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DONES DEL ESPIRITU  •  Sermon  •  Submitted
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Fundamentos de Teología Pentecostal V. Ofensas Contra el Espiritu Santo

V. OFENSAS CONTRA EL ESPIRITU SANTO

Aunque las seis ofensas contra el Espíritu Santo que son mencionadas en el Nuevo Testamento han sido divididas en aquellas cometidas por los incrédulos y aquellas por los creyentes, puede haber algunas que se extiendan en parte para cualquiera de los grupos.

A. OFENSAS COMETIDAS POR LOS INCREDULOS.

1. Resistir al Espíritu Santo.

“¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros” (Hch. 7:51). Estas palabras fueron habladas por Esteban al hablar ante el sanedrín incrédulo. El Espíritu Santo busca hablar al corazón del incrédulo y llevarlo a Dios. El Espíritu es paciente y persistente, pero es posible resistir todos sus ruegos (Gn. 6:3). Estos líderes espirituales de Israel, en el capítulo siete de Hechos, estaban convencidos de la verdad que Estaban les estaba diciendo, pero sus corazones no cedían (Hch. 6:10).

2. Insultar o hacer afrenta al Espíritu Santo.

“¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviera por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Heb. 10:29). El oficio del Espíritu Santo es presentar la obra salvadora de Jesucristo a los inconversos. Cuando el inconverso rehusa aceptar a Jesucristo, en realidad está insultando al amor de Dios, manifestado en su gracia, expresando que no necesita salvación, o que no cree que Cristo puede salvarlo. Resistir al llamado del Espíritu es, entonces, un insulto a la deidad y el romper la única esperanza de salvación.

3. Blasfemar al Espíritu Santo—el pecado imperdonable.

Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere una palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni es este siglo ni en el venidero (Mt. 12:31, 32).

Esta es la ofensa más seria contra el Espíritu Santo, porque no hay perdón para el que lo comete. ¿Qué es la blasfemia contra el Espíritu Santo? (Note Mt. 12:22–30). Los fariseos habían acusado a Jesús de obrar milagros por el poder del Diablo. En realidad Jesús había echado a ese demonio por el poder del Espíritu Santo. Por lo tanto, es atribuir la obra del Espíritu Santo al Diablo. Note Marcos 3:28–30, especialmente el versículo treinta: “Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo.” Este pecado puede ser cometido por un cristiano al igual que por un inconverso, si no tiene cuidado.

B. OFENSAS COMETIDAS POR LOS CREYENTES.

1. Contristar al Espíritu Santo.

“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” (Ef. 4:30, 31). Contristar significa hacer triste o angustiar. Hacemos esto como individuos, cuando permitimos que cualquier cosa no semejante a Él entre en nuestro corazón. El versículo treinta y uno nos da algunos ejemplos de aquello que contrista al Espíritu Santo.

2. Mentir al Espíritu Santo.

“Y dijo Pedro, Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?” (Hch. 5:3). Cuando uno consagra cualquier cosa al Señor, y luego no lleva a cabo esa consagración, está mintiendo al Espíritu Santo. Puede ser dinero, tiempo o servicio. Si la intención del creyente no es ser fiel a su promesa, es mejor que no haga la consagración en primer lugar. Pedro, en el versículo cuatro del capítulo cinco de Hechos, le dice a Ananías, “No has mentido a los hombres, sino a Dios.”

3. Apagar al Espíritu Santo.

“No apaguéis al Espíritu” (I Tes. 5:19). El pensamiento de apagar sugiere que hay un fuego. La incredulidad y crítica carnal pueden servir para apagar el fuego del movimiento del Espíritu Santo. Esto ocurre generalmente en la congregación, cuando el Espíritu se está manifestando en la alabanza. Es mejor no criticar que arriesgar el peligro de estorbar el movimiento del Espíritu.

VI. LOS DONES DEL ESPIRITU

El estudio de la doctrina del Espíritu Santo debe incluir un desarrollo completo de los dones del Espíritu. Tres capítulos del Nuevo Testamento, al igual que partes de otros dos, están dedicados exclusivamente al tema. Hay aproximadamente cien referencias del Nuevo Testamento que se refieren al tema de dones espirituales o al ejercicio de uno u otro de aquellos de la lista de I Corintios capítulo doce; éste número es exclusivo de los milagros de Jesús en los evangelios.

A pesar de la manifestación frecuente del Espíritu en la iglesia del Nuevo Testamento, la mayoría de los libros sobre doctrina y teología ignoran los dones espirituales o dedican un simple párrafo o dos a su discusión, con el sentir de que los dones cesarían al final de la era apostólica, mucho de lo cual es negativo. No existe la más mínima clave en el Nuevo Testamento de que el otorgamiento del Espíritu Santo cesaría antes de ver “cara a cara” y antes de que lo “perfecto” venga (I Cor. 13:10–12).

Aimee Semple McPherson dice respecto a los dones espirituales:

Creemos que el Espíritu Santo tiene los siguientes dones para impartir a la iglesia creyente en el Señor Jesucristo: Palabra de sabiduría, palabra de ciencia, fe, dones de sanidades, operaciones de milagros, profecía, discernimiento de espíritus, lenguas, interpretación de lenguas; que, de acuerdo a la gracia y a la fe del creyente, son repartidos como el Espíritu Santo quiere. Estos dones deben ser deseados y buscados, en el orden y en la proporción que prueben ser de mayor edificación y beneficio para la iglesia …

A. EL ANTECEDENTE PARA LOS DONES ESPIRITUALES.

1. La promesa dada.

Era de esperar que una capacitación espiritual y especial fuera provista a fin que la iglesia pudiera llevar a cabo la misión divina encomendada a ella por el Señor Jesucristo. Jesús instruyó a sus seguidores el pregonar el evangelio, pero les dijo que primero esperaran la impartición del poder de lo alto (Lc. 24:47–49). Adjunto con el mandato de “La gran comisión”, Jesús prometió, “Estas señales seguirán a los que creen”; echar fuera demonios, hablar con “nuevas” lenguas, y la sanidad por la imposición de manos. Cuando Jesús anunció su regreso al Padre, prometió a sus seguidores que enviaría al Consolador quien moraría para siempre, quien les enseñaría todas las cosas, quien les guiaría a toda verdad, quien convencería de pecado, justicia y juicio y quien testificaría de Él.

2. La promesa cumplida.

Entonces, en el día de Pentecostés, el prometido Espíritu Santo fue derramado sobre la iglesia con señales visibles y audibles; y comenzaron a hablar en las lenguas predichas en los pasajes de la gran comisión. Los creyentes fueron llenos del Espíritu Santo (Hch. 2:2–4). Fueron tan enteramente capacitados por el poder del Espíritu, que en todo lugar su ministerio fue marcado por lo sobrenatural. Los apóstoles no eran los guardianes de la ortodoxia; eran embajadores de Cristo, divinamente equipados. Tenían una obra divina para hacer y tenían el poder divino con qué hacerla. Siempre debe ser así. La misión de la iglesia es mucho más que propagar una nueva filosofía o el llamado a una nueva moralidad; es librar a hombres del cautiverio de Satanás; es atar y desatar en el nombre de Jesús (Mt. 16:19). Filosofar y moralizar puede ser hecho con la capacidad humana, y tiene su importancia. Pero librar de cautiverio y traer al arrepentimiento y a la fe requiere de la unción del Espíritu Santo (II Cor. 3:4–6).

Ciertamente, Dios acepta y honra todo talento humano dedicado a su servicio. Él realza los talentos dedicados con el resplandecimiento del Espíritu elevándolo a un nuevo nivel. Dios puede y a menudo lo hace; tomar capacidades naturales para convertirlas en operaciones espirituales (Ex. 35:29–35; Rom. 15:13, 14; Tit. 1:7–9; II Ti. 2:2).

B. EL VOCABULARIO DE LOS DONES ESPIRITUALES.

La naturaleza de los dones espirituales se puede determinar en gran parte por el vocabulario que se emplea para referirse a ellos. La primera referencia a los dones como una clase general de fenómeno se halla en I Corintios, escrito alrededor de 55 D.C. Los capítulos doce al catorce están dedicados en su totalidad a los dones espirituales. Los primeros siete versículos tratan con los dones como una clase y proveen un vocabulario para su descripción. Estos dones son llamados:

1. Espirituales

“No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales” (12:1). En La Biblia de las Américas la palabra “dones” aparece en letra bastardilla, que significa que no se halla en el griego original. La primera referencia al fenómeno espiritual llamado dones espirituales los clasifica solamente como “espirituales” (género neutro) o “cosas del Espíritu.” Exactamente la misma descripción es usada en el versículo uno del capítulo catorce (14:1). La referencia probablemente es a los dones, aunque en I Cor. 14:28 la misma palabra, pneumáticos (género masculino) es para “personas espirituales.” F.F. Bruce, en su comentario de I Corintios, toma pneumática para referirse a las “personas dotadas de dones espirituales.” Los “espirituales” en un sentido son “dones”, pero son más que dones como será mostrado.

2. Dones espirituales

“Ahora bien, hay diversidad de dones …” (Vs. 4). La palabra griega carisma, que es traducida “don espiritual”, viene de la palabra básica caris, que significa “gracia.” Un carisma, entonces, es una capacitación, una dotación, o una bendición impartida libremente por Dios. El texto en Corintios ser refiere a los “dones” como “espirituales” porque son capacidades libremente impartidas por el Espíritu Santo. No pueden ser merecidas ni ganadas, siendo de origen divino. Son operadas a través de personas llenas del Espíritu, pero en un sentido real son dones a la iglesia, el cuerpo de Cristo (I Cor. 12:11–27).

3. Ministerios

“Y hay diversidad de ministerios …” (Vs. 5). Los “espirituales” son “dones” en cuanto a su origen y fuente, pero son “ministerios” en cuanto a su aplicación. El que ejercita su don espiritual en el cuerpo ministra al cuerpo. Hay tantas clases de ministerios como hay de dones espirituales y oficios espirituales. Los “dones” no son adjudicaciones por mérito, ni son impartidos principalmente para beneficiar al poseedor; el Espíritu imparte el carismata a fin de que haya ministerio al cuerpo. Su valor reside en su capacidad de ministrar beneficio y edificación espiritual al cuerpo.

4. Operaciones.

“Y hay diversidad de operaciones …” (Vs. 6). Los “espirituales” son “operaciones” en el sentido de que son dones y ministerios “operados” por el Espíritu Santo. La palabra castellana “energía” viene de la misma raíz (energémata). Los dones espirituales son actividades del Espíritu trayendo efectos espirituales; son operaciones energizadas por el Espíritu produciendo efectos en el cuerpo. Un don que no opera ni ministra ni produce un efecto no es de valor.

5. Manifestaciones

“Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (Vs 7). Cada operación de los “espirituales” es una manifestación del espíritu. La manifestación es definida como la “evidencia exterior” (fanérosis). Los dones del Espíritu traen al Espíritu Santo a una evidencia exterior en el cuerpo. La operación de los dones causa a los creyentes estar alerta a la presencia de Dios, produciendo los efectos de alabanza y adoración. A todo creyente le es dada alguna capacidad para la manifestación del Espíritu. El versículo siete dice: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” El ejercicio de un don es una manifestación del Espíritu primariamente, y no de la persona dotada, y la prueba de su genuinidad es que es de provecho al cuerpo entero.

