LA VOZ DE DI-S NOS CONFRONTA
Y oyeron al SEÑOR Dios que se paseaba en el huerto al fresco del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del SEÑOR Dios entre los árboles del huerto
Hay preguntas que nos pueden incomodar, como las siguientes: ¿Por qué existe la maldad en el mundo? ¿Por qué la gente muere de cáncer? ¿Por qué los terroristas ponen bombas en aeropuertos, matando y mutilando a inocentes transeúntes? ¿Por qué siguen aumentando las estadísticas de divorcio? ¿Quién pondría deliberadamente a un hombre en contra de otro, a un esposo contra su esposa, a un gerente en contra del empleado, al obrero en contra de su patrón, a una nación en contra de otra? Desde luego que Dios no concibió esta forma de vida en la tierra.
Cada día, los periódicos dan nueva evidencia de que no somos parte de una creación hermosa y agradable que el Dios amoroso puso en movimiento. En cambio, vivimos en un mundo donde la rebelión contra Dios está a la orden del día. La sedición empezó cuando uno de los ángeles de Dios se rebeló contra el Creador. Como este ángel malo comprendió que era incapaz de hacerle daño a Dios, mostró la mentalidad de un terrorista al tomar rehenes inocentes. Génesis 3 narra la historia trágica de cómo este ángel malvado logró apartar de Dios a los hijos que el Creador había formado.
El día cuando los primeros hijos de Dios se apartaron de él, con actitud incrédula y de desafío, tiene que haber sido el día más triste de la historia. El capítulo 3 nos da la única respuesta, aunque incompleta, a la pregunta: “¿Por qué existe la maldad en el mundo?”
Es instructivo fijarse en el método de operación que usó Satanás cuando tentó a Eva, porque sus métodos no han cambiado mucho a través de la historia del mundo. Su mentira sigue siendo básicamente: “Dios no es bueno. Él te está privando de los privilegios a los cuales tú, como individuo que eres, tienes pleno derecho; por ejemplo, decidir por ti mismo lo que es bueno para ti.” Satanás nos sigue tentando para que convirtamos en un desorden los planes de Dios para nosotros; se pone en el lugar de Dios. Nos lleva a imaginar que, después de todo, tenemos el control de nuestra vida y que somos los amos de nuestro destino, los capitanes de nuestra alma.
Satanás sigue susurrando: “¡Ciertamente no morirás!” Ha persuadido a muchos, haciéndoles creer que el infierno no existe o que después de que una persona muere, simplemente deja de existir. Si la persona es suficientemente fuerte para resistir esta mentira, Satanás le ofrecerá el engaño de que Dios les dará a todos una segunda oportunidad después de la muerte. Otra variación del tema “ciertamente no morirás” es el universalismo, que afirma que al final todas las personas serán salvas, y nadie será condenado.
Observe los pasos de la transgresión: no son pasos ascendentes sino descen-dentes hacia el abismo. —1. Ella vio. Una gran cantidad de pecado viene por los ojos. No miremos aquello que trae consigo el riesgo de estimular la concupiscencia, Mateo v. 28. —2. Ella tomó. Fue su propio acto y obra. Satanás puede tentar pero no puede obligar; puede persuadirnos a que nos arrojemos al precipicio pero no puede arrojarnos, Mateo iv. 6. —3. Ella comió. Cuando miró quizás no tuviera la intención de tomarlo; o cuando lo tomó no tuviera la intención de comer; pero acabó en eso. Es sabiduría detener los primeros movimientos del pecado, y abandonarlo antes de verse comprometido con él. —4. También dio a su marido. Quienes han hecho mal, están dispuestos a arrastrar a otros a hacer lo mismo. —5. Ella comió. Al no tomar en cuenta el árbol de la vida. Del cual se le permitía comer, y al comer del árbol del conocimiento, que estaba prohibido, Adán claramente muestra su desdén por lo que Dios le ha otorgado, y su deseo por lo que Dios consideró prudente no darle. Deseaba tener lo que quería y hacer lo que le placiera. En una palabra su pecado fue la desobediencia, Romanos v, 19; la desobediencia a un mandato claro, simple y expreso. No tenía una naturaleza pecaminosa que lo traicionara; en cambio tenía libertad de voluntad, con toda su fuerza, no debilitada ni desequilibrada. Se apartó con mucha prontitud. Arrastró a toda su posteridad al pecado y a la miseria. Entonces, ¿quién puede decir que el pecado de Adán en sí causó poco daño? —Ya era demasiado tarde, cuando Adán y Eva vieron la necedad de comer la fruta prohibida. Vieron la felicidad de la cual cayeron y la miseria en que se hundieron. Vieron a un Dios amante irritado, y la pérdida de su gracia y su favor. Véase aquí qué deshonra y trastorno produce el pecado; hace maldad doquiera se introduce y destruye todo consuelo. Tarde o temprano acarrea la vergüenza; sea la vergüenza del arrepentimiento verdadero, que termina en gloria, o la vergüenza y confusión perpetua, en la cual despertarán los malos en el gran día. Véase aquí en qué consiste corrientemente la necedad de quienes han pecado. Cuidan más de salvar su crédito ante los hombres que obtener el perdón de Dios. Las excusas que dan los hombres para cubrir y restar importancia a sus pecados, son vanas y frívolas; como los delantales de hojas de higuera que se hicieron, no logran mejorar las cosas: no obstante, todos tenemos la tendencia a cubrir nuestras transgresiones como Adán. Antes de pecar ellos acogían con gozo humilde las bondadosas visitas de Dios; ahora Él se convertía en un terror para ellos. No cabe asombrarse de que se convirtieran en terror para sí mismos y se llenaran de confusión. Esto muestra la falsedad del tentador y el fraude de sus tentaciones. Satanás prometió que estarían a salvo. Pero ¡ellos no pueden ni pensar que sea así! Adán y Eva eran, ahora, consoladores desdichados el uno para el otro!