¡Dormir en Cristo!
INTRODUCCIÓN
DORMIR. (1) Con frecuencia, en el AT y NT, la palabra se usa literalmente para el dormir físico (1 S. 26:7; Jue. 16:14; Mt. 28:13; Jn. 11:12). El poder dormir en paz es un don de Dios a su pueblo (Sal. 4:8; cf. 127:2). Que dormir mucho le impide a uno tomar las responsabilidades normales y lleva a la pobreza, es un énfasis peculiar del libro de Pr. 6:9–10; 20:13; 24:33.
Un ejemplo de un tipo especial de dormir inducido sobrenaturalmente para un propósito divino, lo encontramos en Génesis 2:21. El profundo sueño se asocia en el AT con el recibimiento de revelación divina a través de visiones y sueños (Dn. 8:18; 10:9). Abraham (Gn. 15:12) y Jacob (Gn. 28:12) tuvieron experiencias de este tipo.
(2) A lo menos en un pasaje del NT, dormir se refiere metafóricamente a la condición espiritual del no salvo (Ef. 5:14). Este pasaje, que parece ser una cita de algún himno cristiano antiguo, describe al dormido como «muerto», una indicación clara que se habla de inconversión.
(3) Uno de sus usos metafóricos más frecuentes tiene el fin de inculcar la necesidad de estar alerta espiritualmente. La apatía espiritual la compara nuestro Señor con el dormir en la parábola de las vírgenes (Mt. 25:1–13; cf. Mr. 13:36). Pablo exhorta a los cristianos de Roma a que se despierten de su sueño ya que la parousia está cerca (Ro. 13:11), y en uno de los pasajes más significativos del NT en cuanto al tema, amonesta a los tesalonicenses a estar espiritualmente alertos al recordarles que no son de la noche (así que no duermen) sino del día (1 Ts. 5:1–9).
(4) El dormir también se usa metafóricamente para referirse a la muerte tal como se evidencia por la frase que se usa con frecuencia en el AT en los libros históricos, «durmió con sus padres» (cf. también Job 14:2; Jer. 51:39). En conexión con esto, el dormir se usa con mas precisión en el NT para referirse al estado del cuerpo del creyente entre la muerte y la resurrección (1 Ts. 4:14; 1 Co. 15:51).
I.- Ésta es la gloria del Evangelio, que llena completamente la condición y exigencias del pecador:
II.- La agradable metáfora, por medio de la cual se describe la muerte:
III.- La declaración gloriosa concerniente a los que duermen en Cristo: «Así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él»
4:13. Pero no queremos que estéis en ignorancia, hermanos, en cuanto a los que duermen.
La cláusula introductoria, Pero no queremos que estéis en ignorancia, tiene sus analogías en muchas cartas del mundo antiguo que han llegado hasta nosotros. Pablo usa a menudo esta fórmula (Ro. 1:13; 11:25; 1 Co. 10:1; 12:1; 2 Co. 1:8; cf. Fil. 1:12; Col. 2:1). Pero en las epístolas de Pablo las palabras nunca son formas vacías. Son divinamente inspiradas. Existe una razón especial para ello. Así también en el caso presente. La ignorancia respecto a las realidades espirituales resulta siempre nociva para el creyente. Le priva del consuelo. En este caso, esto era especialmente cierto. Los hermanos (obsérvese la forma afectuosa usada al dirigirse a ellos; véase 1:4) están muy preocupados respecto a aquellos que duermen (una expresión secundaria es han dormido).