6. Diversidad

Vea I Corintios 12:4–6. La idea central de la palabra “diversidad” es “distribución” (diaireseis). La intención de Dios no es sólo que algunos dones operen a través de una o dos personas. Hay diferentes dones espirituales, más que los nueve elegidos en I Corintios doce. Puede que haya tantos dones como funciones útiles en la iglesia. Cada creyente debe tener alguna manifestación del Espíritu y toda variedad de don debe operar en el cuerpo. Dios es un Dios de variedad infinita. Los “espirituales” tienen gran variedad, pero hay un Dios y un Espíritu Santo operando en gran variedad de manifestaciones y ministerios espirituales.

C. EL PROPOSITO DE LOS DONES ESPIRITUALES.

El propósito de los dones espirituales es la edificación de la iglesia. Si el ejercicio de los dones no edifica y construye, el cuerpo no tienen valor. “Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales [pnéumata, (cosas) espirituales], procurad abundar en ellos para edificación” (I Cor. 14:26b). Las palabras “edificar” y “provechoso” se emplean ocho (8) veces en I Corintios con relación a la operación de dones espirituales. Los dones son impartidos con el propósito de traer provecho y edificación espiritual a todo el cuerpo. Si un don espiritual es ejercido sin amor, o como despliegue personal, entonces una campana de oro se transforma en címbalo que retiñe.

El don de profecía tiene tres propósitos: “El que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (I Cor. 14:3). Cada uno de estos tres efectos edifica y es de provecho al cuerpo de Cristo.

1. Edificación

La palabra “edificación” viene de la palabra griega oikodomé, que básicamente significa “el acto de construir una estructura.” Los dones vocales son dados para ayudar en la “edificación” del templo del cuerpo de Cristo.

2. Exhortación

La palabra “exhortación” se traduce de la palabra griega paráklesis que significa exhortar o animar; está relacionada con la palabra “paracleto”, el nombre que Jesús dio al Espíritu Santo. El nombre “Bernabé” significaba “Hijo de Consolación” o “ánimo.” La palabra griega traducida “consolación” es la misma paráklesis. ¡Qué bendición y que provechoso resultó Bernabé a toda la iglesia, especialmente a la iglesia de Antioquía! (Hch. 11:22–26). La forma verbal de paráklesis (exhortación) frecuentemente es traducida como “Os ruego.” El que exhorta a la iglesia puede mover y motivar a los creyentes a hacer la total voluntad de Dios. Hebreos 10:24 provee un buen ejemplo de este tipo de exhortación: “Y considerémonos unos a otros para estimulamos al amor y a las buenas obras …”

3. Consuelo

La palabra “consuelo” que proviene de la palabra paramuthía aquí significa “calmar, confortar, consolar.” Fue predicho que la iglesia sufriría persecución. El cuerpo necesita a menudo el ministerio de consolación en tiempo de angustia.

Hay un proceso de crecimiento en el ejercicio de los dones espirituales. A fin que la iglesia reciba edificación, Dios desea que los dones sean ejercitados maduramente: “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar … pero maduros en el modo de pensar.” (I Cor. 14:20). Primera de Corintios catorce contiene la enseñanza del apóstol acerca del uso maduro de los dones espirituales. Donde los dones están en operación, esta enseñanza debe ser impartida diligentemente.

D. LOS DONES ENUMERADOS EN I CORINTIOS 12.

Los dones del Espíritu enumerados en I Corintios 12, según muchos, son nueve (9) en número. Sin embargo, en el versículo veintiocho del mismo capítulo, Pablo, después de repetir milagros, sanidades y lenguas, agrega los dones de ayudas y gobiernos sin hacer ninguna distinción en clasificarlos. Pablo tampoco distingue detalladamente entre los oficios de apóstoles, profetas, maestros, con las imparticiones de milagros, sanidades y lenguas. Aparentemente, cuando Dios apartaba a una persona para un oficio, lo dotaba con la capacidad espiritual que correspondía al oficio o ministerio. Quizá el mencionar de dos dones adicionales en el versículo veintiocho (12:28) fue hecho con el propósito de mostrar que la lista podría ser considerablemente alargada.

Algunos han visto la necesidad de fijar el número de dones en nueve (9) para relacionarlos con los nueve frutos del Espíritu, pero una cuidadosa búsqueda revelará otros frutos del Espíritu en adición a los nueve de la lista de Gálatas capítulo cinco. Pablo menciona diecisiete (17) obras de la carne, luego finaliza la lista con la frase, “y cosas semejantes a éstas.” Si la carne puede producir diecisiete obras y más, el Espíritu puede producir un número sin fin de virtudes relacionadas con el amor. En I Corintios 12–14, Pablo menciona los dones que eran bien conocidos por los corintios; en Romanos presenta otros dones que ilustraban su propósito de discusión. August Hermann Cremer, eminente teólogo y erudito griego, dijo respecto a los dones, sus funciones y su orden numérico:

El lugar, entonces, que cada miembro tiene en la comunidad lo tiene por virtud de un “carisma” que debe administrar a sus hermanos (I P. 4:10). Poderes naturales como tales son inútiles a la vida del cuerpo de Cristo; lo que necesita es ser espiritual. Carísmata, entonces, puede ser definido como poderes y capacidades necesarias para la edificación de la iglesia, impartidos por el Espíritu Santo sobre sus miembros, en virtud de los cuales son capacitados para emplear sus habilidades naturales a el servicio de la iglesia, o ser dotados con nuevas habilidades para este propósito. Según I Cor. 12:11, 18; Rom. 12:5–8; Ef. 4:11, los “carísmata” forman la base de los oficios de la iglesia. No puede haber oficio sin carisma; pero no todos los carísmata son aplicables al ejercicio de un oficio. Aquellos que corresponden a las necesidades permanentes e invariables de la iglesia forman la base de los oficios, los otros no … Ya que el número de los carísmata debe corresponder a las necesidades de la iglesia, las listas en I Cor. 12, Ef. 4, y Rom. 12 no pueden ser tomadas como exhaustivas.

1. Palabra de sabiduría

Este no es el don de sabiduría en general, sino el don de “palabra de sabiduría.” (logos sojías). Sin embargo no es necesariamente un don vocal. “Palabra” (logos) es definida como un “concepto”, idea”, “dicho”, “asunto”, “razón”, narrativa” o “doctrina.” Si se hubiera querido expresar la idea de “declaración” probablemente hubiera sido usada la palabra griega rhema en vez de logos. Obrando junto con profecía, la “palabra de sabiduría” podría funcionar como un don vocal. Es probable que éste es el don que operaba en Esteban en Hechos 6:10: “Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.” Hechos quince registra el primer concilio de la iglesia apostólica para resolver un problema. La conclusión a la que llegaron está expresada de la siguiente manera: “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias …” (Hch. 15:28).

La mente del Espíritu Santo probablemente fue transmitida a los apóstoles por una “palabra de sabiduría.” Mientras que “sabiduría” tiene muchos significados, usado en contraste con “conocimiento” probablemente significa un entendimiento profundo para la “conducta o acción práctica.” En la vida de la iglesia local hay momentos cuando decisiones importantes necesitan ser hechas respecto al curso de acción a tomarse. (Vea I Cor. 2:13–16.)

2. Palabra de ciencia o conocimiento

Este don de palabra de ciencia puede ser el referido por la declaración de Pablo en I Corintios 1:5: “Porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia …” Si la “palabra de sabiduría” trae profundo conocimiento a la iglesia para la acción práctica, la “palabra de ciencia” (logos gnóseos) debe traer a la luz los principios de doctrina que forman la base para la acción. Este don trae verdades bíblicas a la atención de la iglesia, o puede revelar hechos que son necesarios para una acción posterior.

Pablo tenía confianza en el conocimiento espiritual que operaba en la iglesia cuando dijo: “Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros” (Rom. 15:14). Juan probablemente ejerció el don de la palabra de ciencia para discernir las condiciones espirituales de las siete iglesias a las que escribió en Apocalipsis, capítulos dos y tres. Estos dones de palabra de sabiduría y palabra de ciencia son guía para el conocimiento y acción de la iglesia; no son de guía personal.

Silas era un profeta, pero no esta escrito en ningún lugar que guió a Pablo en sus decisiones. Cuando Pablo no supo para qué lado dirigirse en Troas, Dios le dio una visión del hombre macedonio llamándole a predicar a Grecia … Silas estaba con él en ese momento. Los dones son entregados para exhortar, edificar, y confortar a la iglesia. Los dones de revelación operan en armonía con la palabra de Dios, nunca contradiciendo su enseñanza; porque la palabra inspirada es llamada “una palabra profética más segura” (II P. 1:19).

3. Fe especial

Casi todos los autores que escriben sobre los dones se refieren al don de fe como aquel de “fe especial” (pistis). La razón para esto es que el don de fe difiere de la fe salvadora y la fe cristiana normal, y “sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb. 11:6). Toda fe es semejante en naturaleza, pero el don de fe especial difiere de otra fe en grado y en aplicación. La “fe especial” obra a menudo en conjunción con sanidades y milagros. El don de fe es visto en operación en la sanidad del hombre paralítico en la puerta del templo en Hechos el capítulo tres. Pedro tenía la fe milagrosa de ordenar al hombre paralítico levantarse y caminar en el nombre de Jesús. Citamos a Donald Gee en lo concerniente a esta fe:

En tiempos de crisis y de oportunidad especial pareciera venir sobre ciertos siervos de Dios un poder tal, que son elevados fuera del dominio natural u ordinario, teniendo una certeza divina puesta en sus almas que triunfa sobre todo.

Quizá Jesús estaba describiendo esta calidad de fe cuando dijo a sus discípulos, “Tened fe en Dios” (Mr. 11:22). El griego de Marcos 11:22 dice literalmente: “Tened la fe de Dios.” Jesús dice en el versículo siguiente que, con esta fe divinamente impartida, uno podría decir a la montaña, “Quítate y échate en el mar y pasaría.” La montaña simbolizaba cualquier obstáculo aparentemente imposible a la misión de la iglesia.

4. Dones de sanidades

Al inferir que todos los “espirituales” son carísmata (dones), el término está en realidad sólo adherido al don de sanidades (carísmata iamaton). En el griego, ambos términos, “dones”, y “sanidades”, son plurales. Este hecho sugeriría que hay muchos dones de sanidad para enfermedades distintas, o que cada ejercicio de poder sanador es un don separado. En ninguna parte del Nuevo Testamento se dice que una persona tiene “el” don de sanidad. La mayoría de los evangelistas y pastores que han tenido grandes ministerios de oración por los enfermos han negado la posesión de un don de sanidad.

