Es preciso que me aplasten hasta matarme antes que me arrebaten mis convicciones en cuanto a la verdad de las doctrinas de la gracia en su forma antigua". La solemnidad de estas palabras provienen del hecho de que la antigua fe evangélica había sido abandonada en todo el país. Cuando en muchas ramas del no-conformismo, el arminianismo se estaba y a transformando en el modernismo que tantos estragos había de causar en el presente siglo,las esperanzas de Spurgeon en cuanto al futuro inmediato se vieron ensombrecidas por las señales de decadencia inminente en las iglesias. Vio cómo la historia se repetía. Las confesiones y catecismos del siglo diecisiete se echaban por la borda ("en estos tiempos es muy común reírse de los puritanos y decir que su fe está en desuso"), pero declaró que lo que se estaba admirando en nombre del progreso terminaría en las mismas condiciones espirituales que siguieron a la era puritana.Después de aquel periodo en que la verdad prevaleció en el país, dijo en 1883, “vino una época de fatuidad en que nuestro no-conformismo existía, pero se extinguía gradualmente, pasando primero al arminianismo y luego al Unitarianismo, hasta casi dejar de ser. Los hombres saben que ha sido así y no obstante se empeñan en volver a representar el mismo drama. Leen la historia, pero piden que la antigua doctrina sea de nuevo abandonada... ¡Oh, necios y tardos de corazón! ¿No les enseñará la historia? No, si la Biblia no les enseña”. “Si no oyen a Cristo y a sus apóstoles, tampoco creerán aunque otro fantasma unitario paseante sus ojos. No hay duda de que se acercan días malos a menos que la Iglesia abrace de nuevo la verdad estrechándola contra su corazón”. Empero en estos años de creciente oscuridad, Spurgeon recordó la lección que Dios había grabado en él en aquellos lejanos días de New Park Street. Su confianza en el no-conformismo contemporáneo se había derrumbado, pero no su confianza en Dios. Aunque la Iglesia hubiese de pasar años de esterilidad y decadencia a causa de su infidelidad; aunque los ministros fieles lleguen a ser cada vez menos, hasta el punto de que un niñito pueda contarlos ", a pesar de todo esto, "mi Señor avivará su verdad enterrada, tan cierto como que es Dios". Incluso admitía la posibilidad de lo peor: "¿Qué pasará si el creciente error de esta época hubiera de silenciar la última lengua que proclame el antiguo Evangelio?"Sigue inmediatamente su respuesta: "Que la fe no flaquee. Oigo el estruendo de los pasos de legiones de soldados de la cruz. ¡Oigo la voz de las trompetas de las huestes de predicadores!" . Sin duda vendría el día en que la verdad que él había proclamado brotaría de nuevo en labios de miles. Al volver la mirada desde este líder cristiano del pasado siglo hasta los días en que vivimos,tenemos la creencia de que hemos llegado al fin de una era. Hace más de setenta años, su convicción era que la Iglesia estaba “descendiendo, descendiendo, descendiendo”, y al mirar retrospectivamente hacia aquellos años de creciente desorden y decadencia, sólo podemos sacar la conclusión de que debemos casi haber llegado al fondo. Las actividades de tiempos recientes han sido los espasmos de la muerte y no los principios de una nueva vida. Las grandes campañas que han sido saludadas como paralelos de Pentecostés, se ven en su verdadera dimensión cuando se comprende que sólo pudieron organizarse al precio de la cooperación con aquellos que niegan el mensaje apostólico. La autoridad de las Escrituras ha sido cada vez más desestimada, de modo que hemos llegado al punto en que los hombres creen que, con tal que cualquier movimiento, tanto si es dentro del ecumenismo como si es dentro del evangelicalismo, pueda afirmar que tiene el apoyo de muchas oraciones, la colaboración de líderes eminentes y la obtención de los resultados consiguientes, está necesariamente por encima de la necesidad de ser escrutado bíblicamente. Ante la Iglesia está la alternativa de la ruina o la renovación. De los olvidados sermones de Spurgeon que hemos citado abundantemente, se desprende un mensaje que tiene poder para despertarnos de nuevo. Aunque ese mensaje ha de sacarse nuevamente de la Escritura, -pues ningún despertamiento futuro será jamás una mera imitación del pasado-en estas páginas hemos oído, en un lenguaje cuyo fervor jamás amortiguará el tiempo,principios que Dios siempre ha honrado en el avivamiento de Su obra. Para los miembros de la nueva generación a quienes Dios ha escogido para el ministerio de la Palabra, vienen como especial llamamiento.En un tiempo como el nuestro, la proclamación y práctica de estos principios no puede existir sin que haya mucha oposición; pero que los hombres sobre quienes recae este deber examinen los motivos que les impulsan. Que procuren que su fuerza no sea la propia, sino la de Cristo y entonces, que ninguno rehuya enfrentarse con el deber de buscar una profunda Reforma de la Iglesia "El que nada entre dos aguas puede trampear por el mundo sin muchas censuras", nos recordaba Spurgeon, “pero pocas veces ocurrirá lo mismo con un verdadero hombre de Dios." "Manteneos en la posición de que de gracia somos salvos . En estos días malos, resistid audazmente y protestad contra todo evangelio que oculte la gracia soberana como fuente de la salvación por Jesucristo." “Hemos de defender la fe; pues, ¿qué habría sido de nosotros si nuestros padres no la hubieran sostenido?… Imaginad que en aquellos tiempos pasados, Lutero, Zwinglio,Calvino y sus compañeros hubiesen dicho: “El mundo está en desorden, pero si tratamos de arreglarlo no haremos sino armar un gran alboroto y caer en desgracia. Vayamos a nuestras cámaras, pongámonos el gorro de dormir y durmamos mientras duran los malos tiempos y quizás cuando despertemos las cosas habrán mejorado». Semejante conducta por parte de ellos habría hecho que nosotros recibiéramos una herencia de error. Época tras época habría descendido a las profundidades infernales y los pestilenciales pantanos del error lo hubieran tragado todo".