Muy a menudo la muerte de los creyentes se ha comparado con el dormir (Mt. 27:52; Juan 11:11–13; Hch. 7:60; 1 Co. 7:39; 15:6, 18; cf. “descansan de sus labores”, Ap. 14:13). La expresión tiene su base en la terminología del Antiguo Testamento con relación a la muerte (Gn. 47:30; 2 S. 7:12). La comparación que se hace de la muerte con el sueño es muy apropiada al implicar no solamente reposo del trabajo sino también el glorioso despertar que los creyentes esperan en el más allá. Este concepto de dormir no indica un estado intermedio de un reposo inconsciente (sueño del alma). Aunque el alma duerme para el mundo que ya ha abandonado (Job 7:9, 10; Is. 63:16; Ec. 9:6), no obstante, está despierta respecto a su verdadero mundo (Lc. 16:19–31; 23:43; 2 Co. 5:8; Fil. 1:21–23; Ap. 7:15–17; 20:4). En cuanto a otras maravillosas y confortantes palabras y frases descriptivas de la muerte de los creyentes véase C.N.T. sobre Juan 11:11–13.
Una inferencia correcta de este pasaje es que durante el corto período que había corrido desde que los tesalonicenses oyeron el evangelio por primera vez, algunos creyentes ya habían partido del escenario de este mundo. En realidad, estaban tan alarmados que Pablo añade: para que no os entristezcáis como lo hacen los demás, que no tienen esperanza.
La razón de esta perturbación no se da a conocer en forma clara, aunque una buena inferencia, pero muy general, se puede obtener de los versículos que siguen. El que algunos amigos y parientes pensaran que los que habían ya partido “estuvieran perdidos” no es algo que pueda deducirse de parte alguna del presente pasaje. Es posible, sobre todo en vista del contexto inmediato, que ellos habían perdido toda esperanza en la futura gloria de los cuerpos de aquellos que habían muerto. Véase el versículo 15. Sin embargo, el versículo 13 ni siquiera dice en forma clara que los creyentes estaban realmente entristecidos “como los demás que no tienen esperanza”. Puede simplemente significar que existía un peligro definido, o bien, tal tendencia. Si este es el caso, entonces, con el fin de evitar que creencias y razones erróneas para tristeza degenerasen en una desesperación pagana, es que Pablo escribe en esta forma.
El mundo griego y romano contemporáneo a Pablo era en verdad un mundo sin esperanza (Ef. 2:12). De acuerdo al concepto griego (y más tarde también al romano), no existía futuro alguno para el cuerpo que llegó a considerarse como “la prisión del alma”. Y en cuanto al alma, ésta abandona al cuerpo con disgusto al ser exhalado el último suspiro o a través de heridas abiertas. Esta alma, así separada, no es totalmente inmaterial. Su contextura es muy tenue. Retiene muchas de las características de su cuerpo anterior y al aparecer en el otro mundo se le reconoce de inmediato. Entra en el Hades, el lugubrísimo dominio de “las sombras”. En comparación al lugar anterior donde pasó una vida alegre en el hermoso y asoleado mundo, el obscuro Hades, en donde los muertos lamentan su existencia, está muy lejos de inspirar consuelo. Ni la modificación de ese mito pagano acerca del más allá, introduciendo el concepto de los campos eliseos como morada especial para unos pocos favoritos de los dioses, ni la creación del Tártaro (para los condenados) y Erebus (para los no sentenciados), añadieron base alguna de confianza. El mundo pagano estaba sin esperanza real. ¡La Ilíada finaliza con ritos funerarios! Los filósofos, al menos por inferencia, rechazaron las exageradísimas descripciones transmitidas de generación en generación por ilustres poetas, y comenzaron a interpretarlas alegoricamente. Enseñaron sobre la naturaleza inmaterial del alma y basaron en ellas sus argumentos en favor de su indestructibilidad e inmortalidad. Para el cuerpo no ofrecieron esperanza alguna. En las comedias públicas las imaginaciones aceptadas por los menos sofisticados eran a veces expuestas al franco ridículo. Los estoicos expresaron serias dudas respecto al estado futuro del hombre. Lo mejor que podían ofrecer era un sobrevivencia condicional, pero aun ésta era temporal. Creían que al fin el alma es absorbida en una substancia ígnea idéntica a la deidad. Los epicúreos adoptaron una posición que puede resumirse así: “Los castigos del Tártaro no son para ser temidos, puesto que el alma, siendo inmaterial, compartirá el destino del cuerpo. Mientras vivamos, la muerte no existe para nosotros, y cuando la muerte aparezca entonces nosotros ya no existimos.”
