La Lucha por la Libertad (Gálatas IX)
La Lucha por la libertad
contexto historico
Pablo había arriesgado su vida para llevar el evangelio de la gracia de Dios a las regiones lejanas, y no iba a permitir que el enemigo le privara de su libertad en Cristo. Fue la vigilancia espiritual lo que llevó a Pablo a otro encuentro dramático, esta vez con el apóstol Pedro, Bernabé y algunos de los colaboradores de Santiago
Al parecer, poco tiempo después de la conferencia mencionada en Hechos 15, Pedro fue de Jerusalén a Antioquía. La primera cosa que notamos es la libertad que Pedro disfrutaba entonces. Tenía comunión con todos los creyentes, tanto judíos como gentiles. Comer con los gentiles significaba aceptarlos y poner a judíos y a gentiles al mismo nivel como una sola familia en Cristo.
La libertad de Pedro fue amenazada por su temor. Durante la visita de Pedro a la iglesia de Antioquía, llegaron unos colaboradores de Santiago. (Recordarás que Santiago era un judío estricto a pesar de ser creyente en Cristo.) Pablo no sugiere que Santiago envió a estos hombres para investigar a Pedro, ni tampoco que eran oficiales de la iglesia de Jerusalén. Sin duda, pertenecían al partido de la circuncisión (Hechos 15:1, 5) y querían convencer a la iglesia de Antioquía de que aceptara el legalismo.
Después de su experiencia con Cornelio, Pedro fue llamado a cuentas y se defendió bien (Hechos 11), en cambio, ahora estaba atemorizado. Pedro no tuvo miedo de obedecer al Espíritu Santo cuando lo envió a Cornelio, ni temía dar su testimonio ante la conferencia de Jerusalén. Pero ahora, con la llegada de algunos miembros de la oposición, Pedro perdió su valor.
¿Cómo se explica este temor? Es sencillo. Pedro era impulsivo; demostraba gran fe y valor en ocasiones, pero fracasaba por completo en otras. Caminó sobre las olas para ir a Jesús, pero se atemorizó y empezó a hundirse. En el aposento alto se jactó de estar dispuesto a morir con el Señor Jesús, y después lo negó tres veces. En el libro de los Hechos, Pedro está más firme que en los cuatro Evangelios, pero no era perfecto—como nosotros tampoco lo somos. El miedo provocó la caída de Pedro. El dejó de participar en la fiesta de amor con los creyentes gentiles y se apartó de ellos.
Hay dos tragedias en la caída de Pedro. Primero, le convirtió en hipócrita (pues, este es el significado de la palabra “simulación”). El motivo de la acción de Pedro fue el miedo, pero él fingía ser fiel. ¡Qué fácil es usar la doctrina bíblica como pretexto para nuestra desobediencia!
La segunda tragedia es que Pedro indujo a otros a descarriarse con él, aun a Bernabé. Este había sido uno de los líderes espirituales en Antioquía (Hechos 11:19–26), por lo tanto, su desobediencia tendría gran influencia en el resto de la congregación.
Justificación por fe
No mediante el cumplimiento de la ley
¿Cómo reaccionamos nosotros?
¿He sido salvo por la gracia de Dios? El único evangelio que salva es el de la gracia de Dios revelada en Cristo Jesús. Cualquier otro es un evangelio falso y está bajo maldición (Gálatas 1:6–9). ¿Estoy confiando en mí mismo para ser salvo, es decir, en mi buena conducta, mis buenas obras, o en mi religión? Si es así, entonces no soy creyente, porque un verdadero creyente es aquel que ha confiado solamente en Cristo. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8–9).
¿Estoy mezclando la ley con la gracia? La ley dice que debo hacer algo para agradar a Dios, mientras que la gracia dice que Dios ha terminado la obra por mí y todo lo que necesito hacer es recibir a Cristo. La salvación no es por medio de la fe más alguna otra cosa, sino por medio de la fe en Cristo y nada más. Mientras que la membresía en la iglesia, y las actividades religiosas (como orar, ofrendar, etc.), son buenas en su debido lugar como expresiones de fe en Cristo, nunca pueden ser añadidas a la fe en Cristo con el fin de obtener la vida eterna. “Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra” (Romanos 11:6).
¿Me estoy regocijando en el hecho de que soy justificado por medio de la fe en Cristo? A menudo se ha dicho que justificado significa que Dios ve al pecador que cree en Cristo “como si nunca hubiera pecado”, y esto es correcto. Trae gran paz al corazón saber que uno tiene la aprobación de Dios (Romanos 5:1). Cuán grande verdad; ¡La justicia de Cristo ha sido puesta a nuestro favor! Dios no tan solo ha declarado que somos justos en Cristo, sino que nos trata como si nunca hubiéramos pecado. Nunca más debemos temer el juicio, pues nuestros pecados han sido ya juzgados en Cristo sobre la cruz (Romanos 8:1).
¿Estoy viviendo en la libertad de la gracia? Libertad no quiere decir libertinaje, más bien significa libertad en Cristo para gozarnos en él y llegar a ser lo que él quiere que seamos (Efesios 2:10). No sólo es libertad de hacer ciertas cosas, sino también libertad de no hacer otras. Ya no estamos bajo la esclavitud del pecado y de la ley. Como Pablo lo explica en la sección práctica de esta carta (capítulos 5 y 6), obedecemos a Dios por amor y no porque la ley lo exige. Los creyentes gozan de una libertad maravillosa en Cristo. ¿La estoy gozando?
¿Estoy dispuesto a defender la verdad del evangelio? Esto no quiere decir que seamos detectivos evangélicos que investigan a cada iglesia y escuela dominical en la ciudad, sino que no temamos a los que niegan las verdades que nos han traído vida eterna en Cristo. “¿Busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10).
Muchos creen que la salvación es por medio de la fe en Cristo más: hacer buenas obras; guardar los diez mandamientos; obedecer el sermón del monte, etc. No tenemos la misma autoridad que Pablo tuvo, pero tenemos la Palabra de Dios, y es nuestra obligación compartir la verdad.
¿Estoy andando “rectamente conforme a la verdad del evangelio”? La mejor manera de defender la verdad es viviéndola. Mi defensa verbal del evangelio logrará muy poco si mi vida contradice lo que predico. Pablo nos explica cómo vivir en la libertad por la gracia de Dios, y es importante que obedezcamos lo que dice.
Un empleado nuevo fue instruido para medir las partes de una válvula y así asegurarse de que estaban listas para su ensamblamiento. Pero después de algunas horas, el supervisor recibía quejas de que las partes que aquél aprobaba estaban defectuosas. —¿Qué te pasa? —el supervisor le preguntó. —Te enseñé cómo usar el micrómetro y estás enviando piezas que se pasan de la medida.
El empleado dijo: —Es que la mayoría de las piezas que medía estaban demasiado grandes, así que abrí el micrómetro un poquito más.
Cambiar las reglas jamás nos llevará al éxito, ni en la fábrica ni en el ministerio. Pablo mantuvo los principios de la “verdad del evangelio” y así debemos hacerlo nosotros.