Ciertamente nadie ha tenido el ministerio de sanar a toda persona enferma. Jesús sanó a todos los que venían a Él en ocasiones, pero fue limitado en otras ocasiones por falta de fe por parte de la gente (Mt. 13:58). Lo que es seguro, es que Dios ha hecho provisión para que la sanidad física sea un ministerio de su iglesia, y que los dones de sanidad operen junto con la fe. La sanidad es tan común en el ministerio de Jesús y en el de los apóstoles, que una iglesia sin dones de “sanidad” parecería apartada del modelo bíblico. En adición a los dones de sanidades, todos los ancianos (pastores) deben estar listos para ungir con aceite a todos los enfermos que los llamen, y orar sobre ellos, la oración de fe. Dios ha prometido levantar a los enfermos y perdonar sus pecados (Stg. 5:14–16).

En la gran comisión de Marcos (Mr.16:15–18), Jesús prometió que señales seguirían los ministerios de aquellos que testificaran del evangelio salvador. Una de estas señales sería que los enfermos se recuperarían luego de la imposición de manos por creyentes. Durante el tiempo que tomara el predicar el evangelio a toda criatura, señales seguirían a los que creyeran, incluyendo aquella de la sanidad de los enfermos. La cláusula “los que creen” sugeriría que las señales o “dones” no son ejercitados solamente por los apóstoles, sino por todos los que tuvieran fe.

En el mandato y en la promesa de Jesús, la “imposición de manos” es una expresión exterior de fe y amor por parte de aquellos que orarían, y enseña que Dios usa a creyentes fieles como un canal de su poder. La unción con aceite, según Santiago capítulo cinco, también involucraba la imposición de manos, el aceite simboliza la obra del Espíritu Santo. Cuando Jesús envió a los doce discípulos a ministrar, ellos, según Marcos: “ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban” (Mr. 6:13). El creyente es el vehículo de poder, pero la sanidad es la obra del Espíritu.

Aunque en algunas ocasiones los enfermos son sanados mediante la fe del que ora, la fe por parte de la persona enferma es importante y a veces esencial: “Pablo, el cual fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó y anduvo” (Hch. 14:9b, 10). Pablo estaba ejerciendo los dones de fe y sanidades, no obstante su orden de levantarse fue dada después que había discernido que el hombre cojo tenía fe para ser sanado. La necesidad del enfermo de tener fe sugiere que los candidatos para la sanidad bien podrían beneficiarse en las enseñanzas que ayudan a “aumentar la fe.” El aumento de la fe viene mediante la palabra de Dios: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Rom. 10:17). Algunas promesas de sanidad en el Antiguo Testamento se encuentran en: Ex. 15:26; Ex. 23:25; Dt. 32:39; II R. 20:5; Sal. 30:1, 2; Sal. 103:3; Sal. 107:17–22; Is. 53:5; 38:4, 5. Algunos pasajes de sanidad en el Nuevo Testamento son: Mt. 4:23; 8:16, 17; 8:8; 10:8; Mr. 3:14, 15; Lc. 4:40; 9:6; Hch. 3:1–11; 4:30; 5:15, 16; 8:7; 28:8; I Cor. 12:9; Stg. 5:14–16; I P. 2:24.

5. Operaciones de milagros

La obra de milagros proviene de la traducción del griego energémata dunámeon que traducido literalmente es “operaciones de poderes sobrenaturales.” Al igual que los “dones de sanidades”, ambos términos son plurales. Este no es un don que lo hace a uno un “milagrero.” Parece que por la pluralidad de las expresiones cada milagro o manifestación sobrenatural de poder es operado a través de uno con un don de fe (Ver Mt. 17:20; 21:20–22). ¿Qué es un milagro? Es “un evento o acción que aparentemente contradice las leyes científicas y que por lo tanto, es razonado como causa sobrenatural, especialmente a un acto de Dios.”

En el Nuevo Testamento los eventos de origen sobrenatural son llamados “señales, maravillas y milagros.” Las palabras griegas que se traducen “milagros, maravillas y señales” son térata, dunameis y seméia. Literalmente significan, “eventos que causan asombro”, “eventos de poder divino” y “eventos que significan algo” (sobre Dios o sus obras). Es importante notar que el término “maravilla” nunca se emplea solo, sino siempre con el término “señal.” Dios no manifiesta su poder sólo para causar asombro; El siempre quiere enseñar algo con sus milagros: “… testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros [actos de poder], y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (Heb. 2:4).

Algunos ejemplos de milagros incluyen liberaciones sobrenaturales de encarcelamiento (Hch. 5:18–20, 12:5–10, 16:23–30); la ceguera de Elimas el mago (Hch. 13:8–12); la transportación instantánea de Felipe de Gaza a Azoto (Hch. 8:39–40); la resurrección de Dorcas (Hch. 9:36–42) y de Eutico (Hch. 20:9–12); y la sacudida de la víbora venenosa de la mano de Pablo sin padecer daño alguno (Hch. 28:3–5). La sanidad de los enfermos y el echar fuera a espíritus demoníacos, se puede clasificar como dones de milagros cuando hay un gran valor de señal, como en el caso de Pablo en Efeso donde resultó en la ganancia de muchas almas:

“Y hacía Dios milagros extraordinarios [lit. “no milagros comunes”] por mano de Pablo, de tal manera que aún se llevaban paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían” (Hch. 19:11, 12); y en el caso de Pedro en Jerusalén cuando su sombra caía sobre los enfermos, ellos sanaban (Hch. 5:12–15).

6. Profecía

La palabra “profeta” es una transliteración del griego profetés, que se deriva de dos palabras: pro que significa “antes”, “delante” o “por, a favor de”; y phemi que significa “declarar” o “anunciar.” Al unir ambos significados, la palabra profetés puede significar “uno que predice” (dice de antemano), “uno que habla delante o a favor de.”

Ya que el oficio del profeta comienza en el Antiguo Testamento, la definición básica debería comenzar allí. La palabra hebrea para “profeta” es nabi, que significa “anunciar, ser testigo o testificar.” El oficio de un profeta se define claramente: “Profeta les levantaré de entre sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo les mandaré” (Dt. 18:18). El profeta es uno que habla a la gente, en favor de Dios, las palabras que Dios pone en su boca. Esto se confirma en las palabras del Señor a Moisés cuando Moisés negó su habilidad para hablar a faraón: “Mira, yo te he constituido dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta. Tu dirás todas las cosas que yo te mande, y Aarón, tu hermano hablará a Faraón …” (Ex. 7:1, 2).

Aarón es llamado profeta de Moisés porque hablaba en favor de Moisés, entregando el mensaje de Moisés. La misma idea de hablar en favor de Dios es dada por el testimonio de Jeremías el profeta: “Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca” (Jer. 1:9). A veces el profeta hablaba en favor de Dios un mensaje a la gente de su época; a menudo predecía eventos venideros; en cualquier caso, estaba dando el mensaje del Señor.

Varios requisitos para ser un profeta y pruebas de su autenticidad son dadas en Deuteronomio 13 y 18:

• Es tomado de entre sus hermanos (18:18).

• Debe hablar a sus hermanos en el nombre del Señor (18:19).

• Puede juntamente con sus profecías mostrar señales y prodigios (13:1).

• Si profetiza cualquier cosa en contradicción a la ley de Dios ya revelada (escritura), debe ser rechazado a pesar de cualquier señal o milagro (13:1–3). (Dios puede permitir profetas falsos para probar nuestra obediencia a su palabra.)

• Si predice el futuro y la predicción no ocurre como él profetizó, debe ser rechazado (18:20–22).

En el Nuevo Testamento hay dos tipos de profetas: aquellos que ejercen el oficio de profeta (Ef. 4:11), y aquellos en la iglesia que poseen el don de profecía. Aquellos de la primera categoría están entre los dones ministeriales; aquellos de la segunda podrían incluir a cualquier creyente lleno del Espíritu. No todos pueden ejercer el oficio de un profeta “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles luego profetas …”, pero según I Corintios 14:31, “Podéis profetizar todos uno por uno.” Por lo tanto, tener el don de profecía no hace de uno un “profeta” (don ministerial).

Entre los dones descritos por Pablo en I Corintios, el don de profecía es el más fervientemente deseado (14:1, 5, 24, 25, 39). Su importancia se explica por el hecho de que alguna variante de la palabra ocurre veinte (20) veces en I Corintios capítulos 12–14. El don de profecía se define como: “… el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (I Cor. 14:3). El predecir eventos futuros no está asociado con el don de profecía; ésta es una función del oficio profético. El don opera con el fin de edificar (espiritualmente) al cuerpo (iglesia) local. Cuando la iglesia se encuentra ante un problema o una necesidad de sabiduría para una acción práctica, una palabra de ciencia o una palabra de sabiduría puede operar junto con el don de profecía.

Una palabra de sabiduría pudo haber dado seguridad a los apóstoles en su deliberada y dura decisión descrita en Hechos capítulo quince (Ver Hch. 15:27, 28). Cuando la conclusión del concilio fue entregada a la iglesia gentil en Antioquía por Judas y Silas, quienes eran profetas, Lucas informa: “Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras” (Hch. 15:32). Normalmente en la operación del don de profecía el Espíritu unge excesivamente al creyente para hablar al cuerpo, no palabras premeditadas, sino palabras que suple el Espíritu espontáneamente: para levantar, animar, incitar a la obediencia al servicio fiel, para traer consuelo y consolación. Las palabras no necesitan estar en español arcaico, ni en una voz fuerte y alterada, ni habladas en primera persona. (Ver sección E. “Instrucciones especiales sobre los dones de lenguas y profecías”).

7. Discernimiento de espíritus

La frase “discernimiento de espíritus” viene del griego diakriseis pneumaton. La palabra griega diakriseis se define como “discernir”, “discriminar”, o “distinguir.” La forma verbal se emplea en Hebreos 5:14: “Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado la madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.” Pablo usa el verbo varias veces en I Corintios. Por ejemplo, en I Cor. 6:5 lo usa con respecto a la disputa de si tenían a alguien suficientemente sabio para “juzgar entre sus hermanos” (en cuanto a lo cual estaba en lo cierto). En I Cor. 11:29 Pablo usa la palabra para reprender a los hermanos de Corinto que no pudieron “discernir” el cuerpo del Señor (discerniendo el significado del pan de la santa cena para salud y sanidad física).

Muy claramente, el don de discernimiento de espíritus es la capacidad de discernir la fuente de una manifestación espiritual, si es del Espíritu Santo, un espíritu maligno, o el espíritu humano. En I Corintios 14:29, Pablo dice: “Asimismo los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen [discernir—diakrino].” Esto parece instruirnos en que alguien con el don de discernimiento debería estar presente cuando se usa el don de profecía. Aparentemente, en Corinto el don de discernimiento era tan común como el de profecía (“que los demás [plural] juzguen [disciernan]”).

Todo creyente lleno del Espíritu es, en cierta medida, capaz de juzgar las manifestaciones de los dones vocales, basándose en si se está edificando espiritualmente al cuerpo. El ejercicio de los dones no es infalible. Si una declaración (profecía o interpretación de lenguas) no es recibida, el orador no debería sentirse ofendido rehusándose a recibir la enseñanza; por el contrario, debería orar humildemente por una mejor sensibilidad al Espíritu y por más sabiduría en el uso de su don. Por otro lado, los creyentes deberían hacer caso a la amonestación de Pablo en I Tesalonicenses 5:19, 20: “No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías.”

