Sal y luz a las naciones un ministerio de influencia
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IGLESIA SAL Y LUZ A LAS NACIONES
Predica dominical
Sermón Temático
Luis Andrés Estupiñán Ch
Bogotá, Julio 22 de 2018
Sal y luz a las naciones un ministerio de influencia
A. INTRODUCCION
a. Sujeto o tópico
Los que entran al reino se dan a conocer, por su influencia penetrante en el Mundo.
b. Tema
¿Cómo está nuestra influencia con nuestra familia, con los vecinos?
¿Estamos creando una sed para Dios en nuestra sociedad por el estilo de vida distinta que manifestamos?
¿Se está revelando la luz de la naturaleza de Dios en medio del mundo oscuro en el cual vivimos por medio de nuestra vida?
¿Podrá nuestra congregación ejercer influencia en nuestro entorno?
¿Qué debemos hacer para mejorar esta influencia?
c. Texto
La sal y la luz del mundo[1]
13. Ustedes son como la sal que se pone en el horno de barro para aumentar su calor. Si la sal pierde esa capacidad, ya no sirve para nada, sino para que la tiren a la calle y la gente la pisotee.
14. Ustedes son como una luz que ilumina a todos. Son como una ciudad construida en la parte más alta de un cerro y que todos pueden ver. 15 Nadie enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón. Todo lo contrario: la pone en un lugar alto para que alumbre a todos los que están en la casa. 16 De la misma manera, la conducta de ustedes debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios. Hagan buenas acciones. Así los demás las verán y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo.
B. CUERPO
a. Primera división principal
En un primer momento cuando Cristo llamó a sus discípulos, les dijo que les haría pescadores de hombres; ahora, en este pasaje les dice que van a ser la sal de la tierra y la luz del mundo.
i. Ilustración
1. Vosotros sois la sal de la tierra (v. 13).
· Que es la sal[2]
Encontramos en el diccionario 33, usos, definiciones o empleos de la sal.
Lo que se conocía y llamaba popularmente ‘sal’ en aquella época era, un polvo blanco (quizás de los alrededores del Mar Muerto) que, aunque contenía cloruro de sodio, también contenía muchas cosas más, ya que en aquellos días no existían las refinerías.
El cloruro de sodio probablemente era la parte más soluble de este polvo y por tal razón la más fácil de eliminar.
El residuo de polvo blanco parecía sal, y sin duda aún se lo llamaba sal, pero no tenía el sabor ni actuaba como tal.
No era más que polvo del camino.
· ¿Qué pasa si no tenemos sal?
La sal, que da sabor agradable a los alimentos, es el símbolo de los hijos de Dios, cuya vida y testimonio deben ser llenos de sabor y atractivo[3].
Todas las ofrendas de Levítico, imágenes de la ofrenda de Cristo, debían ser presentadas con sal, que era señal del pacto con Dios (;).
13” Toda ofrenda que presentes la sazonarás con sal. No permitas jamás que en tu ofrenda falte la sal del pacto de tu Dios. Toda ofrenda tuya la ofrecerás con sal.
"Los ofrecerás delante del SEÑOR, y los sacerdotes echarán sal sobre ellos y los ofrecerán en holocausto al SEÑOR.
El perfume sagrado que era quemado sobre el altar de oro debía ser salado ().
(RVC)
34 Además, el Señor le dijo a Moisés:
«Tomarás una misma cantidad de especias aromáticas, estacte, uña aromática, gálbano aromático e incienso puro,
35 y con todo eso prepararás el incienso aromático, bien mezclado, como un perfume, puro y santo.
36 Una parte la molerás muy fino, y ese polvo lo pondrás en el tabernáculo de reunión, delante del testimonio, que es donde yo me mostraré a ti. Será para ustedes una cosa santísima.
El Señor Jesús dijo a los creyentes que ellos, a su vez, eran la sal de la tierra (); deben tener sal en sí mismos ([4]); su palabra debe estar siempre sazonada con sal ([5]).
La sal es buena. Pero si la sal se hace insípida, ¿con qué le devolverán su sabor? Tengan sal en ustedes mismos, y vivan en paz unos con otros.»
