Regalo vs Recompensa (Gálatas XIV)
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Regalo vs Recompensa
Regalo vs Recompensa
Siempre que escuchemos las afirmaciones radicales de la salvación por gracia, han de surgir inmediatamente preguntas como: si somos “libres de la ley”, ¿eso quiere decir que no tenemos que obedecer la ley de Dios?
Si siempre soy salvo solo por la actuación de Cristo y no por la mía, ¿por qué debería luchar por vivir una vida santa?
¿Tengo alguna obligación de guardar la ley de Dios y por qué? De hecho, no hay pregunta más práctica que la concerniente a la relación de un cristiano con la ley de Dios.
15 Amados hermanos, el siguiente es un ejemplo de la vida diaria: así como nadie puede anular ni modificar un acuerdo irrevocable, tampoco en este caso. 16 Dios ha dado las promesas a Abraham y a su hijo. Y noten que la Escritura no dice «a sus hijos», como si significara muchos descendientes. Más bien, dice «a su hijo», y eso sin duda se refiere a Cristo. 17 Lo que trato de decir es lo siguiente: el acuerdo que Dios hizo con Abraham no podía anularse cuatrocientos treinta años más tarde —cuando Dios le dio la ley a Moisés—, porque Dios estaría rompiendo su promesa. 18 Pues, si fuera posible recibir la herencia por cumplir la ley, entonces esa herencia ya no sería el resultado de aceptar la promesa de Dios; pero Dios, por su gracia, se la concedió a Abraham mediante una promesa.
galatas 3.15-18
En el transcurso de su carta a los Gálatas, Pablo ha establecido que somos salvos, justificados, redimidos solo por la fe en Cristo y por ninguna justicia propia. Así que ha llegado al punto donde un lector cuidadoso se estaría preguntando cómo encaja la ley. Entonces Pablo aborda aquí este asunto tan crucial.
Haciendo un testamento Primeramente Pablo quiere enfatizar lo que la ley no hace. Así que toma “un ejemplo” de la vida cotidiana (v 15).
15 Hermanos, hablo en términos humanos: un pacto, aunque sea humano, una vez ratificado nadie lo invalida ni le añade condiciones.
Él muestra que los contratos humanos son obligatorios y difíciles o imposibles de anular. “Nadie puede anularlo ni añadirle nada, una vez que ha sido ratificado” (v 15).
Él muestra que los contratos humanos son obligatorios y difíciles o imposibles de anular. “Nadie puede anularlo ni añadirle nada, una vez que ha sido ratificado” (v 15). La palabra que Pablo usa es diatheke (que se traduce como “pacto” en la NVI), una palabra que se usa para un testamento legal.
Él muestra que los contratos humanos son obligatorios y difíciles o imposibles de anular. “Nadie puede anularlo ni añadirle nada, una vez que ha sido ratificado” (v 15).
La palabra que Pablo usa es diatheke (que se traduce como “pacto” en la NVI), una palabra que se usa para un testamento legal.
