Sermón sin título
Eclesiastés
I. Nombre
«Eclesiastés» procede de la palabra griega ekklesía, que en el NT se traduce «iglesia» o «asamblea». Lleva la idea de un predicador (o del que debate) hablándole a una asamblea de personas (véanse 1.1–2; 12.8–10). El Predicador aquí presenta un problema práctico y lo analiza procurando llegar a una conclusión.
II. Autor
Se menciona a Salomón como autor; véase 1.1–2, 12. Sin duda se le conoció tanto por su sabiduría como por su riqueza y disfrute de placeres. Ningún otro rey del AT encaja mejor en la situación descrita en este libro.
III. Tema
El tema aparece en 1.1–3 y puede expresarse: «¿Vale la pena vivir?» Salomón mira la vida con lo que parecen contradicciones y misterios, y se pregunta si el «inacabable bregar» de la existencia vale la pena. Las personas se esfuerzan toda su vida, luego mueren y alguien menos digno hereda su riqueza y la desperdicia. Salomón llega a la conclusión de que lo mejor que se puede hacer es disfrutar de las bendiciones de Dios hoy, temerlo y guardar su Palabra. Por supuesto, con la aclaración adicional del NT sabemos que «nuestro trabajo en el Señor no es en vano» (1 Co 15.58).
Algunas de las palabras y frases clave en Eclesiastés son: hombre (56 veces), trabajo (26 veces), debajo del sol (28 veces), vanidad (37 veces), sabiduría o sabio (53 veces) y mal (31 veces). Tenga presente que Salomón razona sobre lo que ve y conoce «debajo del sol».
IV. Problemas
¿Enseña Eclesiastés que los hombres mueren como los animales y que no hay vida después de la muerte? No. Léase con cuidado los versículos de la «muerte»: 2.14–16; 3.16–22; 6.1–6; 7.2–4; 9.1–4. Usted notará que Salomón en efecto cree en la vida después de la muerte. En 3.17 menciona un juicio futuro y también en 11.9 y 12.14. Si no hay vida después de la muerte, ¿cómo puede haber un juicio futuro? Lo que ocurre a hombres y bestias, en 3.19–20, es que tanto los unos como los otros van al mismo lugar: el polvo. Pero nótese el versículo 21, donde el espíritu del hombre vuelve a Dios; véase también 12.7. Salomón no tenía la revelación completa del NT con respecto a la vida, la muerte, la resurrección y el juicio, pero no contradice las enseñanzas del NT.
¿Enseña Eclesiastés a «comer, beber y alegrarse»? No. Lo que sí enseña, sin embargo, es que debemos recibir las bendiciones de Dios y disfrutarlas mientras podamos. Cada uno de los pasajes de «disfrutar» se equilibra con uno de «muerte»: 2.12–23 con 2.24–26; 3.16–21 con 3.12–15 y 22; 6.1–7 con 5.18–20; y 9.1–4 con 8.15–17. Salomón dice: «A la luz de la brevedad de la vida y la certeza de la muerte, disfruta hoy de las bendiciones de Dios y el fruto de tu trabajo.
Usa estas bendiciones para su gloria». Esto concuerda con Pablo en 1 Timoteo 6.17. Salomón no aconseja el placer desenfrenado y la embriaguez.
Más bien nos aconseja a apreciar la vida y sus bendiciones mientras podamos.
Las verdades de Dios no se revelan de una vez por todas; en la Biblia hay un desarrollo progresivo de verdad.
Debemos interpretar Eclesiastés a la luz del NT. Si la muerte lo acaba todo, la vida no vale la pena vivirla y los seres humanos en verdad son miserables.
Pero cuando conocemos a Cristo como Salvador y Señor, la vida se convierte en una emocionante aventura de fe. Y
de fe. Y nuestros trabajos no son en vano en el Señor, porque un día seremos recompensados (1 Co 15.51–58).
La salvación y la resurrección en Cristo hacen la vida digna de vivirse.
«El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2.17).
