El Desafío del Perdón
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Y cuando estéis orando, perdonad si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone vuestras transgresiones.
No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
Luke 6:37
Un desafío (reto) es un llamado o provocación a enfrentar a alguien o hacer algo que no es fácil, algo que requiere, fuerza, agilidad y destreza. Desafiar es provocar a un singular combate o pelea.
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Un desafío (reto) es un llamado o provocación a enfrentar a alguien o hacer algo que no es fácil, algo que requiere, fuerza, agilidad y destreza. Desafiar es provocar a un singular combate o pelea.
En el desafío del perdón, el llamado es hecho por nuestro Señor Jesucristo a hacer algo difícil: perdonar al que nos ofende. El combate es contra nuestra carne, nuestro Yo, y contra Satanás que nos incita a no perdonar. Y el lugar del combate es el matrimonio, la iglesia, las relaciones.
Saber enfrentarlo una vez es bueno, pero el desafío es hacerlo muchas veces.
Desafiados a perdonar innumerablemente.
Desafiados a perdonar innumerablemente.
Seguramente, en la vida de Pedro había alguien que le ofendía o hería constantemente, al punto que ya lo tenía harto y Pedro ya no sabía cuál era el límite. Por eso, cuando el Señor instruye a sus discípulos acerca de que hacer con los hermanos ofensores, Pedro aprovecha para salir de su duda preguntando al Señor.
Mat 18:21-22
Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo*: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
¿Por que debemos perdonar innumerablemente?
Recibir perdón depende de nuestro perdonar.
Recibir perdón depende de nuestro perdonar.
“perdonad… para que tambié vuestro Padre [celestial] perdone vuestras transgresiones.”
“perdonad y seréis perdonados.”
La respuesta de Jesús a Pedro no terminó en “setenta veces siete”. Si te fijas verás que Jesús continuó con la parábola de los dos deudores… el siervo que le debía a su rey diez mil talentos (Equiv. a 60 millones de denarios o 200,000 años de trabajo a salario minimo) y el que le debía al siervo cien denarios (Equiv. a cien días de trabajo a salario mínimo).....
¿Con cuál propósito le menciono esa parábola? Para que le quedara claro a Pedro que le era más conveniente perdonar que no perdonar.
Ya el Señor se lo había enseñado cuando les enseño la oración “Al Padre Nuestro”:
“Y perdónanos nuestros deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” (; RVA)
¡Se listo! ¡Perdona! ¡Te conviene!
Nuestro bienestar físico y mental depende de nuestro perdonar.
Nuestro bienestar físico y mental depende de nuestro perdonar.
El salmista Asaf tuvo que reconocer el efecto de la amargura en su vida:
Cuando mi corazón se llenó de amargura, y en mi interior sentía punzadas, entonces era yo torpe y sin entendimiento; era como una bestia delante de ti.
Psa 73:21-22
No hay paz en el alma cuando no perdonamos:
“La paz de la conciencia no es mas que el eco de la misericordia perdonadora.” William Gurnall
El resentimiento, la amargura, y el rencor afectan nuestro cuerpo y nuestra mente.
Un artículo publicado el 13 de Mayo, 2014, por Simmetry Counseling lo confirma:
Medical doctors and mental health practitioners believe that letting go of negative emotions is a way to heal both your mind and body.
Recent research studies have indeed shown that persistently feeling resentful toward others can affect not only our mental health, but our physical health as well. Yes, bitterness can make us sick!
“Persistent bitterness may result in global feelings of anger and hostility that, when strong enough, could affect a person’s physical health,” says psychologist Dr. Carsten Wrosch from Concordia University in Montreal, Canada.
If we are always in this state of anger, however, the constant increase in blood pressure and the release of chemicals will build up and will ultimately take a toll on our body. Instead of helping us, our survival response could eventually increase our risk of developing heart disease, depression, irritable bowel syndrome, chronic fatigue, and other autoimmune diseases like rheumatoid arthritis and allergies.
¿Sufres de alguna de esas enfermedades? ¡Es tiempo de hacerte un auto-examen del alma!
Porque todos ofendemos innumerablemente.
Porque todos ofendemos innumerablemente.
La Biblia dice que “no hay hombre que no peque”, que todos somos ofensores. Ninguno de nosotros ha dejado 100% de ofender a Dios, pero Dios nos perdona.
Si, en lugar de fijarnos en las ofensas que recibimos, nos fijaramos en la ofensas que cometemos, seríamos más propensos a perdonar.
Desde que nos casamos, no hemos dejado de ofender a nuestro cónyuge; desde que nacimos, no hemos dejado de ofender a nuestros hermanos, padres, amigos, y compañeros. Que no nos demos cuenta que ofendimos es otra cosa.
Si ofendemos innumerablemente, necesitamos perdón innumerable. Si necesitamos perdón innumerable, debemos dar perdón innumerable.
¡Jesús siempre está perdonándonos.
¿Por qué es un desafío?
¿Por qué es un desafío?
Porque no puedes entender como el que dice amarte tanto, te ofenda constantemente.
Porque no puedes entender como el que dice amarte tanto, te ofenda constantemente.
Esta es una de las quejas más comunes que reciben los consejeros matrimoniales de parte de las mujeres. “¡No me cabe en la mente que si dice que me quiere me diga lo que me dice o me haga lo que me hace!”
¿No lo puedes entender? Lo entenderás cuando entiendas que no te casaste con Dios sino con un pecador.
Tú dices que amas mucho a Dios, pero le sigues ofendiendo a pesar de todas las que te ha perdonado.
No estoy excusando al ofensor, porque si te ama debería esforzarse en no ofenderte; estoy acusando al que no quiere perdonar porque se olvida que su cónyuge es tan pecador e imperfecto como ella.
“Un buen matrimonio no consiste en la unión de dos grandes amantes, sino en la unión de dos grandes perdonadores.” Porque el matrimonio es terreno fértil para muchas ofensas.
Porque tu carne se opone.
Porque tu carne se opone.
La falta de perdón viene porque nos dejamos controlar por la carne y no por el Espíritu.
Las obras de la carne son evidentes en el que no quiere perdonar: “enemistades, pleitos, celos, enojos, disensiones” (dichostasía: desunidad, división, discordia). Todas estas son el resultado de falta de perdón.
Tu carne, centrada en el Yo, se opone a que perdones.
“¡No! y ¿Por qué? Yo no lo voy a aguantar, yo no lo merezco, yo tengo dignidad… yo, yo, yo. No te das cuenta que el enemigo está jugando yo-yo contigo.
Porque el diablo te incita al resentimiento.
Porque el diablo te incita al resentimiento.
Esa voz que te susurra: “no se merece tu perdón”, “no te puedes dejar”, “eso no tiene perdón”, o “que lo perdone Dios, pero tú no”, definitivamente no viene de Dios sino del diablo y sus demonios.
Es el enemigo echándole leña al fuego; pero no al fuego del amor sino al del rencor, la amargura, y el enojo.
Si quieres vencer en el desafío del perdón, tienes que evitar a toda costa que la amargura, que el diablo siembra, eche raíces en tu corazón.
Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados;
heb 12
Y para evitar que eche raíces, hay que arrancarla de golpe:
Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia. Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo.
Eph 4:3
¿Tienes algo contra alguien? ¡Hazte un favor a ti mismo, perdona!
Haz de tu matrimonio, un lugar de perdón; de tu familia, de tu iglesia, un lugar de perdón. ¡Vence el desafío!