Las religiones del Misterio (aun asumiendo que nuestras fuentes principales son dignas de confianza y no muy recientes), con sus horripilantes historias de resurrecciones que ni siquiera merecen tal nombre—cabellos que comienzan a crecer, un dedito que se comienza a mover, partes del cuerpo que se reunen y empiezan a vivir—y lo mejor que pueden ofrecer es una promesa de hacer a alguien feliz pero no de hacerlo santo. Tal cosa jamás pudo dar satifacción perdurable.
Realmente, aparte del cristianismo no existía base sólida alguna de esperanza en relación con la situación del hombre después de la muerte. En el segundo siglo d.C., cierta mujer egipcia, llamada Irene, escribe una carta a una familia doliente. Les comunica que está muy apenada y que llora por su amiga a quien ha perdido, con la misma pena que lo hizo antes cuando partió su propio amado. Concluye su carta diciendo:
“Pero no obstante, contra tales cosas nada se puede hacer.
Por tanto, confórtense mutuamente. Salud.”
Es evidente que semejante expresión “Confórtense mutuamente”, no existiendo base alguna para tal aliento, es sólo para amortiguar la triste situación, y esto, ¡en forma muy deficiente!
14. Porque (i.e., tal ignorancia y desesperanza no tiene excusa, porque) si creemos que Jesús murió y resucitó, así también los que durmieron por medio de Jesús Dios los traerá con él.
En contraste a la desesperanza pagana Pablo procede ahora a asentar un sólido fundamento para la esperanza cristiana en relación a los creyentes que ya habían abandonado esta vida.
El versículo 14 ha sido objeto de varias interpretaciones. Se hace necesario decir algo con referencia a su estructura gramatical, su lógica y su significado.
Con respecto a lo primero a. estructura gramatical, el primer asunto que causa controversia es, ¿A qué lugar exacto pertenece la frase por medio de Jesús? ¿Deberíamos colocar una coma antes o después de la frase? Ambas alternativas son posibles, y la diferencia realmente no tiene importancia. Los que sostienen que el sentido es, “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también por medio de Jesús Dios traerá con él a los que durmieron” admiten de buena gana que es también por la mediación de Cristo que a los creyentes les es posible dormir en él. En otras palabras, ellos (salvo pocas excepciones) no tienen objeción real a la expresión “aquellos que duermen por medio de Jesús”, pero no aceptan que el texto, tal como lo tenemos, dice lo que Pablo quiso decir. A menudo aseguran que si el apóstol hubiese querido decir semejante cosa, habría escrito “aquellos que duermen en Jesús” (cf. 1 Co. 15:18), no “por medio de Jesús”.
Por otro lado, los que favorecen la traducción “… aun así los que también durmieron en Jesús (o: que durmieron por medio de Jesús) Dios traerá con él” confiesan de buen grado que no solamente el dormir es en (o por medio de) Jesús, sino también el acto por el cual Dios trae con Jesús a aquellos creyentes que ya han abandonado esta vida. Cf. 1 Co. 15:21. En favor de la traducción “durmieron por medio de Jesús” existen los siguientes argumentos: (1) se obtiene así una agrupación lógica y expresada con exactitud: por un lado, Jesús; por el otro, los que durmieron por medio de Jesús; cf. 1 Co. 15:23; Cristo, las primicias, luego los que son de Cristo; y (2) la expresión “Dios traerá” ya tiene un modificativo, a saber, con él (o sea, con Jesús). Es dudoso si en tal caso sea necesario sobrecargarlo con otro modificativo más, especialmente teniendo uno que ofrece un excelente sentido al construírlo con “durmieron”. Pero ambas construcciones son posibles y con buen sentido.