Una enseñanza bíblica cuidadosa sobre los dones espirituales evitará manifestaciones inmaduras y desencaminadas por un lado, y por otro lado, temor, desconfianza y el apagar el Espíritu. Note que el don de “discernimiento de espíritus” no es aquel de juzgar a la gente, más bien al espíritu detrás de la manifestación, sea santo, maligno o humano.

8. Clases de lenguas

La Palabra usa esta frase literalmente “clases de lenguas” (gene glossón). El término “clases” sin duda se refiere al hecho de que hay “nuevas lenguas” y “lenguas humanas y angélicas” (I Cor. 13:1). Algunas lenguas son idiomas humanos, como en el día de Pentecostés (para mostrar que el evangelio es para toda raza y nación); algunas lenguas son de origen celestial (de ángeles, usadas para alabanza y oración donde la mente es sobrepasada: I Cor. 14:2; Rom. 8:26, 27). Es importante saber que en estas lenguas de origen celestial el orador habla a Dios con misterios y que nadie lo entiende.

Las lenguas como “señal” (I Cor. 14:22) pueden ser idiomas conocidos por los cuales se da testimonio al no salvo; debido a que el incrédulo puede conocer cualquiera de éstas lenguas, entonces debe haber, varias “clases.” Si uno emplea lenguas sólo en la devoción privada, la clase de lenguas no es importante; probablemente serán lenguas nuevas o lenguas celestiales dadas por el Espíritu.

Es muy importante observar que hay varios y distintos usos de lenguas. Paul A. Hamar, en su comentario sobre I Corintios, comenta:

Hay una diferencia reconocida entre las lenguas como evidencia del bautismo del Espíritu Santo, en la oración personal, y las lenguas como un don (como es usado aquí). La diferencia es básicamente una en propósito: una es para edificar al espíritu único de uno; la otra es para edificar a la congregación.

Cuando el apóstol hace la pregunta en I Corintios 12:30: ¿Hablan todos en lenguas?”, la forma de la pregunta infiere una respuesta negativa. Pablo no está hablando aquí de lenguas como la evidencia inicial del bautismo del Espíritu, sino de lenguas como don congregacional acompañado por la interpretación. No todos tenían el don de lenguas, pero todos habían recibido las lenguas como evidencia de su bautismo. Aquellos que tienen el don de lenguas pueden emplearlo para hablar con Dios en alabanza, para orar o cantar en el Espíritu, o para hablar en la congregación; sin embargo, las lenguas habladas públicamente deben ser interpretadas.

Si no hay un intérprete presente, el que tiene el don de lenguas debe callar. Aquellos que tienen el don de lenguas para manifestación pública deberían orar por el don de interpretación de lenguas acompañante. Si el que habla en lenguas no sabe si hay un intérprete presente, debe estar listo para interpretar su propia declaración (I Cor. 14:13, 28). Aparentemente, las lenguas junto con su interpretación son equivalentes a la profecía; excepto que las lenguas son dirigidas a Dios, mientras que la profecía es dirigida a la congregación (I Cor. 14:5, 14, 15; Hch. 2:11; 10:45, 46).

El siguiente es un resumen de los diferentes propósitos (usos) de hablar en lenguas:

• La evidencia física inicial del bautismo en el Espíritu Santo (Hch. 2:4; 10:45, 46; 19:6).

• Orar en lenguas como un idioma de oración, cuando la mente es sobrepasada y el espíritu conversa directamente con Dios (I Cor. 14: 2, 14, 15; Rom. 8:26, 27).

• Lenguas con interpretación, para la edificación espiritual del cuerpo de la iglesia (I Cor. 14:5, 26–28).

• Lenguas junto con interpretación, como una “señal” al incrédulo (I Cor. 14:22). (Las lenguas pueden ser una señal de la presencia de Dios, o pueden actuar como una señal cuando el incrédulo entiende el idioma hablado.)

9. Interpretación de lenguas

La frase “interpretación de lenguas” viene del griego hermenéia glossón. La palabra “interpretación” es una traducción de la palabra griega hermenéia, del cual se deriva la palabra castellana “hermenéutica” (la ciencia de interpretación). La palabra griega puede tener varios significados: “traducción”, “explicación” o “interpretación.” La forma verbal de la palabra es usada varias veces (Jn. 1:38, 42; 9:7; Heb. 7:2) donde tiene el significado de “traducción.” La forma sustantiva hermenéia es hallada solamente en I Corintios capítulos doce y catorce, donde es usada como don espiritual. El significado básico de la palabra sugiere más la idea de “explicación” o “interpretación”; no se necesita esperar que la interpretación de lenguas sea una traducción literal palabra por palabra, antes bien una explicación del significado.

La interpretación puede variar razonablemente de acuerdo con la longitud de la declaración en lenguas. Donde el don de lenguas es ejercitado para la edificación de la iglesia, o como un don de señal, la interpretación es esencial, porque Pablo limita el don de lenguas como idioma personal de oración a no ser que esté acompañado por la interpretación (I Cor. 14:13, 27, 28). Aquellos que tienen el don de lenguas son exhortados a orar por el don de interpretación (I Cor. 14:13).

La pregunta que a menudo surge es la concerniente al número de intérpretes a ser usados en un culto (servicio). En I Corintios 14:27 dice: “Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete.” La palabra griega para “uno” es heis, que es el número uno. La palabra griega puede tener el significado de “alguien”, pero como son usados el número “dos” y “tres” en el mismo versículo, se diría que “uno” es usado como número, que es su significado usual. No todas las versiones y los comentarios están de acuerdo en la cláusula: “Y uno interprete.” Una de las versiones nuevas dice: “alguno debe interpretar.” No obstante, la mayoría de las versiones traducen heis como el número “uno.” Comentaristas tales como Grosheide, Alford, Godet, Clarke, y Plummer interpretan la palabra “uno” como un número. Autores pentecostales y carismáticos no han llegado a un acuerdo; por eso mismo uno no debe ser dogmático. Si una persona interpreta en un culto, no quiere decir que el mismo intérprete tiene que funcionar en todos los cultos. Diremos más en la próxima sección acerca de profecía y lenguas e interpretación.

10. Ayudas

Los nueve (9) dones de la lista de I Corintios 12:8–10 no constituyen el número total de carísmata, como ya fue indicado en un resumen de ese mismo capítulo (Vs 28–30). Pablo enumera tres dones ministeriales: apóstoles, fundadores de la iglesia; profetas, que exhortan y motivan a la iglesia; y maestros (o pastores), que instruyen a la iglesia. Después de eso, son enumerados seis de los carísmata: milagros, sanidades, ayudas, administraciones, lenguas e interpretación. Dos de los carísmata son nuevos en la lista: ayudas y administraciones.

La palabra “ayudas” viene de la palabra griega antílempseis, usada sólo una vez en el Nuevo Testamento. La forma verbal (antilambano) ocurre en tres pasajes, de los cuales uno da una buena indicación del significado del don: “En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar [antilambano] a los necesitados y recordar las palabras del Señor Jesús que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:35). Pablo se estaba dirigiendo a los ancianos en Efeso, en cuyas manos estaba el cuidado de la iglesia. Estos fueron exhortados a alimentar al rebaño con la palabra de Dios (Vs. 28).) y a fortificar contra falsos maestros (Vs 29, 30).). También fueron instruidos a llevar a cabo el ministerio de ayudas (antílempseis) para el beneficio de aquellos que estaban “necesitados” física y económicamente, es decir enfermos y pobres.

No cualquier persona puede ser asignada a un ministerio para los enfermos y pobres. Debe tener una carga espiritual y un amor dado por Dios a favor de los necesitados y afligidos. La compasión humana ayuda, pero a esto debe ser agregado un llamado divino y la unción del Espíritu. Sin tal dotación espiritual, uno rápidamente se desanimará y criticará. Además, el ministerio a los enfermos y a los pobres no es solamente para administrar sedantes espirituales; por el contrario, conduce de la debilidad a la fuerza (Heb. 11:34). Para todo tipo de trabajo que la iglesia debe hacer, Dios ha suplido un don espiritual correspondiente.

11. Administraciones [gobiernos]

La palabra griega traducida “administraciones” (kuberneseis) como en el caso del don de ayudas, aparece sólo una vez en el Nuevo Testamento. Sin embargo el modo sustantivo kubernetes ocurre dos veces, refiriéndose ambas veces a un timón (Hch. 27:11; Ap. 18:17). La forma verbal significa “conducir”, “ser un timonero.” El don de administración, entonces, describe la capacidad espiritual dada a ciertos líderes para conducir (gobernar) a la iglesia a través de tormentas y tumultuosos mares. Basándose en I Timoteo 5:17, algunos han pensado que había dos clases de ancianos en las iglesias, ancianos maestros y ancianos administradores. Se ha sugerido que algunos de los ancianos que no ministraban la palabra pudieron haber ejercido su ministerio en los negocios y aspectos estructurales de la iglesia. Citamos a Paul Hamar:

Puede haber involucrados ancianos que no ministraban en la palabra y la doctrina, pero que estaban encargados de alguna forma de liderazgo y distribución.

El término moderno “cibernética”, que viene de la misma palabra griega, es el nombre para la ciencia de control sobre operaciones y procesos por medio de computadoras. La iglesia tiene necesidad de líderes que la mantengan balanceada.

E. INSTRUCCIONES ESPECIALES SOBRE LOS DONES DE LENGUAS Y PROFECIA.

Todo el capítulo catorce de I Corintios fue escrito para instruir a la iglesia sobre el uso correcto de los dones espirituales, especialmente los dones vocales de lenguas, interpretación de lenguas y profecía. Algunos han concluido que Pablo escribió a los corintios para desanimar el uso de lenguas. Tal no puede ser el caso, porque él dijo en el versículo cinco: “Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas …” El apóstol que dijo: “Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros …” (Vs 18) no estaba desanimando el uso de las lenguas, pero sí estaba prohibiendo las lenguas no interpretadas en reuniones públicas.

Pablo quería que todos usaran las lenguas como un idioma de oración (Vs 2, 4). Aparentemente, los corintios pensaban que cuando el Espíritu se movía se esperaba que ejercieran su don, aún si todos hablaban al mismo tiempo, y aún si no había interpretación. No sabían que el espíritu de la persona dotada estaba sujeto al control personal (v. 32). Pasaron por alto el hecho de que Dios da privilegios a los creyentes para ser usados inteligentemente, de acuerdo con la escritura, y con el único propósito de la edificación espiritual del cuerpo entero.

Los dones realmente pertenecen a la iglesia más de lo que pertenecen a los individuos que los ejercen. Los dones no deben ser utilizados egoísta u ostentosamente, o sin amor (I Cor. 13). El uso de los dones vocales entre miembros del cuerpo no debe usarse todo el tiempo de la reunión, causando que el ministerio de la enseñanza de la palabra y la predicación del evangelio sean desplazados o desaparecidos (Vs 27, 29). Lo opuesto, por supuesto, también es cierto. Los dones son una gran bendición cuando están en sumisión al modelo bíblico y a un sabio liderazgo espiritual.