Vuestra palabra sea siempre agradable, sazonada con sal, para que sepáis cómo os conviene responder a cada uno.
En efecto, no hay nada más llano, insípido, incluso mortífero, que los cristianos sin autoridad, las vidas sin relieve, las palabras vacías de sentido: son cosas totalmente inútiles.
Se han hecho otras aplicaciones a este símbolo: así como la sal detiene la corrupción, los creyentes son un freno a la corrupción del mundo; si la sal provoca la sed, los cristianos auténticos deberían provocar sed de Dios en los que tienen a su alrededor.
¿Como lo interpretamos?
Los profetas del Antiguo Testamento habían sido la sal de la tierra de Canaán, pero los apóstoles eran la sal de toda la tierra, porque habían de ir por todo el mundo predicando el Evangelio ().
15 Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura.
¿Qué podían hacer ellos en una extensión tan grande?
Al tener que trabajar a la manera de la sal, un puñado de sal había de extender su sabor e influencia de una manera progresiva e irresistible.
La doctrina del Evangelio es como la sal: penetra hasta llegar al corazón ().
36 »Sépalo bien todo el pueblo de Israel, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo.»
37 Al oír esto, todos sintieron un profundo remordimiento en su corazón, y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: «Hermanos, ¿qué debemos hacer?»
38 Y Pedro les dijo: «Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo.
39 Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, para todos los que están lejos, y para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios llame.»
40 Y con muchas otras palabras les hablaba y los animaba. Les decía: «Pónganse a salvo de esta generación perversa.»
Recordamos entonces que la palabra de Dios: Purifica, sazona y preserva de la corrupción, aunque aquí el énfasis parece cargarse en este último aspecto.
Es de notar que Jesús quiere en todo esto poner de relieve el carácter del discípulo que se ve reflejado en sus obras.
La sal y la luz operan en virtud de lo que son; por eso, es menester que conserven su identidad más bien que su actividad. Cada uno es una característica interactúan, pero son independientes.
Un pacto perpetuo se llama pacto de sal ().
Todas las ofrendas santas que los hijos de Israel me presenten como ofrendas elevadas serán para ti, y para tus hijos e hijas, como estatuto perpetuo. Es un pacto de sal perpetuo para ti y para tu descendencia delante de mí.»
Al ser la sal símbolo de la Sabiduría Divina como se describe en ;
49 porque todos serán sazonados con fuego[6].
50 La sal es buena. Pero si la sal se hace insípida, ¿con qué le devolverán su sabor? Tengan sal en ustedes mismos, y vivan en paz unos con otros.»
Y recordada en (RVC)
6 Procuren que su conversación siempre sea agradable y de buen gusto, para que den a cada uno la respuesta debida.
Podemos entender por qué el Evangelio es sal.
Su efecto es semejante al del fuego (v. ) por el cloro que lleva como ingrediente.
De ahí que hubiese de emplearse en todo sacrificio (Levíticos 2:13).
13” Toda ofrenda que presentes la sazonarás con sal. No permitas jamás que en tu ofrenda falte la sal del pacto de tu Dios. Toda ofrenda tuya la ofrecerás con sal[7].
Todo cristiano debe ser sal, pero en especial deben serlo los ministros del Señor.
1. Si son como deben ser, serán como la buena sal: blanca, pequeña, rota y desmenuzada en muchos granos, pero muy útil y provechosa.
2. Tened sal en vosotros mismos (); de lo contrario, no podéis difundirla entre otros.
3. Deben ser esparcidos como la sal en la carne, un grano aquí y otro allí.
Hay mucha gente que tiene por mal presagio que se caiga el salero y se derrame la sal; eso es pura superstición.
El verdadero mal presagio, es que quien profesa la fe de Cristo carezca de sal.
2. Si la sal se vuelve insípida—continúa Jesús—, ¿con qué será salada?
Los intérpretes explican esto de varias maneras; unos dicen que se trata de la capa superficial de la sal de roca que ha perdido su salinidad por la acción del sol y el agua; otros dicen que se trata de sal adulterada; pero el hecho de que sea físicamente imposible que la sal pierda su sabor, hace pensar que lo que el Señor quería poner de relieve es que un discípulo que no obre como la sal, no es, ni ha sido jamás un verdadero seguidor de Cristo.
