Humanidad de Cristo

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1 Juan 1.1–4 RVR60
1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. 4 Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.

INTRODUCCION

La deidad de Cristo Capítulo 8: Conclusión

La humanidad de Cristo puede demostrarse bíblimente, al igual que Su deidad, mediante examen de Sus nombres o títulos, Sus afirmaciones y Sus obras. De vital importancia es, además, el hecho de que las Escrituras específicamente subraya las características humanas de Jesús: 1) la profecía lo presenta como la simiente de la mujer (Gn. 3:15; Is. 7:14), 2) los evangelios afirman que tuvo un nacimiento humano (Lc. 1:30–38; 2:1–20, véase además Gá. 4:4); 3) Jesús tuvo una niñez humana (Lc. 2:40, 52); 4) experimentó toda clase de situaciones humanas (excepto el pecado): hambre (Mt. 4:2), cansancio (Jn. 4:6), sueño (Mt. 8:24), sed (Jn. 19:28), tentación (Mt. 4:1), dolor y sufrimiento (Is. 53:5), tristeza (Mt. 26:38), muerte (1.a Co. 15:3); y 5) Jesús se refirió a Sí mismo como hombre (Jn. 8:40; 1:30). El se hizo hombre por toda la eternidad (Jn. 1:14; 1.a Ti. 2:5) y como hombre, juzgará a toda la humanidad.

La humanidad de Cristo puede demostrarse bíblimente, al igual que Su deidad, mediante un examen de Sus nombres o títulos, Sus afirmaciones y Sus obras.
Es de vital importancia el hecho de que las Escrituras específicamente y subrayan las características humanas de Jesús:
Algunos aspectos que señalan la humanidad de Jesús:
1) la profecía lo presenta como la simiente de la mujer (; ).
Génesis 3.15 TLA
15 »Haré que tú y la mujer, sean enemigas; pondré enemistad entre sus descendientes y los tuyos. Un hijo suyo te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón».
2) los evangelios afirman que tuvo un nacimiento humano (; , véase además );
3) Jesús tuvo una niñez humana (, ); 4) experimentó toda clase de situaciones humanas (excepto el pecado): hambre (), cansancio (), sueño (), sed (), tentación (), dolor y sufrimiento (), tristeza (), muerte (1.a Co. 15:3); y 5) Jesús se refirió a Sí mismo como hombre (; ).
El se hizo hombre por toda la eternidad (; ) y como hombre, juzgará a toda la humanidad.
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Todo este aspecto lo abordaré más adelante:
Por ahora me enfocare en el pasaje que se me asigno que también enfatiza la HUMANIDAD de JESUS!!
Leamos ...
1 Juan 1.1–4 RVR60
1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. 4 Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.
Para entender este pasaje es necesario conocer un poco su trasfondo histórico.

TRASFONDO HISTORICO Y TEMA JUAN

Me gustaría empezar diciendo que....
La primera epístola de Juan es una carta intensamente práctica dirigida a lectores cristianos.
Esta carta contiene una advertencia contra los peligros de las enseñanzas falsas.
La carta identifica cuales eran estas herejías
(1) el rechazo de la encarnación de Jesucristo.
(1) el rechazo de la encarnación de Jesucristo.
(2) el rechazo de la centralidad de Jesucristo en la salvación.
(3) la falta de un estilo de vida cristiana apropiado.
(4) el énfasis en el conocimiento (con frecuencia secreto).
(5) una tendencia hacia la exclusión.
Debido a estas razones el propósito de la carta es el siguiente:

PROPOSITO JUAN

La carta presenta algunos propósitos y enfoca aspectos práctico para los creyentes
Estos propósitos son:
Tiene un enfoque , ya que trata de:

A. Enfoque practico

1. Darles alegría (1:4)
2. Animarlos a vivir vidas santas (1:7; 2:1)
3. Ordenarles (y recordarles) que deben amarse el uno al otro (4:7–21) y no al mundo (2:15–17).
4. Brindarles seguridad de su salvación en Cristo (5:13).

B. Tiene un enfoque doctrinal para los creyente, ya que:

1. Rechaza el error de separar la deidad y la humanidad de Jesús.
2. Rechaza el error de transformar la espiritualidad en un intelectualismo que carece de una vida temerosa de Dios.
3. Rechaza el error de creer que se puede ser salvo viviendo aislado de los demás.
Además, exhorta a los creyentes a llevar una vida de obediencia a Dios . Así como practicar el amor entre los hermanos.

EL TEMA DE LA CARTA

Los comentaristas han sugerido que el tema principal de la carta es....
La comunión con Dios el Padre y con su Hijo Jesucristo (1:3).
No obstante....

