El ultimo día de la Fiesta
La invitación a beber
Cuéntase que recorriendo los caminos del país de Gales iba un ateo, el señor Hone; iba a pie y al caer la tarde sintióse cansado y sediento. Se detuvo a la puerta de una choza donde una niña estaba sentada leyendo un libro. Le pidió el viajero agua; la niña le contestó que si gustaba pasar su madre le daría también un vaso de leche. Entró el señor Hone en aquel humilde hogar donde descansó un rato y satisfizo su sed. Al salir vio que la niña había reasumido la lectura, y le preguntó:
—¿Estas preparando tu tarea, pequeña?
—No señor —contestó la niña—, estoy leyendo la Biblia.
—Bueno, ¿te impusieron de tarea que leyeras unos capítulos?
—Señor, para mí no es tarea leer la Biblia, es un placer.
Esta breve plática tuvo tal efecto en el ánimo del Señor Hone, que se propuso leer él también la Biblia, convirtiéndose en uno de los más ardientes defensores de las sublimes verdades que ella enseña.—El Faro.
216. LA SUFICIENCIA DE DIOS
Fil. 4:19.
Iba a mi casa la otra tarde, después de un día de trabajo duro; me sentía cansado y deprimido, cuando repentinamente, como un relámpago, vino a mi mente el versículo: “Bástate mi gracia.” Llegué a mi casa, y busqué el texto en original, que dice: “Mi gracia es suficiente para ti.” “Lo creo, Señor”, dije, y no pude menos que reir de contento. Jamás antes había entendido lo que significaba la santa risa de Abraham. La incredulidad me parecía tan absurda. Es como si un pececillo, sintiendo sed, tuviese temor de que si bebía se secara el Támesis, y el río le dijese: “Bebe, sardinita, mi caudal es suficiente para ti.” O como si un ratoncillo en los graneros de Egipto, después de los siete años de abundancia, temiese morir de hambre. José podría decirle: “No temas, ratoncito, mis graneros son suficientes para ti.” Me imaginaba también a un hombre en lo alto de la montaña pensando dentro de sí: “Respiro tantos más cuantos pies cúbicos de aire, cada año; temo agotar el oxígeno de la atmósfera”, pero la tierra le diría: “Respira, hombre, y respira a pulmones llenos; mi atmósfera es suficiente para ti.” ¡Oh, hermanos, sed grandes creyentes! Tal fe llevará vuestras almas al cielo, y traerá el cielo a vuestras almas.—Spurgeon.
374. Jefes de Tribu Africana con Poca Fe páginas 244–245
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