Si un pretendido creyente, y especialmente un ministro del Señor, se halla en esta triste condición, su radio de acción pondrá de manifiesto lo deplorable de su estado, porque, quien habría de ser sal para otros, ¿con qué será salado? Su utilidad se ha desvanecido por completo: No sirve ya para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
Cuando los generales romanos reducían por la fuerza la rebelión de una ciudad o de una comarca, solían esparcir sal en las tierras para hacerlas improductivas.
Esto es lo que hizo Abimelec con Siquem, como leemos en , asoló la ciudad, y la sembró de sal:
“Y peleó Abimelec contra la ciudad todo aquel día, capturó la ciudad y mató a la gente que había en ella; entonces arrasó la ciudad y la sembró de sal”.
ii. Aplicación
La sal de la tierra (13)
La afirmación es franca: Ustedes son la sal de la tierra.
Esto significa que, cuando una comunidad es fiel a sí misma, el mundo se corrompe como carne o pescado putrefacto, en tanto que la iglesia puede obstaculizar esa corrupción.
Por supuesto, Dios ha puesto otras influencias de contención en la comunidad.
En su gracia él mismo ha establecido ciertas instituciones que refrenan las tendencias egoístas del ser humano e impiden que la sociedad caiga en la anarquía.
Las principales son el estado que, con su autoridad, para formula y hace cumplir las leyes y el hogar que incluye el matrimonio y la vida familiar.
Estos ejercen una influencia saludable en la comunidad.
No obstante, Dios espera que la más poderosa de estas influencias la constituya su pueblo redimido, regenerado y justo.
Como escribió R. G. V. Tasker[8], los discípulos deben ‘ser el desinfectante moral en un mundo donde las normas morales son bajas, están en constante cambio, o no existen’.
La efectividad de la sal, sin embargo, es condicional: tiene que retener su facultad de salar.
Estrictamente hablando, la sal no puede perder su capacidad de salar. Entendiendo que el cloruro de sodio es un compuesto químico muy estable, que resiste casi a cualquier ataque.
No obstante, puede contaminarse si se mezcla con impurezas, y entonces se vuelve inútil y hasta peligroso.
La sal no salada no sirve siquiera como abono o en compuestos de fertilizantes.
Así también el cristiano. ‘Que no falte la sal entre ustedes’, dijo Jesús en otra ocasión.
La sazón cristiana es el carácter cristiano tal cual se lo describe en las bienaventuranzas: un discipulado cristiano comprometido, ejemplificado tanto en palabras como en obras.
El cristiano, para ser efectivo, debe retener su semejanza con Cristo, de la misma manera que la sal debe conservar su capacidad de salar.
Si los cristianos se acomodan social y culturalmente a los no cristianos y se contaminan con las impurezas del mundo, pierden su influencia.
La influencia de los cristianos en y sobre la sociedad depende de que sean distintos, no idénticos.
El doctor Lloyd-Jones[9] hace hincapié en esto: ‘La gloria del evangelio es que cuando la iglesia es completamente distinta del mundo, nunca deja de ser atractiva.
Entonces hace que el mundo escuche su mensaje, aunque al comienzo quizás lo odie’. De otro modo, si nosotros los cristianos no nos diferenciamos de los no cristianos, no servimos para nada.
Podemos también ser desechados como sal insípida, ‘echada fuera y hollada por los hombres’. ‘¡Pero qué ruina,’ comenta A. B. Bruce, ‘de ser los salvadores de la sociedad a proveer residuos para sendas de peatones!
Segunda división principal
Otra buena utilidad del verdadero discípulo de Cristo, y aún más gloriosa que la de la sal.
i. Ilustración
Vosotros sois la luz del mundo (v. 14).
¿Qué es la luz?
La luz es la primogénita de las criaturas de este mundo material, hecha por Dios el primer día de la creación, y bienvenida en el mundo entero como lo es cada mañana la luz del día.
¿Qué pasa si no hay luz?
Sencillo no hay vida, hay tiniebla, oscuridad.
¿Cómo interpretamos?
