Gozo en el presente
Gozo en el presente
Lucas 7:11-17
Hace años se celebraba en la ciudad de nueva York la parada del niño cristiano. Cada iglesia preparaba a sus niños y jóvenes a participar, caminando por toda la quinta avenida. Llevando carteles anunciando cada iglesia, mientras cantaban coritos. Las paradas se han hecho parte del vivir americano. Son usadas principalmente por nuevas comunidades en este país. Las paradas Puerto Riqueña, la parada Dominicana; en fin desfiles, carrozas y celebración de nuestras costumbres y culturas. Grandes grupos se reúnen para presenciar el desfile, haciendo de dichas paradas fiestas culturales.
En nuestros países de origen no tenemos estas paradas. Pero si tenemos caravanas políticas. Grupos de personas o carros que pasan por los barrios anunciando sus candidatos. Cientos de personas van por las calles, gritando consignas políticas y anunciando al mundo que su particular candidato será el ganador de los próximos comicios. Muchos niños siguen por un tiempo las caravanas, no por simpatía política sino por la diversión de gritar frases por las calles. Aunque para los organizadores esta es una tarea seria, para los niños es un momento de recreo y diversión.
Muchos de los padres prohibían a sus hijos el participar de dichas caravanas. No porque les molestara la participación política, sino por lo que solía suceder al dos caravanas políticas de bandos contrarios encontrarse frente a frente. Las posibilidades de desorden y confrontaciones eran de esperar. Lo menos que podía pasar era que las dos caravanas se parecen frente a frente a gritar consignas y a acusar a los contrarios. Lo peor era que saliesen armas de fuego, y que algunas terminaran con algunas muertes y golpes al correr las multitudes buscando refugio.
Lucas nos cuenta un evento parecido. Jesús ha estado sanando a muchas personas mientras El y sus discípulos pasan de barrio en barrio, de pueblo en pueblo. “Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos y una gran multitud”. Yo me imagino que la gran mayoría estaban conversando, hablando de las posibilidades de que Jesús sea el esperado hijo de David. Quizás estaban abiertamente especulando acerca del fin del imperio Romano. Pensando en la clase de gobierno que implantaría Jesús en Jerusalén, y cuando sucedería. En cambio los discípulos conversan acerca de quiénes de ellos tendrían las mejores posiciones en el nuevo gobierno. Otros gritaban hosannas al que viene en el nombre del Señor. Los pobres comentaban de cómo será este nuevo gobierno teniendo a la cabeza a alguien que puede multiplicar los panes y los peces. Piensen, se decían unos a otros; si con cinco panes y dos peces el pudo alimentar a cinco mil hombres sin contar las mujeres y los niños imagínense lo que podrá hacer con los recursos del estado.
Cuando la caravana de Jesús está llegando cerca de la puerta de la ciudad, y la multitud comienza a formar fila para entrar al pueblo; ellos se encuentran con otra caravana que sale de la ciudad. Esta caravana está compuesta por otra multitud, seguramente no tan grande como la que sigue a Jesús pero de considerable tamaño. Lucas nos dice que: “había con ella mucha gente de la ciudad.” Esta caravana “llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, que era viuda.” Por unos segundos que debieron de parecer horas, las dos caravanas están frente a frente. La tensión se podía palpar. Algunos comenzaron a preguntar a los de más adelante; ¿Qué pasa, porque estamos parados? ¿Qué es lo que gritan ellos? Preguntaron otros. Es un servicio fúnebre, finalmente gritaron los que más cerca de la puerta estaban. ¿Cuál se echará a un lado para dejar pasar a la otra caravana? ¿Quién merecía más respeto? Debía esta viuda echarse a un lado con su caravana para dejar pasar al próximo rey de Israel, o debería Jesús y su caravana echarse a un lado para dar paso a esta mujer en su dolor; dando así respeto a una de las mas desamparadas de la sociedad judía.
Esta simple mujer era viuda. No tenia apoyo de un hombre que la protegiera. En ese tiempo la mujer era una propiedad que pasaba del padre al esposo. Lucas no nos dice cuanto tiempo ella había estado viuda, no sabemos su edad, lo único que sí sabemos es que siendo viuda ella depende del apoyo de sus hijos. Pero ahora esta mujer lleva a enterrar a su hijo, pero no simplemente a su hijo, sino a su único hijo. En esta procesión fúnebre esta mujer lleva a enterrar su última protección; su única esperanza para sobrevivir, la fuente de su sustento diario. Ahora estaría totalmente desamparada en un mundo hostil.