Haciendo un testamento Primeramente Pablo quiere enfatizar lo que la ley no hace. Así que toma “un ejemplo” de la vida cotidiana (v 15). Él muestra que los contratos humanos son obligatorios y difíciles o imposibles de anular. “Nadie puede anularlo ni añadirle nada, una vez que ha sido ratificado” (v 15). La palabra que Pablo usa es diatheke (que se traduce como “pacto” en la NVI), una palabra que se usa para un testamento legal. Esto, claro, es un buen ejemplo; porque una vez que un testamento está legalmente hecho, lo consideramos obligatorio sin importar los cambios que se puedan dar en las condiciones. Así sucede con las promesas de Dios. Por ejemplo, si una mujer le deja más dinero a su hija pobre que a su hija rica, ese documento legal será de cumplimiento obligatorio, incluso si la hija rica pierde toda su riqueza un día después la muerte de su madre. El testamento se mantiene a pesar de las nuevas condiciones. Pablo sabe que algunos podrían advertir que la ley de Moisés “vino cuatrocientos treinta años después” de las promesas de salvación hechas a Abraham (v 17), y concluir: ¡Ah! ¡Esto cambia las cosas! Si queremos obtener la bendición de Abraham, ahora tendremos que obedecer la ley de Moisés. Pero Pablo dice y demuestra que esta es una conclusión falsa: “La ley… no anula el pacto que Dios había ratificado previamente; de haber sido así, quedaría sin efecto la promesa” (v 17). La ley de Moisés no puede convertir la promesa de Dios hecha a Abraham en algo diferente de lo que es: una promesa. ¿Cómo puede la llegada de la ley cambiar la naturaleza de la promesa que Dios hizo a Abraham, de que habría una intervención sobrenatural, por gracia, para dar bendición (; )? Este es un argumento poderoso. Si la ley de Moisés llegó como un medio de salvación, implica que Dios cambió de opinión. Significaría que Dios decidió que no necesitábamos un Salvador y que Él daría Su bendición sobre la base del cumplimiento de la ley, no de la promesa. Si la ley tuviera esta función no se sumaría a la promesa; la “anula[ría]” por completo (v 17). Porque “si la herencia se basa en la ley, ya no se basa en la promesa” (v 18). El principio es que los mismísimos conceptos de “promesa” y “ley” son mutuamente excluyentes. Si yo te doy algo porque lo he prometido, no es por tu cumplimiento. Si yo te doy algo por lo que has hecho, no es por mi promesa. Pablo es insistente: algo se recibe o por gracia o por obras; viene por la promesa del dador o por el cumplimiento del receptor. Es una o la otra. Vale la pena meditar en esto. Para que una promesa produzca un resultado solo tiene que ser creída, pero para que una ley produzca un resultado tiene que ser obedecida. Por ejemplo, si te digo: Mi tío Juan te quiere conocer y darte $10 millones de dólares, la única manera en que probablemente puedas no recibir los $10 millones es por no creer la declaración. Si solo te ríes y te vas a casa, en lugar de hablar con mi tío Juan, puede que nunca recibas el dinero. Pero por otro lado, si te digo: Mi tío Juan está dispuesto a dejarte su herencia de $10 millones de dólares, pero tienes que ir a vivir con él y cuidarlo en su vejez, entonces tú tienes que cumplir el requisito y la condición si es que quieres conseguir el dinero. Para una promesa-regalo solo hay que creer para recibirla. Pero, para una ley-premio, hay que obedecer para recibirla. La promesa del pacto Si la ley de Moisés hubiera sido destinada a ser el medio de salvación, entonces la promesa a Abraham no hubiera sido una promesa real. Y “en este caso”, la promesa se sella con un pacto. Pablo nos está llevando una vez más a . Cuando Abram le pregunta a Dios: “¿Cómo sabré que voy a poseerla?”, hablando de la bendición prometida (v 8), Dios le dice que traiga una ternera, una cabra, un carnero, una tórtola y un pichón de paloma. Abram sabe qué hacer con ellos: “los partió por la mitad, y puso una mitad frente a la otra” (v 10). A nosotros esto nos parece raro, pero en los días de Abram, esta era la manera en que se “firmaba” un pacto. Cada persona que hacía el pacto pasaba entre las mitades de los animales. Era una manera (¡muy!) gráfica, para los que entraban en el pacto, de decir: Si rompo este convenio, que sea yo cortado y aislado: mereceré morir así como estos animales. Lo que es asombroso en el pacto entre Dios y Abram es que Abram ¡nunca camina entre las mitades! “Abram cayó en