Dios es luz, (), Y este es el mensaje que hemos oído de Él y que os anunciamos: Dios es luz, y en El no hay tiniebla alguna. y los cristianos son hijos de la luz ().”porque todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas” De los que enseñan a muchos la justicia, leemos que resplandecerán como las estrellas por perpetuas eternidades ().
Entonces los cristianos:
ü Como luces del mundo, son ilustres y notables, y los ojos de muchos se dirigen a ellos; en especial todos sus vecinos no cesan de observarles.
Son puestos por señales () e aquí, yo y los hijos que el SEÑOR me ha dado estamos por señales y prodigios en Israel, de parte del SEÑOR de los ejércitos que mora en el monte Sion. y por varones de presagio[10] () Escucha ahora, Josué, sumo sacerdote, tú y tus compañeros que se sientan ante ti, que son hombres de presagio, pues Yo voy a traer a Mi siervo, el Renuevo.
Unos les admiran, les alaban, se regocijan en ellos, y otros tratan de acabar con ellos.
ü Como luces del mundo, deben, comportarse con toda prudencia, porque son objeto de observación por parte de todos.
ü Como luces del mundo, están puestos para iluminar y dar luz a otros (v. 15). Por consiguiente: Deben estar sobre el candelero. Al ser Cristo el que ha encendido estas luces, no deben quedar escondidas bajo el (almud[11]) cajón.
El Evangelio es una luz tan fuerte y soporta tanta evidencia de sí mismo, que, como una ciudad asentada sobre un monte, no se puede esconder, sino que ofrece claras pruebas de que procede de Dios.
Sirve para dar luz a todos los que están en casa y a todos cuantos se acercan al lugar donde ella alumbra.
Los cristianos deben brillar como luces:
ü Por medio de su buen hablar, pues han de comunicar el conocimiento que tienen, para bien de los demás; no han de esconderlo, sino esparcirlo. Los discípulos de Cristo no se han de ocultar en la oscuridad de un claustro o en el retiro de una ermita bajo pretexto de contemplación, modestia o preservación propia.
ü Por medio de su buen vivir. Como el Bautista, deben ser lámparas que arden y alumbran (). "Él era la lámpara que ardía y alumbraba, y ustedes estaban dispuestos a regocijarse por un tiempo en su luz.
¿Cómo debe brillar nuestra luz?
Haciendo buenas obras, que puedan ser vistas y edificar a los hombres.
No es que hayamos de hacer buenas obras para que se vean y sirvan de ostentación para nuestro prestigio, sino que debemos alumbrar, de tal modo que vean nuestras buenas obras, para gloria de nuestro Padre que está en los cielos (v. 16).
No son las buenas obras las que alumbran, sino que es nuestro carácter luminoso el que hace que la gente vea que nuestras obras son buenas.
No es suficiente que los demás oigan de nosotros buenas palabras, sino que es necesario que vean buenas obras en nosotros.
Alguien tuvo la osadía de decirle a un predicador: «Las acciones de usted hablan tan alto, que no me dejan oír los sermones que usted pronuncia».
¿Para qué debe brillar nuestra luz?
Para gloria del Padre.
La gloria de Dios es el objetivo principal que hemos de tener siempre presentes en todo cuanto hacemos, (), Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios) pues la gloria es lo único que Dios no da a otro (), (Yo soy el SEÑOR, ése es Mi nombre; Mi gloria a otro no daré, Ni Mi alabanza a imágenes talladas.) porque su gloria consiste en ser el único Creador y Salvador ().
Por eso, la mayor gloria de nuestra luz consiste en que sirvamos de instrumentos en las manos de Dios, para llevarle muchas almas que sean salvas y le glorifiquen; nuestras buenas obras les servirán:
1) de motivo de alabanza a Dios
2) de incentivo de piedad.
Una conducta santa, constante ejemplar, es el medio más eficaz para redargüir al pecador y para estimular al justo.
ii. Aplicación
La luz del mundo (verso 14–16)
Jesús introduce su segunda metáfora con una afirmación similar: Ustedes son la luz del mundo.
Más tarde diría, ‘Yo soy la luz del mundo’.
Pero nosotros lo somos también por derivación, brillando con la luz de Cristo, brillando en el mundo como estrellas en el cielo nocturno.
