Gratitud por la ayuda recibida
Resumen de la semana pasada
Introduccion
10 ¡Cuánto alabo al Señor de que hayan vuelto a preocuparse por mí! Sé que siempre se han preocupado por mí, pero no tenían la oportunidad de ayudarme.
Si Pablo alguna vez estuvo en la prisión Mamertina, aquellos de nosotros que hemos estado en ese calabozo confesaríamos que sería necesaria la gracia de Dios para estar contentos de estar allí. Y si estuvo encerrado en la prisión del monte Palatino, en los cuarteles cerca del pantano, podemos decir que no fue un lugar en el que alguien deseara estar. Un soldado encadenado a su mano día y noche, por bueno que fuera como compañero, no siempre sería la compañía más agradable para usted, ni para él, y tomaría algún tiempo aprender a contentarse con tal compañía. Pero, dice Pablo, “he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”.
El contentamiento en cualquier situación no es algo natural en el hombre. Las malas hierbas crecen rápidamente; la codicia, la insatisfacción y el murmullo son tan naturales para el hombre como las espinas para la tierra. No tiene necesidad de sembrar cardos y zarzas; crecen muchos por naturaleza, porque son parte de la tierra. Así que no tiene necesidad de enseñar a los hombres a quejarse; se quejan sin que nadie les enseñe. Pero las cosas preciosas de la tierra deben ser cultivadas. Si queremos trigo, debemos arar y sembrar; si queremos flores, debe hacer un jardín y cuidar de él. El contentamiento es una de las flores del cielo, y si lo queremos tener, debemos cultivarlo. No crecerá en nosotros por naturaleza; es solo la nueva naturaleza la que puede producirlo, e incluso después de ser producido debemos ser cuidadosos y estar atentos para mantener y cultivar la gracia que Dios ha sembrado en él. Pablo dice: “he aprendido a contentarme”.