Sermón sin título (2)
Es de señalar la posición de Jairo como uno de los principales de la sinagoga. Esos hombres eran laicos que estaban a cargo de los deberes administrativos de la sinagoga, algo muy similar a lo que hacen los miembros del concilio de una iglesia de nuestros días. Eran hombres prominentes, pero la mayoría de ellos, como veremos más adelante, no creían en el Señor y se le oponían. Sin embargo, en esta apremiante situación, este dirigente de la sinagoga busco a Jesús, y dejando a un lado su dignidad, cayó de rodillas ante él con una petición. El amor por su hija lo llevó a Cristo, porque se dio cuenta de que sólo él lo podía ayudar. El Señor no rechazó a Jairo (todos los que acuden a él siempre son bienvenidos). Pero la verdadera fe en Jesús tenía que venir no sólo en virtud de las preocupaciones y las necesidades; Jairo tenía que reconocer a Jesús por lo que él es verdaderamente, no solamente como sanador, sino como Hijo de Dios hecho hombre.
Y Jairo estaba próximo a que se lo enseñara por medio de una interrupción inesperada mientras iba camino a su casa.