Cuán maravilloso sería que los no cristianos, curiosos por descubrir el secreto y la fuente de nuestra luz, se nos acercaran y preguntaran por ella.
Jesús aclara lo que es esta luz diciendo que se trata de nuestras ‘buenas obras’.
Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos [las demás personas] puedan ver las buenas obras de ustedes, dijo, y alaben al Padre que está en el cielo, porque es por esas buenas obras que alumbrará nuestra luz.
‘Buenas obras’ es una expresión general que abarca todo lo que un cristiano dice y hace porque es cristiano, cualquier manifestación externa y visible de su fe cristiana.
La luz es un símbolo bíblico de la verdad, la luz brillante del cristiano seguramente tiene que incluir su testimonio hablado.
Así, la profecía del Antiguo Testamento de que el Siervo de Dios sería ‘luz para las naciones’ se cumple no solo en Cristo, la luz del mundo, sino también por medio de los cristianos que dan testimonio de él.
La evangelización debe contarse como una de las ‘buenas obras’ por medio de las cuales nuestra luz alumbra y nuestro Padre es glorificado.
‘Las obras de que hablamos ahora tienen que ver con los primeros tres grandes mandamientos, que pertenecen al honor, al nombre y a la Palabra de Dios’.
Es sano que se nos recuerde que creer, confesar y enseñar la verdad son también ‘buenas obras’ que dan evidencia de nuestra regeneración mediante el Espíritu Santo.
Sin embargo, no tenemos que limitarlas a esto. ‘Buenas obras’ son obras de amor al igual que de fe.
Expresan no solo nuestra lealtad a Dios, sino también nuestro interés por nuestros prójimos.
Ciertamente el significado principal de ‘obras’ tiene que ser práctico, obras visibles de compasión.
Jesús dijo que la gente glorificará a Dios cuando vea ese tipo de obras, porque ellas encarnan las buenas nuevas de su amor que nosotros proclamamos.
Sin ellas nuestro evangelio pierde su credibilidad y nuestro Dios su honor.
Como sucede con la sal, también con la luz la declaración va seguida de una condición: ‘Hagan brillar su luz delante de todos’. Así como la sal puede perder su sabor, la luz que está en nosotros podría convertirse en tinieblas.
Debemos permitir que la luz de Cristo que está dentro de nosotros alumbre hacia afuera, de modo que todos puedan verla.
Debemos ser como una lámpara encendida, ‘una lámpara encendida y brillante’ como lo fue Juan el Bautista, que se pone sobre el candelero en una posición prominente en la casa para que alumbre a todos los que están en la casa, y no se la cubre con un cajón, donde no sirve para nada.
Es decir, como discípulos de Jesús, no debemos ocultar la verdad que sabemos ni la verdad de lo que somos.
No debemos fingir ser algo distinto de quienes somos, sino desear ser visibles a todos a causa de nuestro cristianismo. ‘Huir a la invisibilidad es negar el llamamiento.
La comunidad de Jesús que quiere ser invisible deja de seguirle’. Por el contrario, debemos ser nosotros mismos, fieles a nuestro verdadero ser cristiano, viviendo abiertamente la vida que se describe en las bienaventuranzas y sin avergonzarnos de Cristo.
Entonces la gente nos verá y verá también nuestras buenas obras, y al vernos glorificará a Dios.
Porque inevitablemente reconocerá que es por la gracia de Dios que somos lo que somos, que nuestra luz es de él, y que nuestras obras son sus obras hechas en nosotros y a través de nosotros.
b. Tercera división principal
La influencia del cristiano: sal y luz
i. Ilustración
Si las bienaventuranzas describen el carácter esencial de los discípulos de Jesús, las metáforas de la sal y la luz indican su influencia bienhechora en el mundo.
¿Qué posible influencia podrían ejercer las personas descritas en las bienaventuranzas en un mundo tan duro y resistente como el nuestro?
¿Qué bien perdurable pueden hacer los pobres y los mansos, los que lloran y los misericordiosos, y los que buscan hacer la paz y no la guerra?
¿No los hundirían simplemente las enormes olas del mal?
