Un ruego desesperado y una increible demostración de amor
Introducción
Pensad sobre este pasaje de Romanos 5:3–5:
Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no nos defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
Este pasaje da la impresión de que Pablo y Dios comparten la idea de que el desarrollo del carácter, la perseverancia y la esperanza escatológica son más importantes que el mero alivio del sufrimiento.
Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en él.
Dios está haciendo más de lo que usted puede saber. Y la resurrección lo traerá todo a la luz. Entre tanto, confíe en él y atesórelo por encima de todas las cosas.
Oh, santos temerosos, cobrad valor,
Las nubes que tanto os amedrentan
Llenas están de misericordia, y su amor
Lloverá bendición sobre vuestras cabezas.
No juzguéis al Señor con débil percepción,
Confiad en Su eterna gracia;
Detrás de una providencia sombría
Se esconde un rostro sonriente.
Sus propósitos maduran pronto,
Día tras día van floreciendo;
El capullo podría ser amargo,
Pero dulce será la flor.
La fe ciega errará,
En vano evalúa Su obra;
Dios es su propio intérprete,
Y Él lo hará evidente.1
Oh Salvador del mundo, Dios en Dios, luz de luz, tú eres el resplandor de la gloria del Padre, la imagen misma de su persona; tú que destruiste el poder del diablo, que venciste a la muerte, “que estás sentado a la diestra del Padre”; pronto vendrás en la gloria del Padre para juzgar a todos los hombres conforme a sus obras. Sé mi luz y mi paz, destruye el poder del diablo en mí y hazme una nueva criatura. Tú que expulsaste de María Magdalena siete demonios, echa fuera de mi corazón todos los afectos corruptos. Tú que resucitaste a Lázaro de entre los muertos, resucítame a mí de la muerte del pecado. Tú que limpiaste a los leprosos, sanaste a los enfermos y diste la vista a los ciegos, sana las enfermedades de mi alma; abre mis ojos y fíjalos simplemente en el premio de mi supremo llamamiento, y limpia mi corazón de todo deseo que no sea el avance de tu gloria.
JUAN WESLEY