Con respecto a b. lógica, se ve de inmediato la necesidad de insertar mentalmente algo si deseamos que lo dicho sea inteligible. Tal como está, la conclusión no coincide con la condición. Las palabras implicadas, sin embargo, se suplen pronto. Si el pensamiento se expresara en forma completa, la oración resultaría algo así:
“Porque si creemos que Jesús murió y se levantó otra vez, deberíamos creer también que Dios traerá con él a los que durmieron por medio de Jesús” (o: “… que por medio de Jesús Dios traerá con él a los que han dormido”). Si estamos en lo cierto al creer esto, hemos de creer también lo otro.
Finalmente, con respecto a c. significado, el principal asunto que divide a los comentaristas es, “¿Qué se quiere dar a entender realmente por medio de la cláusula Dios traerá con él?” Algunos sostienen que el significado es suficientemente claro por medio de los versículos 15–17, y la lógica de todo el pasaje es como sigue:
“Porque si creemos que Jesús murió y se levantó otra vez, deberíamos también creer que el mismo Dios que levantó a Jesús levantará a los creyentes que han dormido, y los impulsará, junto con los creyentes que todavía están en la tierra, para ser recibidos en las nubes a encontrar al Señor en el aire, y así permanecer para siempre con él”. Este levantar, recibir en las nubes para encontrar al Señor en el aire, y permanecer siempre con él, es lo que Pablo quiso decir por, “Dios los traerá con Jesús”. Para probar esta posición, generalmente aseguran que la conjunción porque, al comienzo del versículo 15, muestra que todo lo que se declara en los versículos 15–17 es simplemente una forma extendida de la cláusula, “Dios los traerá con Jesús”.
Otros, sin embargo, aunque de ninguna manera niegan que exista abundante elemento de verdad en la representación anterior, se dan cuenta que no es del todo adecuada:
(1) La cláusula “Dios traerá con él” (versículo 14) se refiere directamente sólo a los que han partido; pero el pasaje 15–17 tiene clara referencia a dos grupos: los que ya han partido y los que todavía viven. De ahí que no tiene objeto llevar todo lo que se dice en estos versículos a la cláusula final del versículo 14.
(2) Esta interpretación apenas hace toda la justicia debida al significado de la expresión traer con. Es difícil aceptar que la cláusula “Dios les traerá con Jesús” signifique solamente lo que sigue: que al resucitar sus cuerpos e impulsarlos a ascender, Dios les traerá hasta Jesús, de modo que le encuentren en el aire.
Es por esta razón que varios comentaristas, sin ser en ningún caso injustos a la evidente conexión que existe entre el versículo 14 y los siguientes, se han dado cuenta, no obstante, que la expresión”. Dios les traerá con él (Jesús)” tiene un significado que en cierto sentido es más limitado y en otro sentido más amplio que lo que se declara en los versículos 15–17. Es más limitado, porque se refiere sólo a aquellos que ya han partido, no a los otros. Y es más amplio, porque abarca a éstos que han partido no sólo después sino aun antes de su resurrección.
Para Pablo y sus compañeros (lo mismo que para sus lectores, por supuesto) los que han partido son muy reales. ¡Son personas! ¡Están definidamente vivos y activos! Además son personas que Jesús traerá consigo desde el cielo en su venida. No obstante, Pablo no dice que Jesús les traerá (aunque está implicado en la frase con él), sino que Dios les traerá. El razonamiento característicamente paulino (cf. Ro. 8:11) parece ser éste: “El mismo Dios que levantó a Jesús de los muertos levantará de los muertos a los que pertenecen a Jesús”. El les impulsará a venir junto con Jesús, desde los cielos, es decir, traerá sus almas desde los cielos, de modo que puedan reunirse rápidamente (en un pestañear) con sus cuerpos, y así salen a encontrar al Señor en el aire, para estar con él para siempre. El traer con él, por consiguiente, incluye todo lo que sucede a los que han partido, desde el momento de su salida desde el cielo hasta que, en sus cuerpos resucitados y glorificados, encuentren al Señor en el aire para no ser separados jamás de él por ninguna razón. Es en este amplio sentido que 3:13 menciona “la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos