Exhortación contra la tibieza espiritual

Uno de los estados espirituales más peligrosos para el cristiano y a la vez desagradable para Dios, es cuando somos tibios espiritualmente. Este estado se caracteriza por la autosuficiencia, cuando pensamos “yo estoy bien así” y nos relajamos en cuanto a nuestra vida espiritual pensando que todo está tranquilo, especialmente si tengo todo lo necesario materialmente, como si el tener las cosas materiales que quiero equivale a que la vida espiritual esta bien. Por lo general se comete el error de pensar que la prosperidad material significa que estamos bien espiritualmente. No necesariamente esto es así. El Señor hace una exhortación a quienes están en este estado de tibieza espiritual o también a quienes están en camino a terminar de esa forma. A través de este pasaje encontramos 3 exhortaciones que el Señor hace a la iglesia, especificamente en el versículo 16.

Exhorta a comprar el oro del Señor

Laodicea era una ciudad que se le conocía por su riqueza, así también la iglesia y los hermanos eran conocidos por esto. Pero sabemos que es un error creer que podemos encontrar descanso o pensar que la abundancia material es sinonimo de la bendición espiritual de Dios.

Tentación de Jesús Dios permitió que todas sus posesiones las perdiera

Exhorta a usar las vestiduras blancas de Dios

Esta ciudad contaba con una gran área industrial, especialmente en la confección de ropa. Quienes vivian ahi, y también quienes pertenecían a la congregación se sentían orgullosos de su crecimiento industrial y sus fabricaciones, también para los hermanos al creer que pertenecer a esa ciudad significaba que Dios los respaldaba. El Señor les exhorta a que las reales vestiduras que debían buscar son la justicia, verdad y santidad que sólo podemos encontrar en el Señor.

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Exhorta a limpiar los ojos para ver la verdad

La ciudad era conocida por preparar un unguento que curaba problemas a la vista. El Señor les exhorta a dejar que la medicina del Señor limpiara sus ojos y así pudiesen ver a Cristo.

Un ciego de nacimiento recibio el milagro de la vista, pero no solo física, sino que pudo ver a su Salvador Jesús.