¿Qué pueden lograr aquellos cuya sola pasión es un apetito de justicia, y cuya única arma es la pureza de corazón?
¿No son tales personas demasiado débiles para llevar a cabo algo, especialmente si constituyen una pequeña minoría en el mundo?
Es evidente que Jesús no compartió este escepticismo. Más bien, pensó lo contrario.
El mundo indudablemente perseguirá a la iglesia (10–12); pero el llamado de la iglesia es servir a este mundo que la persigue (13–16).
Para definir la naturaleza de la influencia que sus apóstoles tendrían, Jesús recurrió a dos metáforas tomadas de la vida hogareña:
Todo hogar, aunque fuera pobre, usaba y todavía usa sal y luz.
Jesús describió a ese puñado de aldeanos de Palestina como la sal de la tierra y la luz del mundo, tan largo alcance tendría su influencia.
Hoy, aquí, 2018 años después, un puñado de sus hijos, se agrupan bajo esa denominación, queriendo ejercer una verdadera y cristiana influencia, primero en sus hogares y después donde nuestro buen Dios lo permita.
Durante su niñez Jesús tuvo que haber observado con frecuencia a su madre usando sal en la cocina y poniendo luz a los candeleros cuando caía el sol.
La sal y la luz eran artículos indispensables en el hogar.
La necesidad de luz es obvia. La sal, como lo hemos expresado, tuvo variedad de usos.
La verdad básica que es común a estas dos metáforas es que la iglesia y el mundo son comunidades diferentes.
Por una parte, existe ‘la tierra’, por la otra ‘ustedes’ que son la sal de la tierra.
Por una parte, existe ‘el mundo’; por la otra ‘ustedes’ que son la luz del mundo.
Ciertamente, las dos comunidades (‘ellos’ y ‘ustedes’) se relacionan entre sí, pero su relación depende de su diferenciación.
Es importante afirmar esto con claridad en nuestra época en la que está de moda en los círculos teológicos borrar la distinción entre la iglesia y el mundo, y referirse indiscriminadamente a toda la humanidad como ‘el pueblo de Dios’.
Las metáforas nos dicen algo sobre ambas comunidades:
El mundo evidentemente es un sitio oscuro, que tiene por sí mismo poca luz o ninguna, puesto que se necesita una fuente de luz externa para iluminarlo.
‘Es verdad que el mundo alardea de su brillantez’, pero buena parte de esa supuesta luz en realidad es pura oscuridad.
El mundo también manifiesta una tendencia constante al deterioro.
No se trata de que el mundo sea desabrido y los cristianos pueden hacerlo menos insípido (‘La idea de hacer al mundo sabroso para Dios es enteramente imposible de concebir’).
De lo que se trata es que el mundo está corrompiéndose y no puede por sí mismo interrumpir el proceso de descomposición.
Solo la sal que se introduce desde el exterior puede hacerlo.
La iglesia, entonces, ha sido colocada en el mundo para desempeñar un doble rol: como sal detiene o cuando menos obstaculiza el proceso de corrupción social, y como luz disipa las tinieblas.
Cuando observamos más de cerca ambas metáforas, vemos que han sido deliberadamente formuladas para ser paralelas.
En cada caso, Jesús hace primero una afirmación (‘Ustedes son la sal de la tierra’, ‘Ustedes son la luz del mundo’).
Luego agrega una condición que debe cumplirse para que la afirmación sea válida: la sal debe retener su sabor, a la luz debe permitírsele brillar.
La sal no sirve para nada si pierde su sabor; la luz no sirve para nada si se la oculta.
ii. Aplicación
Tres lecciones que se aprenden
Las metáforas de sal y luz que usó Jesús tienen mucho que enseñarnos sobre nuestras responsabilidades cristianas en el mundo.
a. Hay una diferencia fundamental entre los cristianos y los no cristianos, entre la iglesia y el mundo
Es cierto que algunos no cristianos adoptan una apariencia engañosa de cultura cristiana.
Por otro lado, algunos cristianos profesantes no parecen distinguirse de los no cristianos y de ese modo su comportamiento contradice su nombre de cristianos.
Sin embargo, la diferencia esencial permanece.
Podemos decir que son tan diferentes como la tiza del queso.
