Requisitos para el Evangelio
La historia del hijo pródigo es una de las parábolas más conocidas y queridas de Cristo. Es una de las parábolas más extensas y con más detalles, y a diferencia de casi todas las demás, contiene más de una lección. El pródigo es ejemplo de un arrepentimiento total y sincero. El hermano mayor ilustra la maldad de los fariseos con su prejuicio e indiferencia hacia los pecadores que se arrepentían, así como en creerse justos por méritos propios. El padre representa a Dios, siempre dispuesto y gustoso para perdonar, con un anhelo constante por el regreso del pecador al seno de su hogar. El tema central, como en las otras dos parábolas en este capítulo, es el gozo de Dios y las celebraciones que se desbordan en el cielo cada vez que un pecador se arrepiente.
Según la ley judía el hijo mayor recibía el doble de lo que recibían los demás hijos (Deuteronomio 21:17), y el padre podía repartir su riqueza en vida si lo quería. Era perfectamente legal que el hijo menor le pidiera su parte de las propiedades e incluso que la vendiera, pero seguramente no fue algo amable de su parte. Era como si le estuviera diciendo a su padre: “¡Quisiera que estuvieras muerto!” Tomás Huxley dijo: “Las peores dificultades de un hombre empiezan cuando puede hacer lo que se le antoja”. ¡Cuán cierto!
Siempre habrá problemas cuando valoramos las cosas más que las personas, el placer más que el deber, y las escenas distantes más que las bendiciones que tenemos en casa.
Por qué? Porque la persona avarienta jamás se satisface por mucho que adquiera, y un corazón insatisfecho conduce a una vida de desilusión. El pródigo aprendió por medio de experiencias amargas que no se puede disfrutar de las cosas que el dinero puede comprar si se hace caso omiso de las cosas que el dinero no puede comprar.
El país lejano
El país lejano no es necesariamente un lugar distante adonde tenemos que viajar, porque el país lejano existe primero que nada en nuestro corazón. El hijo menor soñaba con disfrutar de la libertad lejos de casa y lejos de su padre y de su hermano mayor. Si la oveja se perdió debido a su insensatez y la moneda debido al descuido, el hijo se perdió por voluntad propia. Quería salirse con la suya así que se rebeló contra su propio padre y le destrozó el corazón.
Pero la vida en el país lejano no fue lo que esperaba. Se le acabaron sus recursos, sus amigos lo abandonaron, surgió una hambruna, y el joven se vio obligado a hacer para un extraño lo que no quiso hacer para su propio padre: ¡trabajar! Esta escena en el drama es la manera en que nuestro Señor recalca lo que el pecado en realidad hace en las vidas de los que rechazan la voluntad del Padre. El pecado promete libertad, pero sólo trae esclavitud (Juan 8:34); promete éxito, pero produce fracaso; promete vida, pero “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). El joven pensó que “se hallaría a sí mismo” pero todo lo que consiguió fue perderse. Cuando se deja a Dios fuera de nuestra vida, la diversión se convierte en esclavitud.
Este acto ilustra a todos los pecadores (emparentados con Dios el Padre como frutos de su creación universal), los cuales desperdician los privilegios que pueden alcanzar por la fe y la obediencia y menosprecian cualquier relación personal con Él, para dedicarse a una vida de indulgencia y pecaminosidad.
Aunque se utilizaban para alimentar a cerdos, no eran aptas para el consumo humano. En otras palabras, la única razón por la que no comía con los cerdos es que no podía hacerlo. nadie le daba. Ni siquiera podía mantenerse con limosnas, su situación no podía ser más angustiosa. Por esta razón simboliza al pecador alejado de Dios que no puede salir de su situación por sus propios medios.
Entró en Razón, Volvió en sí.
Es decir, recuperó la conciencia. Al darse cuenta de que su pecado lo había dejado en la bancarrota y hambriento, pudo pensar con más claridad. Al llegar a esa condición se convirtió en candidato para la salvación
El joven cambió de parecer en cuanto a sí mismo y su situación, y reconoció que era un pecador. Confesó que su padre era un hombre generoso y que servir en casa era mucho mejor que la libertad en el país lejano. Es la bondad de Dios, y no sólo la maldad del hombre, lo que nos lleva al arrepentimiento (Romanos 2:4). Si el joven hubiera pensado sólo en sí mismo, su hambre, su añoranza de su hogar, su soledad, se habría dado a la desesperación. Pero sus circunstancias dolorosas le ayudaron a ver a su padre con otra perspectiva, y esto le dio esperanza. Ya que su padre era tan bueno con los criados, tal vez estaría dispuesto a perdonar a un hijo.
Si el joven sólo hubiera quedado pensando, todo lo que habría experimentado hubiera sido remordimiento y lamentación (2 Corintios 7:10), pero el verdadero arrepentimiento incluye la voluntad tanto como el entendimiento y las emociones: “Me levantaré… iré… diré…” Nuestras resoluciones pueden ser nobles, pero a menos que las pongamos en acción, nunca podrán en sí mismas producir ningún bien permanente. Si el arrepentimiento es verdaderamente obra de Dios (Hechos 11:18), entonces el pecador obedecerá a Dios y pondrá en Jesucristo la fe que salva (Hechos 20:21).
15:18 y le diré. El hijo contempló con detenimiento lo que diría a su padre y calculó el costo de su arrepentimiento (v. 19). he pecado contra el cielo. Esto significa que había pecado contra Dios. No solo se había dado cuenta de la futilidad de su situación, sino que también entendió la gravedad de sus transgresiones contra el padre.
Lo Vio Su padre
Aquí Jesús responde a las acusaciones de los escribas y fariseos (Lucas 15:2), porque el padre no sólo corrió para recibir a su hijo, sino que honró el regreso del joven por preparar un gran banquete e invitar a todo el pueblo. El padre no le permitió al hijo menor que terminara su confesión; le interrumpió, le perdonó, ¡y ordenó que empezara el festejo!
Por supuesto, el padre nos ilustra la actitud de nuestro Padre celestial hacia los pecadores que se arrepienten: Él es rico en misericordia y gracia, y grande en su amor hacia ellos (Efesios 2:1–10). Todo esto es posible gracias al sacrificio de su Hijo en la cruz.