I. AFIRMACION DE LA ENCARNACION DE CRISTO (1:1–4)

En los primeros cuatro versos , el autor afirma la realidad tangible de la encarnación de Cristo y anuncia que los objetivos de su carta son la comunión y el gozo.
1:1. El apóstol declara su tema como lo que era desde el principio.
Muchos han pensado que se refiere al principio absoluto, tal como lo describen y .
Puede ser así, pero a la luz del interés de la epístola en el mensaje original acerca de Jesucristo, parece más probable que se refiera al comienzo de la proclamación del evangelio.
De ser así, el significado es similar al que se encuentra en , ; y 3:11.
El autor declara entonces que el mensaje que él proclama es la verdad acerca del Hijo de Dios.
Los apóstoles habían sido testigos de esta verdad debido al contacto directo que habían tenido con el Señor Jesucristo.
El autor se incluye a sí mismo entre los testigos presenciales apostólicos al describir esa proclamación como lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos.
Con estas palabras introductorias, el apóstol dirige sus primeras flechas contra la herejía que tanto le preocupaba.
Los anticristos traen nuevas ideas, no las que son “desde el principio” de la era del evangelio. Más aún, el rechazo de la realidad de la encarnación de Cristo era contraatacado por la experiencia de los testigos oculares, cuyos testimonios se basaban en la realidad misma de lo que oyeron, vieron y tocaron (cf. “mirad” y “palpad” en ). El mensaje de Juan se basa firmemente en la realidad histórica.
El significado exacto de la expresión tocante al Verbo de vida ha sido explicado de varias maneras. Al usar la palabra “Verbo” con mayúscula, la RVR60 la interpreta como un título del Señor, tal como se encuentra en , .
Pero en ese caso, este título no tiene una frase modificadora tal como la expresión “de vida”, la cual sí se encuentra aquí. Parece más natural entender la frase en el sentido de “el mensaje acerca de la vida” de la cual se encuentra un paralelo en (V. también ). De hecho, tal como lo muestra , es la “vida” que se personifica y no la “palabra”.
Así que lo que Juan dice en esta epístola es que el tema en cuestión trata de las verdades originales y bien atestiguadas en cuanto al “mensaje acerca de la vida”—i.e., acerca del Hijo de Dios, quien es vida (cf. 5:20).
1:2. La vida, la cual proclaman los apóstoles, es intensamente personal.
Aquella vida no sólo fue manifestada, sino que se trata nada menos que de la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se manifestó a la gente.
Sin lugar a dudas, se trata de la encarnación de Jesucristo.
1:3. El objetivo que Juan tenía en mente al escribir estas verdades tan significativas era que vosotros, los lectores, tengáis comunión con nosotros, los apóstoles.
Su propósito no era la conversión de los lectores, puesto que en 2:12–14 afirma claramente que los consideraba como cristianos genuinos.
Es un error serio de interpretación tomar el término “comunión” como si se tratara de un poco más que “ser cristiano”.
Los lectores ya eran salvos, pero necesitaban esta carta si querían disfrutar de una comunión verdadera con el círculo apostólico al cual pertenecía el autor.
Después de todo, la comunión apostólica es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.
Es probable que los falsos maestros negaran que los lectores tenían la vida eterna (V. el comentario de 2:25; 5:13).
De ser así, y si los lectores llegaban a dudar de la garantía divina al respecto, estaría en riesgo su comunión con el Padre y con el Hijo.
Por supuesto que esto no es lo mismo que decir que su salvación estaba en peligro.
Debido a su calidad de creyentes, nunca podrían perder el regalo de la vida que Dios les había otorgado (cf. ; , ) pero su comunión sí dependía de su andar en la luz (). El peligro para los lectores era que podían ser atraídos a las tinieblas por las palabras persuasivas de los anticristos. Su poder impío para seducir se manifiesta en esta carta. Por lo tanto, el propósito de Juan era reafirmar a sus lectores en las verdades básicas de la fe para que se mantuvieran firmes en su comunión con Dios.
1:4. Juan concluyó el prólogo con un delicado toque personal. Si su carta tenía éxito y cumplía su cometido en la vida de los lectores, el autor (y sus colegas apostólicos) cosecharía alegría espiritual. Estas cosas os escribimos, para que vuestro (RVR60; “nuestro”, NVI95) gozo sea cumplido. Esta declaración es parecida a la que el mismo autor hace en : “No tengo yo mayor gozo que este, el oir que mis hijos andan en la verdad”. Los apóstoles se identificaron de tal manera con el amor de Cristo por su pueblo, que su propia alegría se vinculaba al bienestar de aquellos a quienes ministraban. Si los lectores retenían su comunión verdadera con Dios y con los apóstoles, nadie se sentiría más feliz que el propio Juan.
Walvoord, J. F., & Zuck, R. B. (2006). El conocimiento bíblico, un comentario expositivo: Nuevo Testamento, tomo 4: Hebreos-Apocalipsis (pp. 145–147). Puebla, México: Ediciones Las Américas, A.C.

PARTE TEOLOGICA DE LA HUMANIDAD DE CRISTO

Apologética ¿QUIÉN FUE JESÚS?

¿QUIÉN FUE JESÚS?

El Credo Niceno (325 d.C.) establece la creencia común de todo cristianismo ortodoxo de que Cristo fue plenamente Dios y plenamente hombre. Todas las herejías referidas a Cristo niegan una u otra naturaleza. Esta parte del capítulo muestra que Jesús fue plenamente humano, proclamó ser Dios y ofreció pruebas más que adecuadas que avalan esa proclama.

SU HUMANIDAD

Aunque algunos autores insisten en que Jesús fue solamente hombre, otros, los que siguen una doctrina llamada docetismo, dicen que solo parecía ser humano pero que en realidad, arguyen, era un fantasma, una aparición sin sustancia física; un espíritu puro con la ilusión de una forma material. Si así fuera, entonces Cristo no fue tentado realmente, como nos pasa a nosotros, ni tampoco murió en realidad, porque un espíritu no puede hacer tales cosas. Además, no habría sido realmente «uno de nosotros», ni podría sustituirnos en la expiación por nuestros pecados. Por otro lado, su resurrección no pudo ser más que un regreso a su estado natural, carente de toda repercusión en cuanto a nuestro futuro. Debemos demostrar que Jesús fue plenamente humano debido a esta doctrina, que enseña que los pies de Cristo nunca tocaron el suelo por completo.

SU DESARROLLO

Jesús pasó por todos los procesos normales del desarrollo humano. Fue concebido en el vientre de su madre por el Espíritu Santo (Mateo 1:18, 20; Lucas 1:34, 35). Nació de mujer que cumplió su embarazo a cabalidad (2:6, 7). Creció como un niño normal, desarrollándose en lo físico, mental y emocional (vv. 40–52). Maduró al punto que, aun cuando estaba iniciando los treinta, la multitud de Jerusalén le dijo: «Aún no tienes cincuenta años» (Juan 8:57).

SUS AFECTOS

Jesús desplegó todos los rasgos humanos en sus necesidades. En lo tocante a lo físico, tuvo hambre (Mateo 4:2) y sed (Juan 19:28), se cansó (Marcos 4:38), respiraba como todo ser humano (Lucas 23:46). Referente a lo emocional, expresó pena (Mateo 26:38), asombro (Marcos 6:6), rabia y dolor (3:5), y compasión (1:41). También fue tentado a pecar, aunque no se rindió a la tentación (Mateo 4:1–11; Marcos 2:3; Lucas 4:1–13; Hebreos 2:18; 4:15). El versículo más corto de la Biblia habla profundamente de la humanidad de Jesús en su vida interior: «Jesús lloró» (Juan 11:35).

SU MUERTE

Nada más opuesto a la naturaleza divina que la muerte, sin embargo, Jesús tuvo una muerte humana, presenciada por mucha gente—incluyendo a Juan— un pequeño grupo de seguidoras, los soldados y la multitud que se burlaba (Lucas 23:48, 49; Juan 19:25–27). Su muerte fue también confirmada por los verdugos profesionales de Roma (vv. 32–34). Fue enterrado, de acuerdo con las costumbres de la época, en una tumba (vv. 38–41). ¡Imposible ser más humano que eso!

¿QUIÉN FUE JESÚS?

El Credo Niceno (325 d.C.) establece la creencia común de todo cristianismo ortodoxo de que Cristo fue plenamente Dios y plenamente hombre. Todas las herejías referidas a Cristo niegan una u otra naturaleza. Esta parte del capítulo muestra que Jesús fue plenamente humano, proclamó ser Dios y ofreció pruebas más que adecuadas que avalan esa proclama.
SU HUMANIDAD
Aunque algunos autores insisten en que Jesús fue solamente hombre, otros, los que siguen una doctrina llamada docetismo, dicen que solo parecía ser humano pero que en realidad, arguyen, era un fantasma, una aparición sin sustancia física; un espíritu puro con la ilusión de una forma material. Si así fuera, entonces Cristo no fue tentado realmente, como nos pasa a nosotros, ni tampoco murió en realidad, porque un espíritu no puede hacer tales cosas. Además, no habría sido realmente «uno de nosotros», ni podría sustituirnos en la expiación por nuestros pecados. Por otro lado, su resurrección no pudo ser más que un regreso a su estado natural, carente de toda repercusión en cuanto a nuestro futuro. Debemos demostrar que Jesús fue plenamente humano debido a esta doctrina, que enseña que los pies de Cristo nunca tocaron el suelo por completo.
SU DESARROLLO
Jesús pasó por todos los procesos normales del desarrollo humano. Fue concebido en el vientre de su madre por el Espíritu Santo (, ; , ). Nació de mujer que cumplió su embarazo a cabalidad (2:6, 7). Creció como un niño normal, desarrollándose en lo físico, mental y emocional (vv. 40–52). Maduró al punto que, aun cuando estaba iniciando los treinta, la multitud de Jerusalén le dijo: «Aún no tienes cincuenta años» ().
SUS AFECTOS
Jesús desplegó todos los rasgos humanos en sus necesidades. En lo tocante a lo físico, tuvo hambre () y sed (), se cansó (), respiraba como todo ser humano (). Referente a lo emocional, expresó pena (), asombro (), rabia y dolor (3:5), y compasión (1:41). También fue tentado a pecar, aunque no se rindió a la tentación (; ; ; ; ). El versículo más corto de la Biblia habla profundamente de la humanidad de Jesús en su vida interior: «Jesús lloró» ().
SU MUERTE
Nada más opuesto a la naturaleza divina que la muerte, sin embargo, Jesús tuvo una muerte humana, presenciada por mucha gente—incluyendo a Juan— un pequeño grupo de seguidoras, los soldados y la multitud que se burlaba (, ; ). Su muerte fue también confirmada por los verdugos profesionales de Roma (vv. 32–34). Fue enterrado, de acuerdo con las costumbres de la época, en una tumba (vv. 38–41). ¡Imposible ser más humano que eso!
Geisler, N., & Brooks, R. (1997). Apologética: Herramientas valiosas para la defensa de la fe (pp. 124–125). Miami, FL: Editorial Unilit.