«Sus obras con ellos siguen» (Ap 14.13).
vive por fe, obedece a Dios y Él se encargará del resto.
Disfruta de sus bendiciones e invierte tu vida en lo que realmente cuenta.
I. Se declara el problema (1–2)
«¿Vale la pena vivir esta vida?» Esta es la cuestión que Salomón debate. En 1.1–3 indica su primera conclusión: la vida no vale la pena vivirse porque está llena de vanidad (vacío). Luego indica sus razones:
A. El hombre sólo es un diente en un enorme engranaje (1.4–11).
¿Qué es el hombre comparado con el vasto mundo? Todo en la naturaleza continúa, siglo tras siglo, pero el hombre está aquí por un breve tiempo, luego muere.
(Salomón usa la palabra «vanidad» treinta y siete veces en este libro.) Puesto que la vida es tan corta y el hombre tan insignificante, ¿por qué molestarle con vivir siquiera?
El hombre no puede comprenderlo todo (1.12–18).
Salomón fue el más sabio de los hombres, sin embargo, cuando trató de comprender el significado de la vida, se quedó confuso.
Cuántos filósofos sabios han tratado de explicar la vida, sólo para admitir completa ignorancia.
¿Es razonable vivir cuando no se puede entender de qué se trata al fin y al cabo la vida?
Los placeres del hombre no satisfacen (2.1–11).
Salomón tenía abundancia de dinero, placer, cultura y fama; sin embargo, admitió que estas cosas no satisfacían.
Tampoco duraban. Véase lo que Jesús dijo al respecto en Lucas 12.13–21.
Lucas 12.13–21.
La muerte lo acaba todo (2.12–23).
«Un mismo suceso» (la muerte) le ocurre tanto al necio como al sabio, al rico y al pobre.
Una persona trabaja toda su vida, luego muere y deja la riqueza para que otro la disfrute. ¿Es esto justo?
: para el ser humano no vale la pena vivir.
Pero Salomón no llega a esa conclusión. En 2.24–26 nos dice que debemos aceptar las bendiciones de Dios hoy, disfrutarlas y beneficiarnos de ellas.
Esto concuerda con el consejo de Pablo en 1 Timoteo 6.17.
II. Se discute el problema (3–10)
A. Dios tiene un propósito en nuestras vidas (cap. 3).
Dios equilibra la vida: nacimiento-muerte, tristeza-alegría, encuentro-partida. ¿Por qué lo hace? Por dos razones: (1) para que no pensemos que podemos explicar fácilmente las obras de Dios (v. 11), y (2) para que aprendamos a aceptar y disfrutar lo que tenemos (vv. 12–13).
B. Dios da riquezas de acuerdo a su voluntad (caps. 4–6).
¿Por qué una persona es rica y otra pobre?
¿Por qué hay injusticia y desigualdad en el mundo?
C. La sabiduría de Dios puede guiarnos por la vida (caps. 7–10).
La palabra sabiduría (o sabio) se usa más de treinta veces en los capítulos 7–12. Es cierto que la sabiduría del hombre no puede sondear el plan de Dios, pero Él puede darnos sabiduría para conocer y hacer su voluntad.
III. Se decide el problema (11–12)
Salomón ya ha decidido que el hombre no es «un diente en el engranaje» y que no hay nada de malo en disfrutar de las riquezas y placeres para la gloria de Dios
que nuestra incapacidad para comprender todo lo que Dios hace no es obstáculo para una vida feliz.
En los capítulos 11–12 Salomón resume todo el asunto con tres admoniciones prácticas.
A. Vive por fe (11.1–6).
Las circunstancias nunca van a ser ideales en esta vida, pero debemos seguir adelante y obedecer a Dios y confiarle a Él los resultados.
B. Recuerda que la vida acabará (11.7–12.7).
¿Es esta una sugerencia morbosa? No. Es realismo cristiano. Un día morirá, de modo que aproveche al máximo la vida que tiene ahora.
C. Teme a Dios y obedécele (12.8–14).
Viva como quien un día enfrentará el juicio. ¿Se quemarán sus obras cuando el fuego de Dios las pruebe? (1 Co 3.9–17).
