FUERA EL TEMOR
TEMORES
LIBRES DE TEMOR
(Salmo 27:1–14)
INTRODUCCIÓN: hay muchas personas constantemente dominadas por el temor. Hay temores sanos y temores nocivos. El temor sano se llama también precaución, pero el temor nocivo es siempre un mal y una pérdida. El creyente, miembro de la raza humana, puede estar sujeto a ambos temores. Consideremos el primero por lo útil que puede ser:
1. Temor sano: el cirujano teme dañar a su paciente. El piloto en cometer un error en el manejo de su avión. El orador o escritor en equivocar sus conceptos; aun estos temores sanos pueden ser aminorados y quitados por medio de la fe (Sal. 34:4, 5).
2. Temor nocivo: pero hay temores infundados, de los que Dios quiere vernos totalmente libres, y es lo que nos enseña este salmo. Durante la lectura de la Palabra de Dios, podemos escuchar repetidamente la exhortación de «no temas» (véase Gn. 26:24; Dt. 31:8; Jos. 1:9; Sal. 27:1; Is. 35:4, 41:10, 43:1).
3. Tipos de temores a vencer:
a) Temor al fracaso: este temor inhabilita para muchas cosas buenas. Hay que pedir a Dios que nos dé juicio y visión para entender cuándo el temor al fracaso puede ser justificado y cuándo es un ardid de Satanás.
b) Temor al peligro: hay personas que temen viajar en barco o avión por haber conocido a alguien que sufrió un accidente o pereció en él. Tales temores tienen muchas veces por motivo la falta de fe.
c) Temor al futuro: muchas personas, al envejecer, temen cómo han de vivir o lo que sucederá cuando sus hijos abandonen el hogar. David había encontrado un recurso muy eficaz contra el temor (Sal. 56:3) y esta misma experiencia es la que hizo Pablo y muchos otros servidores de Dios.
d) El temor a la muerte: este temor es común a la naturaleza humana y los creyentes pueden ser inevitablemente sujetos a él (He. 2:15), pero las promesas de Cristo y las afirmaciones de Pablo en 2 Co. 5 pueden ahuyentar este temor.
4. Resultados del temor:
a) Debilita la salud (véase Job 4).
b) Paraliza la voluntad.
c) Produce el fracaso espiritual: quita la paz, la alegría, la serenidad y el poder de dar testimonio. El creyente asustado por cualesquiera motivos está vencido. El apóstol decía: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece».
5. Modos de desarraigar el temor:
a) Persuádase de una vez para siempre que la voluntad de Dios es que seamos libres de temor (véase Mr. 4:35–41).
b) Asegúrese de que usted tiene el deseo de ser librado de temor, pues hay quienes no quieren ser libres; parecen sentir placer en hablar de su mala salud, de los malos tiempos que les rodean para no enfrentarse con responsabilidades (véase Jn. 5:5).
c) Haga una decisión acerca de sus temores. En vez de esconderlos sáquelos a la luz, pero no por el placer morboso de hacer partícipes a otros, sino con el propósito de vencerlos. Escríbalos y piense en la manera de suprimirlos.
d) Pida a Dios que quite sus temores, confiando en que Él obrará, si alguno llegara a cumplirse (Sal. 34:4).
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. (Juan 16:33)
Amor perfecto
Es evidente que el amor al que Juan alude es nuestro amor a Dios. La frase “el perfecto amor echa fu,era el temor” explica lo que Juan quiere significar con el perfeccionamiento del amor. Es un amor que no tiene ni duda ni temor, sino que se reclina lleno de seguridad sobre el pecho del Señor, que confía en las horas más oscuras sin que su fe tenga el menor tambaleo, que aun en el día de juicio se erguirá con confianza en medio del tumulto y de la ruina de un mundo a punto de ser disuelto y que entonces pedirá su debido lugar en la amistad del Juez que se sienta sobre el trono.