ENCARNACION.

Es obvio que los escritores de los Evangelios veían a Jesús completamente humano. Está representado como un judío del primer siglo que experimenta toda la gama de experiencias físicas y emocionales comunes al hombre. Nació y experimentó el proceso normal de crecimiento y de desarrollo desde la infancia a la edad adulta ().
Se le considera como el hijo de David (; ; ) y el hijo de Adán (). Se llama a sí mismo hombre () y habla de su cuerpo y su inminente disolución (, ), y continúa haciendo énfasis en su realidad después de su resurrección* (, ). Se le describe teniendo toda una gama de experiencias humanas: compasión (), amor a los amigos (, ), sorpresa (; ), oración (), agonía (), sed (); cansancio (), sueño () y, por último, la muerte (, etc.). Como hombre, se le ve como limitado en su conocimiento, necesitando aprender y desarrollarse (; ; ).
La opinión pública lo consideraba como un profeta, ciertamente un maestro religioso sobresaliente, pero no más que eso. Aparte de su impecabilidad,* de la que los escritores del NT no tienen duda (; ; ; , ; ; , ; ), su identidad y solidaridad con nosotros es absoluta y total.
Sin embargo, era evidente para los discípulos que Jesús era más que un simple hombre. Sus milagros mostraban una autoridad personal sobre la creación (v.gr. ; , y paralelos). Reclamaba el derecho para perdonar pecados (v.gr. ; ; ). Señaló a una igualdad y reciprocidad en su relación con Dios, llamándole Padre y a sí mismo Hijo (; ; ; sigs.).
La resurrección justificó sus afirmaciones. Por lo tanto, los escritores del NT, especialmente Pablo, se sintieron capaces de emplear el título kyrios, que se daba a Dios en noventa y cinco por ciento de las veces que ocurre en la LXX, refiriéndose a Jesús como un índice de su condición. Por eso, en , Jesús de Nazaret es exaltado por Dios y se le da el supremo nombre de kyrios, haciendo ilusión a , donde Jehová es el sujeto (ver también ; ; ; , ). De la misma manera, surge una doctrina de preexistencia, por la que se considera a Jesucristo como el creador del universo así como salvador de su iglesia (, ; sigs., , ), y como igual a Dios (, ), habiendo sido enviado al mundo por el Padre (; ). También es el escatológico Hijo del Hombre, quien vendrá a juzgar al mundo (; cf. ; ; ; ). En consecuencia, no es de sorprender que en numerosas ocasiones en la adoración se le nombre como el sujeto de una doxología (; ; , ; probablemente ), o en una oración (, ; ; , ; , ; ).
La cuestión resultante de la cristología* dominó la agenda de la iglesia durante siglos. En esencia, el problema había de tener una dimensión doble. Primero, ¿cómo se relacionaba la igualdad o identidad con Dios con el monoteísmo* estricto del AT (el problema de la Trinidad*)? En segundo término, ¿cómo era el hombre Jesús de Nazaret simultáneamente Dios y sin embargo uno (el problema de la encarnación)? Cualesquiera que fueran los parámetros y configuraciones de debates posteriores, estos temas surgieron de los mismos escritos bíblicos. La salvación prometida en el AT era algo que solamente Dios podía cumplir. Los profetas habían esperado con ansia el día en que Yahweh vendría en persona para libertar a su pueblo y establecer su reino (; sigs.; , ; sigs.; cf. ; ; , ; ; ; ). Sin embargo, era la simiente de la mujer la que había de herir la cabeza de la serpiente (), ya que solamente el hombre podía finalmente expiar el pecado del hombre. (Como muchos de los Padres declararían, “lo que no puede asumirse no puede remediarse”.) De este modo, el extenso trasfondo de la doctrina de la encarnación puede descernirse en principio, aun cuando ligeramente, en el AT. La promesa crucial del pacto, “Yo os seré por Dios y vosotros me seréis por pueblo”, encontraría su más completo cumplimiento sólo en el Cristo encarnado.
Por lo tanto, el empuje fundamental del testimonio bíblico encierra un movimiento de Dios hacia el hombre. El Padre envía al Hijo. El Verbo se hizo carne. Dios estaba en Cristo. En esencia, para salvarnos Dios no vino con su gloria plena de Dios, sino más bien como hombre; como un bebé llorando en los brazos de su madre, requiriendo de alimento y de cuidados, y como un criminal condenado sobre una cruz. Escondió su gloria; se limitó a sí mismo. Siendo uno con Dios e igual a Dios, tomó la forma de un esclavo. Al hacerse como uno de nosotros, fue capaz de compartir nuestras tristezas, llevar nuestras cargas, expiar nuestros pecados y unirnos a Dios.
Letham, R. W. A. (2005). ENCARNACION. En S. B. Ferguson, D. F. Wright, & J. I. Packer (Eds.), H. Duffer (Trad.), Nuevo diccionario de Teología (Cuarta edición, pp. 325–326). El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones.

