El compromiso
El compromiso como llamado
La Pasión de Jesús “Hágale espacio”
Arrepentimiento – la Otra Cara de la Moneda
El mensaje de Jesús a sus oyentes era, “Arrepentíos, y creed en el evangelio! (Marcos 1:15). Si la fe es volverse a Jesús y depender de él para la salvación, el arrepentimiento es la otra cara de la moneda. Es volverse del pecado, odiarlo, y decidirse a olvidarlo con la ayuda de Dios, al tiempo que nos volvemos a él en fe.
Esto es lo que Pedro le dijo a la multitud, “Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19). Y Pablo le dice a todos “que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios” (Hechos 26:20).
El arrepentimiento no es opcional en la vida cristiana. Es absolutamente crucial, ya que distingue a aquellos que han sido salvados por Dios de los que no.
He conocido a mucha gente que dice cosas como, “Sí, he aceptado a Jesús como mi Salvador, así que soy Cristiano. Pero no estoy listo para aceptarlo como mi Señor todavía. Tengo algunas cosas que necesito arreglar”. En otras palabras, ellos dicen que podían tener fe en Jesús y ser salvos, sin arrepentirse de su pecado.
Si entendemos correctamente el arrepentimiento, veremos que la idea de que podemos recibir a Jesús como Salvador pero no como Señor es absurda. Para comenzar, no le hace justicia a lo que la Escritura enseña acerca del arrepentimiento y de su conexión con la salvación. Por ejemplo, Jesús advirtió, “antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. Los apóstoles, cuando escucharon la historia de Pedro acerca de la conversión de Cornelio, adoraron a Dios porque “también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida” (Hechos 11:18), y Pablo habla del “arrepentimiento para salvación” en 2 Corintios 7:10.
Sobre todas las cosas, tener fe en Jesús significa creer que él es quien dice ser: el Rey crucificado y resucitado quien ha conquistado la muerte y el pecado, y que tiene poder para salvar. Ahora bien, ¿Cómo va a ser que una persona pueda creer, confiar, y depender de todo esto y que al mismo tiempo diga, “Pero no te reconozco como Rey sobre mí”? Eso no tiene sentido. La fe en Cristo conlleva en sí misma una renuncia de ese poder rival que Jesús conquistó: el pecado. Y donde esa renuncia del pecado no está presente, tampoco la fe en Aquél que venció el pecado es genuina.
Es tal como Jesús dijo en Mateo 6:24: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro”. Poner la fe en el Rey Jesús significa renunciar a sus enemigos.