Jesús dijo que son tan diferentes como la luz de las tinieblas, tan diferentes como la sal lo es de la corrupción y la enfermedad.
No servimos a Dios, ni a nosotros mismos, ni al mundo al tratar de borrar o siquiera de minimizar esta diferencia.
Este tema es básico en el Sermón del Monte.
Este se construye a partir del supuesto de que los cristianos son diferentes, y nos lanza un llamado a ser diferentes. Probablemente la mayor tragedia de la iglesia durante toda su larga y variada historia ha sido su constante tendencia a conformarse a la cultura reinante en lugar de desarrollar una contracultura cristiana.
b. Tenemos que aceptar la responsabilidad que esta distinción coloca sobre nosotros
Cuando reunimos la aseveración y la condición de cada metáfora, nuestra responsabilidad se destaca.
En la frase griega cada afirmación se construye con el pronombre enfático ‘ustedes’, que es tanto como decir, ‘ustedes y solamente ustedes’ son la sal de la tierra y la luz del mundo.
La declaración sigue con inexorable lógica— simplemente no deben fallarle al mundo al que son llamados a servir. Ustedes deben ser lo que son.
Ustedes son sal, y por eso no deben perder su sabor cristiano.
Ustedes son luz, y por eso deben dejar que su luz alumbre, y no ocultarla de ningún modo, ya sea por el pecado o por componendas, por pereza o por temor.
Este llamado a asumir nuestra responsabilidad cristiana, en respuesta a lo que Dios nos ha hecho y dónde nos ha colocado, es particularmente pertinente para los jóvenes que se sienten frustrados en el mundo moderno.
Los problemas de la comunidad humana son enormes, y ante ellos muchas personas se sienten pequeñas, débiles, ineficaces.
¿Qué mensaje tenemos, entonces, para quienes se sienten estrangulados por ‘el sistema’, aplastados por la máquina de la tecnocracia moderna, abrumados por las fuerzas políticas, sociales y económicas que los controlan y sobre las cuales no tienen control?
Se sienten víctimas de una situación que son impotentes de cambiar.
¿Qué pueden hacer?
En el terreno de esta frustración se cultivan los revolucionarios, dedicados al derrocamiento violento del sistema.
Y exactamente del mismo terreno pueden surgir los revolucionarios de Jesús, activistas iguales o más dedicados aun, comprometidos más bien a extender su revolución de amor, gozo y paz.
Esta revolución pacífica es más radical que cualquier programa de violencia, tanto porque sus normas son incorruptibles como porque cambia personas tanto como estructuras.
¿Hemos perdido nuestra confianza en el poder del evangelio de Cristo?
Entonces escuchemos a Lutero: ‘Con su sola palabra puedo ser más desafiante y jactancioso que ellos con todo su poder, sus espadas y fusiles’.
¡Así que no estamos desvalidos e impotentes después de todo! Porque tenemos a Jesucristo, su evangelio, su poder y sus ideales, y porque Jesucristo es toda la sal y luz que este mundo tenebroso y corrompido necesita. Pero debemos tener sal en nosotros mismos, y debemos dejar que nuestra luz alumbre.
c. Tenemos que ver nuestra responsabilidad cristiana como una responsabilidad doble
‘La sal y la luz tienen algo en común: se dan y se gastan, y así son lo opuesto de todo tipo de religiosidad centrada en uno mismo’.
Sin embargo, el tipo de servicio que prestan es diferente. Se necesitan de los dos como cuando se enciende una batería, un polo negativo y uno positivo. La función de la sal como polo negativo: impide la corrupción. La función de la luz como polo positivo: ilumina las tinieblas.
Así Jesús llama a sus discípulos a ejercer una doble influencia en la comunidad, detener su corrupción y llevar luz a sus tinieblas.
Porque una cosa es detener la extensión del mal; y otra es promover la difusión de la verdad, la belleza y la bondad.
C. Conclusión y sus partes
El carácter del cristiano que se describe en las bienaventuranzas, y la influencia del cristiano que se define en las metáforas de sal y luz, están relacionados orgánicamente entre sí.
Nuestra influencia depende de nuestro carácter.