un profundo sueño” (v 12). Lo único que cruza por el medio es “una hornilla humeante y una antorcha encendida, las cuales pasaban entre los animales descuartizados” (v 17). ¿Qué es este fuego extraño? Es Dios: “en aquel día el Señor hizo un pacto con Abram” (v 18). La promesa de Dios a Abram es una promesa hecha por medio de un pacto. Es un pacto que de ninguna manera depende de Abram, sino solo de Dios. Él moriría antes que romper Su promesa de bendecir a Abram y sus descendientes –y de bendecir al mundo a través de un descendiente en particular (“tu descendencia”, ). Y al final, Dios sí murió, en una cruz, como ese descendiente, Jesucristo. Con en mente, Pablo simplemente les está señalando a los gálatas la imposibilidad de que Dios añada demandas de obediencia a Su promesa pactada. Él mismo garantizó que Él guardaría Su promesa –¿de qué manera y por qué podría la ley hacer que “quedar[a] sin efecto la promesa” (v 17)? Por lo tanto, la ley de Moisés debe tener un propósito diferente. Pero antes de adelantarnos y ver cuál fue el propósito de Dios al dar la ley, debemos preguntarnos qué trascendencia directa hubiera tenido este argumento de Pablo para los cristianos de Galacia (y para nosotros hoy). Ellos no eran parte del Israel físico ni estaban vivos cuando Abraham recibió las promesas y cuando Moisés recibió la ley. Sin embargo, sus propias vidas estaban en peligro del mismo malentendido sobre la historia de la redención. La malinterpretación que Pablo está corrigiendo es que la bendición que Dios prometió a Su pueblo se lograba o se mantenía por obedecer la ley. Y, como ya lo ha señalado Pablo, los cristianos de Galacia, “después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretend[ían] ahora perfeccionarse con esfuerzos humanos?” (v 3). Pablo argumenta que una oferta que comienza por gracia, como una promesa gratuita, debe continuar sobre la misma base; de lo contrario, dejaría de ser una promesa. Tan pronto se basa en el cumplimiento, ya no puede ser un regalo. Esto era tan cierto para la aceptación de los gálatas ante Dios como para el antiguo Israel. Es común que los creyentes comiencen sus vidas cristianas mirando, más allá de ellos mismos, a “Jesucristo…claramente…crucificado” (v 1), confiando en la promesa de Dios: que Cristo ha quitado nuestra maldición y nos ha dado Su bendición. Pero, conforme avanzamos, es fácil y tentador buscar dentro de nosotros mismos nuestros “esfuerzos humanos” (v 3), descansando en que nuestro propio cumplimiento nos dé algún sentido de aceptación ante Dios. Hacer esto nos vuelve radicalmente inseguros; socava nuestra seguridad y nos lleva a la desesperación o al orgullo. Pablo quiere que los cristianos de Galacia aparten sus oídos de los falsos maestros, para que así quiten sus ojos de ellos mismos y los pongan en la cruz. Cualquiera que sea la razón por la cual Dios le ordena a Su pueblo cómo vivir, no puede ser con el fin de ganar Su aceptación. La promesa precede a la ley. La ley no puede coexistir con la promesa para dar bendición; la ley no hace a un lado la promesa como la fuente de bendición. Israel era una nación que debía confiar en la promesa de Dios; lo mismo aplica para el cristiano.
Esto, claro, es un buen ejemplo; porque una vez que un testamento está legalmente hecho, lo consideramos obligatorio sin importar los cambios que se puedan dar en las condiciones.
ejemplo personal.
El testamento se mantiene a pesar de las nuevas condiciones.
17 Lo que digo es esto: La ley, que vino cuatrocientos treinta años más tarde, no invalida un pacto ratificado anteriormente por Dios, como para anular la promesa.
Pablo sabe que algunos podrían advertir que la ley de Moisés “vino cuatrocientos treinta años después” de las promesas de salvación hechas a Abraham (v 17), y concluir: ¡Ah! ¡Esto cambia las cosas! Si queremos obtener la bendición de Abraham, ahora tendremos que obedecer la ley de Moisés.
Pero Pablo dice y demuestra que esta es una conclusión falsa: “La ley… no anula el pacto que Dios había ratificado previamente; de haber sido así, quedaría sin efecto la promesa” (v 17).
La ley de Moisés no puede convertir la promesa de Dios hecha a Abraham en algo diferente de lo que es: una promesa.
¿Cómo puede la llegada de la ley cambiar la naturaleza de la promesa que Dios hizo a Abraham, de que habría una intervención sobrenatural, por gracia, para dar bendición (; )?
