¿Tú eres juez?

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Juzgar la vida de los seres humanos es competencia sólo de Dios. Los creyentes no estamos llamados a juzgar a los hermanos porque no es nuestro rol y porque no somos capaces. Si vamos a juzgar a alguien es con humildad y consideración. En este sentido, no podemos imponer nuestro criterio personal en asuntos que son abiertos a interpretación.

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Handout

El celo nos ciega

Nuestro interés de hacer algo bien, nos puede llevar a olvidar el propósito de hacerlo. Una mujer había discutido con su esposo en otras ocasiones porque no quería que su hijo de siete años viera películas violentas. Una tarde llega a la casa y encuentra a su hijo y esposo viendo una de esas películas que ella no aprobaba para su hijo. Comenzaron una discusión que terminó con ella golpeando al marido con una cafetera porque no se pusieron de acuerdo y ella perdió el control.
El deseo de hacer algo bien puede hacernos perder el propósito de una decisión.

Hablar y juzgar

Hay prácticas que han estado presentes en una sociedad por mucho tiempo. La mayoría de las personas las realizan. Eso nos hace pensar que dicha práctica está bien.
Las iglesias no escapan de estas prácticas aunque estén prohibidas por Dios en su misma palabra de forma clara. Una de esas prácticas es hablar mal de otro hermano y juzgarlo.
Santiago 4.11 NVI
11 Hermanos, no hablen mal unos de otros. Si alguien habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y si juzgas la ley, ya no eres cumplidor de la ley, sino su juez.
Es impresionante nuestra habilidad para justificar una conducta que Dios clara y abiertamente condena. Nos convencemos de que no está mal y de que le estamos haciendo un servicio al reino de Dios cuando hablamos de un hermano. Ignoramos de que a Dios esta conducta le es desagradable.

Falta de dominio propio

Santiago 3.1–12 NVI
1 Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad. 2 Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo. 3 Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal. 4 Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. 5 Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! 6 También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida. 7 El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; 8 pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal. 9 Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. 10 De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11 ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? 12 Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.
Santiago 3.1-12
Esta conducta revela que las pasiones que hay en nosotros nos dominan. No tenemos control de lo que decimos.

Consecuencias inesperadas

¿Por qué se compara la lengua a un fuego? Cuando un incendio comienza no hay forma de saber todo lo que va a devorar ni hasta donde llegará. También lo que un fuego alcanza lo destruye.
Usted puede destruir el testimonio de alguien por comenzar un rumor o por esparcirlo. Alguien puede perder su empleo, alguien puede perder su matrimonio por una información falsa.
Santiago 3.5 NVI
5 Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!
Es incongruente con

¿Y si es verdad?

Podemos hacer esto porque estamos convencidos de que algo fue de una manera y lo afirmamos. Aún si fuera verdad, no debemos esparcir esa información. Si usted ve a alguien que usted conoce cometer adulterio, por ejemplo, ¿qué debe hacer? ¿Confronto a esa persona? Ya que es verdad, ¿debo o puedo compartir esa información? Si algo es cierto, ¿me da el derecho de hacerlo?
El pecado que Santiago condena en el capítulo 3 no es solo la mentira. La incluye, pero abarca la calumnia, el chisme, la murmuración y el juicio.

¿Por qué no podemos juzgar?

Es un mandato

Lucas 6.37 NVI
37 »No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará.
Para el cristiano, el santo mandamiento de su amado salvador debería ser suficiente para hacer o no hacer algo. Nuestro deseo más íntimo es agradar a aquel que dio su vida por nosotros. Con que Dios exprese eso como su voluntad debería terminar cualquier conversación que tuviéramos ahora mismo.
Sin embargo, por alguna razón, ignoramos esa instrucción tan clara o no entendemos el mandamiento, o lo entendemos y pensamos que lo que nosotros hacemos no califica como juzgar.

No es nuestro rol.

Dios es tan misericordioso que además de darnos el mandamiento nos da razones para que obedezcamos su palabra. Las organizaciones tienen problemas, las familias, los negocios cuando sus integrantes o no saben cuál es su rol o usurpan el rol de otra persona.
Tomemos la familia como ejemplo. ¿Qué pasaría si los hijos tomaran el rol de los padres? No lo podrían hacer bien porque en su caso todavía no están capacitados.
Santiago 4.11–12 NVI
11 Hermanos, no hablen mal unos de otros. Si alguien habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y si juzgas la ley, ya no eres cumplidor de la ley, sino su juez. 12 No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?
Cuando Santiago se ve forzado a abordar este tema con los hermanos, se ve impresionado por esta conducta. Es como si preguntara: ¿Qué es lo que están haciendo ustedes cuando juzgan al otros? Están poniéndose en el lugar de Dios.

No somos capaces de hacerlo bien aunque fuera nuestro rol.

Vamos a suponer que sí fuera nuestro rol. No podríamos hacerlo bien. ¿Por qué? porque no somos capaces.

