Evangelio y el Pecado
Contexto
Justos por Gracia
J. I. Packer establece una comparación entre los antiguos Puritanos ingleses que vivieron y sufrieron entre los anos 1550 y 1700, con las secuoyas de California. Packer describe a los primeros como gigantes increíblemente enraizados en la Biblia, cuyas ramas alcanzaban los cielos, y cuyos troncos eran tan fuertes y perdurables que podían resistir los más feroces incendios forestales, y aunque sufrían heridas, nunca morían. Entonces, Packer contempla el gran horizonte estadounidense, con todas nuestras respuestas rápidas a los problemas de la vida y nuestra impaciencia. Lo contempla con un profundo dolor y dice: “Al parecer, la opulencia nos ha convertido a todos, en comparación con generaciones pasadas, en enanos y seso huecos.”
J. I. Packer, En busca de la santidad (Wheaton: Crossway Books, 1990), p. 11–12.
los Puritanos eran diferentes. Ellos miraban la carta a los Romanos desde otra perspectiva: la vida estaba hecha de otro material. Y es que el hecho de ser sabio, de ser una secuoya, alguien inconmovible en medio de la tormenta y útil en tiempos de indescriptible sufrimiento, no se logra de la noche a la mañana.
Nuestra muerte con Cristo y nuestra libertad del pecado
Nuestra muerte con Cristo y nuestra libertad del pecado
Así que, he aquí mi conclusión sobre estos dos aspectos: nuestra muerte con Cristo y nuestra libertad del pecado.
1) En Cristo, es decir, en la unión que tenemos con El y que Dios ha establecido según el versículo 5, somos muertos al pecado, lo que significa que: nuestra verdadera identidad, nuestra verdadera posición delante de Dios es que estamos total y rotundamente muertos al pecado, muertos a su poder y a su culpa. Esto es algo decisivo, irrepetible e inmutable. Este es el fundamento de nuestra batalla contra el pecado y de nuestro viaje hacia la santidad.
2) La vida cristiana se vive paso a paso, en desarrollo. Es una experiencia que refleja esa identidad donde no reina el pecado y de la que hemos estado hablando, en perfecta unión con Cristo. Lo que le sucedió a Cristo (y a nosotros con El) fue histórico, definitivo e inmutable. Esto se nos administra gradual y progresivamente en los anos por venir mientras crecemos en unión con Cristo.
Solamente por la fe hemos sido totalmente perdonados, justificados, absueltos y declarados justos en nuestra unión con Cristo. Ya hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, o lo que es lo mismo, de su poder como patrón rector de nuestras vidas. Todo esto nos impulsa a vencer cada día sobre el pecado, triunfantes y creciendo por la fe.
Sin embargo, aun no somos perfectos en esta experiencia terrenal de cada día. Debemos pelear la batalla de la fe y experimentar, por la fe, lo que verdaderamente somos en nuestra perfecta unión con Cristo. Pablo lo expresa de esta manera en Filipenses 3:12: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.” Aquí vemos que se trata de un proceso que todavía no ha terminado. Cristo se ha aferrado a Pablo para regalarle su perfección y su bendición eternas. Esa es la confianza del apóstol. Ahora Pablo confirma esa gran obra de Dios en Cristo al tratar de asir aquello para lo cual fue también asido por Cristo Jesús.
conclusión
Si usted es cristiano, Dios creó una unión inquebrantable entre usted y Jesucristo, al decir del versículo 5.
Debido a esta unión, usted murió con Cristo cuando El murió. Y porque usted murió, es ahora libre de la culpa y el poder del pecado. Esa es su total y verdadera identidad es su unión con Cristo. Y debido a esta posición y a esta identidad inconmovible, usted ya ha sido justificado; e incluso estoy seguro que también está siendo santificado, pero todavía no es perfecto. Por tanto, confirmemos cada día en nuestras vidas lo que ha sucedido, reconociendo lo que verdaderamente somos en Cristo.