La dicha verdadera se encuentra en lo bueno, y en ninguna otra parte.
En segundo lugar, esta es la forma en que podremos servir mejor al mundo.
Jesús ofrece a sus seguidores los inmensos privilegios de ser sal y luz del mundo solo si viven de acuerdo con las bienaventuranzas.
En tercer lugar, esta es la forma en que Dios será glorificado. En los comienzos de su ministerio, Jesús dice a sus discípulos que si dejan que su luz alumbre de modo que se vean sus buenas obras, su Padre que está en los cielos será glorificado.
Hacia el final de su ministerio, en el aposento alto, él expresaría la misma verdad en términos similares: ‘Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos’.
Esto es, entonces, lo deseable de la vida buena a semejanza de Cristo y, por tanto, de la cultura cristiana.
Porque nos trae bendición a nosotros mismos, salvación a otros y por último, gloria a Dios.
a. Invitación o llamado a responder el mensaje
Reuniendo las dos metáforas, es legítimo discernir en ellas la relación apropiada entre evangelización y acción social en la misión total de Cristo en el mundo, relación que deja perplejos a muchos creyentes.
Hoy como ayer, somos llamados a ser tanto sal como luz.
Dios los bendiga permanente y abundantemente.
“Gracia y paz de Dios nuestro padre, y del señor Jesucristo” ().
Amen
[1] Sociedades Bíblicas Unidas. (2002; 2003). Traducción en lenguaje actual; Biblia Traducción en lenguaje actual (). Sociedade Bíblica do Brasil.
[2] f. Sustancia blanca, cristalina, de gusto acre, muy soluble en el agua; químicamente se denomina cloruro de sodio (NaCl).
fig. Lo que preserva de la corrupción o del error.
Agudeza, chiste en el que habla.
Garbo, gentileza en los ademanes.
mineral. sal gema Mineral (NaCl) que cristaliza generalmente en cubos de simetría regular, incoloros y transparentes, de brillo vítreo.
quím. Cualquier compuesto formado al sustituir uno o varios hidrógenos de un ácido por un catión procedente de una base.
sal común Cloruro de sodio (NaCl), llamado sal en el lenguaje vulgar.
quím. org. sales orgánicas Ésteres.
Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S.L.
3. coloquial Gracia, desenvoltura y viveza en los movimientos, gestos y expresiones es un niño divertido y con mucha sal. agudeza, salero
30. ser una persona o cosa la sal de la tierra literario Preservarse de la corrupción o del error.
5. s. f. pl. Sustancia salina que suele contener amoniaco y que se da a respirar a una persona que se ha desmayado para reanimarla.
6. Sustancia perfumada, formada por cristales de pequeño tamaño, que se disuelve en el agua del baño llenó la bañera de agua y echó sales para relajarse.
[3] Ventura, S. V. (1985). En Nuevo diccionario bíblico ilustrado (p. 1041). TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.
[6] (RVC)
[7] (RVC)
[8] Tasker, Randolph Vincent Greenwood, 1895 -1976, teólogo, Profesor de nuevo testamento y exegesis de la universidad de Londres
[9] David Martyn Lloyd-Jones (20 de diciembre de 1899 - 1 de marzo de 1981) fue un médico, pastor protestante y predicador galés que influyó en la época de reformación del movimiento evangélico británico en el siglo XX.
Durante casi 30 años, fue ministro de la Capilla de Westminster en Londres. Lloyd-Jones se opuso firmemente al cristianismo liberal que se había extendido en gran parte de muchas denominaciones cristianas, y lo consideraba aberrante. No estaba de acuerdo con el enfoque de la iglesia amplia y animó a los cristianos evangélicos (sobre todo anglicanos) a abandonar sus denominaciones existentes, pues creía que la verdadera comunión cristiana sólo es posible entre aquellos que comparten convicciones comunes acerca de la naturaleza de la fe.
[10] 1. m. Señal que indica, previene y anuncia un suceso.
[11] Medida de capacidad, generalmente para áridos, muy variable según las épocas y las regiones, entre los 1,75 l de Navarra y los 5,68 l de Canarias. Áridos: Granos, legumbres y otros frutos secos a que se aplican medidas de capacidad.