¿Hemos Abandonado la Gracia de Dios? (Gálatas II)
“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado”. Esta es la primera razón de la inquietud de Pablo: los gálatas estaban abandonando la gracia de Dios. (El verbo indica que estaban en el proceso de desertar, pero que no se habían retirado por completo.)
Pablo aprovecha esta situación para hablarles claramente, Dios los había llamado en su gracia, y los había salvado de sus pecados. Ahora están dejando la gracia y regresando a la ley. Abandonan la libertad por el legalismo, y lo hacen precipitadamente, sin consultar a Pablo, su padre espiritual, ni darle tiempo al Espíritu Santo para que los enseñe. Siguen la religión de los judaizantes de la manera en que los niños pequeños siguen a un desconocido que les ofrece dulces.
La gracia de Dios es un tema básico en esta carta (1:3, 6, 15; 2:9, 21; 5:4; 6:18). La gracia es el favor inmerecido de Dios hacia los pecadores. Las palabras gracia y don se relacionan, porque la salvación es el don de Dios por medio de su gracia (Efesios 2:8–10). Los creyentes de Galacia no simplemente estaban cambiando de una religión a otra o de una iglesia a otra, sino que en realidad estaban abandonando la gracia de Dios. Y para colmo de males, estaban desertando del Dios de la gracia. Dios los había llamado y salvado; ahora ellos desertaban de él por seguir a líderes humanos que los llevarían a la esclavitud.
No olvidemos que la vida cristiana es una relación íntima con Dios por medio de Cristo Jesús. Un hombre no se convierte en creyente solamente por estar de acuerdo con una lista de doctrinas, sino al someterse a Cristo y confiar en él. No se debe mezclar la gracia con las obras, porque una excluye a la otra (Romanos 11:6). La salvación es el don de la gracia de Dios, comprada para nosotros por Cristo Jesús en la cruz. El tornarse de la gracia hacia la ley es desertar del Dios que nos salvó.
Pero los judaizantes eran culpables de otro pecado que causó gran inquietud en Pablo: estaban pervirtiendo el evangelio de Dios. Decían que predicaban “el evangelio”, pero no puede haber dos evangelios, uno basado en las obras, y el otro en la gracia. “No están predicando otro evangelio”, escribe Pablo, “sino un evangelio diferente—tan diferente del verdadero que ni es evangelio”. Como los seguidores de las sectas falsas hoy, los judaizantes dirían: “Creemos en Cristo Jesús, pero tenemos algo maravilloso que añadir a lo que usted ya cree”. ¡Cómo si los hombres pudieran añadir algo a la gracia de Dios!
La palabra griega traducida “pervertir” del versículo 7 se usa sólo tres veces en el Nuevo Testamento (Hechos 2:20; Santiago 4:9; Gálatas 1:7). Dicho vocablo quiere decir cambiar, invertir o convertir en lo opuesto. En otras palabras, los judaizantes habían cambiado el evangelio de tal manera que lo habían convertido en lo opuesto cuando regresaron a la ley. Más adelante en esta carta, Pablo explica cómo la ley era una preparación para la venida del Salvador, pero los judaizantes tenían otra idea. Según ellos, la ley y el evangelio se complementan. “Si no os circuncidáis conforme al rito (la ley) de Moisés, no podéis ser salvos” (Hechos 15:1). En resumen, vemos que los judaizantes desertaban del Dios verdadero y pervertían el evangelio verdadero.
¿Qué efecto tuvo este “desertar” y “pervertir” en los hermanos de Galacia? Les perturbaba (Gálatas 1:7). El verbo perturbar lleva la idea de perplejidad, confusión, e inquietud. Entendemos mejor el significado de esta palabra, traducida a veces “turbarse”, al ver cómo se usa en otros pasajes de la Biblia. “Se turbaron” describe los sentimientos de los discípulos en la barca durante la tormenta (Mateo 14:26). También describe los sentimientos del rey Herodes cuando oyó que un nuevo rey había nacido (Mateo 2:3). Con razón Pablo estaba preocupado por los recién convertidos: estaban confundidos a causa de las falsas doctrinas que habían sido introducidas en las iglesias. La gracia siempre lleva a la paz (ve Gálatas 1:3), pero los creyentes habían abandonado la gracia, y por lo tanto no tenían paz en sus corazones.
Tenga presente que la gracia de Dios incluye más que la salvación del hombre. No sólo somos salvos por gracia, sino que vivimos por gracia (1 Corintios 15:10), y estamos firmes en la gracia; este es el fundamento de la vida cristiana (Romanos 5:1, 2). La gracia nos da la fuerza necesaria para ser soldados victoriosos (2 Timoteo 2:1–4). Por la gracia podemos sufrir sin quejarnos, e incluso glorificar a Dios a través del sufrimiento (2 Corintios 12:1–10). Cuando el creyente deja de vivir por la gracia de Dios, tiene que confiar en su propio poder, y esto lleva al fracaso y a la confusión. A esto se refiere Pablo cuando dice: “de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:4); es decir, dejaron la gracia para volver a la ley, cesando de depender de los recursos divinos para depender de los propios.
Con razón Pablo estaba inquieto. Sus hermanos en Cristo estaban desertando del Dios de la gracia; pervirtiendo la gracia de Dios; y regresando a vivir según la carne y los recursos propios. Habían empezado sus vidas cristianas en el Espíritu, pero ahora trataban de continuar en el poder de la carne (Gálatas 3:3).
Habiendo reclamado su autoridad y revelado su inquietud, Pablo da el tercer paso en su batalla contra el legalismo.