No hay otro nombre

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No Hay Otro Nombre Hechos 4:12 Introducción La semana pasada comenzamos a considerar lo que el Libro de los Hechos nos enseña acerca de la persecución de la iglesia. Vimos que los ejemplos de la persecución registradas en el libro de los Hechos nos demuestran la ocasión, los actores, el motivo y los resultados de la oposición al evangelio. Esta semana vamos a considerar como fue que Pedro y Juan respondieron a esta oposición. El discurso de Pedro que encontramos en Hechos 4:8-12 se enfoca en la exclusividad de Jesús. Mirémoslo con mayor atención. El problema de la exclusividad En la época de Pedro los miembros del sanedrín se reclamaban exclusividad para sí mismos – la declaración de una autoridad exclusiva aparte de ellos les resultó insultante En nuestra época posmoderna la exclusividad de Jesucristo también ofende y genera oposición. El relativismo. No hay la verdad, sino que hay mi verdad y tu verdad. La tolerancia y la apertura a distintas perspectivas es considerado el sumo bien. El reclamo de la autoridad y la exclusividad de Cristo choca con esta perspectiva – se ve como eminentemente egoísta, sumamente etnocéntrica y cabalmente presuntuosa. Creo que el rechazo posmoderno de la exclusividad de Cristo está basado en una visión incorrecta y desviada del reclamo bíblico. La visión posmoderna ve el exclusivismo de Jesús en términos de una competencia entre varias corrientes de pensamiento e ideologías. El propósito del exclusivismo, por lo tanto, es de cerrar el diálogo y de silenciar a estas distintas perspectivas que están en competencia con el cristianismo. Así, el cristianismo se reduce a una ideología hegemónica que intenta subordinar a otras perspectivas con el fin de mantener su propio lugar de privilegio y de dominio entre las varias filosofías, religiones e ideologías existentes. Pero, esta es una visión incorrecta del reclamo bíblico de la exclusividad de Cristo. ¿Qué significan, entonces, los varios reclamos de exclusividad que encontramos a lo largo de la Biblia? ¿Qué quiere decir Jesús cuando dice en Juan 14:6: “yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”? ¿Qué quiere decir Pablo cuando dice en 1 Timoteo 2:5: “porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”? ¿Qué quiere decir Isaías cuando dice de Jesucristo en Isaías 42:6: “te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz a las naciones”? Y ¿qué quiere decir Pedro cuando dice en Hechos 4:12 “y en ningún otro hay salvación porque no hay nombre dado a los hombres bajo los cielos en que podamos ser salvos”? Los reclamos bíblicos de la exclusividad no son un esfuerzo por reducir, opacar o silenciar perspectivas alternativas. Sino que al contrario son reclamos que comunican la totalidad y la suficiencia de Cristo Jesús. Es por eso que cuando pregunta el instructor del Catecismo de Heidelberg ¿Por qué el Hijo de Dios es llamado Jesús, que significa Salvador? Su respuesta es: Porque nos salva y libra de todos nuestros pecados y porque en ningún otro se debe buscar ni se puede hallar salvación. La exclusividad de Jesucristo comunica la totalidad de quien es y de lo que hace. La exclusividad no es una artimaña para asegurar el control y para consolidar el poder de una idea entre muchas. La exclusividad de Jesús es la imagen de lo que Cristo en realidad es – todo suficiente. Pablo dice en Colosenses 1:15-17: “él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas y todas las cosas en él subsisten.” Pero ¿Cuál de estas dos visiones de la exclusividad de Cristo – la exclusividad como alternativa o la exclusividad como suficiencia – permea nuestro evangelismo, nuestra proclamación de las buenas nuevas? Creo que en gran medida, la iglesia actual ha sucumbido, se ha entregado a la visión posmoderna de la exclusividad. Por eso, nos esforzamos en descubrir y proponer evidencias que rebaten los argumentos ateos y seculares de nuestros tiempos – la evidencia geológica que apoya la idea de una tierra joven, la evidencia arqueológica que apunta a la resurrección de Cristo, la evidencia filosófica que afirma la existencia de Dios. Estos esfuerzos son válidos y necesarios, pero sin la realidad de Jesucristo como nuestra suprema, única y total suficiencia, son argumentos y posturas que se quedan a medias. El evangelismo y la proclamación total tiene que incluir la totalidad de lo que Cristo es para nosotros y también para los demás. Dijo Juan Calvino en su Institución a la religión cristiana – “vemos que toda nuestra salvación y todas sus partes se comprehenden en Cristo. Por eso no debemos intentar derivar ni la porción más pequeña de ella de otra fuente. Si buscamos la salvación, se nos enseña por el mismo nombre de Jesús que es de él. Si buscamos cualquier tipo de don espiritual, se hallarán en su unción. Si buscamos fuerza, se encuentra en su dominio; si pureza, en su concepción; si mansedumbre, en su nacimiento … si buscamos redención, la encontramos en su pasión; si remisión de la maldición, en la cruz; si satisfacción, en su sacrificio; si purificación, en su sangre; si reconciliación, en su descenso al infierno; si mortificación de la carne, en su tumba; si vida nueva, en su resurrección … si protección, seguridad y bendición en abundancia, en su reino.” Esta es la suficiencia total de Cristo – en esta totalidad