Lucas nos dice que: “Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: —No llores. Acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: —Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. Todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros» y «Dios ha visitado a su pueblo». Y se extendió la fama de él por toda Judea y por toda la región de alrededor.” Al final ninguna de las caravanas se echo a un lado para dejar pasar a la otra, sino que la caravana de Jesús toco a la caravana de la muerte y convirtió su llanto en gritos de alegría y alabanzas. Jesús cumplió con la visión del salmista que escribió: “Has cambiado mi lamento en baile; me quitaste la ropa áspera y me vestiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, ¡te alabaré para siempre!” Yo supongo que ahora la caravana fúnebre se une a la caravana de Jesús al ella regresar a la ciudad.
Nosotros hoy estamos en caravanas de gozo, estamos siguiendo a Jesús el nazareno, el hijo de Dios; estamos cantando de alegría y celebrando las victorias. Nuestra caravana es una de consignas religiosas e himnos de alabanzas. Veinticinco años de triunfo, razón para celebrar. Pero delante de nosotros esta otra caravana, una que sale de la puerta por donde nosotros pretendíamos entrar. Déjenme hablarles por un par de minutos de esa caravana. El periódico “The Star-Ledger” del estado de New Jersey trae un pequeño artículo escondido en la página 8 del diario. El mismo habla acerca de la compañía de bananos Chiquita, la cual está pagando en esta semana la primera parte de cinco millones de una multa total de 25 millones. La Chiquita acepto pagar al declararse culpable de los cargos de apoyar un grupo terrorista de extrema derecha en Colombia. Ahí delante de nosotros esta la caravana de miles de padres, madres, hijos y familiares de los miles de personas que han muerto por toda Latino América, en nuestros países de origen por fortalecer la economía Americana. La caravana de los tantos que han tenido que abandonar sus países por razones políticas para refugiarse en los Estados Unidos.
Pero esta no es la única, al lado hay otra caravana. El mismo periódico trae otro artículo este en la primera pagina el mismo trata con un fotógrafo de origen brasileño. Este hombre estaba fotografiando una área conocida por el depósito ilegal de basura, cuando el descubrió el cuerpo de una mujer en una bolsa plástica. El fue a encontrarse con el editor del periódico para el cual el trabaja y juntos fueron a dar voz a la policía de la ciudad de Newark. Pero en vez de darles las gracias por la información la primera pregunta de parte de la policía fue si ellos estaban en el país legalmente. La cámara de Geraldo Carlos fue confiscada y la policía demando todas las fotos que el había tomado. Cuando el editor, Roberto Lima, fue al destacamento para objetar la confiscación de las fotos; Roberto Lima fue arrestado aun cuando el es ciudadano americano.
El gobierno americano enfrentado en una guerra la cual no puede ganar, en un país que no puede contralar está tratando de hacer a los inmigrantes las noticias del día; con la esperanza de que el pueblo americano no observe el fracaso que es la guerra en Iraq. Allí delante de nosotros esta la caravana de las madres y padres que han perdidos sus hijos en una guerra absurda. Allí están los hijos nacidos en este país, solos; al tener sus padres deportados a sus países de origen. Esta es la gran caravana del pueblo hispano que sufre al ser convertidos en los chivos expiatorios, así como los judíos fueron convertidos en chivos expiatorios por el régimen nazi. ¿Qué entonces debemos hacer nosotros hoy día? ¿Debe nuestra caravana de gozo y celebración echarse a un lado para dejar pasar la caravana hispana del sufrimiento? ¿O debe el pueblo hispano no ser mencionado para que podamos pasar nuestra celebración sin confrontar el llanto de ese pueblo?
No y no. Lo que debemos hacer es lo mismo que hizo Jesús. Nuestra caravana debe tocar el llanto de nuestro pueblo y cambiar su llanto en baile, debemos de quitarles las ropas de luto y vestirlos de alegría. Debemos unirnos a ellos y cantar a nuestra gloria. Debemos de gritar a la sociedad injusta y no estar callados. Pero por encima de todo debemos de decirle a Dios. “Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, ¡te alabaré para siempre!” El gozo nuestro, fortalecido por la presencia de Dios debe de desbordarse de nuestra copa y llegar hasta el grupo hispano que en este mismo momento sufre por cualquier injusticia.