Este es un argumento poderoso. Si la ley de Moisés llegó como un medio de salvación, implica que Dios cambió de opinión.
Significaría que Dios decidió que no necesitábamos un Salvador y que Él daría Su bendición sobre la base del cumplimiento de la ley, no de la promesa.
Si la ley tuviera esta función no se sumaría a la promesa; la “anula[ría]” por completo (v 17).
18 Porque si la herencia depende de la ley, ya no depende de una promesa; pero Dios se la concedió a Abraham por medio de una promesa.
Porque “si la herencia se basa en la ley, ya no se basa en la promesa” (v 18). El principio es que los mismísimos conceptos de “promesa” y “ley” son mutuamente excluyentes.
Si yo te doy algo porque lo he prometido, no es por tu cumplimiento.
Si yo te doy algo por lo que has hecho, no es por mi promesa.
Pablo es insistente: algo se recibe o por gracia o por obras; viene por la promesa del dador o por el cumplimiento del receptor. Es una o la otra.
Es una o la otra.
Vale la pena meditar en esto. Para que una promesa produzca un resultado solo tiene que ser creída, pero para que una ley produzca un resultado tiene que ser obedecida.
Vale la pena meditar en esto. Para que una promesa produzca un resultado solo tiene que ser creída, pero para que una ley produzca un resultado tiene que ser obedecida.
Timothy Keller da este ejemplo:
..., si te digo: Mi tío Juan te quiere conocer y darte $10 millones de dólares, la única manera en que probablemente puedas no recibir los $10 millones es por no creer la declaración. Si solo te ríes y te vas a casa, en lugar de hablar con mi tío Juan, puede que nunca recibas el dinero.
Pero por otro lado, si te digo: Mi tío Juan está dispuesto a dejarte su herencia de $10 millones de dólares, pero tienes que ir a vivir con él y cuidarlo en su vejez, entonces tú tienes que cumplir el requisito y la condición si es que quieres conseguir el dinero.
Para una promesa-regalo solo hay que creer para recibirla. Pero, para una ley-premio, hay que obedecer para recibirla.
La promesa del pacto
La promesa del pacto
Si la ley de Moisés hubiera sido destinada a ser el medio de salvación, entonces la promesa a Abraham no hubiera sido una promesa real. Y “en este caso”, la promesa se sella con un pacto. Pablo nos está llevando una vez más
8 Pero Abram respondió:
—Oh Soberano Señor, ¿cómo puedo estar seguro de que realmente voy a poseerla?
9 Y el Señor le dijo:
—Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón de paloma.
10 Entonces Abram le presentó todos esos animales y los mató. Luego partió a cada animal por la mitad y puso las mitades una al lado de la otra; sin embargo, no partió a las aves por la mitad.
genesis 15.8
Cuando Abram le pregunta a Dios: “¿Cómo sabré que voy a poseerla?”, hablando de la bendición prometida (v 8), Dios le dice que traiga una ternera, una cabra, un carnero, una tórtola y un pichón de paloma.
Abram sabe qué hacer con ellos: “los partió por la mitad, y puso una mitad frente a la otra” (v 10). A nosotros esto nos parece raro, pero en los días de Abram, esta era la manera en que se “firmaba” un pacto.
Cuando Abram le pregunta a Dios: “¿Cómo sabré que voy a poseerla?”, hablando de la bendición prometida (v 8), Dios le dice que traiga una ternera, una cabra, un carnero, una tórtola y un pichón de paloma. Abram sabe qué hacer con ellos: “los partió por la mitad, y puso una mitad frente a la otra” (v 10). A nosotros esto nos parece raro, pero en los días de Abram, esta era la manera en que se “firmaba” un pacto.
17 Después de que el sol se puso y cayó la oscuridad, Abram vio un horno humeante y una antorcha ardiente que pasaban entre las mitades de los animales muertos. 18 Entonces el Señor hizo un pacto con Abram aquel día y dijo: «Yo he entregado esta tierra a tus descendientes, desde la frontera de Egipto hasta el gran río Éufrates,
genesis
Cada persona que hacía el pacto pasaba entre las mitades de los animales. Era una manera (¡muy!) gráfica, para los que entraban en el pacto, de decir: Si rompo este convenio, que sea yo cortado y aislado: mereceré morir así como estos animales.