Las áreas grises

Para ser un buen juez usted necesita conocer perfectamente la ley, necesita conocer perfectamente lo que hizo la persona y necesita conocer las intenciones de las personas. Nosotros no tenemos la capacidad de nada de esto.
1 Corintios 4.5 NVI
5 Por lo tanto, no juzguen nada antes de tiempo; esperen hasta que venga el Señor. Él sacará a la luz lo que está oculto en la oscuridad y pondrá al descubierto las intenciones de cada corazón. Entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda.
1 corintios 4.
Nuestros sentidos están distorsionados por el pecado. No nos permiten juzgar con exactitud. Vemos algo y juzgaremos mal porque nuestro sentido de justicia ha sido alterado por el pecado.
Si juzgar las acciones es difícil para nosotros, cuánto más los motivos que alguien tiene. Yo no sé cómo alguien puede juzgar mis motivos cuando muchas veces ni yo mismo sé por qué yo hago algo. Si yo no estoy seguro porqué lo hago, ¿cómo puedo estar seguro de saber la razón por la que alguien hace algo?
Salmo 139.23–24 RVA
23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. 24 Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el camino eterno.
Salmo 139.23–24 RVA
23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. 24 Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el camino eterno.
Jeremías 17.9–10 RVR60
9 Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
Jeremías 17.

Es incongruente con la vida cristiana

Cuando sale juicio de nuestra boca, ya sea con la persona ausente o presente, estamos manifestando una conducta incongruente con la naturaleza que Dios ha puesto en nosotros.
Santiago 3.9–12 NVI
9 Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. 10 De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11 ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? 12 Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.
La
El espíritu que Dios ha puesto en nosotros para nuestros hermanos es un espíritu de amor, de paciencia, de tolerancia, de amabilidad.
Mateo 18.21–22 RVA
21 Entonces Pedro se acercó y le dijo: —Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y yo le perdonaré? ¿Hasta siete veces? 22 Jesús le dijo: —No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete.

¿Podemos confrontar a alguien que esté en pecado?

Llegamos a un punto en el que uno se pregunta. Si alguien ha pecado, ¿puedo llamarle a cuentas? Si la persona ha pecado contra ti, no hay dudas, puedes y debes hacerlo, pero en amor y siguiendo un procedimiento bíblico.
Mateo 18.15–17 NVI
15 »Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. 16 Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo asunto se resuelva mediante el testimonio de dos o tres testigos”. 17 Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado.
Aún después de agotar el proceso, no estás en facultad juzgar y salir a chismear. Si el hermano no se arrepiente, eso no te da derecho a hablar de su conducta.

Si no es contra mí, ¿puedo confrontarlo?

Después de haber visto que hay una orden clara y expresa del Señor Jesús mismo, esta pregunta ya no deberíamos hacerla. Es decir, si yo personalmente puedo constituirme en policía espiritual de una congregación. La respuesta es no.
¿Entonces si hay alguien en pecado no se le dirá nada?
Hablábamos en un principio de los roles. Si usted no es uno de los pastores ni es del cuerpo de ancianos o equipo pastoral, debe dejar esas funciones a las personas que Dios ha puesto para eso.

Las áreas grises

Usted puede amonestar a un hermano con el que usted tenga una relación estrecha. Cuando lo haga, debe seguir ciertas instrucciones que la Biblia nos da para eso:
Gálatas 6.1 NVI
1 Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado.
Cuando es sorprendido en pecado se refiere a una acción que la Biblia diga expresamente que es pecado no a una interpretación que yo haga de algo.
Las personas que lo hagan deben tener en ese momento una vida intachable o por lo menos no estar teniendo la misma dificultad.
Lucas 6.41–42 NVI
41 »¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo? 42 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.
Dice que debemos restaurarlo. El propósito no es humillar a alguien, es hacerlo entrar en razón para que su vida sea restaurada. No es darle una pela “espiritual”.
Nuestra actitud debe ser de humildad, no de superioridad. Debes saber que tú mismo estás en un cuerpo de carne y hueso y puedes cometer el mismo pecado por el que estás amonestando a alguien. Pregúntate: ¿cómo me gustaría que me trataran si yo estuviera en pecado?

Las áreas grises

Hay aspectos de la vida cristiana que pueden ser confusas. Hay conductas que claramente son marcadas como pecado. Hay conductas que son claramente marcadas como algo bueno. Pero hay otras que no caen claramente en ninguna de las dos.
Romanos 14.1–13 NVI
1 Reciban al que es débil en la fe, pero no para entrar en discusiones. 2 A algunos su fe les permite comer de todo, pero hay quienes son débiles en la fe, y sólo comen verduras. 3 El que come de todo no debe menospreciar al que no come ciertas cosas, y el que no come de todo no debe condenar al que lo hace, pues Dios lo ha aceptado. 4 ¿Quién eres tú para juzgar al siervo de otro? Que se mantenga en pie, o que caiga, es asunto de su propio señor. Y se mantendrá en pie, porque el Señor tiene poder para sostenerlo. 5 Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. 6 El que le da importancia especial a cierto día, lo hace para el Señor. El que come de todo, come para el Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y también da gracias a Dios. 7 Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco muere para sí. 8 Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. 9 Para esto mismo murió Cristo y volvió a vivir, para ser Señor tanto de los que han muerto como de los que aún viven. 10 Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo menosprecias? ¡Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios! 11 Está escrito: «Tan cierto como que yo vivo—dice el Señor—, ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios.» 12 Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios. 13 Por tanto, dejemos de juzgarnos unos a otros. Más bien, propónganse no poner tropiezos ni obstáculos al hermano.
La iglesia primitiva tenía diferencias de opinión sobre asuntos en los que no había una directriz específica. Además de las que vemos aquí, había también desacuerdos sobre el vino.
Hoy tenemos nuestras áreas grises. Aspectos en los que todos nosotros no nos hemos puesto de acuerdo: alcohol, vestimenta, lugares, celebraciones, etc.
Sobre esos asuntos usted no puede confrontar a nadie porque son asuntos de conciencia.
Salmo 139.23–24 RVA
23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. 24 Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el camino eterno.
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