1. La prioridad de la profecía.

“Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (14:1). Profecía es el don vocal de preferencia. Ha sido dicho que las lenguas más la interpretación es igual a la profecía (Vs 5). Esto no es del todo cierto. El versículo treinta y nueve dice: “Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar lenguas.” Las lenguas referidas aquí, deben haber sido interpretadas, dado a que Pablo ya les había prohibido hablar en lenguas sin interpretación. La conclusión es que las lenguas deben ser permitidas, pero la profecía ha de ser procurada y animada. La profecía logra la edificación en una operación; es más directa y con menos posibilidad de distracción. Las lenguas son principalmente dirigidas a Dios, y son preferidas para la oración y alabanza; la profecía es preferida para la edificación, exhortación y consolación de la iglesia.

2. El uso privado de las lenguas.

El uso más importante del don de lenguas es aquel de lenguas como idioma de oración personal (Vs 2, 14, 15; Rom. 8:26, 27). Algunos han sugerido que Jesús habló en lenguas interiormente cuando oró por el hombre sordomudo en Marcos 7:34, porque la misma palabra griega stenazo es usada en Romanos 8:26 y es traducida como “gemidos indecibles.” La oración en lenguas es normal para un creyente lleno del Espíritu. Los creyentes son ordenados a orar así: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu …” (Ef. 6:18) (Vea también Ef. 5:18, 19).

La oración en el Espíritu promueve una profundización de la vida de oración y el desarrollo de la personalidad espiritual. Muchos críticos del don de lenguas concluyen que el hablar en lenguas puede estorbar la sanidad mental. El hecho es que estudios psicológicos han mostrado que el hablar en lenguas tiende a integrar y solidificar la personalidad y hacer a los poseedores del don más capaces de enfrentar los problemas de la vida.

Pablo, en Romanos 8:26, 27 dice que el Espíritu puede ayudar en nuestra debilidad a través de la oración que se deriva de nuestra falta de conocimiento en cuanto al por qué y sobre qué orar. El Espíritu que conoce nuestra necesidad mejor que nosotros y ora a través de nosotros con gemidos indecibles, logrando intercesión en un nivel más alto que aquel de nuestro pedir consciente.

3. Lenguas e interpretación.

Hay tres usos del don de lenguas además de las lenguas como evidencia física e inicial del bautismo con el Espíritu Santo:

3.1. Lenguas ejercitadas en alabanza como lenguaje de oración, lo cual es un poderoso canal de comunicación con Dios y un vehículo de alabanza.

3.2. Lenguas como una señal a los incrédulos (I Cor. 14:22, 23). Una “señal” no es necesariamente un medio para convertir a los incrédulos. Según Pablo (Vs 22–24), la profecía es la que convence al incrédulo; las lenguas, la “señal”, testifican al incrédulo de arrepentimiento y condenan al que no se arrepiente. En el versículo veintiuno, Pablo había dicho, refiriéndose a la cita de Isaías: “… En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo, y ni aun así me oirán, dice el Señor.” (Vea Is. 28:11–13) No obstante, la “señal” cuando es dada por Dios es necesaria.

3.3. Las lenguas como un don vocal dirigido a la iglesia, que siempre deben ser interpretadas. Si el que habla en lenguas no está seguro de la presencia de un intérprete, debe mantenerse callado u orar que él pueda ser capacitado para interpretar (Vs 13, 28).

4. Oración y alabanza en el Espíritu.

Mucho ha sido escrito sobre este aspecto de las lenguas como un vehículo provisto por el Espíritu para orar y alabar. Sin embargo, hay ocasiones cuando las lenguas de oración y alabanza en el Espíritu requieren interpretación. “¿Qué pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento” (Vs 15). En el versículo 16 se indica que éste es un ministerio al cuerpo (quizá un grupo menor) “Porque si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho.” Claramente, esta manifestación difiere de las lenguas como un idioma privado de oración como es descrito en I Corintios 14:14, 28.

5. Limitaciones sobre las lenguas y profecías.

Aparentemente, las reuniones en Corinto estaban tan entregadas al ejercicio de los dones vocales, especialmente el hablar en lenguas (con o sin interpretación), que todo otro ministerio era reducido o eliminado. Primera de Corintios capítulo catorce fue escrito para colocar a los dones vocales en perspectiva y dar una enseñanza sobre un ejercicio maduro de los dones. El capítulo doce (Vs 4–6) ya había enfatizado la necesidad de variación en la distribución de los dones. Si todos los dones han de ser ejercitados, y si todo creyente ha de ejercer algún don (Vs 11), los dones vocales no deben ocupar el cuerpo entero.

La profecía y las lenguas con interpretación ejercidas en orden bíblico son muy edificantes, pero debe haber también una enseñanza ungida, la predicación del evangelio y otros ministerios. Por lo tanto, las manifestaciones con lenguas deben estar a cargo de dos o tres y con su debida interpretación. Asimismo las profecías deben ser limitadas a dos o tres en cualquier reunión. Las declaraciones sobrenaturales no deben ser tan numerosas que llegan a ser el común y corriente. Esto puede haber ocurrido en Tesalónica, causando a Pablo advertir “No menospreciéis las profecías” (I Tes. 5:20). Un importante hecho sobre la operación de los dones es expresado por el apóstol en el versículo treinta y dos: “Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas.” Luego agrega: “Pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos …” (Vs 33).

Todos aquellos que ejercen los dones vocales deberían orar por sabiduría en el reconocimiento de aquellos momentos de una reunión en donde una declaración está edificando. Sólo en ocasiones muy raras se debe interrumpir al que está ministrando, a través de hablar en lenguas. El Espíritu Santo es un caballero. Hay momentos diferentes en la reunión donde el don para la edificación de la iglesia puede ser ejercitado; no hay necesidad de que ninguno sea interrumpido. Hay excepciones, pero son raras.

6. No ha de ser considerado infalible.

Otro principio para el ejercicio de los dones es que ninguna operación lograda por medio de instrumentos humanos es infalible. El don de discernimiento de espíritus deber estar activo en toda asamblea donde los dones sean ejercidos. Esto no significa que cada vez que un don vocal se active en la iglesia, se debe juzgar públicamente. Pablo escribió: “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen [disciernan]” (I Cor. 14:29). Todo creyente lleno del Espíritu tiene alguna medida de habilidad para juzgar si lo dicho resulta ser edificante espiritualmente. Si todos han de discernir, entonces cada uno debe discernir si la declaración tiene o no valor espiritual para él mismo. Si tiene valor y aplicación, él debería recibir el mensaje y actuar de acuerdo con él en su propia vida.

No todos los mensajes son aplicables a todos los presentes. Si la declaración es completamente del espíritu humano y no es edificante, entonces, con el don de discernimiento puede ser juzgada sin provecho. Si la declaración es del espíritu del maligno, entonces se denuncia y los creyentes son advertidos. El liderazgo debería procurar el don de discernimiento. “Seguid el amor, y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (I Cor. 14:1).

F. LOS DONES DEL ESPIRITU ENUMERADOS EN ROMANOS 12.

1. Profecía y ministerio.

En el estudio de los dones enumerados en I Corintios 12, por lo menos once (11) fueron identificados, junto con tres de los dones ministeriales (a ser estudiados en la próxima sección). En Romanos 12, sólo un don es común con la lista de I de Corintios: el don de profecía. De los dones vocales que operaban en Corinto, aparentemente sólo el de profecía era ejercido en Roma. Sin embargo, como la profecía es el don vocal de preferencia, lograba el propósito de toda edificación, exhortación y consolación. Aquí Pablo agrega el hecho de que la “fe” es el principio que opera detrás de la profecía, y que la profecía debe ser ejercida en proporción a la medida de la fe de uno. Esta “fe” no es la fe salvadora que todos poseen como don, ni tampoco “la fe” en el sentido de doctrina cristiana, sino la “fe” asociada con obras de poder (Mt. 9:29).

Pablo menciona los dones de “ministerio” (diakonía) a la iglesia en Roma, probablemente incluyendo no solo un don pero un número de dones. En I Corintios 12:5, Pablo había escrito: “Y hay diversidad de ministerios [diakonia], pero el Señor es el mismo”; esto sugiere que todos los dones son ministerios o vehículos de servicio al cuerpo. Después de mencionar “profecía” y “ministerio”, el enfoque ya no es el don en sí mismo, sino la persona que ejerce el don.

2. El maestro y su enseñanza.

Dios no imparte dones en la iglesia simplemente para satisfacer el instinto de adquisición de una persona, sino más bien para que las cosas de Dios puedan ser ministradas mutuamente y que la iglesia sea edificada espiritualmente. Cuando Dios provee enseñanzas acerca de su verdad, en realidad esta impartiendo dos dones. Él da a la iglesia un maestro, y junto con el maestro, da la capacidad divina para enseñar, o sea el don de la enseñanza. Pero un maestro tiene poco valor si no ejerce su don. En Romanos 12:7, Pablo está diciendo, “Si uno es un maestro ungido de Dios, que use su don para enseñar”; la prueba de que uno es un creyente se ve en el hecho de que está practicando la enseñanza. El título no hace al ministro, sino el hecho de que ministra. Lo que hace auténtico a un maestro escogido por Dios es que los alumnos crecen en gracia y conocimiento bajo el don de enseñanza (I Cor. 2:10–16; II Ti. 2:2; I Ti. 5:17; I Jn. 2:20, 27).

3. El exhortador y su exhortación.

Pablo dice en I Cor. 12 que la exhortación (paráklesis) es uno de los ejercicios del profeta. Al parecer había un grupo de personas llamadas “exortadores” en Roma, ya que “el que exhorta” es mencionado aquí (Rom. 12:8), además del que profetiza (Vs 6). Bernabé fue llamado “el hijo de exhortación (paráklesis)” (Hch. 4:36 versión de Rotherham, en inglés). Ya que Pablo frecuentemente usa el verbo “exhortar” en el sentido de “implorar”, “ungir” o “rogar” (vea Rom. 12:1), probablemente el trabajo del “exhortador” era aquel de mover y motivar a la iglesia a una tolerancia paciente, amor fraternal y a las buenas obras.

El autor de Hebreos fue un exhortador cuando imploró: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Heb. 10:23–25).

Algunos grupos religiosos reconocen el ministerio del exhortador y otorgan la credencial ministerial correspondiente. (Vea Hch. 9:31; 11:23; 14:22; 15:31, 32; 16:40; 20:2; I Tes. 5:14–22.)

4. El dador y su liberalidad.

En la iglesia hay aquellos que tienen el don de “dar.” El dador no es aquel que administra las ofrendas de la iglesia, sino aquel que comparte sus propias posesiones con gran liberalidad. “El que da” se traduce del griego, ho metadidoús. El término se halla en Efesios 4:28: “… sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir [metadídonai] con el que padece necesidad.” La misma palabra se usa en Lucas 3:11 por Juan el Bautista: “… El que tiene dos túnicas, dé [metadotol] al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.” Esto no es una donación institucional, sino un compartir personal.