Por consiguiente, nuestra labor «en el Señor no es en vano» (1 Co 15.58).
Cuanto Cristo vuelva, recibirá las recompensas de sus trabajos. «El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2.17).
El inconverso lo pierde todo al morir; lo mismo el cristiano carnal y mundano que «será salvo, mas así como por fuego» (1 Co 3.15).
Cantar de los Cantares
I. El significado literal
Aquí tenemos una preciosa historia de amor. Involucra tres personajes: una hermosa joven, obligada por su familia a trabajar (1.5–6; 2.15); su amado, indudablemente un joven vecino que se ha ganado su corazón y que también es pastor (1.7); y el rey Salomón, a quien se conoce porque le atraen las mujeres hermosas (1 R 11.3).
II. El significado histórico
Desde los primeros días los judíos vieron en esta historia un cuadro de la relación entre Jehová e Israel.
Israel se «casó» con el Señor en el monte Sinaí, cuando la nación aceptó la ley.
Es triste, pero Israel no fue fiel a su Esposo Divino y «actuó como ramera» con las naciones idólatras del mundo.
Le dio la espalda a su Amado. Sin embargo, llegará el día cuando, como la joven en el Cantar de los cantares, Israel regresará a su hogar y se le restaurará a su Amado.
III. El significado típico
La relación matrimonial también se usa para describir la relación entre Cristo y la Iglesia. Véase Efesios 5.23–33.
Esto se aplica no sólo a toda la Iglesia (los creyentes de esta era de la Iglesia), sino también a la iglesia local (2 Co 11.2)
Pablo veía a cada iglesia local como «casada con Cristo» y en peligro de que Satanás y el mundo la sedujera al pecado.
Las «bodas del Cordero» se avecinan (Ap 19.7–9). Cristo volverá en gloria y llevará a su Esposa al cielo.
IV. El significado práctico
Este libro presenta un cuadro vívido del amor fiel y la comunión que se profundiza cada vez más.
Los términos íntimos que se usan sólo ilustran el maravilloso amor entre Cristo y el cristiano.
Notemos cómo el amor y el matrimonio ilustran la vida cristiana:
A. Salvación.
Estamos «casados con Cristo» (Ro 7.4). El matrimonio involucra a toda la persona: mente, corazón, voluntad, cuerpo.
B. Dedicación.
Cuando un hombre y una mujer se casan, todo lo que son y todo lo que tienen les pertenece mutuamente.
Sus cuerpos no son suyos (1 Co 7.1–5); viven para complacer al otro. Así es con la vida cristiana: nuestros cuerpos le pertenecen a Cristo (véase Ro 12.1–2) y vivimos para agradarle a Él, no al mundo.
C. Comunión.
Esta es tal vez la más grande lección del Cantar de los cantares: la profunda comunión que debe existir entre los que se aman.
Sin importar a dónde Salomón llevó a la joven, el corazón de ella siempre estaba con su amado.
Hablaba de él, soñaba con él y cuando quedó libre, corrió a él.
Hablaba de él, soñaba con él y cuando quedó libre, corrió a él. ¿Tenemos esta clase de amor por Cristo? ¿Vemos su belleza? (Sal 45). ¿Nos damos cuenta de cuánto nos ama y anhela nuestra comunión?
D. Gloria.
El matrimonio aún no se ha efectuado. Estamos desposados con nuestro Señor y el Espíritu Santo es el «anillo divino de compromiso» (Ef 1.13–14).
Todavía no le hemos visto, aunque le amamos (1 P 1.8). Pero un día la voz del Novio se oirá y Jesús volverá por su Iglesia.
Entonces la maravillosa cena de bodas se celebrará (Ap 19.1–9) y estaremos para siempre con el Señor.
No debe sorprendernos que al concluir Cantar de los cantares la joven dice: «Apresúrate, amado mío». Nosotros tan solo podemos añadir: «Sí, ven pronto, Señor Jesús».