Cada persona que hacía el pacto pasaba entre las mitades de los animales. Era una manera (¡muy!) gráfica, para los que entraban en el pacto, de decir: Si rompo este convenio, que sea yo cortado y aislado: mereceré morir así como estos animales.
Lo que es asombroso en el pacto entre Dios y Abram es que Abram ¡nunca camina entre las mitades! “Abram cayó en un profundo sueño” (v 12). Lo único que cruza por el medio es “una hornilla humeante y una antorcha encendida, las cuales pasaban entre los animales descuartizados” (v 17). ¿Qué es este fuego extraño? Es Dios: “en aquel día el Señor hizo un pacto con Abram” (v 18).
17 Después de que el sol se puso y cayó la oscuridad, Abram vio un horno humeante y una antorcha ardiente que pasaban entre las mitades de los animales muertos. 18 Entonces el Señor hizo un pacto con Abram aquel día y dijo: «Yo he entregado esta tierra a tus descendientes, desde la frontera de Egipto hasta el gran río Éufrates,
La promesa de Dios a Abram es una promesa hecha por medio de un pacto. Es un pacto que de ninguna manera depende de Abram, sino solo de Dios.
Él moriría antes que romper Su promesa de bendecir a Abram y sus descendientes –y de bendecir al mundo a través de un descendiente en particular (“tu descendencia”)
16 Dios ha dado las promesas a Abraham y a su hijo. Y noten que la Escritura no dice «a sus hijos», como si significara muchos descendientes. Más bien, dice «a su hijo», y eso sin duda se refiere a Cristo.
Con en mente, Pablo simplemente les está señalando a los gálatas la imposibilidad de que Dios añada demandas de obediencia a Su promesa pactada.
La malinterpretación que Pablo está corrigiendo es que la bendición que Dios prometió a Su pueblo se lograba o se mantenía por obedecer la ley.
Pero antes de adelantarnos y ver cuál fue el propósito de Dios al dar la ley, debemos preguntarnos qué trascendencia directa hubiera tenido este argumento de Pablo para los cristianos de Galacia (y para nosotros hoy). Ellos no eran parte del Israel físico ni estaban vivos cuando Abraham recibió las promesas y cuando Moisés recibió la ley. Sin embargo, sus propias vidas estaban en peligro del mismo malentendido sobre la historia de la redención.
La malinterpretación que Pablo está corrigiendo es que la bendición que Dios prometió a Su pueblo se lograba o se mantenía por obedecer la ley.
Y, como ya lo ha señalado Pablo, los cristianos de Galacia, “después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretend[ían] ahora perfeccionarse con esfuerzos humanos?” (v 3).
3 ¿Será posible que sean tan tontos? Después de haber comenzado a vivir la vida cristiana en el Espíritu, ¿por qué ahora tratan de ser perfectos mediante sus propios esfuerzos?
Pablo argumenta que una oferta que comienza por gracia, como una promesa gratuita, debe continuar sobre la misma base; de lo contrario, dejaría de ser una promesa.
Pablo argumenta que una oferta que comienza por gracia, como una promesa gratuita, debe continuar sobre la misma base; de lo contrario, dejaría de ser una promesa.
Pablo argumenta que una oferta que comienza por gracia, como una promesa gratuita, debe continuar sobre la misma base; de lo contrario, dejaría de ser una promesa.
Tan pronto se basa en el cumplimiento, ya no puede ser un regalo. Esto era tan cierto para la aceptación de los gálatas ante Dios como para el antiguo Israel.
Es común que los creyentes comiencen sus vidas cristianas mirando, más allá de ellos mismos, a “Jesucristo…claramente…crucificado” (v 1), confiando en la promesa de Dios: que Cristo ha quitado nuestra maldición y nos ha dado Su bendición.
