y parece que hay más conocimiento que nunca antes, pero también parece haber menos sabiduría. La sabiduría de Dios se halla en su Palabra, sin embargo los reyes y gobernantes no quieren la Palabra de Dios.
B. El corazón (v. 11).
«Servid a Jehová». En lugar de rebelarse y resistirle, la gente debería postrarse ante Cristo y servirle. Al rendirse a Cristo, un gozo reverente vendrá como resultado.
C. La voluntad (v. 12).
«Honrad al Hijo» implica rendirle honor, mostrar sumisión amorosa a Él. La honra habla de amor y reconciliación. Dios ha reconciliado al mundo por la cruz de Cristo (2 Co 5.14–21); la justicia y la paz se besaron en la cruz (Sal 85.10). Ahora Dios puede salvar a los pecadores perdidos y todavía afirmar su ley santa. Es trágico que la mayoría en el mundo diga: «¡No queremos que este reine sobre nosotros!» Cuando Jesús vuelva, los obligarán a postrarse ante Él (Flp 2.10–11), pero entonces será demasiado tarde. Todo lo que Dios tiene que hacer es inflamar su ira «de pronto», ¡y los pecadores perecen! ¿Qué pasará cuando su ira arda sobre esta tierra en gran juicio?
El Salmo 1 empieza con una bienaventuranza; el Salmo 2 concluye con: «Bienaventurados todos los que en Él confían». «Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Hch 2.21).