Para pensar en uno mismo sobriamente Para frenar las pasiones Esto sería tener un concepto más elevado que el que nos corresponde; es lo que podemos llamar una autoestima exagerada o sobreestima. La segunda actitud incorrecta es caer en el extremo opuesto y tener una baja autoestima.3 La sobreestima puede estar relacionada con complejos de superioridad y llevar a situaciones de abuso de autoridad, competencia con otros hermanos, orgullo espiritual y a una mala delegación de autoridad y de tareas. La subestima—relacionada a veces con complejos de inferioridad—hace que algunos se consideren incapaces para hacer las cosas, o digan no tener los dones necesarios, o se excusen diciendo que otros pueden hacer mejor lo que se les pide. La subestima conduce al desánimo, al desgano y a una falta de compromiso que en algunas iglesias tiene el carácter de generalizada. Los casos de sobreestima se detectan fácilmente. Si hay líderes espirituales en la iglesia, ellos procurarán ayudar a los hermanos que tienen tales problemas. Los casos de subestima, por no constituir molestias en el sentido activo, muchas veces se dejan sin resolver y el resultado es que hay unos pocos hermanos que deben hacer el trabajo de muchos. A su vez el cristiano con un bajo concepto de sí, no se siente integrado en forma adecuada a las tareas del cuerpo, y por tal motivo sufre desánimo. Lo que corresponde en estos casos es discipular a los de poco ánimo, a los que se subestiman a sí mismos, y ayudarlos a tener la estima correcta, equilibrada. La solutción de Dios a ambos males es el equilibrio. Si se presta atención al v. 3 se advierte que este equilibrio está contenido entre dos valores límite que vienen de Dios. Por un lado, “la gracia que me es dada”; por el otro, “la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. Si Dios nos ha dado los dones “por la gracia”, no hay ningún lugar para la exaltación personal ni para el desánimo. Si Dios ha repartido una “medida de fe a cada uno”, llegamos a la misma conclusión. El secreto para una actitud equilibrada está en reconocer esos límites. Esto hará que ho haya competencia, ni tampoco se caiga en la apatía, y que ninguno invada con el ejercicio de su don el campo de acción que corresponde al don de otros. En lugar de invasión habrá coordinación de esfuerzos e interdependencia con los demás miembros y sus diferentes dones. Se hace evidente que la autoestima correcta constituye una condición previa que debe ser alcanzada para un eficaz funcionamiento del cuerpo. Se logrará así una posibilidad de servicio activo y apropiado para cada miembro. Somoza, J. S. (1997). Comentario bı́blico del continente nuevo: Romanos (pp. 203–204). Miami, FL: Editorial Unilit.