El dador puede canalizar sus dádivas a través de la iglesia, pero él es más que un oficial que distribuye las dádivas de otros; es un dador de sus propias cosas quien, motivado por el Espíritu Santo, da con extraordinaria generosidad. Un ejemplo de tales dádivas es hallado en II Corintios 8. Pablo, escribiendo a los corintios sobre la colecta para los pobres, dijo: “Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia [caris] de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba y tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad … Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios” (II Cor. 8:1, 2, 5). Luego usando como ejemplo a las iglesias macedónicas (Filipos, Tesalónica, Berea), Pablo urgió a los corintios (la iglesia dotada) a manifestar el mismo don de dar a los pobres. Dijo también: “Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia … abundad también en esta gracia [don]” (II Cor. 8:7).

Pablo usa aquí la palabra “gracia” (caris) en el mismo sentido que la palabra “don” (cárisma). Él llama a los dones (carísmata) “gracias”, los cuales poseía la iglesia de Corintio. W.E. Vine define el significado de “gracia” como “el poder y equipamiento para el ministerio.” Esta definición de “gracia” como un don espiritual la revela Pablo en I Corintios 1:4, 5, 7: “Gracias doy a mi Dios … por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia … de tal manera que no os falte en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo …”

Todos los creyentes, por amor, compasión y por un sentido de responsabilidad al reino de Cristo, darán a la iglesia y a los necesitados. Más allá de este dar normal, hay aquellos quienes dotados por el Espíritu Santo dan con extraordinaria libertad, aún en aflicción y pobreza.

5. El líder y su diligencia.

Pablo insinúa en I Timoteo 5:17 que había otros ancianos de la iglesia además de aquellos que ministraban la palabra de Dios. La iglesia tiene necesidad de diferentes clases de liderazgo. En Romanos 12:8 el apóstol dice: “… el que preside [como don], con solicitud …” La misma palabra griega, traducida “el que preside” es hallada en I Tesalonicenses 5:12, 13a: “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra.” Muchos de los hombres escogidos por Dios ocupan posiciones ejecutivas de liderazgo, administración, manejo de fondos, guía personal, planeación de estrategias y cuidado de obras misioneras. A menudo se piensa que éstas están fuera del dominio del movimiento del Espíritu Santo. Pero de hecho, estos líderes necesitan de dones espirituales como cualquiera que predica o enseña. Algunas de las personas más espiritualmente poderosas en la historia de la iglesia han sido también los líderes de la iglesia. Dios tiene un don espiritual de liderazgo que Él ha impartido a la iglesia; los creyentes deberían orar constantemente que sus líderes, incluyendo sus pastores, puedan disfrutar de una poderosa unción del Espíritu sobre sus oficios (Heb. 13:7, 17, 24; Ef. 6:18–20; II Cor. 1:11; Col. 2:2–4; I Ti. 2:1–3).

Algunos han creído que el don de liderazgo enunciado en Romanos 12 es el mismo que aquel llamado “ministerios” (gobierno) en I Corintios 12:28. Esto es posible. Sin embargo, las palabras griegas empleadas son completamente distintas y con diferentes significados básicos. El don de Romanos 12:8 tiene el significado de “estar sobre” otros como su líder, mientras que aquel en I Corintios 12:28 tiene más el significado de guía (piloto) a través de todo tipo de mares (un timón). Ambas clases de liderazgo son necesarias en la iglesia. Una persona podría tener ambas capacidades. Es estimulante saber que los líderes de la iglesia de Cristo no tienen que ejercer sus ministerios solo con sabiduría y habilidad humana. Está declarado que la virtud característica del liderazgo espiritual es la “solicitud” (diligencia). Quizá el apóstol estaba describiendo la solicitud en II Corintios 11:28 cuando habló de su “preocupación por todas las iglesias.” (Ver también I Cor. 12:15.)

6. El misericordioso.

Es posible que el don descrito en Romanos 12:8 como “el que hace misericordia” pueda ser el mismo don de I Corintios 12:28 conocido como “ayudas.” La palabra griega “tener misericordia” es eleeo, definida como “tener piedad o misericordia de”, “tener compasión.” Se dice que la misericordia es un atributo de Dios: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó …” (Ef. 2:4).

Casi siempre, los enfermos que clamaban a Jesús exclamaban, “¡Ten misericordia (piedad) de mí!” Parecería que como un don en ejercicio en la iglesia, “el hacer misericordia” sería un ministerio de cuidado por los enfermos y afligidos mediante la visitación y la oración. Con mucha probabilidad, los “dones de sanidades” eran ejercidos por aquellos con el ministerio de misericordia.

Todos los creyentes tienen alguna responsabilidad de hacer tales misericordias a los pobres y afligidos, pero hay aquellos que, por estar dotados por el Señor, llevan a cabo obras de compasión como un ministerio ungido. Hay aquellos que por la unción del Espíritu son “dadores alegres” (II Cor. 9:7), que comparten prontamente con los necesitados; hay otros con un don diferente que comparten su amor, compasión, tiempo y presencia a fin de sanar y restaurar a los pobres y afligidos. Es característico del Dios de toda misericordia y compasión colocar a tales personas dotadas en el cuerpo de Cristo. Los tales no son dones vocales, sino obras de amor que hablan tan fuerte como las palabras. El Dios de variedad ciertamente administra una bendita variedad de dones y ministerios ungidos del Espíritu, cada uno para combinar con cada necesidad en la iglesia.

G. LOS DONES MINISTERIALES.

El apóstol Pablo, escribiendo a la iglesia en Efeso declaró una verdad notable concerniente a los líderes espirituales en el cuerpo de Cristo:

Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres” [Sal. 68:18]. …Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo (Ef. 4:7–12).

La verdad es que los oficios (ministerios) en la iglesia deben ser vistos como dones de Cristo a su cuerpo. Por lo tanto, los hombres no pueden hacerse líderes, ni pueden ser hechos tales por el antojo de otros (Rom. 1:5; I Cor. 1:1; II Cor. 1:1; Gál. 1:1, 16). La iglesia debe apartar, como líderes y ministros espirituales, a aquellos a quien Dios ha llamado y escogido (Hch. 13:1–3). Cuando Cristo coloca a un hombre en el cuerpo de Cristo, primero lo dota con el don espiritual que corresponde a su ministerio.

Algunos maestros de la Biblia marcan una fuerte distinción entre los dones ministeriales y los carísmata, sosteniendo que los primeros son dones de Cristo, mientras que los carísmata son dones del Espíritu (pneumática). Se nota en la introducción de Pablo a los carísmata que todos los ministerios y capacidades divinas son dones del trino Dios: “Ahora bien hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (I Cor. 12:4–6). Además, Pablo mezcla oficios (ministerios) con sus imparticiones en su resumen de los carísmata: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas” (I Cor. 12:28). Se enumeran tres oficios (ministerios) juntamente con cinco dones espirituales. En Romanos 12, donde el apóstol enumera siete dones, Pablo mezcla dos dones (carísmata) con cinco clases de poseedores de dones. Todo suma a la conclusión de que a todos los hombres divinamente ordenados les es dado un don de capacitación, y todo don espiritual les equipa para algún tipo de ministerio.

Por supuesto, no todo ejercicio de un don hace a un líder sobre otros, como aquellos descritos en pasajes tales como Efesios 4:11; Hebreos 13:7, 17, 24; I Tesalonicenses 5:12; Hechos 20:28; I Pedro 5:14; o I Timoteo 5:17. Sean líderes o seguidores, hay dones espirituales que equipan divinamente a los santos para edificar el cuerpo de Cristo. La Biblia no hace una brecha tan ancha entre los líderes y creyentes en general, como los hombres tienden a hacer. No obstante, los oficios (ministerios) de las iglesias son un don divino, sin los cuales la iglesia no puede madurar, o ser adecuadamente dirigida y protegida de errores. Los oficios (ministerios) y sus provisiones son:

1. El apóstol.

Los apóstoles fueron los primeros líderes de la Iglesia, primeros en tiempo (Mt. 10:1–2; Lc. 22:14, 15; Ef. 2:20); primeros en autoridad (Mr. 6:7; Hch. 1:21–26); primeros en ministerio (Hch. 2:37; 6:1–4); y primeros en las listas (Ef. 4:11; I Cor. 12:28). Los apóstoles fueron aquellos comisionados y enviados por Jesús para iniciar y dirigir la predicación y enseñanza del evangelio y, juntamente con El, fundar la iglesia (Ef. 2:20; Ap. 21:14).

El título “apóstol” viene del griego apóstolos que significa “un mensajero, uno enviado con una comisión, un apóstol de Cristo.” La idea básica derivada de la palabra “apóstol” es aquella de un enviado como representante de otro y que deriva su autoridad del que lo envía. En el griego clásico, apóstolos también significaba “una flota de naves, una expedición.” Del último, el significado es extendido a “uno comisionado y enviado a otro país”, como la descripción de “un misionero.” El verbo apostello significa “enviar de, o fuera.”

¿Quiénes son llamados en el Nuevo Testamento “apóstoles”? El primer grupo llamado “apóstoles” fue el de los doce discípulos de Jesús (Mt. 10:2; Lc. 6:13), cuyo número fue reducido a once por la caída de Judas (Hch. 1:26). En adición a los doce, varios otros son llamados “apóstoles”, tales como Bernabé (Hch. 14:14), Silas y Timoteo (I Tes. 2:1, 6), Santiago (I Cor. 17:7), Pablo (Rom. 1:1), y probablemente Andrónico y Junias (Rom. 16:7). Los últimos dos eran parientes de Pablo y son mencionados en II Corintios 8:23 como mensajeros (gr. apóstolos) de las iglesias. Epafrodito es llamado por Pablo el mensajero (apóstol) de la iglesia filipense (Fil. 2:25). Parece que el término “apóstol” fue usado con cuatro significados diferentes:

• Los doce apóstoles de Jesús (Mt.10:2; 19:28; Lc. 22:14)

• Todos aquellos comisionados por Jesús (70?) (120?). (Ver I Corintios 15:5, 7)

• Pablo como apóstol especial a los gentiles (Gál. 2:7, 9)

• Ciertos asociados de Pablo en su ministerio a las naciones (Hch. 14:14; Rom. 16:7)

Diferentes niveles de apostolado parecen ser enunciados en I Corintios 15:4–10:

… resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce … Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.

Una comparación entre los versículos cinco y siete mostrará que el apóstol hizo una clara distinción entre “los doce” (Vs 5) y “todos los apóstoles” (Vs 7). Grosheide comenta sobre el versículo siete: “Hay entonces una analogía con el versículo cinco: allí fue Pedro primero y luego los doce, aquí Jacobo primero y luego un círculo más amplio de apóstoles”

Finalmente, Pablo se refiere a sí mismo como el último y el menor de todos los apóstoles. Si Pablo se consideró como “el último de todos” los hombres que habían visto al Señor Jesús (vea I Cor. 9:1), entonces no puede haber mas apóstoles en tiempos posteriores. El círculo mayor de apóstoles probablemente incluía a los setenta a quienes Jesús comisionó personalmente, o aún los ciento veinte que recibieron la plenitud del Espíritu en el día de Pentecostés.

