Apocalipsis 1

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I. El Cristo que Juan conoció (1.4–8)

Juan envía saludos a las iglesias del Asia Menor como se le ordenó que hiciera (v. 11). Repasa la maravilla de la Deidad, nombrando a cada una de las Personas de la Trinidad:

A. El Padre.

«Del que es y que era y que ha de venir» (v. 4), esto es, el Dios eterno. Véanse 1.8 y 4.8. Dios se yergue sobre la historia; no está limitado por el tiempo.

B. El Espíritu.

«Siete» es el número que indica algo completo y significa la plenitud del Espíritu. En 4.5 vemos que los siete espíritus se simbolizan por siete lámparas; y en 5.6 por siete ojos. Cristo tiene los siete espíritus (3.1); el Espíritu apunta a Cristo.

C. El Hijo.

A Cristo se lo presenta en su Persona triple como Profeta (testigo fiel), Sacerdote (el primogénito de los muertos; o sea, superior a los que se levantaron de entre los muertos) y Rey (soberano de los reyes de la tierra).
Luego Juan alaba a Dios por la triple obra que Cristo logró en la cruz: nos amó, nos lavó (o libertó) de nuestros pecados y nos hizo un reino de sacerdotes. El dominio que perdimos en Adán lo recuperamos en Cristo.
El versículo 7 es la primera de siete referencias en Apocalipsis a la venida de Cristo (2.25; 3.3, 11; 22.7, 12, 29). Este regreso es público (; .8ss) y no debe confundirse con el Rapto de la Iglesia, el cual es secreto (.13ss). Los gentiles lamentarán por Él y los judíos verán al que traspasaron (; véase ).

II. El Cristo a quien Juan oyó (1.9–11)

Juan estaba en el exilio en una isla ubicada aproximadamente a cien kilómetros de Éfeso, lugar donde había pastoreado las iglesias de Asia. En Jacobo y Juan pidieron tronos; en años posteriores, sin embargo, sufrieron gran tribulación.
Jacobo fue ejecutado () y Juan sufrió el exilio. Lo enviaron al exilio debido a la Palabra de Dios que había predicado. Es interesante que Juan menciona el mar veintisiete veces en este libro. «En la isla[...] en el Espíritu» (vv. 9–10): ¡qué maravillosa situación! Nuestra ubicación geográfica nunca debe privarnos de las bendiciones espirituales.
Juan oyó la voz de Cristo como una trompeta. Las trompetas son importantes en Apocalipsis; en 4.1 la trompeta llama a Juan al cielo, un cuadro del arrebatamiento; y en 8.2ss las trompetas señalan que la ira de Dios se derramará sobre el mundo. En el AT los judíos usaban trompetas para reunir a la asamblea, para anunciar la guerra o para proclamar días especiales ().
La trompeta de Dios llamará a la Iglesia a su hogar (), reunirá a Israel () y anunciará la guerra sobre el mundo (.2ss). La voz le dijo a Juan que escribiera este libro y lo enviara a las iglesias de las cuales él había sido separado. Había más de siete iglesias en esta área, pero Cristo escogió estas siete para representar las necesidades espirituales de su pueblo.

III. El Cristo que Juan vio (1.12–20)

Juan ya no conocería más a Cristo «según la carne» (); ahora Él es el Rey-Sacerdote resucitado y exaltado. Juan vio al Cristo glorificado en medio de los siete candeleros, que simbolizan a las siete iglesias (1.20).
El pueblo de Dios es la luz del mundo; la Iglesia no crea la luz, sino que sólo la mantiene y le permite brillar. No vemos una sola lámpara gigantesca; más bien tenemos siete candeleros separados.
Use sus referencias cruzadas para estudiar los símbolos que aquí se emplean para indicar al Cristo glorificado. Sus vestidos son los de un Sacerdote-Rey.
El caballo blanco habla de su eternidad (). Sus ojos lo ven todo y juzgan lo que ven (; ; ). Cristo, en medio de las iglesias, ve lo que ocurre y juzga. Los pies de bronce hablan de juicio; el altar de bronce era el lugar donde se juzgaba el pecado. Su voz, «como el estruendo de muchas aguas», sugiere dos cosas: (1) el poder de su Palabra, como el mar; y (2) todos los «arroyos» de la revelación divina convergen en Cristo. Véanse el y .
Tiene en su mano siete estrellas y estas son los mensajeros (o pastores) de las siete iglesias. Es posible que vinieran mensajeros de estas iglesias a Juan y recibieran personalmente el libro de Apocalipsis. Las estrellas son los mensajeros (1.20); Cristo tiene a sus siervos en sus manos.
Véase . La espada que sale de su boca es su Palabra que juzga; véanse ; y también , y 19.19–21. El brillo de su faz es como el sol que habla de su gloria (). En 22.16, Él es la brillante estrella de la mañana, porque aparecerá por su Iglesia cuando la hora sea más oscura, antes de que la ira de Dios irrumpa en el horizonte.
Cuando Cristo estaba en la tierra, Juan se recostó a su lado (); pero ahora cae a sus pies (; y véase ). Los santos de hoy deben evitar llegar a tener demasiada «familiaridad» con Cristo en su hablar y actitudes, porque Él merece todo honor y alabanza.
Cristo le asegura a Juan y calma sus temores. Cristo es el primero y el último (1.8; 22.13), de modo que no hay necesidad de temer. Él tiene las llaves del Hades (no «infierno»), el campo de los muertos. El Hades un día entregará las almas de los perdidos (20.13, 14).
En 1.19 Cristo nos bosqueja el Apocalipsis (véase el bosquejo). Seguir cualquier otro método es presumir que sabemos más sobre este libro de lo que Cristo sabe.
En los capítulos 2–3 Cristo analiza a las siete iglesias. Al estar en medio de ellas, examina su condición espiritual con ojos de fuego.
Esto lo hace hoy en día. No importa lo que los hombres o las denominaciones piensen respecto a una iglesia; ¿qué piensa Cristo de ella?

IV. Las siete iglesias del Asia Menor

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