El Principio de la Sabiduría (IDEC)
La verdadera Sabiduría
La sabiduría de Dios contra la sabiduría del hombre
¿Cuál es la diferencia entre la sabiduría que Pablo denuncia y la sabiduría que ama? Podemos ver la respuesta definitiva a esta pregunta en los términos que describen las dos clases de sabiduría. Una clase es descrita como la “sabiduría de este mundo” (1:20; 3:19), la “sabiduría humana” (2:5; 2:13) y la sabiduría “a los ojos del mundo” (1:26). La otra clase de sabiduría es descrita como “la sabiduría de Dios” (1:24), la sabiduría que es “el misterio de Dios” (2:7) y “no la clase de sabiduría que pertenece a este mundo” (2:6). De modo que la diferencia fundamental entre estas dos clases de sabiduría es que una proviene de Dios y la otra del hombre.
¿Cuál es entonces la diferencia entre la sabiduría del hombre y la sabiduría de Dios? Una manera de responder a esta pregunta es notar que, en 1 Corintios 1:17 y 23, la sabiduría humana anula el significado de la cruz de Cristo, en cambio la sabiduría de Dios sostiene el significado de la cruz. Pablo dice que si hubiera venido predicando “en sabiduría de palabras” (traducción literal), la cruz de Cristo hubiera “perdido su poder” (1:17), y agrega que “los griegos … buscan la sabiduría humana” y por lo tanto consideran como “puras tonterías” a la predicación de la cruz (1:22–23). Así que hay algo en la “sabiduría humana” que anula a la cruz considerándola como insensatez cuando, en realidad, la cruz es “la sabiduría de Dios” (1:24).
la “sabiduría de este mundo”
la “sabiduría humana”
la sabiduría “a los ojos del mundo”
“la sabiduría de Dios”
la sabiduría que es “el misterio de Dios”
Los sabios e inteligentes
Los sabios e inteligentes
Por otra parte, los “sabios e inteligentes” se ofenden por la “palabra de la cruz.” Para ellos es una locura porque la cruz pone de manifiesto la impotencia e indignidad de todos los seres humanos. La cruz exalta la gracia de Dios y menoscaba toda jactancia, excepto en el Señor. Pero la exaltación propia y la autodeterminación son los placeres profundos de los “sabios e inteligentes.” Por lo tanto, se resisten a todo lo que contradiga su sentido de autosuficiencia e ingenio. Quieren atribuirse los méritos y ser elogiados por sus logros intelectuales.
La sabiduría de los “sabios e inteligentes” ha producido notables avances científicos. Sin embargo, deja afuera la realidad más importante, es decir, Dios. Por un lado, es impresionante por sus logros y por el otro es impresionante por su estupidez al perderse lo principal. La sabiduría de los “sabios e inteligentes” no comienza con Dios; no es consciente de que sea sustentada por Dios y rechaza el propósito de Dios para el universo, que es mostrar su gloria, principalmente a través de Cristo crucificado por los pecadores.
Los “sabios e inteligentes” se regocijan en “la sabiduría humana,” que está profundamente comprometida en hacer que el hombre (o la creación) sea la medida de todas las cosas, en lugar de Dios el Creador. Esta sabiduría se encuentra al servicio del orgullo humano y lo defiende con sus distinguidos logros. Estas son las personas de las que Dios se esconde, según Lucas 10:21 y 1 Corintios 1:21.
La diferencia fundamental entre la sabiduría de Dios y la sabiduría del hombre
Por lo tanto, podemos concluir que la diferencia fundamental entre la sabiduría de Dios y la sabiduría del hombre es su relación con la gloria de la gracia de Dios en Cristo crucificado. La sabiduría de Dios hace que la gloria de la gracia de Dios sea nuestro Tesoro Supremo. Pero la sabiduría del hombre se deleita en ver al hombre como ingenioso, autosuficiente, autodeterminante e independiente de la gracia gratuita de Dios.
La sabiduría divina comienza conscientemente con Dios (“El temor del SEÑOR es la base de la verdadera sabiduría,” Salmos 111:10), está conscientemente sostenida por Dios y tiene la gloria de Dios como su objetivo consciente. La sabiduría divina llega a su manifestación culminante en la cruz de Cristo, porque la cruz fue un camino de salvación que humilla al hombre y exalta la gracia de Dios. Cuando la sabiduría divina se revela a los seres humanos en la muerte de Cristo, su efecto es para salvarnos y hacernos más humildes al hacer por nosotros lo que nosotros no podíamos hacer.