Está claro en pasajes tales como Hechos 1:22–26 y Apocalipsis 21:14 que estos últimos no eran considerados apóstoles en el mismo nivel con los doce. Bernabé, Silas, Andrónico y Junias bien pudieron haber estado entre los setenta (70) o los ciento veinte (120) que fueron testigos de la resurrección de Jesús (Hch. 1:21, 22).

Pablo se clasifica en una tercera clase de apóstoles, “un abortivo”, uno a quien el Señor resucitado había aparecido después de su ascensión. Él había visto al Señor (I Cor. 9:1). Las señales de un apóstol habían aparecido en su ministerio (II Cor. 12:12). Había recibido la diestra de la comunión de los apóstoles de Jerusalén, y la autoridad de ellos para llevar el evangelio a los gentiles. La historia subsiguiente demostró el apostolado de Pablo, usado por el Señor al escribir más libros del Nuevo Testamento que cualquier otro. Sin embargo, el hecho de que Pablo fue forzado a luchar fuertemente por su propio apostolado, muestra que la iglesia primitiva había puesto cualidades extremadamente altas para el oficio (ministerio) del apostolado (I Cor. 9:1, II Cor. 12:11, 12).

Aquellos que clamaban falsamente el apostolado eran fuertemente condenados (II Cor. 11:13; Ap. 2:2). Los apóstoles son llamados el fundamento de la iglesia; una estructura puede tener sólo un fundamento (Ef. 2:20). Alrededor de Pablo en Antioquía se formó un círculo de hombres tales como Bernabé, Silas, Timoteo, Tito y Epafrodito, que fueron llamados apóstoles en el sentido de que fueron comisionados por la iglesia en Antioquía como “misioneros” (un significado de la palabra apóstolos). En este último sentido, ha habido “apóstoles” en todas las edades de la iglesia, hombres con potentes dones del Espíritu, hombres que mediante el poder del Cristo resucitado empujan las fronteras de la iglesia a los confines de la tierra. Si ellos no se han llamado “apóstoles”, igual han logrado las obras de apóstoles.

El título “apóstol” pertenece mas bien a la primera generación de la iglesia; sin embargo los dones espirituales necesarios para la obra apostólica seguirán siendo derramados en tanto haya gente que alcanzar sobre la faz de la tierra. Jesús todavía está enviando a hombres comisionados con su autoridad sobre las potestades de las tinieblas, que tienen autoridad de atar y desatar, y que predican el evangelio con la unción de un profeta. Ellos trabajan entre nosotros hoy día.

2. El profeta.

El profeta, enumerado por Pablo entre los dones ministeriales a la iglesia (Ef. 4:11), es segundo en importancia después de los apóstoles. El profeta no sólo ejerce el don de profecía, sino que ocupa un lugar de liderazgo junto con los apóstoles y maestros (Hch. 11:27; 13:1–3; 15:32; Ef. 2:20; 3:5).

En la iglesia primitiva había dos clasificaciones de profetas. Cualquier miembro del cuerpo general de creyentes que ministraba edificación, exhortación y consolación mediante el don de profecía era llamado profeta (I Cor. 14:24, 31). Otro grupo, formado de tales hombres como Bernabé, Silas, Judas, Agabo y otros mencionados en Hechos 13:1, eran líderes espirituales de la iglesia (Hch. 21:22). Pablo se refiere a esta clase de profetas en Efesios 4:11 cuando enumera dones ministeriales otorgados a la iglesia. Aquellos del último grupo, aunque ejercían el mismo don de profecía, poseían un cárisma de liderazgo adicional para dirigir el cuerpo general de creyentes.

¿Cómo operaba el don de profecía en y a través de aquellos que lo ejercían?

2.1. El profeta habla como el agente de Dios.

El profeta habla lo que Dios quiere que él hable. Pedro define la función de profeta de la siguiente manera: “Cada uno según el don [cárisma] que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da …” (I P. 4:10, 11). En todo ministerio dotado existe un elemento sobrenatural.

2.2. El profeta puede dar un mensaje de improvisto.

A menudo el contenido del mensaje del profeta es dado de improviso en el momento de hablar. Sin embargo, el mensaje puede haberse dado de antemano durante oración o meditación. Muchos de los profetas del Antiguo Testamento recibían el contenido de su mensaje en un sueño, una visión, o durante oración, para ser entregado al pueblo en una fecha posterior (Is. 6:9–13).

2.3. El profeta puede usar escrituras.

Algunas veces, el contenido del mensaje puede consistir de información bien conocida por el profeta como verdad escritural o historia bíblica. Pedro en el día de Pentecostés (Hch. 2:14–37) y Esteban ante el concilio (Hch. 7), dieron mensajes proféticos que estaban llenos de citas del Antiguo Testamento. Está claro por las narraciones en Hechos que ambos hablaron en el poder del Espíritu. La palabra usada para describir la declaración de Pedro en Hechos 2:14 apophthéngomai, es la misma usada en la cláusula “y comenzaron a hablar en otras lenguas” (Hch. 2:4), un término usado para expresar el habla de profetas, adivinadores y de los oráculos.

Esteban concluyó su mensaje con una visión de Cristo “que está a la diestra de Dios” (Hch. 7:56). Parece según esto, que un profeta puede emplear la escritura en sus mensajes, caso en el cual el Espíritu Santo lo dirige a la selección del material y a su aplicación en situaciones específicas. Un profeta puede ser movido fuertemente por el Espíritu para presentar cierto pasaje bíblico, en cuya instancia el Espíritu también provee un valor y poder especial en la comunicación “Y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con denuedo [parresía] la palabra de Dios” (Hch. 4:29–31); “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu … por mí, a fin de que … con denuedo [parresía] hable de él, como debo hablar” (Ef. 6:18–20).

No toda la predicación es profecía, pero muchas predicaciones se hacen proféticas cuando una gran verdad o aplicación no premeditada es provista por el Espíritu, o donde una revelación especial es dada de antemano en oración y de una manera poderosa en su entrega. Cuando uno habla en lenguas, la mente está inactiva (I Cor. 14:14); pero cuando uno profetiza, el Espíritu opera a través de la mente para suplir un mensaje: “Pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida” (I Cor. 14:9). Aquí el apóstol no está comparando una declaración dotada con una no dotada; está comparando lenguas con profecía; porque todo el capítulo catorce de I Corintios está escrito para comparar las lenguas interpretadas con la profecía.

2.4. El profeta revela el plan de salvación.

Antes que fuera escrito el Nuevo Testamento, muchos de los profetas apostólicos eran usados por el Espíritu para revelar el plan de salvación. Esto era así porque esto sólo estaba vagamente prefigurado en la tipología del Antiguo Testamento (Ef. 2:20). Esta revelación profética luego fue incorporada en las epístolas “… leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu …” (Ef. 3:4, 5).

2.5. El profeta puede predecir el futuro.

Mientras que la profecía es más “declarar” que “predecir”, a veces puede involucrar una predicción del futuro. En el libro de Hechos hay dos profecías de Agabo (Hch. 11:27, 28; Hch. 21:10–14). La primera relativa al hambre amenazante en Judea; la segunda concerniente a la pronta venida del encarcelamiento de Pablo en Jerusalén. Ambas profecías fueron cumplidas. Notamos, respecto a la segunda profecía de Agabo en Hch. 21:11, que Pablo no cambió sus planes como resultado de la profecía, aún ante el ruego de sus amigos. Esto enseña que la profecía puede ser entregada para revelar o confirmar un hecho venidero, pero no para proveer guía personal. Pablo respetó la profecía de Agabo la cual revelaba sólo lo que Pablo ya sabía (Hch. 20:22, 23), pero siguió su propio entendimiento de la voluntad de Dios para su futuro. Dios puede revelar el futuro, pero nosotros no debemos acudir “al profeta para interrogar” respecto el futuro. Aquellos que caminan por la fe viven un día a la vez, dejando el futuro desconocido a Dios.

2.6. El profeta habla lo que el Espíritu revela.

A menudo se pregunta si las declaraciones proféticas deberían ser puestas en primera persona (“Yo, el Señor”), o en tercera persona (“Así dice el Señor” o “El Señor dice”). Cuando uno ejerce un don vocal, habla como el Espíritu suple los pensamientos; el Espíritu revela, el profeta habla. Dios no habla, sino que revela al profeta lo que Él quiere que se diga. Pablo dijo: “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen” (I Cor. 14:29). Ya que los mensajes de los profetas están sujetos a ser juzgados (discernidos), parece más consistente con la humildad del profeta, hablar en tercera persona como hizo Agabo en Hechos 21:11. Pablo declaró que las cosas que él escribió en I Corintios capítulo catorce eran los mandamientos del Señor (I Cor. 14:37); sin embargo, expresó sus preceptos en tercera persona. Myer Pearlman dice al respecto: “Muchos obreros con experiencia, creen que las interpretaciones y los mensajes proféticos deben ser dados en tercera persona.”

Lucas declara, concerniente a los que fueron llenos del Espíritu en el día de Pentecostés: “Y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hch. 2:4). Dios no habló en lenguas, los creyentes hablaron al ser capacitados por el Espíritu. Dios no habla normalmente a través de hombres como si éstos fueran megáfonos pasivos. Él revela a los profetas su voluntad, capacitándoles para hablar lo que Él suple. A menudo Dios hablaba directamente al profeta; pero cuando el profeta entregaba el mensaje al pueblo, decía “Así ha dicho el Señor” o algo equivalente. Hoy en día muchos opinan que la declaración profética es mejor fraseada en el idioma contemporáneo, antes que en palabras arcaicas, excepto donde pueda ser incorporada la escritura en sí.

3. El evangelista.

“Evangelista” viene de la palabra griega euagelistés, definida como “el que proclama buenas noticias.” Un evangelista es entonces uno que se dedica enteramente a “proclamar (predicar) el evangelio”, especialmente el mensaje de salvación. El término evangelista se usa sólo tres veces en el Nuevo Testamento (Hch. 21:8; Ef. 4:11; II Ti. 4:5). No obstante, Pablo enumera al evangelista como uno de los dones ministeriales de la iglesia (Ef. 4:11). Solamente Felipe es llamado específicamente un “evangelista” (Hch. 21:8); pero trabajadores tales como Timoteo (II Ti. 4:5), Lucas (II Cor. 8:18), Clemente (Fil. 4:3) y Epafras (Col. 1:7; 4:12) pueden haber funcionado como evangelistas.

Las palabras de Pablo a Timoteo sugieren que su verdadero llamado era de evangelista: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redargüye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina … Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (II Ti. 4:2, 5; vea también I Ti. 1:18; 4:14). Pablo, anónimamente describe a un evangelista, (la mayoría de los eruditos lo identifican como Lucas): “Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el evangelio se oye por todas las iglesias.” (II Cor. 8:18).

El cuadro más claro de un evangelista se halla en Hechos capítulo ocho, que describe el ministerio de Felipe, quien es específicamente llamado un evangelista” (Hch. 21:8). Las siguientes características del ministerio de Felipe forman un modelo de evangelismo del Nuevo Testamento:

• Felipe predicaba la palabra de Dios, declarando específicamente el centro del evangelio, que es Cristo el Salvador. “Les predicaba a Cristo” (8:4, 5, 35).

• Hubo muchos que creyeron y fueron bautizados (8:6, 12).