CARACTERISTICAS DE LA HUMANIDAD DE CRISTO

La humanidad de Cristo puede demostrarse bíblimente, al igual que Su deidad, mediante examen de Sus nombres o títulos, Sus afirmaciones y Sus obras. De vital importancia es, además, el hecho de que las Escrituras específicamente subraya las características humanas de Jesús:
1) la profecía lo presenta como la simiente de la mujer (; ),
2) los evangelios afirman que tuvo un nacimiento humano (; , véase además );
3) Jesús tuvo una niñez humana (, );
4) experimentó toda clase de situaciones humanas (excepto el pecado): hambre (), cansancio (), sueño (), sed (), tentación (), dolor y sufrimiento (), tristeza (), muerte (1.a Co. 15:3);
y 5) Jesús se refirió a Sí mismo como hombre (; ). El se hizo hombre por toda la eternidad (; ) y como hombre, juzgará a toda la humanidad.
Carballosa, E. L. (1982). La deidad de Cristo (p. 140). Grand Rapids, Michigan: Editorial Portavoz.

LA HUMANIDAD DEL SEÑOR JESUCRISTO

De este aspecto del sufrimiento de Cristo en la Cruz también emerge el pensamiento de que Jesús es tanto humano como divino: las dos naturalezas se hallaban perfectamente fundidas. Todo lo de Dios en su naturaleza divina; todo lo del hombre —salvo el pecado— en su naturaleza humana. Un ser perfecto como nunca ha habido ni puede haber otro igual: porque Dios es Dios y el hombre hombre, y ninguno de los dos es lo que es el otro. Y sin embargo, Dios Hijo —nacido de María— se convirtió en el Hijo del Hombre: Dios y hombre a la vez en una sola persona.
Como Dios, Jesús estaba con su Padre: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (). Fue su agente en la creación del mundo: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho” (). Como hombre, nació como un bebé de María, creció, aprendió, habló, rio y lloró. Cristo era plenamente divino y completamente humano.
Ambos aspectos de su persona fueron evidentes durante la vida y la obra de Nuestro Señor en la Tierra: como Dios ordenó que Lázaro saliese de la tumba; como hombre lloró por su amigo. Como hombre lo vemos tan cansado que aun el mar agitado por la tempestad no le despierta de su sueño; como Dios se pone en pie y reprende al viento y al mar y los calma de inmediato.
En la Cruz vemos en Jesucristo a Dios y al hombre: a Dios ofreciendo perdón y vida eterna inmediatos a un delincuente arrepentido de otra cruz; al hombre, cuando experimenta sed. He aquí un misterio y un aspecto maravilloso del Evangelio: en él tenemos a uno que es Dios y puede ser, por tanto, nuestro Salvador; pero al mismo tiempo se trata de alguien que ha experimentado las debilidades y limitaciones humanas. Con frecuencia, cuando llega la tragedia o el luto, la gente se pregunta: “¿Por qué permite Dios que esto suceda, si es un Dios de amor?”. Y la única respuesta a esto es que Dios también conoce el sufrimiento, y que en su Hijo Jesucristo ha experimentado el dolor humano en un grado mayor que ningún otro hombre: “En toda angustia de ellos él fue angustiado” (). Cristo era capaz de “compadecerse de nuestras debilidades”.
Nuestro Dios es un Dios de amor que se compromete e identifica con nosotros: como demostró con su propio sufrimiento en el Calvario. Por muy triste que sea nuestra suerte o trágicas nuestras circunstancias, tenemos un Dios a quien podemos acudir: que es compasivo con nosotros, se preocupa por nosotros, y ha descendido en medio de nuestro sufrimiento y padecido más que nosotros para acabar con el pecado y darnos vida nueva.

LA HUMANIDAD DEL SEÑOR JESUCRISTO

De este aspecto del sufrimiento de Cristo en la Cruz también emerge el pensamiento de que Jesús es tanto humano como divino: las dos naturalezas se hallaban perfectamente fundidas. Todo lo de Dios en su naturaleza divina; todo lo del hombre —salvo el pecado— en su naturaleza humana. Un ser perfecto como nunca ha habido ni puede haber otro igual: porque Dios es Dios y el hombre hombre, y ninguno de los dos es lo que es el otro. Y sin embargo, Dios Hijo —nacido de María— se convirtió en el Hijo del Hombre: Dios y hombre a la vez en una sola persona.

Como Dios, Jesús estaba con su Padre: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn. 1:1). Fue su agente en la creación del mundo: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho” (Jn. 1:3). Como hombre, nació como un bebé de María, creció, aprendió, habló, rio y lloró. Cristo era plenamente divino y completamente humano.

Ambos aspectos de su persona fueron evidentes durante la vida y la obra de Nuestro Señor en la Tierra: como Dios ordenó que Lázaro saliese de la tumba; como hombre lloró por su amigo. Como hombre lo vemos tan cansado que aun el mar agitado por la tempestad no le despierta de su sueño; como Dios se pone en pie y reprende al viento y al mar y los calma de inmediato.

En la Cruz vemos en Jesucristo a Dios y al hombre: a Dios ofreciendo perdón y vida eterna inmediatos a un delincuente arrepentido de otra cruz; al hombre, cuando experimenta sed. He aquí un misterio y un aspecto maravilloso del Evangelio: en él tenemos a uno que es Dios y puede ser, por tanto, nuestro Salvador; pero al mismo tiempo se trata de alguien que ha experimentado las debilidades y limitaciones humanas. Con frecuencia, cuando llega la tragedia o el luto, la gente se pregunta: “¿Por qué permite Dios que esto suceda, si es un Dios de amor?”. Y la única respuesta a esto es que Dios también conoce el sufrimiento, y que en su Hijo Jesucristo ha experimentado el dolor humano en un grado mayor que ningún otro hombre: “En toda angustia de ellos él fue angustiado” (Is. 63:9). Cristo era capaz de “compadecerse de nuestras debilidades”.

Nuestro Dios es un Dios de amor que se compromete e identifica con nosotros: como demostró con su propio sufrimiento en el Calvario. Por muy triste que sea nuestra suerte o trágicas nuestras circunstancias, tenemos un Dios a quien podemos acudir: que es compasivo con nosotros, se preocupa por nosotros, y ha descendido en medio de nuestro sufrimiento y padecido más que nosotros para acabar con el pecado y darnos vida nueva.

El Varón de Dolores participa

de la angustia que apresa el corazón;

de nuestras penas Él se compadece,

da solaz en la tribulación.

El Varón de Dolores participa
de la angustia que apresa el corazón;
de nuestras penas Él se compadece,
da solaz en la tribulación.
Tucker, P. (2005). ¡Crucificado por mí!: Las últimas palabras de Cristo en la Cruz. (J. S. Araujo, Trad.) (Primera edición, pp. 58–59). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Uso de “Hijo del Hombre” por parte de Jesús

Al utilizar la expresión “Hijo de Hombre”, Jesús demuestra la conexión entre los temas de sufrimiento, coronación y autoridad que aparecen en el relato de la visión de Daniel.
Autoridad y coronación. Si Jesús se veía a sí mismo en , sus dichos naturalmente involucraban su autoridad para actuar en nombre de Dios. Él afirma que “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (; ; ) y que “el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (; ; ). Ambas frases preceden instancias donde la autoridad de Jesús es cuestionada. Al evocar al “Hijo de Hombre” hace recordar la autoridad para actuar en nombre de Dios debido a la figura en .
Jesús a menudo utiliza la frase “Hijo del Hombre” en contextos que se refieren a su segunda venida (; , , ; ; ; ; ; ). En cambio, el uso de las imágenes de Daniel en -verán ustedes al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo” (NVI)- parece más acerca de su vindicación luego del sufrimiento.
El uso que Juan hace de la frase “Hijo del Hombre” es, desde un punto de vista cualitativo, diferente al de los sinópticos; refleja a un Jesús exaltado más que sufriente. Juan también emplea la expresión “Hijo del Hombre” para indicar elementos de coronación y autoridad.
• Jesús declara que “nadie ha subido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre” ( NVI).
• El tiene la autoridad de juzgar porque él es “Hijo del Hombre” ().
• Dios ha puesto su sello de aprobación sobre él ().
• Solo cuando el “Hijo del hombre” sea “levantado” sus discípulos comprenderán su identidad ().
Sufrimiento. Hooker muestra que las referencias de Jesús al “Hijo del Hombre” dan, a menudo, un indicio de su sufrimiento (Hooker, Son of Man in Mark, 81–173). Cuando él compara su muerte con el período que Jonás pasó en el gran pez en y hace referencia al “rescate” por muchos (; ), utiliza el lenguaje y las imágenes del “Hijo del Hombre”. Al ser arrestado, Jesús declara que el “Hijo del Hombre” estaba siendo traicionado a manos de pecadores (; ). Sus predicciones de sufrimiento a menudo van a la par con referencias a su consiguiente reivindicación (, ; ; ; , ; ; , , ), lo que daría a entender que es una metáfora apropiada para la crucifixión y la posterior resurrección.
En el Evangelio de Juan, Jesús le dijo a Nicodemo que así como la serpiente había sido levantada en el desierto, “así deberá ser levantado el Hijo del Hombre” ( NTV). Justo antes de irse al Getsemaní, Jesús les dice a sus discípulos: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre” (). Su glorificación estaba íntimamente ligada a su sufrimiento (, ).
Autorreferencia. Si Jesús se hubiese visto a sí mismo como la figura del “Hijo del Hombre” de , habría hablado de sí mismo naturalmente en ésos términos. Hurtado llama a esto parte del “idiolecto” de Jesús, su forma propia y única de hablar (Hurtado, Lord Jesus Christ, 292–93).
• Cuando Jesús comparó su ministerio con el de Juan el Bautista, comparó las reacciones de las personas diciendo: “Juan … no comía ni bebía … el Hijo del Hombre … come y bebe” (; NVI).
• La pregunta de Jesús acerca de su propia identidad aparece como “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” () y también “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” (; ).
• Jesús se refiere a sí mismo como “Hijo del Hombre en ; .
• En , Jesús le pregunta al hombre que había nacido ciego: “¿Crees en el Hijo del Hombre?” (NVI). Cuando el hombre ciego indica su deseo, Jesús le responde: “Es el que está hablando contigo” ( NVI).
Casey, Lindars y Vermes argumentan que algunos de los usos que hace Jesús de la expresión “Hijo de Hombre” eran circunloquios para hacer referencia a sí mismo. Estas conclusiones no van en contra del uso de la frase por parte de Jesús, sino que probablemente tienen origen en su identificación con las imágenes de -no en la semántica aramea.
Diccionario Bíblico Lexham Uso de “Hijo del Hombre” por parte de Jesús

Uso de “Hijo del Hombre” por parte de Jesús

Al utilizar la expresión “Hijo de Hombre”, Jesús demuestra la conexión entre los temas de sufrimiento, coronación y autoridad que aparecen en el relato de la visión de Daniel.

Autoridad y coronación. Si Jesús se veía a sí mismo en Dan 7, sus dichos naturalmente involucraban su autoridad para actuar en nombre de Dios. Él afirma que “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (Mar 2:10; Mat 9:6; Luc 5:24) y que “el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (Mar 2:28; Mat 12:8; Luc 6:5). Ambas frases preceden instancias donde la autoridad de Jesús es cuestionada. Al evocar al “Hijo de Hombre” hace recordar la autoridad para actuar en nombre de Dios debido a la figura en Dan 7.

Jesús a menudo utiliza la frase “Hijo del Hombre” en contextos que se refieren a su segunda venida (Mat 13:41–42; 24:27, 30, 44; 25:31; Mar 13:26; Luc 12:40; 18:8; 21:27). En cambio, el uso de las imágenes de Daniel en Mat 26:64 -verán ustedes al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo” (NVI)- parece más acerca de su vindicación luego del sufrimiento.

El uso que Juan hace de la frase “Hijo del Hombre” es, desde un punto de vista cualitativo, diferente al de los sinópticos; refleja a un Jesús exaltado más que sufriente. Juan también emplea la expresión “Hijo del Hombre” para indicar elementos de coronación y autoridad.

• Jesús declara que “nadie ha subido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre” (Juan 3:13 NVI).

• El tiene la autoridad de juzgar porque él es “Hijo del Hombre” (Juan 5:27).

• Dios ha puesto su sello de aprobación sobre él (Juan 6:27).

• Solo cuando el “Hijo del hombre” sea “levantado” sus discípulos comprenderán su identidad (Juan 8:28).

Sufrimiento. Hooker muestra que las referencias de Jesús al “Hijo del Hombre” dan, a menudo, un indicio de su sufrimiento (Hooker, Son of Man in Mark, 81–173). Cuando él compara su muerte con el período que Jonás pasó en el gran pez en Mat 12:40 y hace referencia al “rescate” por muchos (Mar 10:45; Mat 20:28), utiliza el lenguaje y las imágenes del “Hijo del Hombre”. Al ser arrestado, Jesús declara que el “Hijo del Hombre” estaba siendo traicionado a manos de pecadores (Mar 14:41; Mat 26:45). Sus predicciones de sufrimiento a menudo van a la par con referencias a su consiguiente reivindicación (Mat 17:10–13, 22–23; 20:18–19; Mar 8:31; 9:11–13, 31; 10:33–34; Luc 9:22, 44, 18:31–33), lo que daría a entender que Dan 7 es una metáfora apropiada para la crucifixión y la posterior resurrección.

En el Evangelio de Juan, Jesús le dijo a Nicodemo que así como la serpiente había sido levantada en el desierto, “así deberá ser levantado el Hijo del Hombre” (Juan 3:14 NTV). Justo antes de irse al Getsemaní, Jesús les dice a sus discípulos: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre” (Juan 13:31). Su glorificación estaba íntimamente ligada a su sufrimiento (Juan 12:23–24, 34).

Autorreferencia. Si Jesús se hubiese visto a sí mismo como la figura del “Hijo del Hombre” de Dan 7, habría hablado de sí mismo naturalmente en ésos términos. Hurtado llama a esto parte del “idiolecto” de Jesús, su forma propia y única de hablar (Hurtado, Lord Jesus Christ, 292–93).

• Cuando Jesús comparó su ministerio con el de Juan el Bautista, comparó las reacciones de las personas diciendo: “Juan … no comía ni bebía … el Hijo del Hombre … come y bebe” (Mat 11:18–19; Luc 7:33–34 NVI).

• La pregunta de Jesús acerca de su propia identidad aparece como “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (Mat 16:13) y también “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” (Mar 8:27; Luc 9:18).

• Jesús se refiere a sí mismo como “Hijo del Hombre en Juan 1:51; 6:53.

• En Juan 9:35, Jesús le pregunta al hombre que había nacido ciego: “¿Crees en el Hijo del Hombre?” (NVI). Cuando el hombre ciego indica su deseo, Jesús le responde: “Es el que está hablando contigo” (Juan 9:37 NVI).

Casey, Lindars y Vermes argumentan que algunos de los usos que hace Jesús de la expresión “Hijo de Hombre” eran circunloquios para hacer referencia a sí mismo. Estas conclusiones no van en contra del uso de la frase por parte de Jesús, sino que probablemente tienen origen en su identificación con las imágenes de Dan 7-no en la semántica aramea.

“Hijo del Hombre en el resto del Nuevo Testamento”

“Hijo del Hombre” nunca se volvió un título confesionario entre los discípulos. La única vez que esta expresión aparece como un título en boca de otro que no es Jesús viene del agonizante mártir, Esteban: “Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios” (Hech 7:56). Para ese entonces, Jesús ya había ascendido en las nubes (Hech 1:9). La evocación de Esteban de la expresión “Hijo del Hombre” insinúa su confianza en la capacidad de Jesús de justificarlo a través de su sufrimiento.

En Apocalipsis, Juan describe dos veces a Jesús como “uno semejante al hijo del hombre” (Apoc 1:13; 14:14). La referencia inicial evoca las imágenes de Dan 7: cabello de lana, vestido blanco y fuego ardiente (Dan 7:9–10; Apoc 1:13–15). Juan utiliza el lenguaje empleado en la descripción de Daniel del Anciano de Días para describir a Jesús. Vincula a Jesús con la figura en Daniel como quien está en el trono a la derecha del Padre-igual a Dios-. Su autoridad para cosechar las uvas de la Tierra proviene de la autoridad dada a la figura que comparte el trono de Dios en Daniel (Apoc 14:14).

Bibliografía

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“Hijo del Hombre en el resto del Nuevo Testamento”
“Hijo del Hombre” nunca se volvió un título confesionario entre los discípulos. La única vez que esta expresión aparece como un título en boca de otro que no es Jesús viene del agonizante mártir, Esteban: “Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios” (). Para ese entonces, Jesús ya había ascendido en las nubes (). La evocación de Esteban de la expresión “Hijo del Hombre” insinúa su confianza en la capacidad de Jesús de justificarlo a través de su sufrimiento.
En Apocalipsis, Juan describe dos veces a Jesús como “uno semejante al hijo del hombre” (; ). La referencia inicial evoca las imágenes de : cabello de lana, vestido blanco y fuego ardiente (; ). Juan utiliza el lenguaje empleado en la descripción de Daniel del Anciano de Días para describir a Jesús. Vincula a Jesús con la figura en Daniel como quien está en el trono a la derecha del Padre-igual a Dios-. Su autoridad para cosechar las uvas de la Tierra proviene de la autoridad dada a la figura que comparte el trono de Dios en Daniel ().
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b. La persona de Cristo.

La resurrección es significativa también para la persona de Cristo. Significa, por ejemplo, que en su estado actual posee plena humanidad. No ha vuelto a su estado preencarnado de ser solamente divino. Ni tampoco existe en un estado incorpóreo. Todavía es hombre; y la humanidad que ahora posee es tanto física como espiritual. Sin embargo, no está en el estado en que estaba antes de su muerte. Precisamente por ser resucitado, es glorificado y perfeccionado. Tiene nuevo poder y majestad. Antes tan vulnerable, ahora es inviolable.
Obviamente la resurrección tiene una relación muy estrecha con la divina condición de hijo que tiene Cristo (), pero no como el punto en que llegó a ser Hijo. Fue enviado al mundo como Hijo (; ). De hecho, es la preexistente calidad de Hijo que hace pertinentes pasajes tales como y , que hacen hincapié en lo que nuestra salvación costó a Dios el Padre. La traducción de es demasiado débil. El significado usual del verbo que aquí se traduce “declarado” (griego horizo) es “determinar” o “delimitar” (ver ; ). Sin embargo, lo que está diciendo no es que fue nombrado Hijo de Dios, sino que fue nombrado Hijo de Dios con poder. El contraste se hace entre un tiempo cuando fue el Hijo de Dios débil y humillado y un tiempo en que llegó a ser el Hijo de Dios con toda majestad y autoridad. La resurrección señala el fin de su pobreza y kenosis.* Fue una coronación, no una adopción (cf. ).
la base fundamental de nuestra conviccion es la Sagradas Escrituras. la cual nos revela
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