Reconozco mi pecado, me aparto y busco el perdon.
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Nuestras vidas, encuentran sentido cuando somos perdonados, es por esta razón, que todo ser humano, que experimenta la bendición ser perdonado, tiene que glorificar el nombre del senor, apartarse y no cometer de nuevo este pecado.
Bienaventurado el hombre cuya transgresión ha sido perdonada
Este es uno de los siete tradicionales salmos penitenciales. Es una de las afirmaciones más claras de las doctrinas: del arrepentimiento, de la justificación, y del perdón que se encuentran en el Antiguo Testamento. Está estrechamente relacionado con el . Parece que este salmo, al igual que el 51, fue escrito para expresar el arrepentimiento de David después de que el profeta Natán lo confrontó con sus pecados de adulterio y asesinato ().
Por lo visto, el título masquil lo identifica como un salmo para la enseñanza y la meditación. La meta de este salmo es enseñarles a los lectores la sabiduría del arrepentimiento sincero.
Estos versículos merecen especial atención por la bella proclamación que hacen de la doctrina del perdón. Pablo cita estos versículos en , para mostrar así que la doctrina de la salvación era la misma tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. Siempre ha existido un solo camino para la salvación, el perdón mediante la fe en Cristo. David fue perdonado por su fe en Cristo, no por sus propios esfuerzos para mejorar su vida o para hacer reparación por sus pecados.
La triple afirmación del perdón enfatiza la dicha de la persona a quien se le ha asegurado el perdón de Dios. La tercera afirmación, “bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad”, es especialmente importante porque muestra que el perdón se basa en un veredicto de Dios, no en un acto o en un logro humano. La justificación o el perdón de los pecados significa que Dios, el Juez Justo, ha declarado que nuestros pecados son perdonados porque ya Cristo pagó por ellos. El perdón de los pecados no es algo que logremos haciendo algo, es un veredicto de Dios basado en la obra de Cristo.
El último de los cuatro miembros del paralelismo muestra la necesidad del verdadero arrepentimiento. Aunque Cristo ya pagó por los pecados de todo el mundo y Dios ha declarado el perdón de los pecados para todos, sólo los que reciben esta promesa con sincero arrepentimiento y con fe se benefician de ello.
En estos versículos David se dirige a Dios; hace el contraste de su propia condición antes y después de su arrepentimiento. Durante los muchos meses en los que David trató de ocultarse y de disculpar su pecado, se sintió muy desdichado. Su impenitencia lo excluyó del perdón, y la culpa fue una carga pesada que lo aplastaba. Cuando confesó sus pecados y recibió la seguridad del perdón, recibió paz y alivio.
David invita a todos los que lean este salmo a que lo sigan, a que confiesen sus pecados delante del Señor para que reciban la paz y el consuelo que trae el perdón. Ninguna carga es más dolorosa que una conciencia culpable y el inminente juicio del santo Dios. Ninguna dicha es mayor que la confianza del perdón y la paz con Dios. Cuando pequemos, vayamos sin temor al trono de gracia para poder encontrar perdón y paz en el tiempo de necesidad.
Aunque algunos comentaristas entienden estos versículos como una respuesta de Dios a David, parece mejor tomarlos como palabras de David para darle ánimo a sus lectores. David hace otra vez el contraste, entre la desdicha del impenitente, y la paz y el gozo de los que confían en Dios para el perdón. Nos exhorta a que aprendamos de su ejemplo; a no ser tan necios como él fue cuando encubrió su pecado y sufrió una angustia innecesaria; a no ser tercos como la mula que tiene que ser arrastrada por la fuerza; en vez de eso, a acudir al Señor gustosa y abiertamente en busca del perdón. Esta es la verdadera sabiduría.
Bendigo tu vida en este dia.
El que este firme mire que no caiga.