• Milagros de sanidad siguieron a su predicación y muchos fueron librados de espíritus demoníacos (8:6, 7). Los milagros de sanidad dieron mayor efectividad al ministerio de Felipe (8:6, 8).

• Felipe estaba listo para testificar de Cristo como Salvador, tanto en ciudades enteras, como a un solo individuo. Dejando Samaria, fue dirigido al carruaje del tesorero de Etiopía (8:26), a quien llevó a Cristo (8:35–38). El verdadero ganador de almas tiene una pasión por las almas que lo hace adaptable al evangelismo en masa y al evangelismo personal.

• El ministerio evangelístico de Felipe lo llevó de ciudad en ciudad (8:40).

El cuadro del evangelista del Nuevo Testamento y de la época post-apostólica, era el de uno predicando el mensaje evangélico de salvación de iglesia en iglesia y de ciudad en ciudad. Eusebio, el gran historiador de la iglesia del siglo cuarto describe al evangelista:

Y ellos esparcían las semillas salvadoras del reino de los cielos, tanto lejos como cerca, y a través del mundo entero … Luego comenzaron largos viajes, ejecutaban el oficio (ministerio) de evangelistas, llenos del deseo de predicar a Cristo, a los que todavía no habían oído la palabra de fe.

4. El pastor-maestro.

En la estructura gramatical de Efesios 4:11, el término “maestro” no tiene un artículo definido como lo tienen todos los términos precedentes. Entonces, “maestro” se une con “pastor.” Esto no significa que los términos sean intercambiables. Pueden haber maestros que no son pastores, pero no puede haber pastores que no sean maestros (Hch. 20:28–30). En iglesias donde había varios ancianos, algunos pueden haber tenido el ministerio de liderazgo no siendo maestros (Tit. 5:17). Pero el verdadero pastor era un maestro: “Mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (I Ti. 5:17b). Una de las cualidades necesarias para un obispo (pastor, anciano) era que fuera “apto para enseñar” (Tit. 3:2; II Ti. 2:24). Un verdadero pastor, entonces, tendrá el carisma para enseñar (Rom. 12:7; I Cor. 12:28).

La palabra “pastor” (gr. poimén), usada para referirse al líder de una iglesia local, se halla sólo una vez en el Nuevo Testamento (Ef. 4:11). Sin embargo, la figura de la iglesia como un “rebaño” (gr. poimén), y de la obra del líder espiritual de la iglesia como “pastorear el rebaño de Dios” (gr., poimaino), se halla varias veces (Jn. 21:15–17; Hch. 20:28; I P. 5:14).

El concepto de Israel como el rebaño de Dios y de Jehová como su pastor es común en el Antiguo Testamento (Sal. 23:4; Sal. 80:1, 2; Is. 40:11; Jer. 23:4; 25:34–38; Ez. 34; Zac. 11). En el Nuevo Testamento, Jesús usa la figura del pastor y las ovejas en Juan capítulo diez, donde se llama a sí mismo el “Buen Pastor.” Además del título “Buen Pastor”, Jesús también es llamado el “Gran Pastor” (Heb. 13:20), el “Príncipe de los Pastores” (I P. 5:4), y el “Pastor Dócil” (Is. 40:11). Los pastores de las iglesias son pastores “delegados”, que sirven bajo “el Príncipe de los Pastores.”

El hecho de que la enseñanza es el objetivo principal de la gran comisión como fue expresado por Mateo (Mt. 28:19, 20) muestra la importancia del ministerio docente. El libro de Hechos refuerza esta observación: “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo “ (Hch. 5:42; vea Hch. 11:26; 13:1; 15:35; 20:20; 28:31; I Cor. 4:17; Col. 3:16; II Ti. 2:2).

Debido a la importancia de la enseñanza, no es sorprendente que uno de los dones especiales del Espíritu Santo es la capacitación para enseñar. El profeta inspiraba, exhortaba, consolaba y motivaba a la iglesia; el maestro instruía a la iglesia en sana doctrina, guardando al rebaño de falsos maestros y sus enseñanzas destructivas. La iglesia en Antioquía disfrutaba de un ministerio balanceado por profetas y maestros que administraban la exhortación, el evangelismo y la enseñanza ungida. Algunos han concluido que el carisma de una “palabra de sabiduría” era el don de profeta, y que la operación de la “palabra de ciencia” era el don del maestro.

El apóstol Juan se refiere a la unción disfrutada por verdaderos maestros al decir: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas” (Jn. 2:20; vea también I Jn. 2:27). Hay la tendencia de pensar que el profeta habla sobrenaturalmente, y que el maestro imparte los hallazgos de una escuela meramente natural. La diferencia no es entre lo sobrenatural y lo natural; la diferencia entre los dos es una diferencia en la manera por la cual el Espíritu Santo opera en los dos dones ministeriales. La unción sobre el profeta es más repentina e imprevista, con la meta de motivación. La unción sobre el maestro es más medida, operando para iluminar la palabra de verdad y dar habilidad para comunicar correctamente. Para cada ministerio en el cuerpo de Cristo hay un carisma espiritual.

H. OTROS DONES ESPIRITUALES.

Ya ha sido indicado que las listas de dones espirituales en I Corintios doce, Romanos doce y Efesios cuatro, no tienen la intención de ser exhaustivas. Las siguientes son fases de ministerio que pueden requerir una provisión especial del Espíritu Santo:

1. Hospitalidad.

Pedro clasifica la “hospitalidad” como un don espiritual: “Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don [cárisma] que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (I P. 4:9, 10). La hospitalidad era muy importante para los creyentes primitivos. Era un requisito necesario para los obispos: “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible … hospedador, apto para enseñar …” (I Ti. 3:2). Quizá en el mundo moderno, particularmente en las ciudades, los obreros cristianos no son demasiado agasajados en los hogares de los hermanos, pero la hospitalidad puede ser manifestada en el mundo contemporáneo a través del interés amoroso y la inquietud por las necesidades de otros.

2. Intercesión.

Un ejercicio básico de la vida cristiana es la oración. La oración es a la vida espiritual lo que el respirar es a la vida física. Sin embargo, la oración en el Espíritu “con gemidos indecibles” es un cárisma del Espíritu (Rom. 8:26, 27). La oración en el Espíritu es el potencial de todo creyente lleno del Espíritu; pero la mayoría necesita “no descuidar el don” (I Ti. 4:14; II Ti. 2:6). Quizá la oración y alabanza en el Espíritu son aspectos del don de lenguas o interpretación de lenguas. En si, son operaciones carismáticas del Espíritu en el creyente (Ef. 5:18, 19; Col. 3:16; I Cor. 14:15).

3. Testificar.

El testificar es una de las metas principales de la iglesia de Jesucristo. Jesús prometió, “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos …” (Hch. 1:8). No se dice específicamente que el testificar es un don espiritual, pero la capacidad de testificar efectivamente está claramente conectada cono resultado del derramamiento del Espíritu Santo. Ya que hay muchos, como Pablo, que tienen el ministerio especial de testificar, Dios puede dar una provisión especial para eso: “Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes …” (Hch. 26:22; vea también Hch. 23:11). Dos pasajes declaran que el testificar es una obra especial del Espíritu: “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hch. 5:32); “Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad” (I Jn. 5:6b). Parece que entre más uno cede al Espíritu, mayor es la capacidad de testificar efectivamente.

I. DONES PARA HABILIDADES ESPECIALES.

1. Evidencia en el Antiguo Testamento.

En el Antiguo Testamento dones especiales del Espíritu fueron dados a los artesanos que sirvieron en la construcción del tabernáculo:

Y Moisés dijo a los hijos de Israel: Mirad, Jehová a nombrado a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para proyectar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce … para trabajar en toda labor ingeniosa (Ex. 35:30–33).

Este pasaje provee una tipología de la obra del Espíritu Santo quien suple, en la nueva dispensación, dones especiales para creyentes que son obreros de Dios, edificando al cuerpo de Cristo.

2. Música, prosa y poesía espiritual.

Si Dios suplió dones sobrenaturales para toda habilidad necesaria en la construcción del tabernáculo y su mobiliario, ¿no suplirá también en esta era la capacitación espiritual que corresponde a cada clase de servicio necesario para construir el santo templo del cual Cristo es el fundamento y piedra angular? ¿No incluirá esto la composición de música espiritual, la maestría en instrumentos musicales que ayudan en la alabanza, la escritura de literatura cristiana que edifica espiritualmente, y aún la construcción de estructuras que sirven para adoración y enseñanza?

3. Capacitación espiritual para cada obra en el cuerpo de Cristo.

Si alguno tiene un servicio que es útil a la iglesia de Cristo, ¿no debería esperar que Dios provea ese servicio con una unción especial, para que ninguna obra en el cuerpo de Cristo tenga que hacerse en fuerza meramente humana? De aquí que “… si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da: para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo.” (I P. 4:11).

J. LA RELACION ENTRE LOS DONES Y EL FRUTO DEL ESPIRITU.

1. La importancia del amor.

Los críticos de la operación de los dones espirituales dicen a menudo: “Preferiría tener amor que lenguas o milagros.” Afortunadamente no son alternativas mutuamente exclusivas. Uno no tiene que elegir entre el amor y los milagros, ni entre los dones del Espíritu y el fruto del Espíritu. El Espíritu otorga tanto los frutos como los dones; ambos son esenciales para una iglesia completa. El gran “capítulo del amor” de la Biblia, I Corintios 13, está entre los dos grandes “capítulos de dones”, no como alternativa, pero como un refuerzo para los dones. Pablo dijo: “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales …” (I Cor. 14:1). Es verdad que el ejercicio de los dones sin amor no tiene valor (I Cor. 13:1–3).

Si la posesión de dones es solamente una cosa del ego, o un “símbolo de posición”, entonces los dones son menos que inútiles. Si uno que ejerce un don rehusa la instrucción y no tiene interés alguno en edificar al mundo entero, entonces no es nada (I Cor. 13:2). Nosotros no buscamos los dones, el Espíritu Santo los distribuye como desea; pero el fruto del Espíritu debe ser la búsqueda de todo creyente lleno del Espíritu: “Seguid el amor …” (I Cor. 14:1). Cuando el fruto del Espíritu madura en la vida del creyente, el Espíritu Santo, sin duda, impartirá dones a aquellos que los desean para la edificación del cuerpo y para la gloria de Dios.

2. Cómo todo el fruto es contenido en el amor.

El apóstol, enumerando el fruto del Espíritu dijo: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza …” (Gál. 5:22, 23). Pablo recién había declarado que las obras de la carne eran tales como adulterio, idolatría, envidia, iras, contiendas, etc. Las obras de la carne eran plurales (obras). Cuando enumeró el fruto, dijo “El fruto del Espíritu es amor [singular].” Todas las virtudes que siguen al amor realmente son aspectos del amor. La carne manifiesta muchas obras perversas. El Espíritu manifiesta amor que es una joya espiritual con ocho facetas brillantes. El amor es el requisito básico para el ministerio de los dones; también debería ser la motivación para el deseo de los dones. En los dones vocales, el amor hace la diferencia entre metal resonante y la música celestial.

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