¡Vigila!
1er. Domingo de Adviento Dios se hace presente en medio de nuestra vida cotidiana, no llega con grandiosas señales y efectos especiales, sino en la sencillez y discreción de los acontecimientos más corrientes y cotidianos. Descubrirle en la vida es una de nuestras tareas más difíciles e importantes como cristianos, pero eso sólo se puede conseguir si vivimos en una constante actitud de búsqueda y atención.
HABLEMOS DE LA VIDA
ESCUCHEMOS LA PALABRA DE DIOS
Jesús cierra su discurso con una parábola sobre el discernimiento. Hay que saber leer los signos de los tiempos. Así como sabemos deducir de los brotes de una higuera que ha llegado el verano, así se deben leer los acontecimientos de la historia. Pero no para conocer «el día y la hora», ya que ni el Hijo ni los ángeles saben cuándo llegará el fin, y mucho menos lo podemos saber nosotros. Lo que importa no es especular sobre el momento o el modo de la parusía, sino vivir cada día como si esto estuviese por suceder ya, y estar preparados para no ser sorprendidos.
Jesús cierra su discurso con una parábola sobre el discernimiento. Hay que saber leer los signos de los tiempos. Así como sabemos deducir de los brotes de una higuera que ha llegado el verano, así se deben leer los acontecimientos de la historia. Pero no para conocer «el día y la hora», ya que ni el Hijo ni los ángeles saben cuándo llegará el fin, y mucho menos lo podemos saber nosotros. Lo que importa no es especular sobre el momento o el modo de la parusía, sino vivir cada día como si esto estuviese por suceder ya, y estar preparados para no ser sorprendidos.
Tenemos que vigilar. Tenemos que vivir siempre en guardia. Tenemos que guardar nuestras almas en un estado de alerta, despiertas, dispuestas en todo momento para encontrarse con nuestro Señor. Debemos guardarnos de todo lo que sea aletargamiento espiritual, inactividad, falta de vida, apatía. Hay que percibir y reconocer cuándo las compañías, el uso del tiempo y la sociedad nos inducen a olvidar a Cristo y su Segunda Venida y entonces evitarlos. “No durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios” (1 Tesalonicenses 5:6).