1 ¡Ay gálatas tontos! ¿Quién los ha hechizado? Pues el significado de la muerte de Jesucristo se les explicó con tanta claridad como si lo hubieran visto morir en la cruz.
1 ¡Ay gálatas tontos! ¿Quién los ha hechizado? Pues el significado de la muerte de Jesucristo se les explicó con tanta claridad como si lo hubieran visto morir en la cruz. 2 Déjenme hacerles una pregunta: ¿recibieron al Espíritu Santo por obedecer la ley de Moisés? ¡Claro que no! Recibieron al Espíritu porque creyeron el mensaje que escucharon acerca de Cristo.
Pero, conforme avanzamos, es fácil y tentador buscar dentro de nosotros mismos nuestros “esfuerzos humanos” (v 3), descansando en que nuestro propio cumplimiento nos dé algún sentido de aceptación ante Dios.
Pero, conforme avanzamos, es fácil y tentador buscar dentro de nosotros mismos nuestros “esfuerzos humanos” (v 3), descansando en que nuestro propio cumplimiento nos dé algún sentido de aceptación ante Dios.
3 ¿Será posible que sean tan tontos? Después de haber comenzado a vivir la vida cristiana en el Espíritu, ¿por qué ahora tratan de ser perfectos mediante sus propios esfuerzos?
galatas 3
Hacer esto nos vuelve radicalmente inseguros; socava nuestra seguridad y nos lleva a la desesperación o al orgullo.
Hacer esto nos vuelve radicalmente inseguros; socava nuestra seguridad y nos lleva a la desesperación o al orgullo.
Pablo quiere que los cristianos de Galacia aparten sus oídos de los falsos maestros, para que así quiten sus ojos de ellos mismos y los pongan en la cruz.
Cualquiera que sea la razón por la cual Dios le ordena a Su pueblo cómo vivir, no puede ser con el fin de ganar Su aceptación.
La promesa precede a la ley. La ley no puede coexistir con la promesa para dar bendición; la ley no hace a un lado la promesa como la fuente de bendición.
Israel era una nación que debía confiar en la promesa de Dios; lo mismo aplica para el cristiano.
Keller, Timothy. Gálatas para Ti (La Palabra de Dios para Ti nº 1) (Spanish Edition) (Posición en Kindle1164-1238). Poiema Publicaciones. Edición de Kindle.
15 Hermanos, voy a ponerles un ejemplo: aun en el caso de un pacto humano, nadie puede anularlo ni añadirle nada una vez que ha sido ratificado. 16 Ahora bien, las promesas se le hicieron a Abraham y a su descendencia. La Escritura no dice: «y a los descendientes», como refiriéndose a muchos, sino: «y a tu descendencia», dando a entender uno solo, que es Cristo. 17 Lo que quiero decir es esto: La ley, que vino cuatrocientos treinta años después, no anula el pacto que Dios había ratificado previamente; de haber sido así, quedaría sin efecto la promesa. 18 Si la herencia se basa en la ley, ya no se basa en la promesa; pero Dios se la concedió gratuitamente a Abraham mediante una promesa.
19 Entonces, ¿cuál era el propósito de la ley? Fue añadida por causa de las transgresiones hasta que viniera la descendencia a la cual se hizo la promesa. La ley se promulgó por medio de ángeles, por conducto de un mediador. 20 Ahora bien, no hace falta mediador si hay una sola parte, y sin embargo Dios es uno solo.
21 Si esto es así, ¿estará la ley en contra de las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Si se hubiera promulgado una ley capaz de dar vida, entonces sí que la justicia se basaría en la ley. 22 Pero la Escritura declara que todo el mundo es prisionero del pecado, para que mediante la fe en Jesucristo lo prometido se les conceda a los que creen.
23 Antes de venir esta fe, la ley nos tenía presos, encerrados hasta que la fe se revelara. 24 Así que la ley vino a ser nuestro guía encargado de conducirnos a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe. 25 Pero ahora que ha llegado la fe, ya no estamos sujetos al guía.
galatas 3.15