radica su exclusividad. No hay otro nombre bajo los cielos dado a los hombres en que podamos ser salvos – no hay otro nombre porque en este nombre, el nombre de Jesucristo de Nazaret encontramos todo lo que necesitamos, se satisfacen todos los anhelos del ser humano – y esto ha de ser el centro de nuestro testimonio, nuestro evangelismo y nuestra proclamación. Este fue el centro de la proclamación de Pedro, lleno del Espíritu, parado en medio del grupo más poderoso de su época. Entonces, hermanos, en esta tarde quiero ayudarles a reflexionar sobre la suficiencia de Cristo en sus vidas y de usar esa suficiencia como la base de su testimonio a quien es y que ha hecho en su vida. Veo en este pasaje tres facetas de la suficiencia de Cristo en el discurso de Pedro. Primero, Jesucristo es suficiente para nuestro beneficio. Segundo, Jesucristo es suficiente para nuestra sanidad. Y tercero, Jesucristo es suficiente para nuestra salvación eterna. Teniendo en cuenta estas tres facetas de la suficiencia de Cristo, podemos infundir en nuestro testimonio la exclusividad de Jesucristo, no como una alternativa sino como la fuente principal de todo lo bueno en nuestras vidas y en la vida de nuestros semejantes. Entonces vamos a mirar cada una de estas facetas: Suficiente para nuestro beneficio En el versículo 9 de Hechos 4, Pedro anota que la razón del cuestionamiento del sanedrín se basa no en una cosa mala que hayan hecho, sino en un beneficio. Dice Pedro: “Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo.” Pedro está aquí resaltando aquí que la operación de Dios a través del evangelio siempre resulta en beneficio para la humanidad. Dios es bueno – dice el salmista en Salmo 107: “alabad a Jehová porque él es bueno”. Y en el salmo 116 se pregunta “¿qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios conmigo?” Los beneficios de Dios son incontables en nuestras vidas. Dios es bueno en cada giro que da nuestras vidas. $500 de Fiol. Este es el testimonio mas poderoso de Jesucristo y su exclusividad – su bondad para con nosotros. No hay beneficio que proviene de otra fuente mas que de Jesucristo, porque a fin de cuentas todo es de él y para él. Los beneficios de nuestro trabajo, de nuestros hijos, de nuestras amistades todos provienen de él a fin de cuentas. Suficiente para nuestra sanidad En el versículo 10 de Hechos 4, Pedro señala que es la suficiencia de Cristo la que ha resultado en la sanidad por la cual estaban siendo interrogados. Dice “por él – por Jesucristo de Nazaret, crucificado por ustedes pero resucitado por Dios – por él este hombre está en vuestra presencia sano.” La fuente única y verdadera de nuestra sanidad es Cristo Jesús. En la Biblia el concepto de la sanidad se refiere a la condición de integridad de cuerpo, mente y espíritu. La sanidad es el bálsamo que alivia nuestra dolencia, nuestro quebranto, nuestro desequilibrio. Y es este concepto el que está en vista en el ejemplo vivo de este cojo – sanidad completa. Es lo que estaban presenciando los miembros del sanedrín. Dios es la fuente perfecta y principal de nuestra sanidad. Puede ser que estamos quebrantados, que nos sentimos en pedazos, que nuestro equilibrio está bajo constante ataque. Y muchas veces acudimos a todo tipo de alternativa. Pero la fuente principal de nuestra sanidad es Cristo Jesús. Hay desilusiones en la vida cristiana sin lugar a duda. Hay familias rotas, hay rebeldía, hay sufrimiento. Pero en Cristo Jesús siempre hay sanidad – Cristo está ahora mismo vendando las heridas de nuestras familias rotas; Cristo está ahora mismo sanando y tornando las mentes y los corazones de nuestros hijos rebeldes; Cristo está ahora mismo cubriendo de bálsamo aliciente nuestras heridas. Y este es el testimonio más poderoso que podemos dar de la exclusividad de Cristo. Suficiente para nuestra salvación eterna En el versículo 11, Pedro cita Salmo 118 al decir: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo”. Isaías 28:16 nos habla de la calidad de esta piedra angular: “he aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiente estable”. Cristo es nuestra roca fuerte, es nuestro cimiento estable, es la piedra angular en el cual descansa todo el fundamento de nuestra redención eterna. Y aunque sea reprobada y desechada por los edificadores, es puesto por Dios como la base única y sólida para nosotros. Dice Pablo de Jesús en 1 Corintios 1:30 “mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.” Cristo es la fuente de nuestra salvación eterna. Es el cimiento aprobado y puesto por Dios para que podamos estar en comunión con él. A través de Cristo tenemos conocimiento de Dios, tenemos justificación y perdón de nuestros pecados, tenemos santificación y progreso en la vida cristiana y tenemos redención – transformación total e íntegro. El testimonio más poderoso de la exclusividad de Cristo es un testimonio que demuestra esta redención. Tenemos que mostrar a Cristo usando un lenguaje redimido. Conclusión La exclusividad es el principio central de la fe cristiana. La exclusividad se expresa no tanto en la negación y humillación de otras alternativas sino mas bien en la suficiencia abarcadora de Jesus. La suficiencia de Jesus para nuestro beneficio, para nuestra sanidad y para nuestra salvación eterna. ¿Cómo vamos a presentar el evangelio esta semana?
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