Y Esteban, lleno de gracia y de poder
8Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. 9Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban. 10Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. 11Entonces sobornaron a unos para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. 12Y soliviantaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio. 13Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley; 14pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés. 15Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel
Propósitos a saber:
Los opositores de Esteban no podían resistir—la misma palabra usada en la promesa de Cristo en Lucas 21:15—a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba (10). Era el Espíritu Santo el que concedió a Esteban una sabiduría tan efectiva que sus oyentes no tenían respuesta a sus argumentos.
Cómo reaccionó Esteban ante esas falsas acusaciones?
Los falsos testimonios acusaron a Esteban de hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. Era la misma acusación que le hicieron a Jesús (Mr. 14:64) y la más seria ante los ojos de los judíos.
Los opositores helenos de Esteban le arrebataron (12)—sólo aquí en el Nuevo Testamento: el pueblo,… los ancianos y… los escribas—algunos de los cuales estaban quizá escuchando el debate. Y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio (el Sanedrín). “Arremetiendo” (usado solamente por Lucas) es un verbo enérgico como arrebataron. Lumby dice: “las palabras indican mucha violencia.”
Como no tenían verdadera acusación contra Esteban, los líderes pusieron testigos falsos (13) como lo habían hecho anteriormente con Jesús (Mr. 14:56–57). Probablemente con considerable sentimiento declararon: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley. No había acusación más seria que pudieran hacer contra él. Los judíos consideraban el templo y la ley como las dos cosas más sagradas. El hablar en contra de ellos era una ofensa capital. Entonces citaron un ejemplo específico de supuesta blasfemia. Ellos habían oído que Esteban había dicho que ese Jesús de Nazaret destruiría ese lugar y cambiaría las costumbres que Moisés les había dado (14). Exactamente como los judíos habían tergiversado las palabras de Jesús sobre su cuerpo destruido (Mr. 14:58), ahora éstos torcían las palabras de Esteban—asegurando que lo que él había dicho era similar a lo que encontramos en 7:48–50. Como Jesús, en el discurso del monte de los Olivos (Mr. 13:2) había predicho la destrucción del templo, es posible que quizá Esteban haya hecho eco de las palabras del Maestro. En lo que toca a cambiar las costumbres de Moisés, su discurso del séptimo capítulo podría ser interpretado en esa dirección. Así pudo haber dejado esa impresión anteriormente por algo que pudo haber dicho.
Cómo reaccionó Esteban ante esas falsas acusaciones?